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  • Triunfo de la libertad de cultos
    ¡Despertad! 1978 | 8 de enero
    • solo la hepatitis puede transmitirse por medio de transfusiones, sino también muchas otras enfermedades, como la enfermedad de Chagas y el paludismo.”—Jornal do Brasil, 20 de sept. de 1976, pág. 4.

      P. Desde el punto de vista médico, ¿qué alternativas válidas ofrecen los testigos de Jehová en lugar de las transfusiones sanguíneas?

      R. Los testigos de Jehová están agradecidos a los científicos que descubrieron los llamados sustitutos de plasma, y también a los médicos dispuestos a usarlos, especialmente como ensanchadores de la sangre. Octávio Corrêa le dijo al cirujano que él permitiría el uso de ensanchadores del volumen de plasma, como la solución salina, el lactato de Ringer, Haemaccel, dextran, PVP y otros.

      No fanáticos, pero sí firmes

      Esta breve consideración subraya lo siguiente: Los testigos de Jehová no son fanáticos, pero sus creencias acerca del uso de la sangre están firmemente arraigadas en la Palabra infalible de Dios. Consideran que es absolutamente vital seguir su conciencia cristiana, entrenada por la Palabra divina, aun cuando su propia vida esté en peligro. Además, aprecian los esfuerzos de los cirujanos y científicos por prolongar la vida, siempre que estos esfuerzos no violen la obligación bíblica del cristiano de ‘abstenerse de la sangre.’—Hech. 15:20, 29.

      No obstante, los testigos de Jehová están firmemente resueltos a obedecer al Dios Todopoderoso y su Palabra. Por lo tanto, seguirán absteniéndose de la sangre. Además, perseverarán en sus esfuerzos por defender la libertad de cultos. Con este objeto, como verdaderos cristianos, los testigos de Jehová siguen el consejo bíblico de orar “respecto a reyes y a todos los que están en alto puesto; a fin de que sigamos llevando una vida tranquila y quieta con plena devoción piadosa y seriedad.”—1 Tim. 2:1-5.

  • Sentido común al pasear en bote
    ¡Despertad! 1978 | 8 de enero
    • Sentido común al pasear en bote

      Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Nueva Zelanda

      “DESAPARECE tras zozobrar el bote,” “Se pierde un hombre en el Estrecho Cook,” “Lancha policíaca salva yate,” “Mueren seis chicos buenos y un pueblo llora,” “Hombre rescatado después de 11 horas en agua sin chaqueta de salvamento,” “Se ahogan 14 en día de fiesta.”

      Estos titulares y otros parecidos salieron en los diarios de Auckland, Nueva Zelanda, en el período que empezó a mediados de diciembre de 1975 y terminó a mediados de enero de 1976. Todos se referían a tragedias individuales relacionadas con personas que usaban, por recreo, el mar y canales o aguas navegables de la isla del Norte de Nueva Zelanda.

      Informes como los citados serán repetidos tristemente cual eco alrededor de la Tierra, dondequiera que el hombre ponga en competencia su conocimiento, o falta de él, contra el mar, ya sea por placer o lucro.

      Aunque es cierto que la práctica de pasear en bote por puro placer ha alcanzado un nuevo máximo en años recientes, y por lo tanto ha atraído a muchos neófitos, debe notarse cuidadosamente que aun los barcos que pasan la inspección de las autoridades más estimables y que están tripulados por marinos profesionales capacitados siguen teniendo tremendas dificultades al enfrentarse a tempestades y otros peligros que a menudo resultan en pérdida de vidas.

      Ciudades a orillas de puertos, ríos y lagos

      Casi todas las grandes concentraciones de población se hallan situadas ya sea en puertos, o cerca de ríos o lagos. Auckland es una de esas ciudades y tiene una población de aproximadamente 800.000. Yace a través de un istmo entre dos grandes puertos, el que está al occidente da al mar de Tasmania y el otro, al este, proporciona entrada desde el océano Pacífico. Tan solo contando estas dos aguas navegables hay un litoral combinado de unos 610 kilómetros, mientras que otros puertos, ríos e islas y ensenadas abrigadas abundan dentro del fácil alcance de pequeñas embarcaciones. Estos alrededores, junto con un clima moderado, hacen de esta ciudad de Oceanía un lugar de mucha actividad acuática.

      No solo en esta zona, sino en toda Nueva Zelanda, con sus largos litorales y numerosos ríos y lagos, sigue aumentando el número de ahogamientos, pues no menos de 130 personas perdieron la vida así en 1975. El consejo sobre la seguridad en la navegación le ha rogado a la gente que ejerza mayor cuidado en el agua; y la Guarda de Costas Voluntaria de Nueva Zelanda recomendó que “probablemente la cosa de más importancia que uno pueda llevar consigo en un bote pequeño [es] un estado de temor sano.”

      “La práctica corriente de marinos,” o sentido común

      Por acuerdo internacional las naciones marítimas observan y siguen los “Reglamentos Internacionales para la Prevención de Choques en el Mar,” los cuales incorporan las luces y formas que se exige que lleven las embarcaciones así como también las “Reglas de Gobierno y Navegación” y señales de socorro o peligro. Puesto que en su primer párrafo las reglas declaran que las deben observar todas las embarcaciones en alta mar, y en las aguas unidas a ella, se desprende que cualquiera que piense alejar de las playas una embarcación de la descripción que sea debe por lo menos familiarizarse con el contenido de las reglas. Pero seguramente la regla más importante es la Núm. 2, que declara: “Nada de lo dicho en estas reglas exculpará a cualquier embarcación o a su dueño, amo o tripulación, de las consecuencias producidas por no cumplir con estas reglas o por no hacer caso de alguna precaución que las prácticas corrientes de marinos, o las circunstancias especiales del caso pudieran exigir.”

      Las palabras dominantes que definen “la práctica corriente de marinos” son el sentido común, nada más ni nada menos. El no ser exculpados, como se declara en la regla, pudiera significar la suspensión de la licencia o certificado, o hasta pudiera significar una multa o prisión. Algunas autoridades locales les imponen multas y penas a los aficionados dueños de botes de placer por las violaciones de reglamentos y estatutos. Pero, ¿qué se puede decir acerca del dueño de un bote que, por no observar “la práctica corriente de marinos,” y por descuido o por no hacer caso de las precauciones de sentido común, causa la pérdida de vida? Ciertamente su conciencia nunca lo exculparía, aunque la ley lo hiciera.

      Diez reglas básicas

      El folleto Ahoy Skipper publicado en Nueva Zelanda alista lo que llama las diez reglas áureas para seguridad en la navegación. Estas son (1) vigilar el tiempo, (2) no sobrecargar, (3) asegurarse de que se lleva el equipo necesario, incluso chaquetas de salvamento, (4) mantener su motor ciento por ciento seguro, (5) conocer los reglamentos y estatutos sobre choques,

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