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  • Los que se benefician de ser resucitados del “infierno”
    La Atalaya 1973 | 15 de abril
    • 7:9-17) Allí la muerte heredada de Adán y Eva, que ya ha puesto a miles de millones en el “infierno,” será borrada, de modo que estos sobrevivientes nunca tendrán que temer el “infierno” entonces. Continuando en su proceder de justicia y devoción al reino de Dios por Cristo, seguirán viviendo y verán al mar y al “infierno” entregar a los muertos que hay en ellos. Sí, por medio de hacer ahora lo que es correcto, usted puede ser uno de esos benditos sobrevivientes.

  • ¿Basta con ser miembro de una iglesia?
    La Atalaya 1973 | 15 de abril
    • ¿Basta con ser miembro de una iglesia?

      ‘¿ESTARÉ entre los que sean librados para entrar en el nuevo orden de Dios?’ Todo el que cree en la promesa de Dios de seguro hará esa pregunta. Muchos también quieren saber: ‘¿Me asegurará el favor de Dios el hecho de que soy miembro de una iglesia?’

      Estas preguntas realmente merecen seria consideración, especialmente en vista de que existen tantas iglesias, con enseñanzas y prácticas contradictorias.

      ¿Qué hay, pues, de los que son miembros bautizados de los testigos de Jehová? Estos también pudieran preguntarse: ‘¿Asegura mi asociación, incluso mi participación en las reuniones de estudio de los testigos de Jehová y en predicar de casa en casa, mi liberación cuando sea destruido este sistema de cosas?’

      Para contestar cualquiera de estas preguntas hay que considerar: ¿Qué requiere Dios de mí? Él dice: “Yo soy el Señor Dios tuyo, Dios celoso [o, “un Dios que exige devoción exclusiva”].” (Deu. 5:9, Versión Torres Amat; compare con la Traducción del Nuevo Mundo.) Por lo tanto, de uno como individuo él requiere devoción exclusiva. Uno tiene que servirle personalmente, de corazón, con conocimiento exacto de lo que le agrada a él.—1 Cró. 28:9; Mat. 22:37.

      ES ESENCIAL EL CONOCIMIENTO DE LA PALABRA DE DIOS

      Este conocimiento solo se puede obtener de la Palabra de verdad de Dios, la Biblia. Una persona que profesa servir a Dios puede ser celosa, sincera. Quizás le parezca que los líderes de su iglesia también son sinceros. Pero esas cosas en sí no aseguran el favor de Dios.

      La Biblia nos suministra un ejemplo notable de esto. Enfatiza el punto de que, aunque sea sincero, un individuo o hasta una organización entera puede estar muy lejos de la devoción exclusiva a Dios. El apóstol Pablo dijo de sus conciudadanos los judíos, a quienes amaba: “Hermanos, la buena voluntad de mi corazón y mi ruego a Dios por ellos [los judíos] son, en realidad, para su salvación. Porque les doy testimonio de que tienen celo por Dios; mas no conforme a conocimiento exacto; pues, a causa de ignorar la justicia de Dios pero de procurar establecer la suya propia, no se sujetaron a la justicia de Dios.”—Rom. 10:1-3.

      No es difícil saber lo que Dios requiere si uno lee y acepta con mente receptiva lo que dice la Biblia, haciéndolo sin el prejuicio que proviene de creencias o enseñanzas previas. Por ejemplo: Precisamente antes de su declaración tocante a su requisito de devoción exclusiva, Dios dijo:

      “No te esculpirás estatua ni figura ninguna de las cosas que hay arriba en el cielo, o acá abajo en la tierra, o se mantienen en las aguas más abajo de la tierra. No las adorarás ni les darás culto.” (Deu. 5:8, 9, TA) Note que Dios dice no ‘esculpirlas’ ni ‘adorarlas.’ Más tarde, Dios declaró: “Yo soy el Señor Jehová: éste es mi Nombre: la gloria mía no la cederé a otro, ni el honor mío a los vanos simulacros de los ídolos.”—Isa. 42:8, TA.

      Por lo tanto, si usted ha estado usando imágenes en la adoración, sean de Cristo, ángeles o santos, usted sabe, prescindiendo de lo que digan los hombres, que no ha estado dando devoción exclusiva a Dios.

      De modo que usted sin duda puede discernir que el ser miembro de una iglesia que le enseña que use imágenes en la adoración, aunque a esto solo se le considere adoración relativa, no serviría para protegerlo. Todo lo que no glorifica a Dios está lejos de la devoción exclusiva a él. Y cualquier organización que enseña doctrinas que no glorifican a Dios, o que contradicen su Palabra, no trae la bendición de Dios a sus miembros. Más bien, por ser miembro de esa organización o por apoyarla usted sufriría la destrucción cuando Dios limpie la Tierra de todas las cosas que no lo glorifican.—2 Tes. 1:7-9.

