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  • Muchos deciden divorciarse... ¿por qué?
    ¡Despertad! 1976 | 8 de julio
    • Muchos deciden divorciarse... ¿por qué?

      EN AÑOS recientes una enfermedad rara se ha esparcido a través de muchos países con una velocidad asombrosa. Las fuentes de noticias la llaman “Epidemia de divorcios,” “Fiebre de divorcio,” “Fiebre de ruptura.”

      Según las cifras para los Estados Unidos dadas a conocer por el Centro Nacional de Estadísticas de la Salud, los matrimonios aumentaron en un 26 por ciento entre 1965 y 1973. Sin embargo, los divorcios aumentaron de 470.000 en 1965 a 913.000 en 1973, un aumento del 90 por ciento. El año pasado la cifra aumentó a 970.000 divorcios. Se predijo que para fines de 1975 los divorcios en los Estados Unidos excederían a un millón por año. Eso es casi un divorcio por cada dos nuevos matrimonios.

      Esta “epidemia de divorcios” no está limitada a los Estados Unidos. A fines de 1973 el Journal de Oregón señaló que, según las cifras dadas por el gobierno, los divorcios en Egipto habían superado a los matrimonios por dos a uno durante 1970. Las cifras oficiales de Rusia, según un informe de la Prensa Asociada, indican que “una de cada cuatro parejas se divorcia, pero se cree que la proporción es realmente una de cada tres.” La gente de muchos otros países, como Italia, Portugal y Suecia, ha obtenido legislación que hace más fácil el obtener un divorcio.

      Divorcio en Portugal

      El 27 de mayo de 1975, Portugal promulgó una nueva ley de divorcio. Por primera vez en casi treinta y cinco años, las personas casadas por la Iglesia Católica Romana pueden obtener un divorcio en Portugal.

      Allá en 1940 el gobierno portugués y el Vaticano firmaron un concordato en el cual el gobierno accedía a incluir en sus leyes una cláusula que prohibiera el divorcio para cualquier persona casada por la Iglesia Católica. El resultado fue el Artículo 1790 del Código Civil, el cual declaró imposible el “disolver por divorcio los matrimonios católicos celebrados desde el 1 de agosto de 1940.”

      Esta ley impedía que los individuos casados por la Iglesia Católica obtuvieran un divorcio aun cuando sus cónyuges cometieran adulterio o escogieran hacer vida sexual con otro compañero o compañera. Pero más bien que mantener unidas a las parejas, el Artículo 1790 resultó en que miles de portugueses casados emprendieran arreglos consensuales con individuos que no eran sus cónyuges matrimoniales. Obviamente, los resultados de esas uniones fueron indeseables. Entre otras cosas, a los hijos que nacían de relaciones consensuales se les consideraba ilegítimos.

      La nueva ley de divorcio, N.° 261/75, abolió el Artículo 1790 del Código Civil anteriormente mencionado. En armonía con esto, “de ahora en adelante los matrimonios católicos podrán disolverse en los tribunales civiles, del mismo modo y sobre las mismas bases con que se pueden disolver los matrimonios civiles.”

      Algunas de las razones

      Una razón importante por la cual tantos consortes casados se apresuran a los tribunales de divorcio es la facilidad con la que se puede disolver un matrimonio. Algunos lugares de los Estados Unidos ahora tienen un arreglo de “sin culpa.” Si un matrimonio insiste en que sus diferencias son “irreconciliables,” su matrimonio puede ser disuelto rápidamente. Desde que California introdujo una ley de esa clase, el número de divorcios allí ha aumentado en un 25 por ciento. En Gran Bretaña como resultado de la liberalización de las leyes de divorcio la cantidad de disoluciones matrimoniales ha aumentado a más del doble en tan solo dos años y medio.

      La nueva ley de Portugal es un decreto muy liberal que no solo concede el divorcio sobre la base de adulterio, sino también sobre la base del consentimiento mutuo de ambos cónyuges. El Artículo 1778 del Código Civil portugués ahora declara que cualquier separación de facto que haya durado más de cinco años consecutivos constituye base para el divorcio. También es interesante el Artículo 1793 que permite convertir una separación legal en un divorcio por medio de una sencilla solicitud escrita presentada al tribunal.

