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Cómo el divorcio afecta a la gente¡Despertad! 1978 | 8 de mayo
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Cómo el divorcio afecta a la gente
Durante los primeros seis meses de 1976, 987.000 parejas se casaron y 538.000 se divorciaron en los Estados Unidos.—El “World Almanac & Book of Facts” para 1977.
EN EL tiempo que le tome leer esta página, cuatro matrimonios terminarán en divorcio... tan solo en los Estados Unidos. Cada minuto, como promedio, se disuelven oficialmente más de dos matrimonios.
En algunos sitios el número de divorcios está casi igualando, si es que no excediendo, al número de matrimonios. Tan solo en el condado de Los Ángeles, California, se entablan casi 50.000 demandas de divorcio al año. DallaSite, un periódico de Texas, informa: “Durante la primera mitad de 1975, los registros del condado de Dallas muestran que el número de demandas de divorcio iniciadas superó el número de licencias para casarse emitidas.” En total, se archivaron 8.275 divorcios y se emitieron 6.801 licencias para casarse.
La velocidad a la cual la gente se está deshaciendo de sus cónyuges es asombrosa y continúa cobrando impulso. En diez años los divorcios en los Estados Unidos aumentaron a más del doble; de 1965 a 1975 aumentaron vertiginosamente de 479.000 a 1.026.000. En otros países el aumento es mucho mayor.
En 1960 solo hubo 6.980 divorcios en Canadá. Para 1973 el número de divorcios había aumentado a más del quíntuplo de esa cantidad, es decir, a 36.704 divorcios. Y, entonces, en 1974 hubo 45.019 divorcios, un aumento de más de 20 por ciento. “Tan común es el divorcio,” informa el Star de Toronto, “que el matrimonio feliz de 15 o más años es el que a veces [se] siente como una minoría.”
En la Unión Soviética, también, el aumento en el número de matrimonios que se desintegran es asombroso. Sputnik, un compendio soviético, dice: “Aproximadamente 2,5 millones de matrimonios se registran anualmente en la U.R.S.S. . . . A la vez, el número medio de divorcios que se registra diariamente llega a 2.000, es decir, un divorcio por cada tres matrimonios.”
La situación es similar en la Gran Bretaña. En ese país los divorcios se triplicaron en diez años. Según informes, en Suecia hay tres divorcios por cada cinco matrimonios, una proporción aun superior a la de los Estados Unidos. Los divorcios están aumentando a una velocidad vertiginosa en otros países europeos, entre éstos, Dinamarca y Alemania.
Ciertas naciones africanas también tienen una alta proporción de divorcios. Zambia, un país que cuenta con un poco más de cinco millones de habitantes, se interesa profundamente en sus 19.000 divorcios al año, lo cual no es muy inferior a la proporción de divorcios en los EE. UU.
Atlas World Press Review, de agosto de 1977, hace notar: “Los divorcios están de moda entre las esposas japonesas jóvenes. . . . Cuando se enteran de que hay un divorcio cada cuatro minutos y 14 segundos, ellas también quieren emprender la carrera para no quedarse atrás.” Y allá en Hong Kong, el South China Morning Post se queja de “lo rápido que ha estado aumentando la proporción de divorcios durante los últimos pocos años.”
Así es que los divorcios han experimentado un súbito crecimiento casi en todas partes. ¿Con qué efecto?
Una sociedad cambiada
Ante todo, decenas de millones de vidas han sido trastornadas, a menudo trágicamente. La revista MD de marzo de 1977 declara: “Contando los cónyuges e hijos menores de 18 años de edad, el divorcio cambia dramáticamente la vida de más de 4 millones de norteamericanos al año, y se calcula que otros tantos experimentan el abandono, el ‘divorcio del pobre.’”
El enorme aumento en la proporción de divorcios es solo una evidencia del descontento con el matrimonio. Muchas parejas están experimentando con nuevos estilos de vida, y concuerdan mutuamente en tener actos sexuales con personas que no son sus esposos y esposas; otros sencillamente ‘viven juntos,’ y ponen casa con alguien del sexo opuesto sin casarse.
¿El camino a la felicidad?
Pero en vez de producir un ambiente de paz y felicidad, la epidemia de divorcios y los nuevos estilos de vida están produciendo sospecha y ansiedad generales en las familias. “Algunas parejas se sienten tan aterrorizadas por el número de divorcios en sus vecindarios,” hace notar el director de un Centro neoyorquino para la Instrucción de la Familia, que “vienen a vernos sencillamente para hablar de lo que pueden hacer a fin de evitar el divorcio.”
Las mujeres ya no pueden, como regla, contar con el sostén de su esposo por toda la vida, y debido a eso muchas se preocupan por la situación que tendrán que afrontar con la partida de su esposo. Pero, en otros casos, son las esposas las que abandonan a sus esposos. Algunas hasta dejan niños pequeños.
