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“Yo fui sobreviviente cuando se hundió el ‘Titanic’”¡Despertad! 1982 | 22 de abril
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“Yo fui sobreviviente cuando se hundió el ‘Titanic’”
TODO comenzó mientras visitaba a mis padres ancianos y a mi tío en Jacksonville, Florida. Esto fue hace unos meses, poco antes de que muriera mi tío. Como de costumbre, fuimos al Salón del Reino de los testigos de Jehová el domingo por la mañana para asistir a un discurso público. Oímos un excelente discurso intitulado “¿Será usted sobreviviente de los ‘últimos días’?” De regreso a casa, mi tío dijo: “Ese discurso me recordó la ocasión en que sobreviví a un desastre terrible.” Pausó por un momento, luego agregó: “Tú sabes, yo fui sobreviviente cuando se hundió el Titanic.”
Luego pedí a mi tío, Louis Garrett, que me relatara lo que sucedió cuando estuvo en el Titanic.
“Déjame retroceder hasta el principio,” él dijo. “Nací en 1900, en Hakoor, Líbano, una pequeña aldea montañesa situada a unos 135 kilómetros al norte de Beirut. Mi familia poseía y operaba un molino de piedra movido por agua que molía el trigo hasta convertirlo en harina. Mi padre era el molinero de la aldea. Se llegó a la decisión de que la familia emigraría a los Estados Unidos. En 1904 mi madre y mis dos hermanas dejaron el Líbano. Luego, en 1906, mi hermano mayor partió para los Estados Unidos. Para completar la emigración de la familia, mi padre, mi hermana y yo habíamos de partir para los Estados Unidos en 1912.
“En marzo de 1912, navegamos a Marsella, Francia. Mientras estuvimos allí, reservamos pasaje en el Titanic para navegar en la primera travesía de éste a Nueva York. La fecha de partida era el 10 de abril de 1912. Tuvimos que dejar a nuestro padre en Marsella porque, debido a una infección en el ojo, no pasó el examen físico que se requería.” Mi tío sonrió y exclamó: “¡Fue un cambio de sucesos muy afortunado para él!”
A continuación, dijo: “Mi hermana tenía 14 años de edad y yo tenía 12 años cuando nos embarcamos en el Titanic. Nos entristeció el dejar a nuestro padre, pero nos entusiasmó el estar a bordo del paquebote real Titanic, el navío más grande, más rápido y más lujoso de aquella época... ¡y, según se decía, no podía hundirse! Había más de 2.200 personas a bordo, entre las cuales estaba alguna de la gente más acaudalada y más influyente de aquel tiempo. Muchos estaban a bordo del Titanic para celebrar el viaje inaugural. El hacer esto era como un símbolo de distinción entre las personas prominentes de la sociedad. El barco iba a la velocidad que se esperaba. La llegada a Nueva York se había fijado para el miércoles 17 de abril. El agua estaba tranquila y el tiempo fresco, como era de esperar en abril.
“El domingo 14 de abril, nuestro quinto día en el mar, el tiempo se puso excepcionalmente frío... era un frío tan crudo que muy pocas personas estaban afuera en la cubierta de paseo. Supimos que se había advertido que había icebergs en la región. No se creía que apareciera ninguno en el rumbo del barco, de modo que el Titanic siguió adelante a toda velocidad. Pero, el capitán del Californian, otro barco que se hallaba en el Atlántico Norte, envió al Titanic una advertencia por radio de que se habían visto icebergs en nuestro rumbo. No se hizo caso de este mensaje. El precio que se pagó por la confianza excesiva del capitán Smith ciertamente fue muy alto: casi 700 compañeros tripulantes y más de 800 pasajeros.
“A eso de las 11:45 de la noche del domingo 14 de abril mi hermana y yo nos despertamos al sentir una sacudida. Ella estaba en la litera superior del camarote y gritó: ‘¡Algo está mal!’
