BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • ¿Qué se puede decir?
    ¡Despertad! 1976 | 22 de enero
    • ¿Qué se puede decir?

      PUEDE que uno tenga un amigo cuya esposa se está muriendo de cáncer. ¿Qué se puede decir para consolarlo? Un jovencito quizás tenga un profundo dolor debido a que su padre acaba de morir. Uno desea con todo su corazón consolarlo. ¿Se siente incapaz? ¿O puede dar al niño esperanza verdadera?

      Para dar consuelo genuino que realmente ayude a una persona de duelo, uno mismo tiene que tener una esperanza sólidamente basada. Se necesitan respuestas reales, concretas, a las preguntas que surgen acerca de la muerte, porque solo la verdad da consuelo genuino.

      Hay que saber, primero, la respuesta a la pregunta: ¿Dónde están los muertos? También se necesitan respuestas a otras preguntas. Los que han muerto, ¿están hora en el cielo? ¿Están padeciendo de alguna clase de sufrimiento? ¿Están en un mundo sombrío? ¿O realmente están muertos? En tal caso, ¿se han ido para siempre? ¿Es lógico que una persona viva unos cuarenta años, obtenga una excelente educación, se prepare para realizar algo que vale la pena en este mundo, y entonces muera? ¡Qué pena! ¡Qué desperdicio!

      ¿Qué se le podría decir a una persona afligida? ¿Debería decírsele que la muerte es una escapatoria de una existencia indeseable... que por eso la persona muerta está en mejor situación? Esto le es de poco consuelo a la persona de duelo. Para contestar correctamente, es preciso tener una evaluación apropiada de la vida y saber si la muerte es amiga o enemiga de la humanidad.

      La vida una posesión valiosa

      Para confortar a los que están de duelo también es preciso comprender que, en general, la muerte les es un misterio. Por lo general se destaca una cosa: No se muestran dispuestos a aceptar la idea de que la muerte lo termina todo. ¿Deberíamos considerar esta actitud como contranatural, insensata e impráctica? No, en realidad indica un razonamiento normal y cuerdo. El rey Salomón de tiempos antiguos, quien tuvo riquezas y la oportunidad de buscar las cosas deseables de la vida y de observar todas las cosas que le ocurrían a la humanidad, buenas y malas, concluyó: “Un perro vivo está en mejor situación que un león muerto.”—Ecl. 9:4.

      ¡Ciertamente la vida es valiosa! Sin ella no tenemos nada. Natural y apropiadamente la gente se aferra a la vida. Hace 3.500 años, el hombre del Oriente Job preguntó con esperanza: “Cuando muere el hombre, ¿podrá acaso volver a vivir?” (Job 14:14, Versión Moderna) La vida tiene muchos aspectos atrayentes, y aunque las malas circunstancias, la mala salud u otros factores pueden excluir a uno de algunas actividades, siempre hay otras ocupaciones que pueden proveer una vida feliz y satisfaciente.

      Un ejemplo de lo que la vida puede significar, aunque una persona solo puede usar una parte limitada de las facultades humanas normales, se halla en la historia de Helen Keller. Tenía menos de dos años de edad cuando una enfermedad destruyó su vista y su oído. ¡Quedó excluida del mundo exterior! Durante los cinco años siguientes, según ella contó más tarde, creció “desenfrenada e ingobernable, riendo tonta y ahogadamente para expresar placer; pateando, arañando y emitiendo gritos ahogados como los sordomudos para indicar lo contrario.”

      Entonces su padre hizo arreglos para que tuviera una maestra, la Srta. Anne Sullivan, del Instituto Perkins para Ciegos, en Boston. Esta dedicada joven desarrolló una especie de alfabeto deletreando palabras sobre la mano de Helen. Pronto Helen aprendió a relacionar las palabras con los objetos y en tres años podía leer Braille y escribir con una máquina de escribir especial. Se graduó con honores en la Universidad de Radcliffe en 1904, habiéndola acompañado en sus clases la Srta. Sullivan, quien interpretaba lo que se consideraba en las clases y las conferencias por medio del tacto.

      La señorita Keller entonces emprendió, con gran vigor, la obra de ayudar a los ciegos y a los sordos-ciegos. Pronunció conferencias, se presentó ante legislaturas, visitó hospitales y escribió varios libros, infundiendo valor en miles de personas. Su deseo de ayudar a los incapacitados le dio un propósito en la vida y la hizo sentir que valía la pena vivir. Vivió hasta casi cumplir ochenta y ocho años. Ciertamente la señorita Keller no pensó que hubiera estado en mejor situación si hubiese muerto de joven.