Después del divorcio, cuando están libres para ‘hacer como les place,’ ¿qué sucede? ¿Se sienten verdaderamente felices los divorciados? Tres profesores estadounidenses, que efectuaron un estudio de tales personas, informan lo siguiente en el número de abril de 1977 de Psychology Today: “Entre las familias que estudiamos no encontramos ni siquiera un divorcio que no hubiera cobrado sus víctimas. Por lo menos un miembro de cada familia informó su aflicción, o mostró un cambio negativo de comportamiento.”
El artículo hizo notar que los hombres divorciados que vivían libres no sentían satisfacción duradera, y añadió: “En el caso de las mujeres, la imagen estereotipada de la vida estupenda y libre de cuidados de las solteras tampoco resultó válida. Para ellas, el sexo casual produjo sentimientos de desesperación, depresión, y poca autoestimación.” No sorprende que el suicidio sea por lo menos tres veces más frecuente entre los divorciados que entre los casados, y que el alcoholismo muestre modelos similares.
Sin embargo, a menudo los que más sufren son los hijos. Tan solo en los EE. UU. unos 11 millones de niños viven con solo uno de sus padres. Muchos son el centro de batallas por la custodia, y por lo general un padre se lo arrebata al otro. Meyer Elkin, experto en problemas de familia, se lamenta: “En la actualidad estamos criando una generación de niños de hogares quebrantados... y creando una bomba de tiempo social.”
El divorcio también perjudica el bolsillo. “La inflación ha puesto por las nubes el costo del divorcio,” informa Business Week, “un mínimo de 1.500 dólares por compañero tan solo para honorarios legales, y más si hay litigio o si se lucha por la custodia.” Pero aún peor son las chispas de amargura que a menudo se convierten en llamas consumidoras. Como dijo un abogado de divorcios de Chicago: “Me parece que por lo general la ley del divorcio es más bélica que una guerra.”
Una señora que se divorció en 1974 escribe: “Mi primer rudo despertar vino cuando fui al abogado. Él necesitaba un anticipo de 400 dólares antes de poder redactar documento alguno. El abogado lo ayuda a uno a desarrollar cierta dureza, que contribuye a que la amargura que uno siente continúe aumentando.
“Yo debería saberlo, porque opté por seguir el consejo de mi abogado y tuve que comparecer ante un árbitro en un Tribunal de Relaciones Domésticas seis veces diferentes tan solo para considerar el sostén temporero del niño y las divisiones de la propiedad. Cada vez que fui al tribunal, fue necesario redactar documentos adicionales, y, por supuesto, esto requirió honorarios adicionales para el abogado.”
En vista de que el divorcio frecuentemente produce amargura y desdicha, ¿por qué se divorcia la gente? ¿Por qué hay semejante epidemia de divorcios hoy día? A continuación consideraremos estas preguntas.
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Por qué se separan¡Despertad! 1978 | 8 de mayo
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Por qué se separan
DESPUÉS de leer acerca del enorme aumento en la proporción de divorcios, es comprensible que alguien pregunte: ¿Por qué son tantos los matrimonios que se desintegran hoy día?
Una razón es que las nuevas leyes facilitan el divorciarse. El divorcio “sin culpa” fue introducido en California en 1970, a fin de poder disolver los matrimonios sin necesidad de culpar a cualquiera de las dos partes. Cincuenta estados y territorios de los Estados Unidos ya tienen leyes para el divorcio sin culpa.
Desde diciembre de 1973 las parejas en Inglaterra que no tengan hijos que sean afectados pueden divorciarse sencillamente llenando un formulario acompañado de una declaración notariada de que el matrimonio se ha desintegrado, y entonces enviar éstos por correo a las autoridades. Otros países también han liberalizado sus leyes de divorcio.
Pero hay una razón más fundamental en cuanto a por qué la proporción de divorcios ha estado aumentando tanto.
Tiene que ver con el modo de pensar de la gente... las cosas a las cuales dan importancia, cómo consideran el matrimonio y lo que esperan de la vida. En esto ha habido un cambio súbito, dramático.
La gente ha aprendido a esperar y desear más. Muchos concuerdan con el anuncio de cerveza estadounidense que dice: ‘Se vive solo una vez, así es que trate de coger todo el gusto que pueda.’ Así, cuando encuentran que el matrimonio no es tan excitante como se les había hecho creer, muchos buscan una salida. Se divorcian. En la actualidad hasta es común experimentar con diferentes clases de relaciones, y hasta calificarlas de “matrimonio,” como hace notar el Post-Intelligencer de Seattle:
“En la zona de Seattle banqueros e ingenieros están poniendo a prueba el matrimonio en grupo. El matrimonio libre es un tema de los sermones del domingo por la mañana . . . Los matrimonios sin contrato están haciéndole competencia a las uniones matrimoniales que tienen licencia oficial. Las personas de más edad callada y desdeñosamente rechazan las normas establecidas y los hijos de la revolución están creciendo en medio de una nueva ética sexual.”