      ES VITAL LA CONDUCTA PERSONAL

      Por otra parte, es posible que usted sea un estudiante diligente de la Biblia. Quizás conozca los principios que enseña, en particular sus principios morales. Sea que se asocie con otros cristianos profesos o no —de hecho, aunque se asocie con los que usted sabe que están dando devoción exclusiva a Dios— la pregunta importante es: ¿Está usted viviendo de acuerdo con estos principios correctos?

      El apóstol Pedro indica la responsabilidad que descansa sobre cada individuo que afirma ser cristiano cuando dice: “Si ustedes invocan al Padre que juzga imparcialmente según la obra de cada cual, compórtense con temor durante el tiempo de su residencia forastera [como viviendo en este mundo pero no siendo parte de él].” Más tarde advierte: “Es el tiempo señalado para que comience el juicio por la casa de Dios. Ahora bien, si comienza primero por nosotros, ¿cuál será el fin de los que no son obedientes a las buenas nuevas de Dios? ‘Y si el justo con dificultad se está salvando, ¿dónde aparecerán el impío y el pecador?’”—1 Ped. 1:17; 4:17, 18.

      De modo que, una persona no puede contar con el hecho de que es miembro de una iglesia ni con sus afiliaciones. Tampoco puede estar en una posición segura simplemente por haberse salido de una iglesia que promueve enseñanzas incorrectas o que condona prácticas contrarias a la Biblia. Adicionalmente tiene que emprender acción positiva de su propia parte para aprender la voluntad de Dios y luego hacerla. Esto significa que tiene que asociarse con los que están activamente rindiendo devoción exclusiva y adoración pura a Dios y hacerse colaborador de ellos.

      Aun entonces, tiene que vigilarse. Después de citar ejemplos de algunos que, aunque se asociaron con el pueblo favorecido de Dios en el pasado, fueron derrotados por transgredir en sus vidas personales, el apóstol Pablo escribió a los cristianos en Corinto: “En consecuencia, el que piensa que está en pie, cuídese que no caiga.” (1 Cor. 10:6-12) Se requiere vigilancia constante y examen escrutador del alma para continuar sirviendo a Dios. Ninguna persona u organización puede salvar a algún individuo, porque “cada uno de nosotros rendirá cuenta de sí mismo a Dios.”—Rom. 14:12; compare con Hebreos 4:12, 13.

      Hasta una persona tan altamente favorecida como el apóstol Pablo dijo de sí mismo: “La manera en que estoy corriendo no es incierta; la manera en que estoy dirigiendo mis golpes es como para no estar hiriendo el aire; antes aporreo mi cuerpo y lo conduzco como a esclavo, para que, después de haber predicado a otros, yo mismo no llegue a ser desaprobado de algún modo.”—1 Cor. 9:26, 27.

      Resumiendo, entonces, en cuanto a la pregunta: ¿Basta con ser miembro de una iglesia? contestamos con un definitivo ¡No! La persona que desea servir a Dios tiene que abandonar el sistema religioso al que pertenece si éste no sigue la Palabra de Dios. Su siguiente paso será asociarse con los que sirven a Dios en adoración pura. Entonces, al rendir devoción exclusiva a Jehová Dios, tiene que vivir de tal manera que su vida ‘adorne la enseñanza de nuestro Salvador, Dios, en todas las cosas.’ (Tito 2:10) El que haga esto puede confiar en la promesa de Dios:

      “Jehová está cerca de todos los que lo invocan,

      De todos los que lo invocan en apego a la verdad.

      Ejecutará el deseo de los que le temen,

      Y oirá su clamor por auxilio, y los salvará.”—Sal. 145:18, 19.

  • El Dios que promete
    La Atalaya 1973 | 15 de abril
    • El Dios que promete

      ¿QUIÉN es el Dios que promete liberación para la humanidad? ¿Por qué deberíamos creer en su promesa, y cómo podemos confiar en ella?

      Para poder hacer semejante promesa y cumplirla, él tendría que ser el Creador de todas las cosas, el Dios Todopoderoso. La Biblia lo identifica así. No debería haber duda alguna en cuanto a su disposición de librar a la humanidad e introducirla en un justo nuevo orden; esto se patentiza en su promesa de hacerlo. Pero nuestra propia seguridad de que lo hará tiene que provenir de un examen de sus actos y tratos, de su cumplimiento de otras promesas que ha hecho.

      Además de su promesa de librar a la humanidad por medio de su reino mesiánico, la promesa más importante que ha hecho es la de la primera venida del Mesías. ¿Realmente tuvo lugar como prometió Dios?