      Helen Keller y miles de otras personas que hacen buen uso de su vida refutan la idea de que la muerte sea “amiga.” Casi todos hacen todo lo que pueden para permanecer vivos aun cuando la muerte es segura. Adicionalmente, la mayoría de la gente tiene un temor a la muerte. Este temor no solo es de parte de la persona en peligro de morir, sino también de parte de su familia y amigos. Hasta los médicos y las enfermeras que atienden a los que se están muriendo experimentan temor. Comentando acerca de esto, la Dra. Elisabeth Kubler-Ross dice:

      “El setenta y cinco por ciento de nuestra población muere en establecimientos donde está rodeado de un personal que por lo general quiere evitar sus problemas y alejarse de ellos lo más pronto posible. Y esto se debe a que todos nosotros tenemos un temor tan abrumador a la muerte.

      “Sin importar la explicación intelectual que demos de este temor, lo que realmente viene a ser es el temor a una fuerza destructiva catastrófica que nos agobia y no hay nada que podemos hacer acerca de ella.”

      Es claro que la Biblia revela que la muerte, junto con la vejez, es enemiga. (1 Cor. 15:26) El temor a la muerte ha mantenido a la gente en esclavitud. Porque temen morir —de hambre, por ejemplo— algunos se han hecho ladrones y caníbales. A algunos se les ha inducido a cometer maldades para que no los maten. A algunos los han obligado a hacer cosas en contra de su voluntad por medio de amenazar que se les dará muerte a sus parientes que viven en un país dictatorial.—Heb. 2:15.

      Pero ¿qué pasaría si se pudiera eliminar la muerte? ¿Haría esto aburrida y monótona a la vida? ¿Quién ha dicho jamás: ‘Hoy me siento tan bien que quisiera poder morirme’? ¿No es cierto que hay tantas cosas buenas y agradables que hacer, que toda una vida no sería lo suficientemente larga como para hacerlas, aun si uno viviera para siempre?

      La Biblia dice que “el tiempo indefinido [Dios lo] ha puesto en el corazón de [la humanidad].” (Ecl. 3:11) El hombre puede visualizar el futuro y hacer planes para él. Además, siempre hay la esperanza de que se halle algún modo de abolir la muerte. ¿Pondría un Creador amoroso esas emociones en sus criaturas inteligentes sin la esperanza de un cumplimiento? Esto no parece razonable. Lo que es más, si existe la esperanza de abolir la muerte, también es lógico que el Creador informara a la gente acerca de su propósito de cumplir esa esperanza. Pero antes de considerar este asunto, veamos lo que es la muerte, y cómo y por qué aconteció.

  • ¿Qué es esto que se llama muerte?
    ¡Despertad! 1976 | 22 de enero
    • ¿Qué es esto que se llama muerte?

      MUCHAS personas consideran que la muerte no es más que la puerta a otra vida. Creen que la clase de existencia de la que disfrutará uno en la otra vida depende de cómo viva ahora. Por otra parte, hay algunos que piensan que la muerte excluye toda posibilidad de volver a vivir.

      En vista de tales ideas contradictorias acerca de la muerte, ¿puede uno estar seguro acerca de lo que pasa cuando muere una persona? Ciertamente si tuviéramos una revelación del Hacedor del hombre acerca de esto, podríamos estar seguros. La Biblia afirma ser esa revelación. Por lo tanto, lo que nos dice acerca de la muerte debería poner fin a cualquier incertidumbre acerca del tema.

      El libro de apertura de la Biblia, Génesis, nos informa que los primeros seres humanos, Adán y Eva, tenían ante sí la perspectiva de vida sin fin. El que continuaran viviendo dependía de la obediencia perfecta a su Hacedor y Dios, Jehová. Para poner a prueba su obediencia, Jehová Dios requirió que se abstuvieran de comer del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo. Era vital que Adán y Eva fueran puestos a prueba de este modo. Solo por medio de tenerle el debido respeto al derecho de Dios de establecer la norma de lo que es correcto e incorrecto, lo bueno y lo malo, podrían ellos infundir el mismo respeto en su prole.

      Fue en relación con el mandamiento de no comer del fruto del árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo que Dios le dijo a Adán: “En el día que comas de él positivamente morirás.” (Gén. 2:17) Entonces, cuando Adán comió del fruto prohibido la sentencia de muerte fue pronunciada sobre él con estas palabras: “Con el sudor de tu rostro comerás pan hasta que vuelvas al suelo, porque de él fuiste tomado. Porque polvo eres y a polvo volverás.” (Gén. 3:19) Por consiguiente, la muerte de Adán significó para él dejar de vivir y con el tiempo volver a los elementos del polvo inanimado del cual había sido creado.

      ¿Qué hay acerca del alma?

      Pero, ¿hubo alguna parte invisible de Adán —un alma— que continuó viviendo después que él murió? Si Adán tuvo un alma, hubiera una buena base para una respuesta afirmativa. Pero, ¿tuvo una? Al describir la creación de Adán, la Biblia informa: “Procedió Jehová Dios a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida, y el hombre vino a ser alma viviente.”—Gén. 2:7.