Sirve lo siguiente para ilustrar lo súbito del cambio: En la primavera de 1968, hace solo diez años, se produjo un escándalo cuando una joven soltera que cursaba el segundo año de un colegio de la ciudad de Nueva York admitió que había estado viviendo con un hombre fuera de la universidad. El relato salió en la primera página del Times de Nueva York, y casi expulsaron a la muchacha de la escuela. Hoy día muchos de los colegios principales tienen dormitorios para estudiantes de ambos sexos, y el cohabitar es tan común que la gente ni siquiera habla de ello.
A pesar del cambio radical de actitudes, el matrimonio de contrato legal de un hombre con una mujer sigue siendo popular. Pero en vez de considerar el matrimonio como un compromiso de toda la vida, ahora se considera que el divorcio es una alternativa lógica, ‘si el matrimonio no da buen resultado.’ Un estudio reciente en Alemania Occidental reveló que 26 por ciento de las novias alemanas están pensando en el divorcio aun antes de casarse. Es obvio que este modo de pensar contribuye al divorcio.
Los modernos movimientos de “liberación” han estimulado el ir en pos de carreras fuera del hogar, o cualquier otro proceder que le produzca “autorealización” al individuo. Como resultado, hoy día se da menos énfasis al compromiso, y más énfasis a la satisfacción individual. La gente se inclina a pensar primero en su propia satisfacción y placer, en sacar todo lo que puedan de la vida AHORA. Esta actitud parece ser la causa principal del gran número de divorcios hoy día.
El ejemplo de los líderes mundiales no ha ayudado, como hace notar Good Housekeeping de junio de 1977:
“A medida que la proporción de divorcios de la nación iba ascendiendo, parecía que los personajes políticos iban a la cabeza del impetuoso avance a los tribunales de divorcio. Miembros del gabinete, congresistas, embajadores, empleados de alto rango de la Casa Blanca deshacían sus matrimonios con la misma facilidad que el resto de la población, o aun con más facilidad, sin que esto causara perjuicio aparente a sus carreras o a su imagen pública.”
Tales ejemplos han contribuido a la avalancha de divorcios; y la estructura misma de la familia, así como de la sociedad en total, ha sido afectada. ¿Hay alguna solución? ¿Puede la gente hallar felicidad genuina para sí y para sus familias?
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¿Cuál es la solución?¡Despertad! 1978 | 8 de mayo
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¿Cuál es la solución?
MILLONES de personas se casan todos los años porque creen que el matrimonio les traerá la felicidad que buscan. Sin embargo, a menudo sus expectativas terminan en desilusión. Así es que se divorcian y esperan que esto resuelva sus dificultades y les abra la puerta de la felicidad.
¿Pero es el divorcio la solución? ¿Qué hay en cuanto a alguna otra alternativa al matrimonio tradicional?
Origen del matrimonio
En el caso de las invenciones humanas, el pensar y experimentar lo suficiente casi siempre produce mejoras. Por eso, si el matrimonio es de origen humano, entonces la respuesta es: “Sí, sería apropiado experimentar y hacer alteraciones a fin de tal vez dar con un arreglo mejor.”
Pues bien, ¿qué se puede decir del origen del matrimonio?
Bajo “Matrimonio, historia del,” The Encyclopedia Americana de 1977 hace notar: “Algunos doctos se inclinan a remontar el origen del matrimonio a los arreglos de apareamiento de los animales inferiores al hombre. Los estudios revelan que una asociación más o menos permanente . . . caracteriza a los simios antropoides, y que la asociación del chimpancé es monógama y durable.”
Así, por lo general se cree que el matrimonio se originó entre las criaturas subhumanas. Sin embargo, no hay evidencia real que apoye este punto de vista. The Encyclopedia Americana hasta reconoce que “estas asociaciones más o menos permanentes entre criaturas, aparte de los animales humanos, no son matrimonios, pues los animales no tienen una sociedad que las sancione.”
Esta obra de consulta afirma además que: “Aunque la forma original de matrimonio se ha perdido en el olvido del período prehistórico, se puede decir con certeza que durante los tiempos históricos en todas las sociedades ha existido alguna forma de matrimonio. . . . las formas principales de matrimonio son poligamia [cuando el hombre tiene más de una esposa], poliandria [cuando la mujer tiene más de un esposo] y monogamia [cuando el hombre y la mujer tienen solamente un cónyuge].”
Lo cierto es que ya se han tratado varias formas de matrimonio, tanto en el pasado como en el presente. No obstante, como declara The Encyclopedia Americana: “La forma de matrimonio muy generalizada entre todos los pueblos hoy día, y probablemente entre los pueblos de todos los tiempos, ha sido alguna forma de monogamia, o la unión de un solo hombre con una sola mujer. . . . parece que es más favorable para la atención y crianza de los hijos.”