“’Vuelve a dormir,’ le dije a ella. ‘Te preocupas demasiado.’ Poco después, cierto hombre de edad avanzada, a quien conocimos a bordo del barco y que mostró un interés paternal por nosotros, vino a nuestro camarote y nos dijo de manera tranquila: ‘Salgan del camarote y suban a la cubierta superior. No se molesten en llevar sus pertenencias por ahora. Vendrán por ellas más tarde.’
“Teníamos boletos de tercera clase, lo cual significaba que podíamos subir a la cubierta de segunda clase. Pero los que tenían boletos de segunda y tercera clase no podían pasar por una entrada custodiada que llevaba a la cubierta superior de primera clase. No obstante, se nos dijo que sería prudente que subiéramos a la cubierta superior de primera clase a fin de tener mayor oportunidad de meternos en un bote salvavidas. La única manera de lograr esto era por medio de subir cinco o seis cubiertas desde la cubierta de tercera clase por una escalera de hierro hasta llegar a los botes salvavidas que quedaban arriba. Hicimos esto con mucha dificultad, pues a mi hermana se le hizo difícil subir la escalera de hierro. Pero con la ayuda de otros pasajeros logramos hacerlo.
“¡Qué espectáculo! Quedaban pocos botes salvavidas. La tripulación solo estaba permitiendo que las mujeres y los niños subieran a bordo de los botes salvavidas... no había suficientes botes para todos. Vimos a mujeres llorando porque no querían abandonar a sus esposos; esposos suplicando a sus esposas e hijos que se apresuraran a meterse en los botes salvavidas. En medio de este tremendo desorden e histeria en masa estábamos mi hermana y yo, dos niños inmigrantes que no sabían hablar inglés, que estaban más asustados de lo que uno pudiera pensar, y que iban llorando en busca de ayuda.
“Estaban llenando el último bote salvavidas. Un caballero de mediana edad estaba con su esposa jovencita que estaba encinta. Le ayudó a entrar en el bote salvavidas, luego echó una mirada hacia la cubierta y vio que otros querían ir a bordo. Dio un beso de despedida a su esposa, y, al regresar a la cubierta, agarró a la primera persona que halló en su paso. Felizmente, yo estaba en el lugar apropiado al tiempo apropiado, de modo que él me puso en el bote salvavidas. Grité para que ayudaran a mi hermana que se había quedado paralizada de miedo. Con la ayuda de otras personas, a ella también la metieron en el bote salvavidas. ¿Quién fue el valiente que ejecutó este acto de bondad? Se nos dijo que fue John Jacob Astor IV. En aquel entonces, él tenía 48 años de edad y su esposa, Madeleine, tenía 19 años de edad. Estaban viajando a los Estados Unidos porque querían que su hijo naciera allá. Se escribieron muchos relatos en los periódicos acerca de cómo John Jacob Astor dio su vida por un inmigrante joven. Los registros de la familia Astor indican que, según la señora Astor, el señor Astor había reñido con un miembro de la tripulación que trató de impedir que él ayudara a su esposa a entrar en un bote salvavidas. Él la ayudó de todos modos. Y, como dije, la besó y, al regresar a la cubierta, se puso a ayudar a otros a entrar en el bote salvavidas.
“Yo estaba feliz de estar en el bote salvavidas, pero aún sentía tristeza por los que quedaron en el Titanic. Al mirar atrás hacia aquel barco grande y hermoso pude observarlo desde una perspectiva diferente y, como algunas de las luces todavía estaban encendidas, pude ver el tamaño y la belleza del barco. En la quietud de la noche, y puesto que el agua conducía tan bien el sonido, podíamos oír la orquesta tocando en la cubierta y a la gente cantando ‘Más cerca de ti, Dios mío.’ La tripulación de los botes salvavidas alejó éstos del barco lo más que pudo. Se temía que hubiera una succión cuando el buque se hundiera por completo en las profundidades del océano. Eso no ocurrió, y tampoco hubo una explosión como habían creído algunos que habría. Las aguas estaban excepcionalmente tranquilas aquella noche, y eso fue afortunado, porque la mayoría de los botes salvavidas estaban requetellenos de gente.