      Note que no se dice nada de que Adán haya tenido un alma. Más bien, él “vino a ser alma viviente” cuando su cuerpo sin vida que animado con el “aliento de vida.” Así es que Adán mismo fue un alma viviente, y esa alma murió. Ezequiel 18:4 confirma este entendimiento de los asuntos al decir del alma: “Todas las almas... a mí [a Dios] me pertenecen. Como el alma del padre así igualmente el alma del hijo... a mí me pertenecen. El alma que esté pecando... ella misma morirá.”

      Al investigar cuidadosamente la creencia acerca de que el alma es una parte separada del hombre que sobrevive la muerte del cuerpo, muchas personas han aprendido que esta no es una enseñanza bíblica. Han hallado que este concepto tiene su origen en la filosofía griega.

      En Le Monde del 8 de noviembre de 1972 (pág. 13), el autor y filósofo francés Roger Garaudy dice, según se le citó, que la filosofía griega “por siglos extravió al cristianismo.” Seguimos leyendo: “El dualismo del alma y el cuerpo y el consecuente mito de la inmortalidad del alma . . . son teorías de Platón que no tienen nada que ver con el cristianismo o la Biblia.”

      El profesor Claude Tresmontant, en su libro Le problème de l’âme, señala: “Es absurdo decir, como lo ha hecho toda la tradición platónica y cartesiana, que el hombre . . . se compone de un alma y un cuerpo. . . . Uno no debe decir, ‘tengo’ un alma, porque esto haría que el poseedor fuera diferente del alma que posee. Uno tendría que decir, ‘soy un alma viviente.’”—Págs. 180, 181.

      En una publicación que se usa para la instrucción evangélica, Ernst Busch reconoce: “La enseñanza de que la muerte es la separación del cuerpo y el alma logró entrar en la iglesia, adoptada de la filosofía griega. . . . Al hombre no se le puede dividir en cuerpo y alma para hacer que la muerte afecte al cuerpo pero no al alma. Todo el hombre es un pecador, todo el hombre con cuerpo y alma muere según la enseñanza de Pablo en 1 Cor. 15.”

      El modo en que la Biblia describe la condición de los muertos provee evidencia adicional de que el alma no sobrevive la muerte del cuerpo para continuar una existencia consciente. Lamentando su condición lastimera, el fiel Job exclamó: “¿Por qué desde la matriz no procedí yo a morir? . . . Pues para ahora me hubiese acostado para estar libre de disturbio; hubiese dormido entonces; estuviera descansando.” (Job 3:11, 13) En Eclesiastés 9:5, 6 leemos: “Los vivos están conscientes de que morirán; pero en cuanto a los muertos, ellos no están conscientes de nada en absoluto . . . También, su amor y su odio y sus celos ya han perecido.”

      Note que las Escrituras asemejan el estado inconsciente de los muertos al sueño. Así como la persona que está profundamente dormida está inconsciente de lo que esté sucediendo a su alrededor, así también, los muertos no están conscientes de nada. Presta apoyo a esto lo que han observado las personas que fueron reavivadas después de sufrir lo que hubiera sido un ataque cardiaco fatal. Al preguntarle qué se siente al estar muerto, un médico que había tenido esta experiencia hacía algunos años en Cleveland, Ohio, contestó: “Uno sencillamente no siente. No hay pensamiento, ni memoria.”

      Otras personas cuyos corazones dejaron de latir afirman haber experimentado sensaciones arrobadoras. En cuanto a esas personas, este médico comentó: “Estoy seguro de que tienen que estar confundidas. Están hablando de cómo se sintieron durante el período entre la conciencia y la inconsciencia, durante el período de semicoma. Cuando cesan las funciones vitales, uno deja de sentir.”

      Ningún tormento literal

      Puesto que los muertos no están conscientes de nada, no pueden experimentar ningún tormento físico. No hay nada consciente que pudiera someterse a dolor literal que sobrevive la muerte del cuerpo.

      Además, no se le dijo a Adán nada acerca de un lugar de tormento. Su castigo por la desobediencia no iba a ser tormento, sino muerte. Si, en realidad, su castigo iba a ser la tortura eterna en un infierno ardiente, ¿no hubiera sido una injusticia de parte de Dios el haber retenido esta información del primer hombre?

      Sin embargo, a Dios no se le puede acusar de ninguna injusticia respecto a esto. La muerte realmente fue la pena total por la transgresión de Adán y para toda su prole que ha heredado las debilidades e imperfecciones mortíferas. La Biblia dice: “El salario que el pecado paga es muerte,” no el tormento. (Rom. 6:23) Además, “el que ha muerto ha sido absuelto de su pecado.” (Rom. 6:7) Pero, si un individuo continuara sufriendo tormento después de su muerte, no se podría decir de él que había “sido absuelto de su pecado.” Todavía estaría pagando por sus transgresiones.

