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  • Una ‘pequeña fugitiva’ escapa de un tratamiento no deseado
    ¡Despertad! 1981 | 22 de febrero
    • Por fin la policía y los representantes de la Sociedad para el Auxilio de la Infancia estuvieron dispuestos a concordar en una tregua. El que se siguiera buscando extensamente a una niña de la cual se sabía públicamente que estaba en buena salud no podía menos que poner en ridículo a los que la buscaban.

      Un pediatra de Toronto examinó a Amy e informó que “no hay nada anormal.” “No está en ningún peligro, ni hay crisis.” Se hizo público el informe del médico, y se abandonó la orden que se había emitido para la detención de Amy.

      De nuevo se transmitieron las noticias por todo Canadá: “La pequeña Amy sale del escondrijo.” “Amy ‘no está en peligro’ y se suprime la búsqueda.”

      La fecha era el 14 de febrero. Después de tres semanas menos un día, Amy regresaba a casa. A medida que los Bryants volvían a poner en orden su vida, en los medios de información se ponderaba, como lo hacían muchas personas, la terrible injusticia que se le había impuesto a una familia amorosa, responsable, y a su inocente hijita.

      ¿Por qué sucedió?

      El 25 de febrero se envió a los medios de información del Canadá una historia de la Prensa Canadiense y un cuadro de Amy en que le brillaban los ojos y ella abrazaba afectuosamente a sus felices padres. El Record de Kitchener-Waterloo dio este encabezamiento a la historia: “La supervivencia de la pequeña que fue mantenida escondida hace que los médicos duden de las transfusiones.”

      La historia se basó en un artículo que salió un día antes en el Star de Toronto. Este tenía el encabezamiento: “Cirugía sin sangre: Una tendencia en contra de las transfusiones.” El artículo del Star preguntó: “¿Realmente ponen en peligro su propia vida y la vida de sus hijos los testigos de Jehová cuando rehúsan aceptar transfusiones de sangre? Aumenta la evidencia de que no están arriesgándose al grado que han creído la sociedad y los médicos.” Entonces, para probar su punto, el artículo citó a médicos de Toronto, Nueva York, Chicago, Michigan y California.

      La historia confirmó lo que el padre de Amy había dicho durante toda la experiencia, a saber: “Por lo que a nosotros se refiere, la sangre es mala medicina. . . . El Creador no la recomienda, y también hay muchos médicos que dudan de su utilidad.”

      Nunca hubiera acontecido la lamentable búsqueda de tres semanas si los médicos, la Sociedad para el Auxilio de la Infancia y el Acta de Ontario para la Protección de la Infancia, prescindiendo de lo bien intencionados que hayan sido, solo hubiesen respetado en primer lugar la posición de los Bryants, que estaba basada en datos al día. Pero, en vez de respetar la autoridad de los padres, los médicos y los funcionarios hicieron caso omiso de ella y recurrieron a una ley provincial que crea prejuicios contra los derechos de los padres si éstos están en desacuerdo con una opinión médica popular. Porque los padres estuvieron en desacuerdo con un médico —un especialista alquilado— un juez declaró que la hijita de ellos necesitaba “protección” y emitió la orden judicial sin celebrar una audiencia.

      ¡Felizmente, la pequeña Amy salió intacta de la experiencia, lo cual ilustra que las opiniones médicas, por sinceras que sean, no deberían emplearse como base para tácticas de alarma en un esfuerzo por usurpar la autoridad que los padres tienen sobre una pequeñita de dos años de edad!

      El abogado de Amy había declarado: “Cuando los médicos deciden ejercer el derecho y los jueces la medicina, lo único en que puede resultar esto es en dificultades.” Se pudiera haber evitado todo este desafortunado episodio si todos los que tuvieron que ver con él hubieran prestado atención al siguiente consejo equilibrado del difunto Dr. A. D. Kelly, anterior secretario de la Asociación Médica del Canadá:

      “Pacientes y padres tienen absoluto derecho a aceptar o rechazar el tratamiento que se les ofrezca. Ningún médico puede estar seguro de que una persona morirá si no recibe una transfusión, o de que vivirá si la recibe. . . . El principio es importante y está relacionado con la libertad de los ciudadanos. Lo mismo es cierto de cualquier otro tratamiento médico, y sea que tenga razón o no, la gente tiene derecho a decidir.”

      ¡“La gente tiene derecho a decidir”! ¡Qué cierto es eso, especialmente cuando el derecho que los padres ejercen está fundado en la ley perfecta de Dios!—Hech. 15:28, 29; Sal. 19:7, 9.

  • El arte de ser abuelos
    ¡Despertad! 1981 | 22 de febrero
    • El arte de ser abuelos

      CUANDO nuestro hijo llegó a ser padre, tuvo comienzo una nueva serie de relaciones, una que tenía que ver con padres e hijos... y no pasemos por alto a la abuela y el abuelo. El sabio dijo en Proverbios 17:6: “La corona de los ancianos son sus nietos; el orgullo de los hijos son sus padres.”—Versión Popular.

      Se podía ver la aplicación práctica de este texto bíblico en uno de los principales hospitales de maternidad de Sydney, Australia. El ascensor en el que volvimos a la planta baja estaba lleno de una interesante variedad de abuelos que claramente tenían la responsabilidad de cuidar de nietos en familias a las cuales les habían llegado nuevos miembros. La paciencia, la atención y el cariño, junto con las canas, identificaban a las abuelas y los abuelos. Hoy ellos tenían a su cargo los nietos, y era obvio que esto agradaba mucho a la mayoría de ellos.

      Pero el ser abuelo o abuela envuelve más que el cuidar a los niños de sus hijos de vez en cuando. Hay que tomar en cuenta la posición de los padres, así como el efecto de largo alcance que las palabras y acciones de los abuelos tendrán en los nietos. Como es cierto en el caso de todas las relaciones en esta época, las relaciones de los abuelos con el resto de la familia pueden estar acompañadas de problemas, peligros y, a veces, angustias. El ser abuelos respetados (pues no podemos ganar el amor a la fuerza) presenta un desafío.

      Consideremos juntos el arte de ser abuelos.

      ¿Qué hay del dar regalos?

      ¿Cuántas veces ha oído usted decir en tono despreocupado: “Oh, sus abuelos los tienen mimados”? Deseosos de participar de la felicidad que proviene de dar, a la mayoría de nosotros los que somos abuelos nos gusta dar regalos o juguetes a los niños, pero algunos lo hacemos con demasiada frecuencia. En los países más prósperos no es nada raro entrar en el cuarto de los nietos y hallar lo que parece una verdadera juguetería de juguetes mecánicos o muñecos felposos y hasta televisores

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