¿A qué se debe que la unión de un solo hombre con una sola mujer siempre haya sido la forma generalmente aceptada de matrimonio? ¿Pudiera deberse a que esta clase de matrimonio es de origen divino, en vez de humano? Cuando en una ocasión le preguntaron a Jesucristo acerca de las razones lícitas para el divorcio, note lo que él dijo con respecto al origen del matrimonio:
“¿No leyeron que el que los creó desde el principio los hizo macho y hembra y dijo: ‘Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre y se adherirá a su esposa, y los dos serán una sola carne’? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por lo tanto, lo que Dios ha unido bajo un yugo, no lo separe ningún hombre.” (Mat. 19:3-6; Gén. 2:21-24) No, “la forma original de matrimonio” no se perdió en el llamado “olvido del período prehistórico.”
Pero posiblemente usted pregunte: Si el matrimonio realmente es de origen divino, ¿por qué hay tanta infelicidad asociada con él? ¿No debiéramos esperar mejores resultados de algo que Dios creó?
El problema fundamental
Hay una razón fundamental por la cual tantos matrimonios son infelices o terminan en fracaso. Para ilustrar: Cuando un fabricante produce un producto, por lo general suministra instrucciones para su uso, ¿verdad? Pero, ¿qué sucede si se pasan por alto las instrucciones? El producto, aunque de perfecta calidad, puede descomponerse y fallar debido al mal uso.
Así ha sucedido con el matrimonio. El Dios Todopoderoso originó el matrimonio, pues hizo provisiones para que las parejas se unieran en matrimonio y tuvieran hijos en el arreglo de familia. Dios también proveyó instrucciones para la vida de familia. Pero si a pesar de la perfección del arreglo, se pasan por alto estas instrucciones, el matrimonio puede traer, y, como la experiencia ha mostrado, a menudo trae infelicidad a todos los interesados.
Sin embargo, el arreglo en sí mismo es bueno, y tiene verdadero potencial para traer felicidad, lo cual pueden reconocer hasta las personas cuyos matrimonios han fracasado. Así, un negociante de 47 años de edad de Nueva Jersey, después de una separación legal de dos años, comenzó a cortejar de nuevo a su esposa, y explicó: “Lo que echaba de menos era algo que había tomado toda una vida edificar. Con solo una mirada, una oración a medias, sabía exactamente lo que mi esposa estaba pensando. Y, ella es la única persona que en realidad me entiende . . .
“Echaba de menos el llevar mis hijos a la escuela todas las mañanas. Los sacaba a cenar varias veces a la semana, pero no era lo mismo. Había desaparecido la espontaneidad y naturalidad que nuestra relación había tenido. La gente necesita estructura. Por muchos años se les enseña a dar importancia al hogar y a la familia, y de súbito les parece que pueden deshacerse de todo esto... bueno, no pueden hacerlo. Yo no pude.”
La única solución segura
Así es que la clave a un matrimonio de buen éxito es seguir las pautas del Creador del matrimonio, Jehová Dios. Pero hay quienes dudan de esto. Sin embargo, subsiste el hecho de que la guía de la Biblia ha ayudado a muchas parejas a disfrutar juntas de una vida feliz. Desafortunadamente, pocas personas conocen la excelente instrucción que la Biblia provee para esposos y esposas, y menos aun siguen esa instrucción.
Por un momento, pues, considere solo una pequeña porción del consejo que la Biblia da a las parejas: “Ustedes los esposos, sean comprensivos con sus esposas. Denles el honor que les corresponde a ellas, no solamente porque la mujer es más delicada, sino también porque ellas tienen la misma vida que Dios en su bondad les ha dado a ustedes.” “Cada uno de ustedes debe amar a su esposa como se ama a sí mismo.”—1 Ped. 3:7; Efe. 5:33, Versión Popular.
Sí, los esposos deben tomar la iniciativa al mostrar consideración a sus esposas o ser comprensivos con ellas. Ellos llevan la mayor parte de la responsabilidad por las condiciones de la familia. La Biblia muestra el porqué cuando dice: “El esposo es cabeza de su esposa.” (Efe. 5:23) Esto les puede parecer desagradable a muchas mujeres en este mundo empeñado en la liberación de la mujer. Pero, ¿es preciso que lo sea? No cuando la jefatura se ejerce apropiadamente, de manera amorosa, cuando el esposo toma en cuenta las opiniones, gustos y aversiones de su esposa, y hasta le da la preferencia cuando no hay cuestión alguna en juego. De esta manera sigue el consejo bíblico de ser comprensivo con su esposa.