      ¿Ha observado usted, además, cuán fácil es, en muchos lugares, contraer matrimonio? Como resultado, miles de adolescentes se han apresurado al matrimonio, solo para quedar desilusionados al enfrentarse a responsabilidades que no estaban preparados para asumir. Muchos buscan escapar por medio de los tribunales de divorcio.

      En años recientes ha habido un cambio en la actitud para con la moral y esto, en muchos casos, es otro factor que conduce al divorcio. En épocas pasadas la mayoría de la gente consideraba la actividad sexual extramarital como una violación de la ley de Dios. Hoy, sin embargo, aumenta el número de personas que no tienen escrúpulos en absoluto acerca de cometer adulterio.

      Otras razones para el divorcio que se citan frecuentemente son la insatisfacción sexual, las necesidades emocionales no satisfechas, disputas constantes, problemas con los suegros y abuso físico. A veces el divorcio hasta puede estar relacionado con la razón por la cual las personas se casaron en primer lugar. El escritor Sydney J. Harris señala:

      “Más jóvenes se casan por razones negativas que por razones positivas... y las razones negativas no son capaces de mantener unida ninguna relación. . . . Por ejemplo, más parejas se casan para escapar de algo que para entrar en algo. Se casan para escapar de la soledad, del temor, de la desesperación, de una vida de familia deprimente, de un sentimiento de inseguridad. Están huyendo de algo más bien que hacia algo. Muchos están tratando de escapar de sus propios sentimientos de aislamiento o falta de atención.”

      ¿Está usted pensando en casarse pronto? ¿Ha analizado sus razones para dar este paso, y está seguro de que está equipado para asumir las responsabilidades del matrimonio y de la paternidad o maternidad?

      Antes de optar por casarse, es sabio considerar los asuntos seriamente con su futuro cónyuge y buscar la guía de personas que han tenido mucha experiencia en un matrimonio feliz. Las Escrituras nos instan a pensar por anticipado en las cosas, diciendo: “Los planes del diligente seguramente propenden a ventaja, pero todo el que es apresurado seguramente se encamina a la carencia.”—Pro. 21:5.

      Sin embargo, a menudo el divorcio brota de una causa que quizás no se manifieste. ¿Cómo es eso?

      Deterioro de la comunicación

      La esposa de un maestro de colegio explica por qué se desarrolló un vacío en su vida:

      “El mundo [de mi esposo] comienza y termina en la escuela secundaria, y aunque a mí me interesa su trabajo y quiero compartir todo con él, descubrí poco después de nacer mi segunda hija que yo necesitaba conversación adulta. . . . Oh, por supuesto, cuando nos estamos haciendo el amor, siento una relación muy íntima con [mi esposo], pero el resto del tiempo me siento como si su mente estuviera en un libro de texto o en el aula y que yo solo soy un adorno animado en la casa.”

      El problema aquí era uno básico... falta de comunicación. Se halló que este problema encabezaba dos listas de cosas que causan dificultades matrimoniales. Cuando la comunicación se deteriora, también surgen otros problemas, como el de si se debe tener hijos y cómo educarlos. Y, según un estudio efectuado por la revista McCall’s, la clave de la confusión acerca de asuntos de dinero era una perturbadora falta de comunicación entre los cónyuges siempre que surgía el asunto del dinero. El principio en Proverbios 15:22 realmente es cierto con respecto al matrimonio: “Resultan frustrados los planes donde no hay habla confidencial.”

      La comunicación con el cónyuge de uno requiere más que meramente considerar los asuntos domésticos. Piense en su propio noviazgo. ¿No se aseguraban repetidamente usted y su prometida o prometido de su amor, aprecio y de cuánto se necesitaban mutuamente? ¡Por supuesto!

