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Viviendo una vida dedicadaLa Atalaya 1972 | 15 de julio
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en transigir, uno que, con argumento especioso, puede justificar en su propia mente. Parece menos incómodo adoptar este proceder que ir por el camino directo, íntegro, que Dios manda.
Tres jóvenes hebreos se enfrentaron a una situación parecida en Babilonia. Cuando el rey les mandó que se inclinaran ante la imagen de oro, ellos contestaron: “Oh Nabucodonosor, respecto a esto no estamos bajo necesidad de devolverte palabra. Si ha de ser, nuestro Dios a quien servimos puede rescatarnos. Del horno ardiente de fuego y de tu mano, oh rey, nos rescatará. Pero si no, séate sabido, oh rey, que no es a tus dioses que estamos sirviendo, y a la imagen de oro que has erigido ciertamente no la adoraremos.”—Dan. 3:16-18.
Note que estos hombres no trataron de hallar una explicación justificativa, alguna manera en que pudieran obedecer el mandato del rey y todavía continuar llevando a cabo el servicio a Dios. No arguyeron ni maniobraron ni esperaron que el rey les diera algún otro servicio en relación con el proyecto que pareciera estar conectado menos directamente con la ceremonia. Estos hombres fieles quisieron aclarar que no apoyaban el proyecto del rey de ninguna manera.
Tampoco lo hallaron necesario estos tres hebreos tener una consulta o preguntar a algún otro de modo que, posiblemente, se convencieran a aceptar alguna clase de transigencia. Mostraron sin titubear lo completo y firme que era su dedicación cuando comenzaron su respuesta a Nabucodonosor con la declaración “respecto a esto no estamos bajo necesidad de devolverte palabra.”
El siervo de Dios sabe que el amor es la cualidad básica que une a la congregación de Dios. (Col. 3:14) Los cristianos que han ‘batido sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas’ no levantan espada unos contra otros ni aprenden más la guerra. Por lo tanto rehúsan participar en cosa alguna que sea contraria a ese amor, y mantienen su neutralidad en cuanto a la contienda y las facciones bélicas del mundo.—Isa. 2:4.
Note, también, las respuestas inmediatas y directas que dieron los apóstoles cuando los gobernantes judíos les mandaron que dejaran de predicar. Contestaron directamente: “No podemos dejar de hablar de las cosas que hemos visto y oído,” y: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres.” (Hech. 4:19, 20; 5:29) No iban a ceder su libertad de servicio a Dios voluntariamente ni convenir en que estos gobernantes les dijeran cuándo y dónde hablar o los restringieran en hacer plenamente lo que mandó su Amo.
DIOS QUIERE BUENA DISPOSICIÓN DE CORAZÓN
No debe pensar uno que Dios le impedirá emprender el derrotero que decida tomar. Dios no va a obligar a nadie a que lo obedezca. Sin embargo, a los que confían en él, él suministrará la manera de aguantar cualquier prueba. “Dios es fiel, y no dejará que sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que junto con la tentación él también dispondrá la salida para que puedan aguantarla.” (1 Cor. 10:13) Esta salida no será un camino o manera “más fácil,” ni será por medio de transigir. Pero Jehová dará fuerzas a los que adopten una posición intrépida y firme.
El que Jehová permita que el individuo emprenda cualquier derrotero que escoja realmente es parte de la prueba de integridad. La persona tiene su libre albedrío. Si emprende un derrotero que viola su neutralidad cristiana, está negando a Dios como su Amo, y está abandonando a Dios y su congregación. Ciertamente no está llevando una vida dedicada. La congregación no es la que lo expulsa públicamente. Él mismo se saca, se desasocia. En otro tiempo estaba salvado de esta “generación perversa,” pero ahora prefiere regresar a ella, obrando como obra ella.
Tal vez la persona que ha precedido así crea que puede salir y volver como guste. Este no es el caso, porque la congregación no puede recibir con los brazos abiertos al individuo que ha negado la soberanía de Dios sobre él como Su esclavo. ¿Qué lugar tendría Dios para éste en el “cuerpo” de la congregación? (1 Cor. 12:24, 25) Por lo tanto la congregación, si le diera un lugar de aprobación entre ella, estaría condonando la desobediencia de esta persona y sería participante de sus pecados.—Compare con 2 Corintios 6:14; 1 Timoteo 5:22.
No es la congregación la que tiene que alterar sus principios. Más bien, el individuo descarriado es el que tiene que arrepentirse y cambiar completamente de su punto de vista equivocado y de las malas acciones y asociaciones. Antes que la congregación de Dios pueda aceptarlo en plena asociación él tiene que dar evidencia de su arrepentimiento y cambio de corazón y acción, demostrándolo durante un período, y volver a llevar una vida dedicada.
CONCÉNTRESE EN UN SOLO PROPÓSITO AL CONFIAR EN DIOS
Cuando surgen presiones a algunos les da miedo, no tanto del enemigo o de los hombres mismos, sino debido a la situación económica del mundo, pues temen la posibilidad de perder su trabajo o propiedad, o hasta de tener que ir a prisión, y así no poder suministrar sostén para sus familias. Pero la persona verdaderamente dedicada seguirá el derrotero de dedicación a su Amo celestial. Confiará en que Dios atenderá los intereses de su siervo fiel.
El apóstol Pablo siguió este derrotero de fe. Antes de llegar a ser cristiano, tuvo muchas ventajas mundanas. Pero dejó éstas. Dijo: “No obstante, cuantas cosas eran para mí ganancias, éstas las he considerado pérdida a causa del Cristo. Pues, en cuanto a eso, de veras sí considero también que todas las cosas son pérdida a causa del sobresaliente valor del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor. Por motivo de él he sufrido la pérdida de todas las cosas y las considero como un montón de basura, a fin de ganar a Cristo y ser hallado en unión con él, teniendo, no mi propia justicia, que resulta de la ley, sino la que es mediante fe en Cristo.”—Fili. 3:7-9.
De modo que el cristiano no está viviendo una vida verdaderamente dedicada si se entrega a razonamiento que hace rodeos o emprende un derrotero “equidistante” o uno que le parece que está justamente dentro del límite de la obediencia a Dios. Si quiere obtener el premio de la vida, debe proceder como Pablo, que escribió: “Por lo tanto, la manera en que estoy corriendo no es incierta; la manera en que estoy dirigiendo mis golpes es como para no estar hiriendo el aire; antes trato mi cuerpo severamente y lo conduzco como a esclavo, para que, después de haber predicado a otros, yo mismo no llegue a ser desaprobado de algún modo.”—1 Cor. 9:26, 27.
Si una persona sigue este derrotero directo, concentrada en un solo propósito, será feliz. Entonces su ‘adelantamiento será manifiesto a todos’ y los que la conozcan podrán decir: “Esta es una persona verdaderamente dedicada.”—1 Tim. 4:15.
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Buenos oyentes, perseverando gozosamenteLa Atalaya 1972 | 15 de julio
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Buenos oyentes, perseverando gozosamente
¿Cómo puede uno mejorar sus hábitos de escuchar?
Para mejorar uno sus hábitos de escuchar tiene que prestar atención al mandamiento apostólico de que “prestemos más que la acostumbrada atención a las cosas oídas.” (Heb. 2:1) Jehová, por su profeta Isaías, da consejo semejante: “Escúchenme atentamente, y coman lo que es bueno, y halle su alma su deleite exquisito en la grosura misma.” (Isa. 55:2)a Para mejorar uno sus hábitos de escuchar uno tiene que interesarse en lo que el orador dice.
A veces la mente tiende a vagar debido a
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