      REGISTRO DE LA PRIMERA APARICIÓN DEL MESÍAS

      El hecho de que sí tuvo lugar como prometió puede probarse por el registro histórico. Desde tiempos muy primitivos la Biblia manifestó ciertos requisitos para el Mesías a fin de que pudiera ser identificado inequívocamente. Algunos de estos requisitos son:

      (1) Habría de ser de la tribu de Judá y del linaje del rey David:

      “El cetro [símbolo de autoridad gobernante] no se apartará de Judá, ni el bastón de mando de entre sus pies, hasta que venga Silo; y a él pertenecerá la obediencia de los pueblos.” (Gén. 49:10) “Jehová ha jurado a David, verdaderamente no se retirará de ello: ‘Del fruto de tu vientre pondré en tu trono.’”—Sal. 132:11; Isa. 9:7.

      Jesús fue de este linaje, como lo muestra su genealogía, tomada del registro público por los historiadores Mateo y Lucas. (Mat. 1:3, 6, 16; Luc. 3:23, 31, 33) Esta genealogía, puesto que se tomó de los propios archivos oficiales de los judíos, no fue puesta en tela de juicio por los líderes judíos que vivieron en el primer siglo E.C., aunque a él lo atacaron sobre todo punto en que les fue posible pensar.

      (2) Habría de nacer en Belén:

      “Y tú, oh Belén Efrata, el demasiado pequeño para llegar a estar entre los miles de Judá, de ti me saldrá aquel que ha de llegar a ser gobernante en Israel.”—Miq. 5:2.

      Mateo, citando el texto susodicho, informa: “Después que hubo nacido Jesús en Belén de Judea . . .”—Mat. 2:1, 5, 6.

      (3) Habría de aparecer al fin de sesenta y nueve “semanas de años” (483 años) desde la reedificación del muro de Jerusalén (en 455 a. de la E.C.):

      “Y debes saber y tener la perspicacia de que desde la salida de la palabra de restaurar y reedificar a Jerusalén hasta Mesías el Caudillo, habrá siete semanas, también sesenta y dos semanas. . . . Y después de las sesenta y dos semanas Mesías será cortado, con nada para sí.”—Dan. 9:25, 26.

      Jesús ciertamente se presentó a tiempo, en 29 E.C. (483 años después de 455 a. de la E.C.), para ser bautizado por Juan. En aquel tiempo llegó a ser el Mesías (Ungido), ungido por espíritu de Dios. (Luc. 3:21-23) Los judíos estaban enterados de esta profecía de tiempo y ‘estaban en expectativa’ al tiempo que Juan, el precursor de Jesús, empezó a predicar.—Luc. 3:15.

      También en cumplimiento de la promesa profética, Jesús fue “cortado” en la muerte como sacrificio de rescate para la humanidad unos tres años y medio después de su bautismo. Isaías igualmente predijo la muerte de sacrificio del Mesías.—Isa. 53:10-12.

      La historia seglar reconoce que Jesucristo vivió en la Tierra y fue un maestro notable. Flavio Josefo, un historiador judío del primer siglo que no era cristiano, escribió que Jesús apareció en la escena durante la gobernación de Poncio Pilato, que fue maestro de gran influencia, y fue el Cristo; que Pilato lo condenó a la muerte y que apareció vivo otra vez a sus discípulos al tercer día.—Antiquities of the Jews, Libro XVIII, cap. III, §3; Juan 19:15, 16; 20:1, 19; Mat. 27:63, 64; Hech. 10:40.

      Quizás algunos no crean en el testimonio de los propios discípulos de Cristo en cuanto a su resurrección, pero considere estos hechos. Hubo más de quinientos testigos. Los discípulos no eran hombres poderosos o influyentes que pudieran vencer o sobornar a los soldados apostados junto a la tumba de Jesús. Había poca probabilidad de colusión entre tantos, especialmente en cuanto a algo que no les serviría personalmente de ninguna ganancia material. El que dieran testimonio de la resurrección no podría tener ningún motivo egoísta; los exponía al sufrimiento y a la muerte. Dieron su testimonio en el mismísimo lugar donde estaban los enemigos más enconados del Mesías, donde ciertamente podría descubrirse un fraude. Y no esperaron hasta que se aquietó la situación, sino que dieron testimonio inmediatamente, mientras el furor de los líderes judíos estaba en su colmo.—1 Cor. 15:3-8; Hech. 2:32; 3:15; 4:10, 18-20; 7:55-58; 8:1.