      Pero, ¿qué sucede después del casamiento? En muchos casos la comunicación de afecto entre los matrimonios cesa por completo. Esto puede tener consecuencias deplorables, según lo señala un artículo en el Sunday News de Nueva York: “Es una trivialidad común el que el esposo infiel sencillamente está sobreexcitado sexualmente. Pero eso no es cierto. El enfriamiento del amor y del afecto en el hogar envía a muchos más hombres a la infidelidad que los que se van debido a lujuria.” Lo mismo se puede decir de las mujeres cuyos esposos las privan del afecto.

      Sin embargo, puede ser que los problemas en el matrimonio brotan de una causa aun más básica. ¿Cuál es?

      “Todos quieren más”

      ¿Ha observado usted el creciente énfasis en el yo que impregna el pensamiento moderno? “Los matrimonios están sucumbiendo,” declara Erica Abeel en la revista New York, “porque nada menos que una relación perfecta les satisface. Nadie quiere avenirse o adaptarse... todos quieren más. El empuje por ‘más’ proviene mayormente de la psicoterapia. . . . Pero desafortunadamente para los matrimonios, ‘más’ a menudo significa más para mí en vez de más para nosotros. Y el concepto que la esposa tiene de ‘más’ puede ser muy diferente al de su esposo.” Concuerdan con esto los siguientes comentarios de Joseph Epstein, autor del libro Divorced in America (1974):

      “La terapia es la nueva religión y la terapia es el yo . . . ¿cómo me beneficia a mí? La nueva edad de psicología le dice a uno que cuide del Número Uno. Toda esa atención al yo es muy irritante y corroedora en un matrimonio.”

      El énfasis actual en el yo engaña a muchos cónyuges desprevenidos y los hace pensar que se están perdiendo lo mejor en satisfacción personal. Llegan a “aburrirse” de sus responsabilidades en el trabajo y en el hogar. Entonces surgen las exigencias de más satisfacción durante las relaciones sexuales, de “mayor realización” en todo. ¿Y qué sucede cuando no se satisfacen estas demandas?

      Se considera un acto valiente dirigirse a un tribunal de divorcios. “Para muchas personas,” explica un escritor en Atlantic, “el divorcio es una especie de título universitario, un punto de crecimiento y autoanálisis y cambio, un hacerle muecas al matrimonio.”

      ¿Sería el divorcio un “punto de crecimiento” para usted? O, ¿acaso hay un modo mejor de abordar sus problemas matrimoniales?

  • Esforzándose por mejorar el matrimonio
    ¡Despertad! 1976 | 8 de julio
    • Esforzándose por mejorar el matrimonio

      DE TODAS las relaciones entre adultos humanos, el matrimonio es la más estrecha. Cuando un esposo y una esposa se maltratan el uno al otro, a menudo la herida es profunda y duradera. Pudiera parecer que el divorcio es la única solución.

      Pero, seguramente usted convendrá en que el romper un matrimonio es asunto serio. ¿Realmente producirá el divorcio mayor felicidad? ¿O no sería mejor esforzarse por mejorar su matrimonio?

      Se necesita un punto de vista equilibrado

      Puede que el divorcio parezca ser un modo fácil de escapar de la molestia de los problemas maritales. Pero se necesita un punto de vista equilibrado, porque en muchos casos el divorcio solo ha empeorado los asuntos para los implicados. Psychology Today, para mayo de 1975, contenía los siguientes comentarios: “A pesar de todos los animados libros acerca del divorcio creativo, del divorcio sin culpa, de una mejor vida por medio del divorcio, las personas cuyos matrimonios fracasan son desdichadas.” La soledad es especialmente difícil para las personas divorciadas.

      ‘Pero, ¿por qué debería sentirse solitaria una persona divorciada?’ quizás pregunte uno. ‘¿No son populares en la actualidad las relaciones informales de parejas que viven juntas sin un compromiso formal del uno al otro?’ Pero, hay muchos individuos cuyas conciencias no los permiten entrar en esas relaciones promiscuas. Y aun si uno escogiera vivir de ese modo, ¿podría alguien que se enorgullece de ‘no implicarse’ satisfacer su necesidad de pertenecer a alguien? “El matrimonio llena una profunda necesidad de alimento y compromiso emocional,” señala un consejero matrimonial de Nueva York. “Eso no se halla en una relación informal.” ¿Hay la posibilidad de que el divorcio intensifique, más bien que solucione, sus problemas?