“Según los registros, el Titanic se hundió a eso de las 2:20 de la mañana del 15 de abril de 1912. Lo vi hundirse poco a poco en el océano hasta que llegó a su horrible fin. El momento en que se hundió me dejó con el recuerdo de algo que me atormenta hasta el día de hoy. Es el recuerdo del sonido horripilante de los gemidos y gritos de la gente que pedía ayuda con desesperación al ser arrojadas violentamente a las aguas glaciales. Casi todos murieron debido a la exposición al agua fría. Los sonidos duraron unos 45 minutos y luego desaparecieron.”
Mi tío se quedó callado por un rato mientras recordaba el suceso. Luego continuó diciendo: “Se había enviado la señal S.O.S., la petición de auxilio, a eso de la medianoche. El barco Carpathia de la Cunard White Star Line la recibió. Este buque se hallaba a unos 93 kilómetros de distancia e inmediatamente dio la vuelta, abandonó su rumbo hacia Gibraltar y se dirigió a toda máquina al rescate. Llegó a las 4:30 de la mañana. Es de interés que el buque Californian estaba solo a 32 kilómetros de distancia de donde se hundió el Titanic, pero el radiotelegrafista no recibió la S.O.S. debido a que estaba libre de servicio. Los informes posteriores revelaron que el Californian sí vio cohetes de señales en la noche, pero creían que los pasajeros del Titanic estaban celebrando el viaje inaugural con fuegos artificiales.
“El Carpathia completó las operaciones de rescate a eso de las 8:30 de la mañana. Nuestro bote salvavidas fue uno de los últimos que rescataron. Después que se nos puso a bordo del barco, se nos arropó bien, se nos dio té caliente y se nos hizo cómodos; me sentí feliz de estar vivo, aunque el abrigo y los zapatos que tenía puestos eran demasiado grandes para mí.
“Luego el capitán del Carpathia llamó a todos los sobrevivientes para que subiéramos a la cubierta y viéramos el iceberg. Según el recuerdo que se grabó en mi mente de niño de 12 años de edad, el iceberg era tan alto como una casa de dos pisos, mucho más ancho que ésta y tenía una especie de enorme chimenea. El barco nos dejó en Nueva York antes de continuar su viaje a Gibraltar, acto muy bondadoso de parte de la administración de la Cunard White Star Line. Llegamos a Nueva York el jueves 18 de abril a las 8:30 de la noche, y se nos llevó a los muelles de la Cunard White Star.
“Al recordar aquellas largas horas durante las cuales estuvimos en el bote salvavidas, ahora me parece milagroso que pudimos llegar a la seguridad del Carpathia. El frío crudo era casi insoportable. Nos apiñamos para mantenernos calientes. Las personas se comportaron amablemente las unas para con las otras. Recuerdo lo ventoso que estuvo sobre la cubierta del Carpathia. Los vientos habían aumentado a varios nudos por hora. Felizmente, los vientos no se desataron sino hasta que se terminó de ejecutar la misión de rescate. Si las aguas no hubieran permanecido tranquilas y sin olas durante ese tiempo, es dudoso que las operaciones de rescate se hubieran efectuado con tanto éxito.”
“¿Murió alguno de los que estaban en los botes salvavidas?,” le pregunté.
“De entre las personas que estaban en nuestro bote salvavidas, supe de solo una que murió a causa del frío. Envolvieron el cuerpo en una sábana y lo echaron por la borda.”
“¿Había algunos hombres en tu bote salvavidas?”
“Con la excepción de unos cuantos miembros de la tripulación que sirvieron de remeros, solo había mujeres y niños, tal como lo ordenó la tripulación. Una pareja joven que tenía un bebé engañó a la tripulación. La esposa fue muy lista; hizo que su esposo joven se vistiera de mujer, le cubrió la cabeza con un chal y le entregó el bebé. Él estaba en un bote salvavidas y ella en el nuestro. Ambos fueron rescatados por el Carpathia.