      El que estos testigos, al dar testimonio de la resurrección de Jesús, no estaban ‘inventando’ un cuento se puede ver además por el hecho de que la resurrección les llegó como sorpresa en su desesperación y condición abatida. Habían pensado que él iba a ser un rey humano, y recibieron una tremenda sacudida cuando él murió. (Luc. 24:13-43; Juan 20:24-29) Realmente, la resurrección de Jesús fue la mismísima cosa que les dio el valor de dar testimonio, valor que la persecución más violenta no podía deshacer.

      Tan sobresalientemente cumplió Dios su promesa del Mesías en todo detalle de las profecías supracitadas, así como muchas otras, que cualquier persona razonadora que considera la evidencia debería decir: ‘Dios de veras es un Cumplidor de sus promesas.’

      TESTIMONIO DE OTROS HOMBRES PROMINENTES

      El cumplir Dios su promesa de enviar a su Mesías es un ejemplo principal de su confiabilidad. Pero hay un sinnúmero de otros. Muchos hombres que sirvieron a Dios en el pasado vieron y conocieron personalmente la confiabilidad de Dios para cumplir sus promesas, no solo en una ocasión, sino durante toda su vida. Entre éstos están Josué, David y Salomón.

      Josué dijo, en su discurso de despedida a Israel:

      “Ustedes bien saben con todo su corazón y con toda su alma que ni una sola palabra de todas las buenas palabras que Jehová su Dios les ha hablado ha fallado. Todas se han realizado para ustedes. Ni una sola palabra de ellas ha fallado.”—Jos. 23:14.

      El rey David testificó: “Los dichos de Jehová son dichos puros.”—Sal. 12:6.

      Su hijo, el rey Salomón, dijo en oración delante de todo Israel:

      “Bendito sea Jehová, que le ha dado un lugar de descanso a su pueblo Israel conforme a todo lo que ha prometido. No ha fallado una sola palabra de toda su buena promesa que él ha prometido por medio de Moisés su siervo.” “Oh Jehová, el Dios de Israel, no hay Dios como tú en los cielos ni en la tierra, que guardas el pacto y la bondad amorosa . . . tú que has guardado para con tu siervo David mi padre lo que le prometiste, de modo que hiciste la promesa con tu boca, y con tu propia mano has efectuado el cumplimiento como en este día.”—1 Rey. 8:56; 2 Cró. 6:14, 15.

      Estos hombres no eran tontos. Eran sabios y caudillos de una gran nación, y reconocieron que solo por medio de la superintendencia de Dios y lealtad a sus promesas podían haberse realizado los cumplimientos. Y no eran engañadores. La candidez de los escritores de las Escrituras, pues expusieron sus propios errores así como los de sus gobernantes y su nación, da testimonio de su veracidad.

      APRENDA MÁS ACERCA DE ESTE DIOS

      Si estamos interesados con toda seriedad en ser librados de la corrupción de este presente sistema de cosas, daremos a la promesa de Dios la consideración más profunda. No hay otra fuente que prometa una Tierra paradisíaca, una restauración de nuestros amados por medio de una resurrección, y la vida eterna. Las promesas de los hombres de un mundo mejor son míseras en comparación... y ni siquiera pueden cumplir éstas.

      Además, Dios ama al hombre, la creación de sus manos. Él promete liberación, no porque esté obligado a hacerlo, sino por amor. El enviar a su Hijo a la Tierra fue un acto de la propia iniciativa de Dios que colocó el fundamento para la liberación de la humanidad. El apóstol Pablo escribió: “Dios recomienda su propio amor a nosotros en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros.”—Rom. 5:8.

      ¿Por qué, pues, dudar o rechazar tan amorosa provisión? Más bien, obtenga más conocimiento de Dios y sus promesas. A los testigos de Jehová les dará gusto ayudarle a seguir este consejo inspirado: “Asegúrense de todas las cosas; adhiéranse firmemente a lo que es excelente.”—1 Tes. 5:21.

  • ¿Qué ha prometido Dios?
    La Atalaya 1973 | 15 de abril
    • ¿Qué ha prometido Dios?

      UN NUEVO orden... ¿cómo será la vida allí? ¿Tendrán todos los habitantes de la Tierra casas hermosas, hasta lujosas? ¿Qué métodos de transporte y comunicación se usarán?

      La Biblia no lo dice. ¿Por qué no? Porque éstas no son las cosas más importantes que saber, particularmente en este tiempo. Estas cosas, en sí, no producen verdadera felicidad. ¿Qué produce verdadera felicidad?

      Este sistema de cosas suministra casas hermosas para muchos. Puede suministrarle a una persona lujo en alimento, ropa, automóviles y placeres. Sin embargo vemos tantos hogares desbaratados, hijos delincuentes y tanta enfermedad entre los que tienen lujo como entre la gente pobre.