      Lo que es más, la idea de que Dios someta las almas de los inicuos a tormento eterno es contraria al sentimiento interior de amor y justicia inherente al hombre. Por ejemplo, si uno oyera que un padre torturara a su hijo derramando agua hirviente sobre él, ¿consideraría usted apropiado este castigo? Prescindiendo de lo malo que hubiera sido el hijo, ¿se le haría fácil a usted abrigarle sentimientos tiernos a ese padre? Más bien, ¿no le causaría un sentimiento de repulsión lo que hizo el padre? ¿No es cierto también que solo individuos malvados querrían ver torturados a otros?

      El hecho de que en general la gente aborrece la idea de torturar a criaturas humanas y hasta a los animales, prescindiendo de lo que hayan hecho, debe tomarse en cuenta. Según la Biblia, el hombre que creado a “la imagen de Dios.” (Gén. 1:27) Esto significa que fue dotado de cualidades como las de Dios. Por lo tanto, el aborrecimiento general que la gente le tiene a la tortura cruel se originó de las cualidades dadas por Dios y que el primer hombre Adán transmitió a todos los miembros de la familia humana. En vista de esto, ¡qué inconcebible es que Aquel que es responsable de la repulsión general que despierta en nosotros la mención de tortura sometiera a seres humanos a las peores torturas imaginables por toda la eternidad!

      La Biblia revela que Dios no quiere que nada malo les suceda a ninguna de sus criaturas. Él no halla placer en tener que castigar a nadie. Leemos: “No desea que ninguno sea destruido, sino desea que todos alcancen el arrepentimiento.” (2 Ped. 3:9) “‘Porque no me deleito de ninguna manera en la muerte de alguien que muere,’ es la expresión del Señor Soberano Jehová. ‘Por lo tanto hagan un volverse y sigan viviendo.’” (Eze. 18:32) Si esta es la actitud de Dios para con los que merecen castigo por haber hecho mal, ¿cómo podría él al mismo tiempo mirar con aprobación la terrible angustia de individuos recluidos a un lugar de tormento consciente y eterno? Evidentemente nunca podría hacerlo, porque “Dios es amor.”—1 Juan 4:8.

      Puesto que todas las personas mueren, entonces, ¿cómo se castiga a las personas corruptas, detestables? El escritor del libro bíblico de Hebreos compara el destino de estos con lo que le sucede a una parcela improductiva que está llena de espinos y abrojos: “Termina por ser quemada.” (Heb. 6:8) Al ser quemada, la tierra deja de existir como una zona improductiva cubierta de espinos y abrojos. De igual modo, el castigo que reciben los que voluntariosamente persisten en ir contra las normas de Dios, es destrucción eterna. Permanecerán muertos para siempre.

      Pero ¿qué se puede decir de los que están tratando de hacer lo que es correcto? El escritor de la carta a los Hebreos continúa: “En el caso de ustedes, amados, estamos convencidos de cosas mejores y de cosas acompañadas de la salvación . . . Dios no es injusto para olvidar la obra de ustedes y el amor que mostraron para con su nombre.”—Heb. 6:9, 10.

      Claramente, entonces, tiene que haber una esperanza para los del género humano que no se han hundido a tal grado en los malos caminos que no se les pudiera ayudar a cambiar. Su muerte sencillamente no podría significar que todo ha terminado para ellos. De otro modo su situación no sería diferente de la situación de los que persisten insensiblemente en pasar por alto los derechos y el bienestar de sus semejantes. Lógicamente, esto hace surgir la pregunta: ¿Qué esperanza hay para los miles de millones que ya han muerto?

  • Una esperanza maravillosa
    ¡Despertad! 1976 | 22 de enero
    • Una esperanza maravillosa

      ¿CONTINUARÁ la muerte para siempre reclamando víctimas y ocasionando expresiones de angustia? ¿O, hay esperanza de que la muerte sea abolida y de que los que ahora están asidos firmemente en sus garras sean librados?

      Puesto que Jehová Dios le dio vida a la primera pareja humana, Adán y Eva, se desprende lógicamente que él también puede restaurar la vida a los que ahora están durmiendo en la muerte. Esto es lo que el patriarca Job de la antigüedad creyó. Debido a los intensos sufrimientos que estaba padeciendo, dirigió estas palabras a Dios: “¡Oh que en el Seol [la tumba] me ocultases, . . . que me fijaras un límite de tiempo y te acordaras de mí! . . . Tú llamarás, y yo mismo te responderé. Por la obra de tus manos sentirás anhelo.”—Job 14:13-15.