“Al llegar a Nueva York, creíamos que se nos llevaría a la isla de Ellis para que pasáramos por los trámites de la inmigración. Pero, este procedimiento se suspendió debido al dolor y sufrimiento que ya habían aguantado los sobrevivientes. La Cruz Roja se encargó de la tarea de unirnos con nuestras familias. Mi hermano mayor, Isaac, estaba en Nueva York, y al encontrarnos con él sentimos una mezcla de gozo y tristeza. Mi padre seguía en Francia. Pero, llegamos a la conclusión de que si él hubiera estado en el Titanic con nosotros, no habría sobrevivido debido a la regla de solo dejar subir a los botes salvavidas a las mujeres y niños. Quizás hasta hubiera afectado el que nosotros estuviéramos entre los sobrevivientes. Se nos habría hecho difícil abandonar a papá a bordo del Titanic mientras procurábamos nuestra propia seguridad. Felizmente, él llegó sano y salvo en otro buque tres meses después.”
Mi tío pausó, sumido en sus reflexiones de aquella terrible experiencia. Finalmente, interrumpí su meditar. “Sobreviviste a aquella tragedia. Pero, dime, ¿cuándo aprendiste acerca de la inminente tribulación de los ‘últimos días’?”
“Déjame transportarte del año 1912 a 1930,” dijo él. “Un repartidor proveniente de Brooklyn, Nueva York, había visitado Jacksonville, Florida, donde residían la familia de mi hermano mayor y la mía, compuesta de mi esposa, mi hijo y yo. Mi hermano mayor había estado estudiando la Biblia con algunos testigos de Jehová que hablaban árabe. Él mismo había llegado a ser Testigo activo. El repartidor, llamado George Kafoory, celebraba varias reuniones para la gente que hablaba árabe. Recibí un ejemplar del libro El arpa de Dios en árabe. Después de tener muchos debates con mi hermano, me enfurecí a tal grado que por fin le dije: ‘Te niego como hermano porque has abandonado la religión griega ortodoxa, que es la que originalmente profesabas. No puedo creer que jamás volverás a hacer la señal de la cruz, símbolo de la trinidad.’
“Yo amaba a mi hermano y me perturbaba profundamente el que existiera esta brecha entre nosotros. Después de unos meses, encontré por casualidad el ejemplar de El arpa de Dios que yo había obtenido. Estaba polvoriento, pero lo abrí y comencé a leerlo temprano por la tarde, y seguí leyendo hasta después de la medianoche. La verdad de la Palabra de Dios comenzó a penetrarme el corazón. Participé en un estudio que se estaba conduciendo para personas de habla árabe, y me bauticé en 1933.
“Hubo otro suceso sobresaliente en mi vida. En 1949, mi situación económica me permitió hacer un viaje con el cual había soñado por muchos años. En el Líbano, tenía un medio hermano mayor a quien deseaba visitar y con quien quería compartir la esperanza del Reino. Durante el vuelo de regreso al Líbano, el trayecto que seguimos nos llevó por encima de Groenlandia y también muy cerca de donde se hundió el Titanic. Las emociones me vencieron mientras miraba hacia abajo y veía las aguas frías del Atlántico y meditaba en aquella triste ocasión.
“Una azafata, al ver cómo me corrían las lágrimas por el rostro, se inclinó silenciosamente, me dio unas palmaditas en el brazo y preguntó: ‘¿Le sucede algo? ¿Puedo prestarle ayuda?’ Le respondí: ‘No, solo estaba pensando en el tiempo en que tenía 12 años de edad. Estuve a bordo de un gran barco, el Titanic, que se hundió y en el cual 1.500 personas perdieron la vida dentro de esas mismas aguas allá abajo. Todavía no puedo olvidar aquella mañana de desesperación y los gritos por auxilio que se oían en la oscuridad y desde esas aguas glaciales.’ ‘Qué triste,’ dijo la azafata bonita de cabello oscuro. ‘Recuerdo haber leído acerca del desastre del Titanic.’