La Biblia también insta: “Que las esposas estén en sujeción a sus esposos,” y: “La esposa le debe tener profundo respeto a su esposo.” (Efe. 5:22, 33) Dios se propuso que la esposa trabajara junto con el esposo, y le sirviera de ayudante, de complemento. (Gén. 2:18, 24) ¡Qué excelente arreglo puede ser éste, especialmente cuando cada cónyuge sigue este otro consejo bíblico: “Vístanse de los tiernos cariños de compasión, bondad, humildad de mente, apacibilidad y gran paciencia. Continúen soportándose los unos a los otros y perdonándose sin reserva los unos a los otros”!—Col. 3:12, 13.
Cuando las parejas de veras reconocen que el matrimonio es un arreglo divino, y cuando se busca y se sigue la guía de Dios, entonces el matrimonio puede traer a los esposos y esposas una vida de felicidad genuina. Sin embargo, ¿significa esto que el divorcio nunca es la solución a los problemas matrimoniales?
Idealmente, no debería serlo. Sin embargo es posible que surja una situación en que el esposo o la esposa haga escarnio de la santidad del arreglo matrimonial y participe en relaciones sexuales con una persona que no sea su cónyuge matrimonial, o hasta con un animal. Los griegos llamaban una conducta de esa índole porneia, o inmoralidad sexual. Y el texto griego de Mateo 19:9 declara que porneia es la única base sobre la cual les es apropiado a los cristianos obtener un divorcio y volverse a casar.
Desafortunadamente, a menudo el consejo de Dios no se aplica hoy día, muchas veces debido a que la gente no lo conoce. Entonces por lo general surgen dificultades. Podemos aprender de las experiencias de otros. Por eso, lo invitamos a leer el siguiente relato de una joven y su divorcio.
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Mi divorcio... ¿segunda oportunidad en la vida?¡Despertad! 1978 | 8 de mayo
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Mi divorcio... ¿segunda oportunidad en la vida?
AL SENTARME junto a mi apoderado en el despacho del juez, los pensamientos de mi inminente libertad pasaban a la ligera por mi mente. En cuestión de horas, estaría libre para concertar citas, ir a donde quisiera, tomar mis propias decisiones... ¡libre para hacer lo que quisiera hacer!
En ese momento, en diciembre de 1974, en realidad no quería mucho más de la vida aparte de mi libertad. Tenía 29 años de edad, y era madre de dos hijos. Tenía una casa hermosa en un suburbio tranquilo del norte de Ohio, y un trabajo seguro con una agencia de seguros con la que había estado trabajando desde que me gradué de la escuela secundaria. Opinaba que tenía la mayoría de las cosas que toda mujer desea... hijos, un hogar y un buen trabajo. Y ahora, con una plumada, el juez iba a borrar el error más grande que yo había cometido en mi vida... mi matrimonio.
Las intrigas de nuestra promiscua sociedad habían aumentado mi deseo de libertad. Las normas de moralidad habían cambiado radicalmente desde que me había casado allá en 1966. Ahora podía probar todas las cosas de las cuales las jóvenes hablaban en la oficina... hacer lo mío, y no tener que dar cuenta a nadie. Ciertamente iba a aprovecharme de esta segunda oportunidad. Eran muchos los lugares a los que quería ir y las cosas que quería hacer.
Estaba segura de poder habérmelas con cualquier cosa que surgiera. Había leído muchos libros acerca del divorcio. Y con la información que había reunido de estos libros, además del vasto “conocimiento” que había obtenido de los dramas televisados y de los chismes de la oficina, estaba lista para salir y verdaderamente disfrutar de la vida.
Razón de la decisión
Mis ocho años de matrimonio solo me habían dejado memorias desdichadas. Nuestra casa se había convertido en un motel, solamente un sitio al cual ir a comer y dormir. Tanto mi esposo como yo trabajábamos, supuestamente para dar a nuestros hijos una buena vida. Cuando no estábamos trabajando, pasábamos el tiempo discutiendo. Muy pocas veces pasábamos tiempo con los muchachos debido a que estábamos muy ocupados... mi esposo estaba tratando de ganar mucho dinero.
Aun así, la decisión de obtener el divorcio no fue fácil. En más de cinco generaciones, nunca había habido un divorcio en nuestra familia. Pero después de otra de nuestras riñas violentas, finalmente decidí que no podía continuar viviendo en esas condiciones.
Cuando opté por obtener un divorcio, no se lo dije a nadie con excepción de una amiga íntima y mis padres. Opiné que puesto que yo misma me había metido en esta dificultad, yo misma debería salirme de ella. Bueno, no pasó mucho tiempo antes de que la gente se enterara de ello. Muchos de nuestros amigos íntimos me dieron apoyo moral. Y, ¿consejo gratuito? Pues, ciertamente me lo dieron en abundancia. Sin embargo, más tarde aprendí que la mayor parte de este consejo era incorrecto. Pero las intenciones de ellos parecían genuinas, y yo necesitaba alguien con quién hablar cuando me sobrevenían períodos de depresión.