      Por lo tanto, es evidente que la prosperidad espiritual tiene que preceder a la prosperidad material para que haya verdadera felicidad. ¿No es la condición espiritual y mental de un individuo lo que lo hace feliz? La felicidad verdadera y duradera solo puede venir si uno tiene una buena conciencia para con Dios y sirve los intereses del reino de Dios como se manda en la Biblia.

      Considerando el asunto desde otro ángulo, ¿qué es lo que produce infelicidad en este mundo hoy día? ¿Es principalmente la falta de cosas materiales? O, ¿es la gente y su actitud? ¿No es la falta de consideración y respeto de la gente para con otros y para con su propiedad? La avaricia, la falta de cortesía y la falta de interés sincero en el prójimo contribuyen a la infelicidad, sin importar cuál sea el ambiente material de uno.

      Por eso, la Biblia habla principalmente acerca de personas. Da énfasis a la importancia de cambiar uno su personalidad. (Efe. 4:22-24; Col. 3:9, 10) Una persona puede ser rica. Puede ser pobre. Pero de cualquier manera puede ser feliz si sigue la exhortación de la Biblia y se asocia con otros que tienen la misma fe genuina.

      Por eso, aunque la Biblia garantiza que Dios preservará a este planeta Tierra, habla mucho más acerca de la preservación de personas. Manifiesta los requisitos para la supervivencia individual.

      ¿Hay por qué apurarnos o preocuparnos, entonces, por lo que será la condición exacta, materialmente, en el orden de Dios? Es verdad que hay millones de personas en la Tierra que han sido obligadas por las circunstancias y el ambiente a vivir bajo condiciones de pobreza abyecta, sin ninguna esperanza de mejoramiento. Es natural y correcto el que ellas deseen condiciones materiales mejores. Y es natural que los que tienen cifrada su esperanza en la promesa de Dios se pregunten qué proveerá Dios. Pero no hay verdadero provecho en gastar tiempo en especulaciones. Sin embargo, estamos justificados al averiguar lo que la Biblia sí dice.

      ¿QUÉ INDICA LA BIBLIA?

      ¿Cómo puede ayudarnos la Biblia a saber lo que Dios proveerá para la gente en su nuevo orden? Principalmente porque nos revela la personalidad de Dios... qué clase de Dios es.

      Primero, la Biblia nos dice que Dios “viene a ser remunerador de los que le buscan encarecidamente.” (Heb. 11:6) De modo que es correcto esperar una remuneración por fidelidad a él. También aprendemos que las cosas que traen el favor de Dios, resultando en que sean satisfechas todas nuestras necesidades, son la fe y la lealtad a Él. El rey Salomón no pidió riquezas, sino un corazón obediente y entendimiento para dirigir al pueblo de Dios, Israel. A Dios le agradó eso, y contestó: “Por motivo de que has solicitado esta cosa y no has solicitado para ti muchos días ni solicitado para ti riquezas ni solicitado el alma de tus enemigos, y has solicitado para ti entendimiento para oír casos judiciales, ¡mira! ciertamente haré conforme a tus palabras. ¡Mira! Ciertamente te daré un corazón sabio y entendido.” Pero luego Dios continuó y dijo: “Y también lo que no has solicitado ciertamente te daré, tanto riquezas como gloria . . . Y si andas en mis caminos guardando mis disposiciones reglamentarias y mis mandamientos, . . . también ciertamente alargaré tus días.”—1 Rey. 3:9-14.

      En consecuencia, podemos estar seguros de que en el nuevo orden de Dios se suministrará todo lo que se necesite para disfrutar de felicidad plena. De Jehová Dios, el rey David pudo decir por experiencia: “Estás abriendo tu mano y satisfaciendo el deseo de toda cosa viviente.” (Sal. 145:16) Dios conoce la constitución humana, las cosas que se necesitan para hacerlo feliz a uno, los deseos del corazón. (Sal. 139:1-4) Él sabe lo que necesitamos mejor que nosotros mismos, aun antes que nos demos cuenta de lo que nos hace falta y se lo pidamos.—Mat. 6:8; compare con Juan 2:25.

      El apóstol Pablo escribió a los materialmente pobres pero generosos miembros de la congregación de cristianos en Filipos, Macedonia: “Mi Dios suplirá plenamente toda necesidad de ustedes al alcance de sus riquezas en gloria por medio de Cristo Jesús.” (Fili. 4:19; 2 Cor. 8:1, 2) ¿Qué necesitarán los que sobrevivan a la destrucción de este sistema de cosas y entren en el nuevo orden de Dios, junto con los que sean resucitados durante el reinado de mil años de Cristo?