      Base para la esperanza

      Debido a que Dios creó a Adán y Eva y los dotó de la capacidad para procrear, las criaturas humanas son la ‘obra de las manos de Dios.’ Como descendientes del pecador Adán, son imperfectos y están sujetos a la muerte. Sin embargo Dios no quiere ver a la familia humana en conjunto reducida al polvo inanimado del cual creó al primer hombre Adán. Él anhela o ansía el día que él ha fijado para restaurar a la vida a los miles de millones de seres humanos muertos.

      Para que tuviéramos confianza en su capacidad de resucitar a los muertos, Jehová Dios en ocasiones dio poder a hombres para hacer esto. También inspiró a ciertos hombres para proveer un registro confiable de las resurrecciones pasadas. La Biblia contiene este registro. ¿Qué aprendemos de él?

      El profeta hebreo Elías resucitó al hijo único de una viuda que vivía en Sarepta. (1 Rey. 17:21-23) En Sunem, en la parte norte de Israel, el sucesor de Elías, Eliseo resucitó al hijo único de una prominente señora hospitalaria.—2 Rey. 4:8, 32-37.

      Muchos siglos más tarde Jesucristo les ocasionó gran felicidad a varias personas que habían perdido en la muerte a familiares queridos. Jairo, un presidente de una sinagoga cerca del mar de Galilea, tuvo el gozo de ver resucitada a su hija del sueño de la muerte. Una viuda de Naín, al sudoeste del mar de Galilea, vio a su hijo único recobrar la vida en el mismísimo féretro en que los portadores lo llevaban a una tumba fuera de la ciudad. A María y Marta de Betania, no lejos de Jerusalén, les fue restaurado su hermano después que este había estado muerto por cuatro días.—Mar. 5:22, 35, 41-43; Luc. 7:11-17; Juan 11:38-45.

      Más tarde, dos apóstoles de Jesús fueron usados como medios para volver a la vida a personas muertas. El apóstol Pedro resucitó a Dorcas (Tabita) en Jope, una ciudad de la costa mediterránea. (Hech. 9:36-42) Y en Troas, en la provincia romana de Asia, el apóstol Pablo levantó de entre los muertos a Eutico.—Hech. 20:6-12.

      La resurrección más notable de todo tiempo fue la de Jesucristo. Esa resurrección fue cabalmente establecida como realidad. Más de quinientos testigos vieron al Cristo resucitado. Tan abrumadora fue la evidencia que el apóstol Pablo señaló que el negar la resurrección significaba negar la fe cristiana en conjunto. Él declaró: “Si, de veras, no hay resurrección de los muertos, tampoco ha sido levantado Cristo. Pero si Cristo no ha sido levantado, nuestra predicación ciertamente es en vano, y nuestra fe es en vano. Además, también somos hallados testigos falsos de Dios, porque hemos dado testimonio contra Dios de que él levantó al Cristo, pero a quien no levantó si los muertos verdaderamente no han de ser levantados.”—1 Cor. 15:13-15.

      Clases de resurrecciones

      La resurrección de Jesucristo, sin embargo, fue muy diferente a la de todos los otros que fueron restaurados a la vida durante el primer siglo de la era común y antes. Él experimentó un cambio de naturaleza. La Biblia nos dice que él fue “muerto en la carne” pero “hecho vivo en el espíritu.” (1 Ped. 3:18) Solo los que han sido escogidos de entre la humanidad para ser gobernantes asociados con él participan en una resurrección como esta... una resurrección a vida inmortal de espíritus en los cielos. Concerniente a estos, la Biblia dice: “Feliz y santo es cualquiera que tiene parte en la primera resurrección; sobre éstos no tiene autoridad la muerte segunda, sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo, y gobernarán como reyes con él por los mil años.”—Rev. 20:6.

      Note que esta clase de resurrección se llama la “primera resurrección.” Por ende, tiene que haber todavía otra resurrección que abarque a los miles de millones de seres humanos muertos que estarán bajo el gobierno de Jesucristo y sus reyes y sacerdotes asociados. Describiendo esta resurrección posterior tal como la vio en una visión, el apóstol Juan escribe: “El mar entregó los muertos que había en él, y la muerte y el Hades [la tumba] entregaron los muertos que había en ellos.”—Rev. 20:13.

      Pero, ¿para vivir dónde serán resucitadas todas estas personas muertas? Serán resucitadas para la vida sobre la Tierra, como lo fueron las personas que los profetas hebreos, así como Jesús y sus apóstoles resucitaron. El hecho de que habrá una resurrección a la vida terrenal también quedó confirmado por lo que se le reveló a Juan acerca de las condiciones cambiadas que existirán sobre la Tierra entre la humanidad. Leemos: “La tienda de Dios está con la humanidad . . . Y él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.”—Rev. 21:3, 4.