Mis padres aceptaron las noticias de mi divorcio mucho mejor de lo que yo había pensado. Siempre me había sentido muy allegada a ellos, pero no hasta el punto de tener conversaciones confidenciales respecto a mi vida de casada. Nunca se entremetieron, aunque muchas veces sabían de las golpizas y el tratamiento abusivo que recibía.
No me casé sino hasta que cumplí 21 años de edad, y la mayor parte de mi niñez la pasé en una granja de Ohio. Aunque mis padres nunca nos confesaron a mi hermano menor y a mí lo mucho que nos amaban, demostraron su amor por sus acciones; no nos parecía que las palabras eran necesarias. Después de iniciar mi divorcio, me enteré de que mis padres habían sabido de la infidelidad de mi esposo, pero nunca me lo habían dicho. No querían verme herida.
Período de ajustes
Puesto que el llevar a cabo el divorcio tomó casi un año, pude hacer muchos ajustes gradualmente. Uno de ellos fue en conexión con mi trabajo. Debido al cambio de mi posición marital, me era preciso traer a casa un salario más alto. A instancias de algunas amigas envueltas en el movimiento de liberación femenino, consideré esto con mis patronos.
Les dije a mis patronos que me parecía que yo podía hacer el trabajo de un hombre; por tanto, merecía un salario más alto. Optaron por darme una oportunidad de probarlo. Me hicieron supervisora de las tres muchachas con las cuales anteriormente trabajaba.
Pero con mayor salario vinieron mayores responsabilidades, y con esto, cambios que no siempre fueron agradables. Ya no me era posible sentarme con las muchachas y tener largas conversaciones con ellas respecto a sus excitantes vidas nocturnas. Ahora mi trabajo era asegurarme de que ellas hicieran su trabajo. La estrecha relación que en una ocasión parecíamos compartir desapareció. Ya no me consideraban como su confidente.
En casa las cosas no cambiaron tanto. Seguí llevando la misma rutina de trabajar cada día, llevar los niños a la niñera y encargarme de las finanzas de la familia. El único cambio grande era salir de noche a satisfacer algunos de mis propios intereses. De vez en cuando llevaba conmigo a mis hijos, especialmente si iba a jugar al tenis, o asistir a una clase de algún oficio nuevo. Tenía algo planeado para casi cada noche de la semana.
Mis amistades me ayudaban a hacer planes para los fines de semana. Concertaban citas, y me presentaban a otros amigos divorciados. Pronto aprendí una realidad muy importante... yo no era diferente de la mayoría de las divorciadas. Una noche en un pequeño club me senté a una mesa con dieciséis personas divorciadas. Por cinco horas les oí decir cuán malos habían sido sus ex cónyuges, y cómo se les había despojado de todo. Era como si alguien hubiera estado tocando una grabadora, lo único que cambiaba eran los nombres. Estaban tan llenos de autocompasión, y/o licor que no les importaba ni un bledo el rumbo que llevaban en la vida.
Algo que todas las divorciadas parecen compartir es la soledad. Pero, ¿estaba la solución en sentarse en una taberna bebiendo cerveza y lamentándose por su porción en la vida? Muchas terminaban yendo a casa con un compañero a pasar una noche “significativa” . . . en la cama. Después de continuar así por aproximadamente seis meses, mi madre bondadosamente me recordó que la vida que estaba llevando no difería mucho de la de mi ex esposo.
Por fin me di cuenta de que hay más en cuanto a la vida que lo que yo estaba haciendo. Al mirar a mis hijos me pregunté: “Si yo estuviera en su lugar, ¿estaría orgulloso de mi madre? ¿Es ésta la vida que quiero para ellos?” Si no estaban con la niñera, estaban en casa de algún amigo mientras yo salía.
Interés en el bienestar de los hijos
Opté por interesarme más activamente en mis hijos. Aunque solo tenían siete y cinco años de edad, eran mucho más perspicaces de lo que yo creía. Un domingo, les dije a los muchachos que iba a llevarlos a la iglesia; ninguno de ellos había estado en la iglesia antes. Puesto que mi esposo y yo éramos de dos religiones diferentes, nunca podíamos decidir a qué iglesia asistir. Así es que sencillamente no fuimos a ninguna.
Recibí una gran sacudida un día cuando mi hijo menor me preguntó: ‘¿Tiene Dios un hijo?’ Me aterró pensar que mis hijos no tenían conocimiento alguno de Dios, y no obstante, al reflexionar en mis ocho años de matrimonio, podía ver el porqué. Mi esposo y yo habíamos estado tan ocupados trabajando para darles una ‘buena vida,’ que nunca pensamos acerca de la religión. Solo oían hablar de Dios o Cristo cuando mi esposo y yo reñíamos, y entonces usábamos los nombres profanamente.