“Completé mi viaje al Líbano. Felizmente, mi medio hermano mayor estaba interesado en la Biblia. Más tarde él también llegó a ser un dedicado testigo cristiano de Jehová.”
Como conclusión a su relato, mi tío Louis expresó la esperanza de que el reino de Dios reemplazará el presente sistema de cosas satánico.
“La verdad de la Palabra de Dios,” él declaró, “ha sido una fuerza guiadora en mi vida. Estoy agradecido a Jehová de que me salvó la vida en el desastre del Titanic y de que he tenido la oportunidad de servirle ahora en estos críticos ‘últimos días.’” Mi tío vivió cerca de su hermano mayor y la esposa de éste y con ellos sirvió a Jehová lo mejor que pudo hasta el día de su muerte. Nunca dejó de orar para que la voluntad de Dios se hiciera en la Tierra como se hace en el cielo. (Mateo 6:9, 10) Él tenía la esperanza firme de que, si moría antes del Armagedón, Dios lo rescataría del poder de la sepultura por medio de una resurrección a la vida.
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Pero, ¿será usted sobreviviente cuando se hunda este sistema?¡Despertad! 1982 | 22 de abril
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Pero, ¿será usted sobreviviente cuando se hunda este sistema?
EL HUNDIMIENTO del Titanic era cosa inimaginable. Según el Times de Nueva York, hacía tiempo que el comandante de barco, el capitán E. J. Smith, había opinado que “la construcción naval ya era un arte tan perfeccionada que un desastre total, que afectara a los pasajeros de un gran transatlántico moderno, era del todo inconcebible.” Pero tal cosa ocurrió. Aun cuando el gran barco comenzó a hundirse, algunas personas a bordo rehusaban creer que realmente estaban en peligro. Según se informó en el Times de Nueva York del 19 de abril de 1912, un sobreviviente dijo lo siguiente:
“Los miembros de la tripulación instaron a todos a subir a bordo [de los botes salvavidas], pero nadie se apresuraba a hacerlo. Se creía que no había peligro alguno, y el sentimiento en general era que las personas que se hicieron a la mar estaban haciéndose objetos de burla y tendrían que tomarse el trabajo de remar de vuelta al barco después de unas horas.
“Al principio la gente por todo el barco estaba apática. Tal era su confianza en que el barco no podía hundirse que la mayoría de las personas contaron con la seguridad del barco hasta el último minuto. Más tarde cierto camarero nos dijo que había llamado a la puerta de una señora repetidas veces, pero ella rehusaba salir. Por fin, él trató de sacarla a la fuerza, pero ella luchó contra él, hasta que finalmente él se dio por vencido, y ella se fue al fondo del mar estando, según se cree, todavía en su camarote.”
Los botes salvavidas del Titanic tenían capacidad para 1.178 personas... no lo suficiente para todos, pero ciertamente más que lo suficiente para los 700 sobrevivientes. Mucha gente murió innecesariamente porque los primeros botes salvavidas se hicieron a la mar medio vacíos, debido a la confianza mal colocada en el barco que supuestamente “no podía hundirse.”
¿Notó el lector que un camarero llamó a la puerta de una pasajera repetidas veces y le advirtió que lo “inconcebible” estaba ocurriendo, con el único resultado de que ella hizo caso omiso de su advertencia? ‘¡Qué insensatez!,’ quizás diga usted.
No obstante, hay personas que llaman repetidas veces a su puerta, también, para darle una advertencia urgente. Esas personas son los testigos de Jehová, fieles “camareros” del Dios Todopoderoso. La advertencia que dan no es que este entero sistema mundial de cosas esté en peligro de “hundirse” en una inundación de guerra, crimen y violencia brutal. Antes bien, anuncian que Dios pronto va a enviarlo ‘al fondo’ para que se le pueda reemplazar con un nuevo orden justo bajo la gobernación de su reino celestial.