      SE ASEGURA EL SATISFACER TODA NECESIDAD HUMANA

      Al considerar el propósito de Dios para Adán y Eva podemos obtener alguna idea de su propósito en su nuevo orden. La primera pareja humana era perfecta de mente y cuerpo. (Gén. 1:31) Se les colocó en un hermoso hogar-jardín, con todo alimento que se necesitaba para su sustento y deleite. (Gén. 2:9) Su dominio les dio paz con los animales. (Gén. 1:28) Solo cuando Adán y Eva pecaron fueron echados del paraíso, lo cual hizo patente que un paraíso es la provisión de Dios para la habitación de las personas perfectas.

      No estaría en armonía con la manera amorosa de Dios de tratar a su pueblo fiel el salvarlos de la “tribulación grande” de la destrucción de este mundo e introducirlos en su nuevo orden solo para heredar una condición de desolación completa. Él sabe que los humanos necesitan casas de alguna clase. Pero después de la destrucción de este sistema de cosas quizás pase algún tiempo antes que la Tierra pueda ser reconstruida y hermoseada a algún grado extenso, según los planos ‘arquitectónicos’ que habrá de suministrar Jehová Dios, quien sabe cuál es su diseño para el nuevo orden. Esto no significa que el propio ingenio y los talentos del hombre serán suprimidos, sino que Dios determinará el modelo general. En el ínterin, se atenderán las necesidades de todos.

      Lo que Dios hizo por su pueblo Israel cuando entraron en la Tierra Prometida revela que Dios ciertamente satisfará las necesidades de los que sobrevivan y entren en el nuevo orden. Moisés le dijo a Israel de antemano: “Y tiene que suceder que cuando Jehová tu Dios te introduzca en la tierra que a tus antepasados Abrahán, Isaac y Jacob juró darte, ciudades grandes y de buena apariencia que tú no edificaste, y casas llenas de toda suerte de cosas buenas que tú no llenaste, y cisternas labradas que tú no labraste, viñas y olivares que tú no plantaste, . . . cuídate para que no te olvides de Jehová.” Más tarde el proverbio inspirado expresó como principio: “La riqueza del pecador es algo que está atesorado para el justo.”—Deu. 6:10-12; Pro. 13:22.

      La Biblia no nos dice que quedarán ciudades, etcétera, después de la “tribulación grande.” Pero estas declaraciones de la Palabra de Dios que describen su provisión para los israelitas cuando entraron en la Tierra Prometida prueban que los que entren en su nuevo orden tendrán suficiente para satisfacer sus necesidades materiales junto con la inapreciable herencia de la vida en este deleitable planeta Tierra.

      Lo que Dios promete y lo que produce son lo mejor para todos los implicados y de esto podemos estar seguros. A menudo deseamos cosas que, al obtenerlas, nos dejan desilusionados. Por lo tanto, no podemos determinar que será lo mejor para nosotros en el nuevo orden de Dios. Pero podemos asirnos de lo que Dios nos da ahora de manera espiritual, las cosas que son de verdadero valor en la vida.

      A su debido tiempo Dios nos revelará todo lo que tiene reservado para nosotros, cosas más deleitables que lo que nuestra mente puede visualizar ahora. Nuestro interés principal actualmente debería ser obtener ‘conocimiento exacto y pleno discernimiento, para que nos aseguremos de las cosas más importantes’ a fin de estar presentes para disfrutar de su nuevo orden de justicia.—Fili. 1:9, 10.

      Cuáles son estas cosas importantes y lo que podemos hacer a fin de tener una conciencia realmente buena para con Dios y practicar las cosas que son rectas a sus ojos se considerarán en el artículo siguiente, intitulado “Preparándose para el nuevo orden de Dios.”

  • Preparándose para el nuevo orden de Dios
    La Atalaya 1973 | 15 de abril
    • Preparándose para el nuevo orden de Dios

      SI UNO se muda a un país extranjero, para morar permanentemente allí, por lo general hay que hacer muchos cambios. Para irla pasando realmente bien, uno tiene que aprender el idioma. Tiene que saber algo acerca de las leyes, las costumbres y prácticas de la gente. Hay ciertas expresiones y hábitos que posiblemente hayan gozado de plena aceptación en su país natal, pero que se verá obligado a abandonar porque causan ofensa entre la gente de su país recién adoptado. Se necesita algo de tiempo para alterar los procesos de pensar y modo de vivir antes que uno encaje plenamente y la vaya pasando sin bochorno o dificultad.

      ¿Qué hay, entonces, si usted fuera transferido a una sociedad diferente, un nuevo orden, en el cual prevaleciera la justicia completa, y el trato correcto con los vecinos de uno, sí, hasta hospitalidad y amor verdaderos prescindiendo de raza o nacionalidad... un lugar donde uno pudiera confiar en su semejante? ¿Diría usted que eso sería un cambio de la sociedad que ahora lo rodea, un cambio aun mayor que el mudarse a otro país?