      Pero, ¿pudiera el quitar la muerte de la humanidad ocasionar problemas incalculables debido al exceso de población en la Tierra? No. ¿Por qué no? Porque el propósito original de Dios fue que la Tierra fuera llenada, no que se poblara en demasía. (Gén. 1:28) Así es que podemos tener la seguridad de que Aquel que tiene la capacidad para hacer volver a la vida a los muertos no tendrá dificultad en ver que esta Tierra continúe siendo un hogar deleitable para la humanidad.

      ¿Qué será resucitado?

      El levantar a las personas de entre los muertos ciertamente es un asombroso milagro. Puesto que lo que los seres humanos son como personas parece estar inseparablemente ligado a sus cuerpos físicos, a muchas personas se les hace difícil entender cómo es posible la resurrección. En la mayoría de los casos, no queda nada del organismo físico de la persona muerta. El cadáver hasta puede haber sido quemado o quizás devorado por las aves, los peces o las bestias. Así es que, ¿cómo pueden las personas que son resucitadas verdaderamente ser las mismas que murieron?

      La creación de Adán pone en claro que lo que lo hizo una persona fue lo que Dios hizo con él. Los elementos de los cuales Adán fue hecho no tenían personalidad. Sin embargo, cuando Jehová Dios le dio energía al cuerpo inanimado compuesto de los elementos del suelo, Adán llegó a ser una persona con una personalidad definida. La posesión del espíritu de vida que Dios puso en el cuerpo inanimado cuando le dio energía hizo de Adán un alma viviente.—Compare con Génesis 1:21, 24 concerniente a “alma.”

      Lo que hace que los descendientes de Adán sean las personalidades que son no es la substancia que compone sus cuerpos sino la condición hereditaria que se transmite dentro de esa substancia... una herencia que consiste en las cualidades, rasgos y habilidades que distinguen de otras personas a los que los poseen. Lo que es más, aun durante la vida el cuerpo humano está cambiando constantemente. Las moléculas que forman el cuerpo de una persona hoy, no son las mismas que formaban su cuerpo hace unos siete años. No obstante, aunque sus substancias son diferentes en cuanto a moléculas, la persona todavía es la misma persona. ¿Por qué? Porque los órganos y rasgos corporales todavía están ahí a pesar del cambio gradual de las moléculas; hasta las impresiones digitales siguen siendo las mismas.

      Claramente, entonces, la resurrección no depende de la conservación de las mismas moléculas. La persona resucitada puede ser, de hecho, hasta de una substancia diferente, como es el caso con los que resucitan a la vida como espíritus en los cielos. Tocante a la resurrección celestial, el apóstol Pablo escribió: “Lo que siembras no es vivificado a menos que primero muera; y en cuanto a lo que siembras, no siembras el cuerpo que se desarrollará, sino un grano desnudo, sea de trigo o cualquiera de los demás; pero Dios le da un cuerpo así como le ha agradado, y a cada una de las semillas su propio cuerpo. . . . Y hay cuerpos celestes, y cuerpos terrestres; mas la gloria de los cuerpos celestes es de una clase, y la de los cuerpos terrestres es de una clase diferente. . . . Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, se levanta en incorrupción. Se siembra en deshonra, se levanta en gloria. Se siembra en debilidad, se levanta en poder. Se siembra cuerpo físico, se levanta cuerpo espiritual.” (1 Cor. 15:36-44) Sin embargo, para que las personas resucitadas sean las mismas personas, tienen que tener la indentidad personal de su vida anterior.

      Esa cosa intangible —los rasgos y las cualidades que hacen a la materia organizada una persona distinta de otras— queda en manos de Dios, y él puede poner esa personalidad idéntica dentro del cuerpo que se le da al tiempo de la resurrección. Es por eso que la persona resucitada no es meramente una copia. Es la persona idéntica, que posee todo rasgo mental y emocional que la hizo lo que era antes de su muerte.

      Esto explica por qué Jesús les dijo a sus discípulos: “No se hagan temerosos de los que matan el cuerpo mas no pueden matar el alma; sino, más bien, teman al que puede destruir tanto el alma como el cuerpo.” (Mat. 10:28) Es verdad que los hombres pueden quitar la vida, haciendo que el cuerpo quede inanimado. Pero no pueden quitar de una persona el derecho dado por Dios de ser un alma viviente. No pueden borrar a nadie de la provisión de Dios para ellos de ser despertados del sueño de la muerte. Solo Dios puede cancelar la oportunidad de una persona de vivir de nuevo como un alma. Cuando eso sucede, la persona está totalmente destruida. Aun si las mismas moléculas que componen el cuerpo de una persona se pudieran juntar, estas no tendrían ningún valor sin el derecho dado por Dios de volver a vivir. Solo Dios puede suministrar esa fuerza vital necesaria.