¿Cómo responde usted a esa advertencia? Como la pasajera del Titanic, ¿dice usted: ‘¡Ridículo! ¡Inconcebible!’ y cierra su puerta? Tal actitud puede costarle la vida.
Debería ser evidente el peligro
Es interesante que unas cuantas personas alertas a bordo del Titanic percibieron que era inminente un desastre. ¿Por qué? Porque el barco estaba violando las leyes más básicas de la buena náutica. Como lo explicó un sobreviviente: “Toda la tarde teníamos entendido que se estaban superando todas las velocidades anteriores para la travesía del océano. Tan solo unas pocas horas antes de que chocáramos con el iceberg se volvió a mencionar entre los pasajeros que estábamos yendo a una velocidad de 37 kilómetros por hora. Todos sabíamos en cuanto a las advertencias de peligro que el barco había recibido durante el día.”
¿Por qué se estaba yendo a una velocidad desesperada y peligrosa? Otro sobreviviente recordó lo siguiente: “Antes de irme a acostar [la noche en que ocurrió el desastre] tuve una charla larga con Charles H. Hays, presidente del ferrocarril Grand Trunk. Una de las últimas cosas que el Sr. Hays dijo fue: ‘Las compañías navieras White Star, Cunard, y Hamburg-American están dedicando toda su atención e ingenio a competir la una con la otra para lograr la supremacía respecto a barcos lujosos y para establecer la marca de velocidad. Pronto llegará el tiempo en que le ponga fin a esto algún desastre horroroso.’ ¡Pobrecito, unas horas después murió!”
¿No es muy parecida a esa situación la situación actual del mundo? Descuidado de la seguridad y confiado en el mito de su propia invulnerabilidad, el Titanic estaba envuelto en una carrera peligrosa. Hoy las naciones del mundo están envueltas en una carrera de armamentos mucho más peligrosa, confiadas, como el capitán del Titanic, en que no sucederá un desastre. Pero, ¿tienen ellas base para tal confianza? O, ¿está su confianza mal colocada? Observadores que reflexionan sobre la escena mundial sostienen que se está haciendo más y más probable que sobrevenga un desastre.
Si usted se siente tentado a decir: ‘¡Ridículo! ¡Inconcebible!’ cuando los testigos de Jehová le advierten de un desastre que se aproxima para este sistema de cosas, recuerde: Este mundo está violando las reglas más básicas que rigen a un buen gobierno, una buena ecología y buenas relaciones internacionales. ¿Por qué debe considerarse improbable que suceda un desastre?
Se tiene que hacer caso de la advertencia
Por supuesto, el que uno simplemente esté consciente del peligro no lo salvará del fin de este sistema mundial, así como no salvó al Sr. Hays, quien estuvo en el Titanic. Los sobrevivientes del Titanic fueron aquellas personas que tomaron las medidas debidas de acuerdo con las advertencias que se dieron tocante al peligro.
Para muchas personas el tomar las medidas debidas significó dejar un camarote cómodo en medio de la noche y subir apresuradamente a una cubierta fría, vestidas tan solo en batas. Significó seguir estricta y humildemente las órdenes de los camareros y la tripulación que les mandaban subir a bordo de un pequeño bote salvavidas y tal vez dejar atrás a esposo o hermano. Significó el ir en aquel botecito y separarse de un buque que en aquel entonces se describía como “un gran palacio flotante de quince pisos, espléndido y gigantesco en todo detalle . . . con . . . grandes salones y restaurantes, un teatro pequeño, una pista para jugar tenis y otra para otro juego de pelota, piscinas, baños turcos y baños eléctricos; grandes salones de fumar, cuartos para juego de naipes, hermosos salones de música, solanas, jardines invernales, patios con palmeras, un gimnasio, y . . . hasta un pequeño campo de golf.” Significó renunciar a todo aquel lujo y comodidad en cambio por un asiento duro en un bote expuesto a la intemperie en un mar frío. Significó, por lo menos para aquellos que subieron a bordo de los primeros botes salvavidas, tener que vencer el temor a las mofas de las personas que decían que estaban haciéndose “objetos de burla” y que dentro de poco tendrían que remar de vuelta tímidamente al Titanic. ¡Sí, aun si usted hubiera oído la advertencia, quizás el hacer caso de ella no hubiera sido fácil! El prestar atención a aquella advertencia requirió obrar con determinación, desplegar humildad, rechazar el materialismo, y tener un espíritu abnegado para aguantar el sufrimiento. Pero, ¡valió la pena! La alternativa fue unos minutos más de comodidad, luego la muerte.
