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  • El desafío de las “buenas nuevas”
    La Atalaya 1963 | 15 de junio
    • extranjero que esté residiendo como extranjero en medio de ustedes que al cazar coja una fiera o un ave que pueda comerse, en ese caso debe derramar su sangre y cubrirla con polvo. Porque el alma de toda clase de carne es su sangre por el alma en ella. En consecuencia dije a los hijos de Israel: ‘No debes comer la sangre de ninguna clase de carne, porque el alma de toda clase de carne es su sangre. Cualquiera que la coma será destruido.’” En el sexto de los Diez Mandamientos se recalcó otra vez la santidad de la vida con las palabras: “No debes asesinar.”—Lev. 17:10-14; Éxo. 20:13.

      12. ¿Qué se manifiesta en los Diez Mandamientos, que Jehová escribió en las tablas de piedra?

      12 Los Diez Mandamientos declararon diez leyes o reglas básicas que gobernaban a los israelitas. Fueron inscritos por Dios mismo por el poder del espíritu santo en dos tablas de piedra que fueron dadas a Moisés en el monte Sinaí. Correctamente ocuparon el lugar preeminente en el código de la ley dado a Israel, aunque siguieron formando parte de él. Señalaron leyes o principios básicos, reglas de conducta que gobernaban primero a la relación de los israelitas con Dios y luego su relación con la unidad de la familia y unos con otros. Los primeros cuatro recalcaron la necesidad de adoración de todo corazón y exclusiva a Jehová como Dios y la obediencia a sus mandamientos. El quinto mostró la necesidad de la unidad de la familia, los hijos respetando al padre y a la madre; y los cinco restantes se relacionaban con los tratos con los semejantes: no matar, no cometer adulterio, no robar, no dar falso testimonio en contra de otro, no codiciar, es decir, no desear equivocadamente algo que perteneciera a otro.—Éxo. 20:1-17.

      NACIÓN DE ISRAEL PROVEE EJEMPLO AMONESTADOR

      13, 14. (a) ¿Qué le resultaría a Israel por la obediencia a las leyes de Dios? (b) ¿Qué bendición le vino, y por qué no duró ésta?

      13 La obediencia a las leyes de Jehová les traería a los israelitas incalculables bendiciones. Sus mandamientos los guiarían en conducta sana que promovería unidad en la nación, buena salud y felicidad. Pero lo más importante de todo, los dirigirían en la adoración correcta, en la conducta correcta que sería agradable a Jehová su Dios, y que aseguraría el favor de él. La obediencia de ellos los protegería de la religión falsa y de las prácticas inmorales que los conducirían al pecado y a la rebelión y con el tiempo a ser rechazados por Dios.

      14 Fiel a su promesa, Dios condujo a los israelitas a una tierra que rebosaba de leche y miel. (Éxo. 3:8; Núm. 13:27) Después de muchas experiencias la nación se estableció en la Tierra Prometida, Canaán o Palestina, y se informa que bajo el dominio del rey Salomón “la paz misma llegó a ser suya en toda región suya, por todas partes. Y Judá e Israel continuaron morando en seguridad, cada uno debajo de su propia vid y debajo de su propia higuera, desde Dan hasta Beer-seba, todos los días de Salomón.” (1 Rey. 4:24, 25) Pero tales bendiciones no duraron. La repetida desobediencia a la ley de Dios finalmente segó su propia recompensa-ser rechazados por Dios como pueblo suyo. En vez de bendiciones, vinieron sobre la nación las maldiciones que Dios había predicho por tal desobediencia.

      15. (a) ¿En qué dos mandamientos básicos se basaba la relación de Israel con Jehová? (b) ¿Por qué no engañaría a Jehová ninguna forma hipócrita de adoración?

      15 Aunque el pacto de la ley tuvo los Diez Mandamientos como fundamento, la relación de la nación con Dios se basaba realmente en dos principios fundamentales-amor a Dios y amor al prójimo. (Deu. 6:5-9; Lev. 19:18) La fidelidad a estos dos principios era sumamente esencial para permanecer en el favor de Dios. La debilidad o fracaso temporario a causa de la imperfección humana, aunque acarreaba corrección y reprensión, todavía podía perdonarse, pero cuando la nación perdió su amor a Dios y ya no le sirvió con todo el corazón esto solo podría resultar en desastre. (1 Cró. 28:9; Pro. 4:23) Ninguna forma hipócrita de adoración podía engañarlo, porque Jehová es un Dios que ‘ve el corazón’ y que está ‘escudriñando el corazón’ de los hombres. El corazón del mayor número del pueblo de Israel se alejó del amor a Dios y al prójimo para amarse él mismo, y Jehová discernió esto. Podía ver los hechos inicuos que se ejecutaban, primero en la oscuridad y luego abiertamente en pleno día, a medida que el corazón de la gente se endurecía en la conducta mala.—1 Sam. 16:7; Jer. 17:10.