      Por lo tanto, la resurrección de los muertos solo es posible porque Dios existe. Aunque la Biblia no suministra los detalles, provee suficiente información como para que uno tenga una base sólida para su fe en la resurrección. Uno puede beneficiarse personalmente de esta esperanza maravillosa tanto ahora como en el futuro. ¿Cómo?

      [Ilustración de la página 9]

      ¡Qué maravilloso será cuando los miembros de la propia familia de uno vuelvan de entre los muertos!

  • ¿Cómo puede uno beneficiarse de esta esperanza?
    ¡Despertad! 1976 | 22 de enero
    • ¿Cómo puede uno beneficiarse de esta esperanza?

      ¿QUIÉN diría usted que está en mejor situación... la persona que considera que la muerte lo termina todo, o la que tiene la firme convicción de que los muertos serán resucitados?

      El individuo sin esperanza no tiene nada que le sirva de ayuda. A lo más puede tener la perspectiva de unos setenta u ochenta años de vida. Cuando alguien de su familia muere, no tiene nada que lo consuele. Para él, la pérdida es permanente. Quizás pueda expresarles condolencia a otras personas que estén de duelo, pero no puede señalarles alguna esperanza estimuladora. Puesto que él mismo cree que no hay esperanza para los muertos, tal vez se sienta tentado a hacer todo lo que está a su alcance para mantenerse vivo aunque el hacerlo resultara en daño para sus semejantes.

      Es completamente diferente la situación de los que creen lo que la Biblia enseña acerca de la muerte y que tienen fe en la promesa de resurrección que esta presenta. Saben con seguridad que todos los que están en las tumbas serán despertados del sueño de la muerte. Este conocimiento también los ha librado de los temores a que instan las enseñanzas falsas acerca de la muerte. Sabiendo que los muertos están inconscientes y no tienen memoria, los que creen en la Palabra de Dios no tienen temor alguno acerca de que los muertos amados de ellos estén sufriendo en un lugar de tormento temporáneo o permanente. Comprenden que los muertos no pueden ni ayudarlos ni causarles daño y, por lo tanto, están libres de cualquier temor a los muertos.

      Ciertamente, si uno abraza la esperanza de la resurrección como propia, puede beneficiarse de ella aun ahora. Si la muerte despoja a uno de un amigo o pariente amado, su convicción de que él o ella será levantado a la vida le impedirá el abandonarse a la clase de angustia que sufren los que no tienen esta esperanza. También podrá dar consuelo verdadero a los apesadumbrados por la pérdida de sus familiares amados.

      La convicción de que hay una resurrección protege a uno de vivir solo para el presente. En vez de que viva solo según el precepto “comamos y bebamos, porque mañana hemos de morir,” la esperanza de la resurrección le sirve de incentivo para que viva de un modo que le agrade a Dios.—1 Cor. 15:32.

      El tener fe en que Dios tiene el poder para resucitar a los muertos también libra a uno del temor de perder la vida por medios violentos. La Palabra de Dios señala que Jesucristo fue el medio para emancipar “a todos los que por temor de la muerte estaban sujetos a la esclavitud durante toda su vida.” (Heb. 2:15) Por temor de que los ejecutaran si no cumplían con las demandas de los superiores, a través de los siglos muchas personas han sacrificado principios y han convenido en hacer cosas que sabían eran incorrectas. Sin embargo, la persona que tiene fe firme en la promesa de la Biblia de una resurrección no daña su conciencia de este modo. ¿No es el conservar una conciencia limpia otro excelente beneficio que reciben los que creen en la resurrección?

      Además de obtener beneficios ahora, el tener fe en la capacidad de Dios para levantar a los muertos pone ante uno la perspectiva de dar la bienvenida a los muertos que vuelvan o de estar uno mismo entre los que sean levantados a la vida. Pero para estar entre los que verán el cumplimiento de la esperanza de la resurrección uno tendrá que llenar ciertos requisitos.

      No todos los que hayan muerto obtendrán una resurrección de entre los muertos. Jesucristo indicó que no había esperanza para los que pecaran contra el espíritu de Dios. Él dijo: “Toda suerte de pecado y blasfemia será perdonada a los hombres, pero la blasfemia contra el espíritu no será perdonada. Por ejemplo, a cualquiera que hable una palabra contra el Hijo del hombre, le será perdonado; pero a cualquiera que hable contra el espíritu santo, no le será perdonado, no, ni en este sistema de cosas ni en el venidero.” (Mat. 12:31, 32) Puesto que no hay ninguna posibilidad de perdón para el pecado en contra del espíritu de Dios, todos los que se hacen culpables de tal pecado pagan la entera pena de ello por medio de quedar muertos para siempre.