      SE NECESITAN NORMAS MÁS ELEVADAS DE PENSAR

      Esta transferencia es lo que Dios promete efectuar. Y ciertamente significa muchos cambios importantes de las normas y prácticas de la sociedad actual. ¿Tendrían que efectuar tal cambio los que viven aun en naciones “cristianas”? Los de la nación de Israel, aunque afirmaban servir a Dios, vivían de la manera en que la gente en los llamados países “cristianos” vive hoy. Es decir, tenían ‘una forma de devoción piadosa, más resultaban falsos a su poder’ al no dejar que las elevadas normas de las leyes de Dios gobernaran su vida. (2 Tim. 3:5) Pasaban por alto los mandamientos de Dios y vivían a su modo, lo cual los llevó a prácticas corrompidas. Por lo tanto Jehová les dijo: “Los pensamientos de ustedes no son mis pensamientos, ni son mis caminos los caminos de ustedes, . . . Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que los caminos de ustedes, y mis pensamientos que los pensamientos de ustedes.”—Isa. 55:8, 9.

      ¿Requeriría el cambio a un nuevo orden un cambio en el modo de pensar de usted, en sus expresiones y tratos? Sin duda. ¡Cuán diferente sería asociarse con personas en quienes pudiera confiar para una transacción, cuya actitud para con usted fuese para lo bueno, cuyas expresiones fuesen limpias y edificantes. Ciertamente sería necesario un cambio si uno quisiera formar parte de una sociedad con normas tan elevadas.

      Pero se presentan las preguntas: Si queremos prepararnos ahora para vivir en un nuevo orden, ¿cómo se puede efectuar esto, en medio de las prácticas malas que existen actualmente? ¿Y puede una persona irla pasando en este presente sistema de cosas si practica honradez estricta y se apega a un modo de vivir limpio? ¿Le será posible proveer lo necesario para su familia? ¿Podrá sobrevivir en este mundo sin dejarse llevar por él en sus prácticas torcidas?

      La respuesta es: Sí. ¿Cómo? Bueno, tenemos que confiar en lo que el Creador ha dicho. De su Palabra de verdad, la Biblia, podemos obtener principios correctos, los que el Creador mismo manifiesta, y que realmente obran para provecho de los que los siguen. Queda de nosotros entonces poner en práctica estos principios en nuestra vida y confiar en que él nos ayudará a lograrlo puesto que se ha obligado por promesa a hacerlo. Pero veamos lo que Dios requiere y promete.

      UN CAMBIO DE “LENGUAJE”

      Según la Biblia, para efectuar el cambio que se necesita tenemos que aprender un nuevo “lenguaje.” Cuando Dios habló acerca de restaurar a Israel del destierro en Babilonia, dijo: “Porque entonces daré a pueblos el cambio a un lenguaje puro, para que todos ellos invoquen el nombre de Jehová, para servirle hombro a hombro.” (Sof. 3:9) Este no fue un cambio de lengua literal de Israel, sino un cambio de lo que hablaban, de su modo de hablar, un lenguaje de verdad pura, pureza de lenguaje que producía alabanza para Dios y unidad de adoración, con paz.

      Ahora Dios está haciendo lo mismo que hizo en aquel entonces, ‘reuniendo naciones, juntando reinos, a fin de derramar sobre ellos su denunciación, toda su cólera ardiente.’ Así pues, ahora también está dando a personas de corazón justo de todos los países, prescindiendo de la lengua que hablen, el “lenguaje puro” de la verdad.—Sof. 3:8.

      Ahora bien, este cambio de lenguaje significa un cambio en nuestra vida entera. Se nos manda:

      “Que la fornicación e inmundicia de toda clase o avaricia ni siquiera se mencionen entre ustedes, así como es propio de personas santas; tampoco comportamiento vergonzoso, ni habla necia, ni bromear obsceno, cosas que no son decorosas, sino más bien el dar gracias.”—Efe. 5:3, 4.

      El apóstol Pablo describe bien el cambio que efectuamos:

      “Amortigüen, por lo tanto, los miembros de su cuerpo que están sobre la tierra en lo que toca a fornicación, inmundicia, apetito sexual, deseo perjudicial y codicia, que es idolatría. Por causa de esas cosas la ira de Dios viene. En esas mismísimas cosas ustedes, también, anduvieron en un tiempo cuando vivían en ellas. Mas ahora realmente deséchenlas todas de ustedes, ira, cólera, maldad, habla injuriosa y habla obscena de su boca. No estén mintiéndose los unos a los otros. Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas, y vístanse de la nueva personalidad, que por medio de conocimiento exacto va haciéndose nueva según la imagen de Aquel que la creó.”—Col. 3:5-10.