      16. (a) ¿Cómo vino la calamidad sobre esa nación? (b) ¿Cómo explicó el profeta Jeremías la razón de esto?

      16 Los israelitas entraron en la Tierra Prometida en 1473 a. de J.C., y la tierra fue subyugada finalmente bajo ellos en el tiempo del rey David, cuyo reino de cuarenta años terminó en 1037 a. de J.C. Cuarenta años después la nación fue rasgada en dos por los celos y la rivalidad, y por eso, después de la muerte del rey Salomón en 997 a. de J.C., la nación original de Israel se dividió en dos reinos, el reino de diez tribus de Israel al norte con Samaria como capital, y el reino de dos tribus de Judá al sur con Jerusalén como capital. El reino septentrional de diez tribus fue destruido por los asirios en 740 a. de J.C., y luego en 607 a. de J.C. el reino de Judá fue destruido por los babilonios. No mucho tiempo antes de ese fin para el reino de Judá, Jeremías les pronunció estas palabras: “‘“Porque yo solemnemente amonesté a sus antepasados en el día que los hice subir de la tierra de Egipto y hasta este día, levantándome temprano y amonestando, diciendo: ‘Obedece mi voz.’ Pero no escucharon ni inclinaron su oído, sino que siguieron andando cada uno en la terquedad de su mal corazón; y por eso traje sobre ellos todas las palabras de este pacto que les mandé hacer, pero que no hicieron.”’ Además, Jehová me dijo: ‘Conspiración se ha hallado entre los hombres de Judá y entre los habitantes de Jerusalén. Han regresado a los errores de sus antepasados, los primeros, que rehusaron obedecer mis palabras, pero que ellos mismos han andado tras otros dioses a fin de servirles a ellos. La casa de Israel y la casa de Judá han quebrantado mi pacto que concluí con sus antepasados. Por lo tanto esto es lo que Jehová ha dicho: “Aquí estoy acarreando sobre ellos una calamidad de la que no podrán salirse; y ciertamente clamarán a mí por ayuda, pero no los escucharé.”’”—Jer. 11:7-11. Compare Deuteronomio 6:12-15 y 28:15, 45-47.

      17. ¿Qué restauración temporaria recibieron los israelitas?

      17 Jehová en su gran misericordia y en cumplimiento de su promesa y propósito, restauró a un resto de la nación desde Babilonia hasta la Tierra Prometida después de un período de desolación de setenta años. Otra vez las buenas nuevas de esta liberación llegaron al pueblo de Israel mientras estaba en condición de cautiverio. Este resto del Israel natural fue regresado a Palestina a fin de que la adoración de Jehová pudiera ser restaurada allí, aunque no fue restaurado como una nación independiente, como un reino separado.

      18. ¿Se probó la nación de Israel “digna de las buenas nuevas” que le fueron proclamadas?

      18 ¿Se probó al fin esa nación antigua de Israel “digna de las buenas nuevas” que le había predicado Moisés allá en, Egipto? ¿Cumplió ella la promesa que hicieron sus antepasados de hacer todo lo que Jehová les había mandado y de ser verdaderamente su pueblo, haciendo su voluntad? El Registro inspirado contesta: ¡No! El ser completamente indigna como nación se vio claramente por su actitud hacia Jesús, el Mesías prometido, a quien ella rechazó e hizo que fuera empalado en un madero. Exactamente antes de su muerte, Jesús pronunció juicio sobre la nación cuando dijo: “Jerusalén, Jerusalén, la asesina de los profetas y apedreadora de los que son enviados a ella,—¡cuántas veces quise recoger a tus hijos, de la manera que la gallina recoge a sus polluelos bajo sus alas! Pero ustedes no lo quisieron. ¡Miren! su casa se les deja abandonada a ustedes.”—Mat. 23:37, 38; Luc. 23:18-25; Hech. 2:23.