      Comparados con los miles de millones que han muerto, pocos de la humanidad se han hecho culpables de una deliberada práctica del pecado que Dios considera imperdonable. No obstante, el hecho de que es posible cometer ese pecado debería alertar a uno contra la insensatez de arriesgarse por medio de deliberadamente desatender los mandamientos de Dios. La fe en la promesa de Dios de una resurrección de los muertos impide que uno cometa el pecado imperdonable, por lo cual perdería la vida por toda la eternidad.

      Comenzando de antemano

      Todavía hay otro beneficio que proviene de vivir de un modo que refleja la fe en la esperanza de la resurrección. Tiene que ver con comenzar de antemano en el camino de la justicia. ¿Cómo puede ser esto?

      La resurrección “así de justos como de injustos” a la vida sobre la Tierra brindará a ambos grupos la oportunidad de obtener perfección como hijos de Dios. (Hech. 24:15) Todos pueden aprovecharse de la ayuda que suministrará el gobierno celestial en manos de Jesucristo y sus gobernantes asociados. A la persona que sirvió a Dios de todo corazón antes de su muerte y resurrección se le hará mucho más fácil someterse al gobierno de Jesucristo y sus asociados. Por otra parte, cuanto mayor haya sido la terquedad de una persona al resistir la voluntad de Dios, tanto más difícil le será cambiar y adelantar a la perfección.

      Jesucristo señaló esto cuando les dijo a sus incrédulos compatriotas: “Varones de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se arrepintieron por lo que Jonás predicó, pero, ¡miren! algo más que Jonás está aquí. La reina del Sur será levantada en el juicio con esta generación y la condenará; porque ella vino desde los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, pero, ¡miren! algo más que Salomón está aquí.” (Mat. 12:41, 42) Comentando sobre una ciudad que tercamente rehusara prestar atención al mensaje de la verdad, Jesús dijo: “Le será más soportable a la tierra de Sodoma y Gomorra en el Día de Juicio que a aquella ciudad.”—Mat. 10:15.

      La resurrección de los muertos, así de justos como de injustos, hace posible un Día de Juicio, durante el cual las criaturas humanas podrán demostrar si realmente quieren someterse o no al reino de Dios por Cristo. En el caso de los compatriotas de Jesús que oyeron su predicación y vieron sus milagros pero que entonces lo rechazaron, esto será muy difícil. Tendrán que humillarse y confesar que estuvieron equivocados al rechazar a Jesús como el Mesías. Ciertamente requerirá humildad para que se sometan al gobierno de aquel a quien no quisieron como rey.

      Los habitantes de Sodoma y Gomorra, por otra parte, nunca tuvieron la oportunidad que fue puesta ante los que vieron las poderosas obras de Jesucristo. En el caso de ellos, el orgullo y la terquedad no serán obstáculos tan grandes como lo serán para los judíos incrédulos del primer siglo de la era común. La manera favorable de responder los ninivitas y la “reina del Sur” resucitados reprenderá a la generación resucitada de los compatriotas de Jesús que realmente lo oyeron predicar y enseñar. En el pasado, los ninivitas del tiempo de Jonás y la “reina del Sur” respondieron favorablemente a lo que dijeron los siervos de Dios. Por lo tanto les será más fácil a estos someterse al reinado del rey escogido por Dios, uno para con quien nunca habían tenido prejuicio.

      De modo parecido, las personas que hoy día voluntaria y gustosamente consideran lo que dice la Palabra de Dios y luego lo aplican a su vida hallarán que les es mucho más fácil progresar durante el Día de Juicio. Por lo tanto, lo que las personas hacen ahora puede afectar su futuro eterno.

      Todo el que se rebele contra el gobierno divino después de haber sido levantado de entre los muertos perderá la perspectiva de vida eterna. Experimentará la “muerte segunda,” de la cual no hay posibilidad de recobro. Respecto a la “muerte segunda,” leemos en Revelación 20:14, 15: “Esto significa la muerte segunda: el lago de fuego. Además, cualquiera que no se halló escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.”

      Dado que una disposición orgullosa, terca puede hacer que perdamos la vida eternamente, querremos comenzar de antemano en el camino de la justicia. ¡Qué triste sería el que uno perdiera la vida eterna por no aprovecharse ahora de las oportunidades para cultivar cualidades excelentes... cualidades que lo harán más fácil que uno cumpla con los requisitos de Dios durante el Día de Juicio!

      Pero quizás alguien pregunte: ¿Qué puedo hacer para comenzar de antemano en el camino de la justicia?

Publicaciones en español (1950-2025)
Cerrar sesión
Iniciar sesión
  • Español
  • Compartir
  • Configuración
  • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
  • Condiciones de uso
  • Política de privacidad
  • Configuración de privacidad
  • JW.ORG
  • Iniciar sesión
Compartir