Ya se está hundiendo
Este sistema mundial se ha estado ‘hundiendo’ desde 1914, cuando la I Guerra Mundial dio comienzo al notable cumplimiento de la profecía de Jesús que se halla en la Biblia en el capítulo 24 de Mateo, el capítulo 21 de Lucas y el capítulo 13 de Marcos. Jesús lo expresó de esta manera: “Se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá escaseces de alimento y terremotos en un lugar tras otro. Todas estas cosas son principio de dolores de aflicción.”—Mateo 24:7, 8.
Como Jesús pasó a indicar, a aquellos “dolores de aflicción” les seguirían la persecución de cristianos, el aparecimiento de falsos profetas, el aumento del crimen y del desafuero, y la predicación de las buenas nuevas del reino de Dios por toda la Tierra. “Y entonces,” dijo Jesús, “vendrá el fin.”—Mateo 24:9-14.
¿Quién puede negar que todas estas cosas predichas se han estado cumpliendo más y más desde 1914? ¡Sería como si los pasajeros del Titanic negaran que el gran barco realmente había chocado contra un iceberg!
Lo que le pasó a este sistema mundial en 1914 fue mucho más significativo que cualquier choque de un barco con un mero iceberg. La cronología bíblica indica que en 1914 Jehová Dios instaló a Jesucristo como gobernante legítimo de esta Tierra.a La acción inmediata que Cristo tomó fue de arrojar a Satanás el Diablo del cielo a la vecindad de la Tierra, lo cual produjo el resultado que se describe bien en Revelación 12:12: “Ay de la tierra y del mar, porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto período de tiempo.”
Ese “corto período de tiempo” de “ay” mundial comenzó en 1914. ¿Por cuánto tiempo continuará? Jesús indicó que llegaría a su fin dentro de la vida de la generación que vio su comienzo. (Mateo 24:34) ¿Cómo terminaría este período de “ay”? No gradualmente, sino súbitamente cuando a este sistema de cosas, a este ‘barco’ que está hundiéndose, se le ponga fin en una confrontación dramática entre las fuerzas políticas de este mundo y los ejércitos angelicales de Cristo, confrontación decisiva que se conoce como la batalla del Armagedón.—Revelación 16:14, 16, Versión Valera (revisión de 1977); Rev 19:11-21.
Así que, ¡no se deje engañar por cualquier falsa apariencia de “flotabilidad” de este sistema de cosas! Algunas personas son como los pasajeros necios del Titanic que “bromearon acerca del asunto.” De hecho, según los informes de periódicos contemporáneos, “algunos trozos de hielo [del iceberg con el cual chocó el Titanic] habían caído sobre la cubierta, y algunos pasajeros jocosos los recogieron y los repartieron entre los otros pasajeros, ofreciéndoselos como recuerdos de la ocasión.”
Igualmente hoy día hay personas “jocosas” que de hecho dicen que el mundo siempre ha tenido su porción de guerras, crímenes y otras dificultades. ‘Así que,’ ellas preguntan, ‘¿por qué tanto alboroto?’ (2 Pedro 3:3, 4) Afirman que este ‘barco’ puede seguir a flote por mucho tiempo todavía. ¡Pero, recuerde! La guerra, el desafuero, el hambre y los otros sufrimientos solo son indicios de que el ‘barco’ se está hundiendo. No son lo que finalmente lo hundirá. Dios lo hundirá... ¡súbitamente y pronto!