      Pero, ¿qué hay si una persona casada participara en relaciones sexuales con una persona que no fuera su cónyuge, quizás aun con un homosexual? Esto trae a colación una interesante consideración del divorcio que se halla en la Biblia.

      “¿Por toda suerte de motivo?”

      En el primer siglo de la E.C. hubo una controversia entre eruditos judíos en cuanto a cuáles eran las causas aceptables para el divorcio. El código de la ley judía conocido como la Mishnah conserva la siguiente tradición de aquel tiempo: “La Escuela de Shammai dice: Un hombre no puede divorciarse de su esposa a menos que haya hallado falta de castidad en ella . . . Y la Escuela de Hillel dice: [Él puede divorciarse de ella] aun si ella le echó a perder un plato . . . El R[abí] Akiba dice: Aun si él halló otra mejor parecida que ella.”

      En vista de estas opiniones diferentes, que se parecen a las opiniones que se sostienen en tiempos modernos, ciertos fariseos le preguntaron a Jesucristo: “¿Es lícito que un hombre se divorcie de su esposa por toda suerte de motivo?” (Mat. 19:3) Jesús contestó:

      “¿No leyeron que el que los creó desde el principio los hizo macho y hembra y dijo: ‘Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre y se adherirá a su esposa, y los dos serán una sola carne’? . . . Por lo tanto, lo que Dios ha unido bajo un yugo, no lo separe ningún hombre. Yo les digo que cualquiera que se divorcie de su esposa, a no ser por motivo de fornicación, y se case con otra comete adulterio.”—Mat. 19:4-6, 9.

      La palabra griega porneía, que aquí se traduce “fornicación,” incluye adulterio, homosexualidad y actos sexuales contranaturales. Por lo tanto, cuando esas cosas están envueltas, las Escrituras permiten que una persona se libre del cónyuge infiel y vuelva a casarse. Pero no hay una obligación bíblica de procurar un divorcio.

      Pero, ¿qué hay de una situación en la que alguien somete a su cónyuge a abuso físico, aunque no comete “fornicación”? Aquí es apropiado el consejo que se halla en 1 de Corintios 7:10, 11: “La esposa no debe irse de su esposo; pero si de hecho se fuera, que permanezca sin casarse o si no que se reconcilie con su esposo; y el esposo no debe dejar a su esposa.”

      Por eso, aunque la Palabra de Dios permite el divorcio por motivo de la “fornicación” y permite la separación, no anima a los matrimonios a separarse. Más bien, la admonición es la de esforzarse por mejorar el matrimonio, de ‘reconciliarse.’ Y la Biblia contiene principios sencillos que han ayudado a millares de esposos y esposas a mejorar sus matrimonios. Consideremos algunos de estos principios.

      Llegando a ser “una sola carne”

      Recordará que Jesús dijo de los esposos y esposas. “Ya no son dos, sino una sola carne.” (Mat. 19:6) Los cónyuges que funcionan como “uno” saben cómo piensa el otro y están de acuerdo sobre los asuntos. En otras palabras, se comunican. ¿Cómo puede usted hacer esto?

      ¿Sabía usted que frecuentemente las Escrituras presentan a Dios como “escuchando” y “prestando atención” a la gente, aun a sus quejas? (Gén. 21:17; Éxo. 2:23-25; Deu. 9:19; Sal. 69:33; Mal. 3:16) ¿Es usted un buen oyente? ¿Repite usted lo que dice su cónyuge, inquiriendo para asegurarse de que entiende lo que dice? El que uno verdaderamente escuche es muy diferente de solo inclinar la cabeza como atento a lo que se está diciendo e introducir un “oh” o “ah” a intervalos en la “conversación,” mientras que se concentra en otra cosa.

      Además hay la necesidad de comunicarse aprecio y amor el uno al otro. La Biblia habla favorablemente del intercambio de “expresiones de cariño” entre un pastor y su amada doncella sulamita. (Cant. de Cant. 1:2, 4; 4:10; 7:12) Una sonrisa amistosa de vez en cuando, un guiño afectuoso, una expresión de aprecio genuina como “qué bien luces hoy, querida,” pueden hacer mucho para mantener a un matrimonio sobre una base sólida.