      19. (a) ¿De qué gran privilegio habían disfrutado los Israelitas mientras fueron fieles? (b) Cuando Dios rechazó finalmente a esa nación, ¿significó esto el fin de los tratos de Dios con la humanidad?

      19 Los israelitas habían gozado del alto privilegio de ser una nación de testigos de Jehová. (Isa. 43:10-12) Esto no quiere decir que se les mandó que predicaran en cuanto a Jehová a todas las otras naciones de la Tierra; más bien, era que habían sido apartados para el servicio y adoración exclusivos de Jehová. Por las maravillosas obras que Jehová ejecutó a favor de ellos y mediante el practicar ellos la adoración verdadera cuando fueron fieles, Jehová se hizo un gran nombre para él mismo. Pero ellos solo podían continuar como sus testigos por medio de adherirse a la adoración verdadera y honrar el pacto que él había hecho con ellos y por medio de obedecer sus mandamientos. No hicieron esto. Por eso Jehová desechó al Israel natural. El arreglo del pacto de la ley con ellos llegó a su fin, siendo cumplido en Jesús y su ley siendo clavada al madero de tormento. (Col. 2:14) Pero esto no puso fin a todos los tratos de Dios con los hombres. Ahora, con Cristo Jesús como Mediador, fue inaugurado un arreglo de nuevo pacto, no con el Israel natural, sino con una nación que produjera los frutos correctos, cuya conducta sería digna de un reino celestial de Dios con Cristo como Rey.—Heb. 8:6; Mat. 21:43.

  • Sembrando semillas de verdad en la escuela
    La Atalaya 1963 | 15 de junio
    • Sembrando semillas de verdad en la escuela

      ● Una testigo de Jehová de Texas escribe esta experiencia acerca de cuando ella era joven en la escuela: “Vivíamos en el bosque en una granja, y puesto que mi padre no quería que viniera gente a nuestra casa, mantenía la puerta cerrada con llave. ¡Pero aquel portón cerrado con llave no impidió que la verdad entrara! En la escuela primaria hubo varios niños testigos que mostraron admirable firmeza a favor de la adoración verdadera en los días de la guerra; ¡parecían siempre tan bondadosos! Su conducta sobresalía ante la de todos los demás. Y hasta este día le doy las gracias a Jehová de que ellos hayan testificado a sus compañeros de juego.

      “Un día una niña de diez años me explicó acerca de la esperanza de vivir en la Tierra para siempre; sus palabras realmente parecían tener el toque de la verdad. Todo esto hizo una impresión en mi mente, hasta que finalmente cuando yo tenía quince años y mi hermana tenía trece, las dos decidimos al mismo tiempo que esto tenía que ser la verdad y dijimos: ‘Hagámonos testigos de Jehová.’ De modo que comenzamos a estudiar, ¡pero papá se enfureció!

      “Puesto que no nos había mandado a la escuela secundaria, no teníamos manera alguna de ver a aquellos niños que eran testigos, y él no nos permitía ir a la casa de ellos; pero ellos nos escribieron muchas cartas, ayudándonos. Nos suscribimos a La Atalaya y ¡Despertad! y pedimos por correo muchos de los libros de la Sociedad. Ya que papá nos prohibió que fuéramos a las reuniones o participáramos en el servicio, tuvimos nuestras propias reuniones con regularidad en casa, solamente nosotras dos, acumulando de esa manera mucho conocimiento básico. Y dábamos testimonio incidental, principalmente por correo.

      “Papá tenía el propósito de mandarnos a las dos a la escuela comercial cuando yo cumpliera dieciocho años; de modo que con la esperanza de con el tiempo salir de la casa y poder asistir a las reuniones, nos pusimos a esperar con paciencia por tres años. Papá usó muchas horas, muchos días, tratando de lograr que desistiéramos del derrotero que habíamos escogido, todo en vano. Después de salir de nuestro hogar para asistir a la escuela comercial, hallamos un Salón del Reino, comenzamos a asistir a las reuniones, a salir en el servicio. Pronto nos bautizamos. Con cada paso que tomamos para avanzar, papá se esforzó más frenéticamente por lograr que desistiéramos. Una de las últimas veces que él trató de hacer que dejáramos todo ello fue cuando renuncié a un empleo que pagaba bien, emprendí empleo de tiempo parcial y comencé el precursorado. Ahora después de 18 años, todavía estamos agradecidas de que aquellos niños testigos nos dieran el testimonio en la escuela, ¡y de que la verdad llegara hasta nosotras detrás de aquel portón cerrado con llave!”

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