      Para poder hablar este nuevo lenguaje, entonces, tenemos que deshacernos de nuestras expresiones, de nuestros malos hábitos y modos de vivir anteriores, reemplazándolos con el “fruto del espíritu” para que cumplamos con lo que se requiere para ser librados y entrar en el nuevo orden de Dios. (Gál. 5:22, 23) Estas son las cosas “importantes” de las cuales habla el apóstol y que requieren conocimiento exacto y discernimiento pleno. (Fili. 1:9, 10) Es preciso que todos “cesen de amoldarse a este sistema de cosas, mas transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos lo que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios.”—Rom. 12:2.

      NO TEMA EFECTUAR EL CAMBIO

      Este cambio de modo de vivir se puede efectuar, aun en medio de un mundo corrompido. Dios dice que él estará con los que siguen sus principios de rectitud y honradez. No hay por qué temer que dicho cambio nos acarree condiciones económicas malas de modo que nuestras familias no tengan suficiente que comer. “Porque él ha dicho: ‘De ningún modo te dejaré y de ningún modo te desampararé.’”—Heb. 13:5, 6.

      Podemos estar libres de los temores que acosan al mundo, porque sabemos que “si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” Moisés, que recibió la protección de Dios a través de muchas dificultades, pudo decir con certeza: “Porque tú dijiste: ‘Jehová es mi refugio,’ has hecho al Altísimo mismo tu morada; no te acaecerá ninguna calamidad.”—Rom. 8:31; Sal. 91:9, 10.

      Existe otra razón por la cual podemos vivir en armonía con las normas de Dios aun ahora, con la esperanza de vivir en un nuevo sistema de cosas totalmente justo. Esa razón es que Dios tiene una organización en la Tierra, formada para ayudar a los que ahora quieren servirle. Los testigos de Jehová han aceptado las normas y principios de la Palabra de Dios. Están aplicándolos en su vida. Se dan cuenta de que por nacimiento son pecadores, tal como lo es la humanidad en general, pero al hablar el “lenguaje puro” están rehaciendo sus personalidades y están sirviendo como un solo hombre, “hombro a hombro.”—Efe. 4:20-24; Fili. 1:27, 28.

      Conforme a su promesa Dios ha ayudado a este grupo de personas que provienen de todo ramo de actividad, de todas las naciones y razas. Como un cuerpo de un millón y medio de personas, todos cooperando en unidad, pueden atestiguar a la verdad de las palabras del rey David: “Un joven era yo, también he envejecido, y sin embargo no he visto a nadie justo dejado enteramente, ni a su prole buscando pan.” (Sal. 37:25) También, los testigos de Jehová son felices. Su felicidad ha atraído la atención de otros que se han unido a sus filas. Mientras los sistemas religiosos de la cristiandad están declinando, los Testigos, que sinceramente practican el cristianismo verdadero, están aumentando en número, en unidad y en paz. Demuestran ser un pueblo que está preparándose para la vida en el nuevo orden de Dios.

  • Un mostrador de higos
    La Atalaya 1973 | 15 de abril
    • Un mostrador de higos

      ● En una ocasión Juan el Bautista aconsejó a ciertos hombres en servicio militar: “No acosen a nadie, ni acusen falsamente a nadie.” (Luc. 3:14) Al contar este relato, Lucas usó una expresión griega que literalmente significa “deberían tomar por mostrar higos.” ¿Qué es un “mostrador de higos”?

      Varias autoridades presentan la explicación de que en Atenas de la antigüedad el exportar higos de la provincia estaba prohibido. Al que denunciaba a otros, acusándolos de intentar la exportación de higos, se le llamaba un “mostrador de higos.” La expresión llegó a designar a un delator malévolo, a una persona que acusaba a otros por amor a la ganancia, a un acusador falso, a un chantajista.

  • Conmemorando la muerte de Jesús
    La Atalaya 1973 | 15 de abril
    • Conmemorando la muerte de Jesús

      Durante una ceremonia sencilla, Jesucristo usó vino y pan sin levadura como símbolos de la vida humana que iba a sacrificar para la humanidad. Al instituir esta ceremonia, dijo: “Sigan haciendo esto en memoria de mí.”—Luc. 22:19.

      El año pasado 3.662.407 personas se acordaron de Jesús por medio de asistir al memorial de su muerte en reuniones especiales celebradas por los testigos de Jehová. Usted está cordialmente invitado a asistir a la observancia del Memorial este año en el Salón del Reino más cerca de su hogar. Se celebrará el martes 17 de abril después de las 6 de la tarde. Pregunte a los testigos de Jehová en su vecindad la hora exacta.

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