      El principio de la jefatura amorosa

      Otro asunto que conduce a muchos matrimonios al tribunal de divorcio es la idea equivocada de lo que son los papeles respectivos del esposo y la esposa. Piense en cuántas disputas y peleas se podrían evitar si se aplicara el siguiente principio bíblico: “Que las esposas estén en sujeción a sus esposos como al Señor, porque el esposo es cabeza de su esposa.”—Efe. 5:22, 23.

      ¿Suena eso como un arreglo riguroso? Antes de contestar, considere lo que declaran las Escrituras a continuación: “Esposos, continúen amando a sus esposas . . . Los esposos deben estar amando a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa a sí mismo se ama, porque nadie jamás odió a su propia carne; antes bien la alimenta y la acaricia . . . Que cada uno de ustedes individualmente ame a su esposa así como se ama a sí mismo.”—Efe. 5:25, 28, 29, 33.

      El cabeza de familia amoroso le presta atención a la opinión de su esposa sobre los asuntos, comprendiendo que ella puede tener mayor habilidad que él en algunos asuntos. También le ‘asigna honra como a un vaso más débil’ físicamente, no esperando de su esposa más de lo que ella puede dar razonablemente. (1 Ped. 3:7) Esposa, si su esposo asumiera su responsabilidad como cabeza de familia y usted lo apoyara, ¿no mejoraría su matrimonio?

      Sin embargo, para que mejore el matrimonio, es preciso que el esposo y la esposa eviten una actitud que hoy se ha hecho popular. ¿Qué es?

      Probablemente usted habrá observado el énfasis que se pone hoy en la satisfacción personal. La publicación Physician’s World recalca: “Hoy día se nota un nivel de expectación mucho más elevado de parte de ambos cónyuges. Saben por los medios de comunicación que deben esperar retener su juventud, disfrutar de una posición de vida más elevada, y mantener sus apetitos sexuales. Es una crisis que a menudo termina en el divorcio.”

      La Biblia, en 1 de Corintios 10:24, insta a una disposición mental completamente opuesta: “Que cada uno siga buscando, no su propia ventaja, sino la de la otra persona.” Por ejemplo, con respecto a las relaciones sexuales las Escrituras aconsejan:

      “Que el esposo rinda a su esposa lo que le es debido; pero que la esposa haga lo mismo también a su esposo. La esposa no ejerce autoridad sobre su propio cuerpo, sino su esposo; así mismo, también, el esposo no ejerce autoridad sobre su propio cuerpo, sino su esposa No estén privándose de ello el uno al otro, a no ser de común acuerdo.”—1 Cor. 7:3-5.

      Si cada uno considerara la satisfacción de su cónyuge como más importante que la suya, ¿no mejoraría su matrimonio?

      Necesariamente reconocemos que muchas personas han luchado por años para hacer un éxito de su matrimonio, pero no han recibido cooperación de su cónyuge. ¿Es ésa la situación en que se halla?

      Si lo es, no se descorazone. Tome en serio la admonición de Gálatas 6:9: “No desistamos de hacer lo que es excelente, porque al debido tiempo segaremos si no nos rendimos.” A menudo un esposo o una esposa obstinado ha cambiado de actitud debido a la buena conducta de su cónyuge.—1 Ped. 3:1, 2.

      Pero aunque eso no suceda en su caso, no hay por qué pensar que sus buenos esfuerzos son en vano. El apóstol Pedro escribió: “Si alguno, por motivo de conciencia para con Dios, soporta cosas penosas y sufre injustamente, esto es algo que agrada.” (1 Ped. 2:19) El apegarse a los principios bíblicos bajo presión trae el favor de Dios, que es la cosa más importante que los cristianos pueden ‘segar.’

      ¿Quisiera usted esforzarse por mejorar su matrimonio? Los testigos de Jehová se alegrarán de conducir un estudio bíblico gratis con usted. Gustosamente le señalarán los principios inspirados por Dios que pueden hacer un éxito de su matrimonio.

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