Una noche, mientras asistía a una reunión en la escuela, me encontré con una vecina a la cual no había visto por algún tiempo. Aproximadamente cinco años antes las dos habíamos estudiado la Biblia con una testigo de Jehová, pero yo había dejado de hacerlo después de solo dos estudios debido a que mi esposo me amenazó con tomar acción violenta si yo continuaba estudiando. Le pregunté a mi vecina cómo le iba a la Testigo y le expliqué lo preocupada que estaba debido a que tenía que criar a dos hijos que no tenían conocimiento alguno de Dios o de la Biblia. Inmediatamente hizo arreglos para que la Testigo me visitara. Dos días más tarde ella vino a verme.
La ayuda que recibí
Por una hora a la semana considerábamos mis problemas. La Testigo me mostraba cómo aplicar los excelentes principios bíblicos. Por ejemplo, yo era algo floja en disciplinar a los muchachos. Después de todo, les había privado de su padre, y puesto que yo como madre era lo único que tenían no quería pasar todo mi tiempo gritándoles. ¿Y no estaba mostrándoles amor al retener de ellos la disciplina?
Aprendí que, según la Biblia, no lo estaba mostrando. Se me señaló el texto de Proverbios 13:24, que dice: “El que retiene su vara odia a su hijo, pero el que lo ama es el que de veras lo busca con disciplina.”
Disfrutaba cabalmente del conocimiento que estaba obteniendo. Nunca antes me había dado cuenta de que la Biblia tiene un tema principal —el reino de Dios— el Reino por el cual oramos cada vez que decimos el padrenuestro. (Mat. 6:9, 10; Luc. 4:43) Este reino gobernará toda la Tierra, y sus súbditos no tendrán que morir y dejar detrás a sus amados. El aprender estas cosas comenzó a traerme la felicidad que había estado buscando, una felicidad que podía compartir con mis hijos.
Pronto comencé a asistir a las reuniones en el Salón del Reino de los testigos de Jehová de la localidad, y hallé que ésta era una experiencia verdaderamente animadora. Allí noté que no había niños corriendo alrededor, que no se empujaba ni se empellaba, no había lenguaje sucio, no había grupos de mujeres chismeando de otros. Nunca había sido recibida tan afectuosa y amorosamente. Me asombró que estas personas que nunca antes había conocido mostraran interés genuino tanto en mis hijos como en mí. Seis meses más tarde me bauticé en símbolo de mi dedicación para servir al Dios verdadero, Jehová.
“Si solo hubiese sabido entonces”
No crea que no me he preguntado si hubiera podido salvar mi matrimonio si solo hubiese sabido entonces lo que sé ahora. He aprendido que se requieren tres “Ces” para tener un buen matrimonio... consideración, cooperación y comunicación.
Mi esposo y yo no las cultivamos. Nos envolvimos tan completamente en nuestra propia vida personal que en realidad no nos consideramos uno al otro como deberíamos haberlo hecho. Oh, estábamos ocupados, al menos lo creíamos así, tratando de obtener una ‘buena vida’ para nuestra familia, pero no estábamos al tanto de los sentimientos o de las verdaderas necesidades de la familia. Empezamos a tirar en direcciones opuestas, en vez de cooperar. Y esto afectó la comunicación.
A pesar de lo que algunas personas dicen, las parejas no pueden resolver todos sus problemas en el dormitorio. Quizás tengan una relación sexual maravillosa, pero, ¿qué bien duradero puede traerles eso si no pueden considerar sus problemas? Muchas personas creen que debido a que han estado casadas por algún tiempo saben exactamente lo que la otra persona está pensando. Esto no siempre es cierto, como aprendí yo a las duras. Uno no puede ayudar a alguien si no sabe cuál es el problema, y el percibir demasiado tarde lo que se debería haber hecho no suministra la solución, tampoco lo hace el divorcio por lo general.
Sin embargo, hoy día millones de personas consideran que el divorcio es la solución. Se inclinan a tratar su matrimonio tal como tratan una posesión material... si la calidad no está a la altura de sus expectativas, lo desechan y buscan algo mejor. Solo dirigen la atención hacia lo interior... a lo que les complace y satisface a ellos. Se da énfasis al logro personal como lo de verdadera importancia. ‘Usted tiene el derecho de ser feliz,’ dice la propaganda. ‘Solo vivirá una vez, y merece lo mejor.’
Este espíritu egoísta había ejercido su influencia sobre mí. Mi interés principal había llegado a ser mi propia felicidad... libertad para hacer lo que yo quería. Muchas veces he meditado y me he preguntado: ‘¿Qué era lo que en realidad buscaba?’ ¿Sencillamente divertirme? Pero pronto vi que hay más en la vida que bailar y ‘divertirse’ en clubes nocturnos. ¿Esperaba conocer a alguien con quién compartir mi vida? En tal caso, ¿verdaderamente esperaba encontrarlo en un “bar”?