La cubierta se está inclinando
No obstante, dos guerras mundiales, terremotos sin precedente, millones de víctimas del hambre por todo el mundo anualmente, el incremento de la carrera de armamentos... para las personas sabias todas estas cosas son un indicio claro de que la cubierta de este barco mundial está inclinándose. Su tiempo está por vencer. Así como los pasajeros del Titanic no pudieron encontrar suficientes botes salvavidas cuando por fin se dieron cuenta de lo grave que era su situación, la Biblia señala que cuando la mayor parte de la gente por fin se dé cuenta de que este sistema mundano está condenado será demasiado tarde. Los “botes salvavidas” se habrán ido.—Mateo 24:38-42.
Una vez que aquellos botes salvavidas se fueron, no había esperanza alguna de que las personas que se quedaron atrás se salvaran. De nada valió que en aquel entonces John Jacob Astor IV poseyera una fortuna personal de aproximadamente 100.000.000 de dólares. Su dinero no pudo salvarle la vida. Tampoco pudo salvársela el dinero de su hijo Vincent. En la ciudad de Nueva York donde él se encontraba, se informaba que él estaba “casi histérico de la aflicción” cuando acosó la oficina de telegrafía y decía a todos “que pagaría todo el dinero que se le pidiera si el radio telegrafista solo pudiera hacerle saber que había recibido noticias en cuanto a la seguridad de su padre.” Todo fue en vano.
Cierto, el desastre del Titanic fue grande, pero el desastre que pronto le espera a este sistema de cosas es mucho mayor. Casi una tercera parte de los pasajeros del Titanic logró salvarse. Sin embargo, en la Biblia no hay nada que indique que una cuota tan grande de la población del mundo haya de sobrevivir a la destrucción inminente de este sistema de cosas. Al contrario, “los muertos por Jehová ciertamente llegarán a estar en aquel día desde un extremo de la tierra hasta el mismísimo otro extremo de la tierra.” (Jeremías 25:33) Los muertos incluirán “reyes . . . comandantes militares . . . hombres fuertes . . . libres . . . esclavos . . . pequeños y grandes.”—Revelación 19:18.
Ya hace muchos años que se dan las advertencias en las páginas de esta revista así como de su compañera, La Atalaya. Todavía queda tiempo para que los humildes encuentren un sitio en el “bote salvavidas” por medio de seguir las instrucciones bíblicas dadas por los “camareros” que todavía llaman a sus puertas. Pero, ¡el tiempo se está acortando! Mientras todavía hay oportunidad de hacerlo, ¿por qué no preguntar a un testigo de Jehová lo que usted debería hacer para sobrevivir al hundimiento de este sistema de cosas?
[Nota a pie de página]
a Sírvase considerar las páginas 82-93 del libro La verdad que lleva a vida eterna, publicado por la Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.
[Comentario en la página 10]
Como la pasajera del “Titanic,” ¿dice usted: ‘¡Ridículo! ¡Inconcebible!’ y cierra su puerta?
[Comentario en la página 11]
Todavía queda tiempo para encontrar un sitio en un “bote salvavidas.” Pero, ¡el tiempo se está acortando!
[Ilustración en la página 9]
¿Hace usted caso de la advertencia respecto al fin de este sistema?
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La abeja... ardua trabajadora¡Despertad! 1982 | 22 de abril
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La abeja... ardua trabajadora
¿Cuánto tienen que trabajar las abejas para suministrar al apicultor un solo kilogramo de miel? Una circular que emitió la Sociedad Alemana de Apicultura, Inc., nos da la respuesta. En ésta se dice que en una hora una abeja puede polinizar unas 700 flores. Sin embargo, ¡para producir un kilogramo de miel, se requiere que las abejas vuelen a más de siete millones de flores! Esto quiere decir que una sola abeja —si pudiera vivir por ese tiempo— necesitaría casi 10.000 “horas de vuelo,” o unos 15 meses, para recoger un kilogramo de miel. La abeja tendría que volar una distancia de 240.000 kilómetros, distancia equivalente a seis vueltas alrededor de la Tierra por el ecuador.
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