También estaba la pregunta difícil: ¿Era solo un amor sin compromiso lo que yo buscaba? Pero hay que enfrentarse a la realidad, eso no es amor verdadero; sencillamente es autosatisfacción. No trae felicidad genuina. Me alegro tanto de haber despertado y comenzado a pensar en otras personas en vez de en mí misma... mis hijos. Y, ¡qué agradecida estoy de que se me haya dirigido a donde podía obtener ayuda de la clase correcta!
Una vida con significado
Comencé a apreciar lo que el amor verdadero es. La Biblia, en 1 Corintios 13:4, 5, describe la manera en que éste se manifiesta: “El amor es sufrido y bondadoso. El amor no es celoso, no se vanagloria, no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado. No lleva cuenta del daño.”
¡Sí, el amor es interés genuino en los intereses de los demás! El amor es activo; hace cosas. Y he hallado que el ejercer tal amor es la clave a la felicidad verdadera, tal como dijo Jesucristo: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.”—Hech. 20:35.
Diariamente veo este amor semejante al de Cristo practicado entre las personas cristianas con las cuales me asocio. Entre ellas no hay habla sucia, borrachera, desprecio a otros, ni chistes inmorales a fin de ser el alma de la fiesta. Más bien, existe un ambiente afectuoso y amoroso que gira en torno de la familia.
No es tarea fácil criar a dos hijos sola, pero con el ejemplo excelente y la ayuda de los cristianos con los cuales me asocio y la guía inspirada que provee la Palabra de Dios, los resultados son animadores. Los muchachos están desarrollando una buena conciencia para con Dios, y están comenzando a pensar en otros antes de pensar en sí mismos. Aunque no tienen padre, han llegado a saber que hay un Dios que los quiere... Jehová. Mi mayor gozo es verlos crecer en conocimiento y aprecio de Éste que nunca abandonará a sus siervos, sino que los bendecirá con vida eterna. (Sal. 133:3)—Contribuido.
[Comentario de la página 10]
“Por cinco horas les oí decir cuán malos habían sido sus ex cónyuges.”
[Comentario de la página 11]
“Solo oían hablar de Dios o Cristo cuando mi esposo y yo reñíamos, y entonces usábamos los nombres profanamente.”
[Comentario de la página 12]
“Pronto vi que hay más en la vida que bailar y ‘divertirse’ en clubes nocturnos.”
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Nueva luz sobre la lepra¡Despertad! 1978 | 8 de mayo
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Nueva luz sobre la lepra
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Trinidad
“¡INMUNDO! ¡INMUNDO!” Por milenios este grito angustioso ha resonado en muchas gargantas y en muchos países. Ha sido el clamor de personas desesperadas, afligidas, excluidas de la sociedad. Ha sido el clamor heráldico del leproso. Esta advertencia escalofriante por lo general ha producido una respuesta inmediata, no de piedad o compasión, sino, en la mayoría de los casos, de repugnancia, junto con el deseo inmediato de alejarse del afligido.
En un tiempo en Inglaterra acostumbraban declarar al leproso oficialmente muerto, y le confiscaban todas sus pertenencias. En otros países podían quemarle la casa al leproso, y a él lo obligaban a abandonar la comunidad. Aun hoy la actitud general para con la lepra es una de temor, misterio e ignorancia. En un país del Extremo Oriente, los médicos observan que aproximadamente 90 por ciento de los que han sido tratados con buen éxito optan por quedarse en la colonia debido al ostracismo del público. La expresión “lepra” por lo general causa tal antipatía en la mente del público que la enfermedad ahora se conoce por un nombre más aceptable, la enfermedad de Hansen.
Sin embargo, hay un círculo creciente de personas informadas, principalmente médicos y trabajadores sociales profesionales, así como pacientes, que ya no consideran que esta aflicción sea más odiosa que cualquier otra dolencia y que no es preciso que le impida a la víctima llevar una vida útil y satisfaciente. Los que usan la Biblia como autoridad y guía en la vida se compadecen sinceramente de los que sufren de esta enfermedad. Saben que no es una maldición de Dios, sino una manifestación de la imperfección humana que ha resultado de la desobediencia del primer hombre, Adán.—Juan 9:1-3; Rom. 5:12.
Efectos y extensión de la enfermedad
La lepra, o enfermedad de Hansen, está esparcida por toda la Tierra. Se le encuentra en todos los países de la América del Norte y del Sur con excepción de Chile. Hay un total de unos 400.000 casos en las Américas y aproximadamente 13.000.000 de casos por toda la Tierra. A fin de controlar la enfermedad es preciso tener muchos más médicos e instalaciones que los que existen hoy, aunque actualmente hay drogas y tratamientos disponibles que
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