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  • ¿Qué se puede hacer para salvar la Tierra?
    ¡Despertad! 1983 | 8 de febrero
    • Ellos constituyen “los gobernantes mundiales de esta oscuridad”, “las fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales”. (Efesios 6:12.)

      ¿Se ha preguntado usted por qué han dominado a la humanidad imperios seculares de gobernación política opresiva? Estos son obras de Satanás, “el dios de este sistema de cosas”, quien “ha cegado las mentes de los incrédulos” (2 Corintios 4:4). A estos sistemas gubernamentales se les describe en las Santas Escrituras como monstruosidades bestiales. Los demonios, dice la Biblia, pronuncian “expresiones inspiradas inmundas” mediante ellos. (Revelación 16:13, 14, 16; Daniel 8:20-22; Revelación 13.)

      Satanás también ha establecido sobre los reinos de la Tierra a una prostituta compuesta de la religión falsa, “Babilonia la Grande”. Ella también “ha venido a ser lugar de habitación de demonios”. (Revelación 17:5, 18; 18:2.)

      Para el tiempo del fin del mundo, la humanidad sufre grandes ayes “porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto período de tiempo”. (Revelación 12:12.)

      ¿Tiene usted una mejor explicación para los tiempos en que vivimos? Si la tiene, ¿cómo detendrán los hombres dicho derrotero catastrófico que conduce a la muerte? Digamos que pareciera que resolvieran este asunto con un despliegue momentáneo de “paz y seguridad”. ¿Qué anunciaría su proclamación de “paz y seguridad”? ¿Tranquilidad, o destrucción? (1 Tesalonicenses 5:3.)

      Si la Tierra ha de permanecer para que los mansos la hereden, entonces tiene que librarla de la ruina alguna ayuda externa... ajena a cualquier fuerza que opere en los hombres o en los demonios. Ningún parlamento político, ni consejo religioso, ni escuela de filosofía, ni ciencia, ni tecnología ofrece siquiera un solo destello de esperanza. Estas fuerzas humanas también son mísiles mortíferos, descaminados, contraproducentes para los que los lanzan, y acaban con cualquier esperanza de supervivencia dondequiera que caen.

      ¿A quién podemos acudir para salvar la Tierra? Tenemos que acudir a Aquel que la creó.

  • “No la creó en vano”
    ¡Despertad! 1983 | 8 de febrero
    • “No la creó en vano”

      ¿Será arruinada la Tierra en una guerra nuclear?

      UNA razón por la que los testigos de Jehová publican esta revista es para asegurar a sus lectores que el mundo no va a terminar en una catástrofe nuclear. No sabemos si una o más naciones usarán alguna vez sus bombas nucleares. Pero una catástrofe nuclear... no esperamos que suceda tal cosa. Eso arruinaría la Tierra. En tal caso quedaría arruinada la creación de Dios. Su Palabra nos dice positivamente: “No la creó en vano”. (Isaías 45:18, Reina-Valera.)

      Creemos que el Hijo de Dios hablaba en serio cuando dijo que los mansos heredarían la Tierra.

      Creemos que el Padre, Dios el Creador, la formó para ser habitada... en justicia.

      Mateo 5:5 e Isaías 45:18 expresan estas promesas con tanto énfasis que en 1981 los testigos de Jehová dedicaron casi 1.000.000 de horas cada día a efectuar visitas personales a la gente en más de 200 países para disipar el temor de millones de personas con estas promesas bíblicas.

      Cuando las personas pensadoras de hoy día se dan cuenta de cómo el hombre ha sojuzgado la Tierra, se estremecen. La “naturaleza” ya no es ama incuestionable del hombre. Ahora el hombre tiene en sus manos el destino de la vida. Se necesita proteger del hombre a la Tierra.

      El actual arruinamiento de la Tierra no es la manera como se suponía que el hombre la sojuzgara. Para dar al hombre un comienzo perfecto, para demostrar cómo el hombre habría de sojuzgar la Tierra, “procedió Jehová Dios a tomar al hombre y establecerlo en el jardín de Edén para que lo cultivase y lo cuidase”. (Génesis 2:15.)

      Es remunerador examinar detenidamente aquel comienzo maravilloso en el paraíso: En primer lugar, “procedió Jehová Dios a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida, y el hombre vino a ser alma viviente”. (Génesis 2:7.)

      Allí estaba el hombre ante su Creador, adulto y maduro fisiológicamente, pero sin experiencia ni educación. Dios también hizo a la mujer, plenamente desarrollada.

      Aquí estaba la forma superlativa de vida sobre la Tierra, destinada divinamente a llevar a cabo un propósito grandioso: “Hagamos un hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza, y tengan ellos en sujeción los peces del mar y las criaturas volátiles de los cielos y los animales domésticos y toda la tierra y todo animal moviente que se mueve sobre la tierra”. (Génesis 1:26.)

      Lógicamente, la educación comenzó con la Lección Número Uno: ‘El camino a la vida depende de la manera como respondan a lo que yo les enseño. He hecho todo con un propósito y según principios fijos. Les enseñaré todo lo que necesitan saber. No decidan en su fuero interno dirigir su paso. El camino que pudiera parecer recto desde su propio punto de vista lleva a la muerte’ (Salmo 36:9; Jeremías 10:23; Proverbios 3:5, 6). Todo el contenido de la Biblia prueba que esto era básicamente lo que el hombre y la mujer debieron haber discernido del simple mandato: “En cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo no debes comer de él, porque en el día que comas de él positivamente morirás”. (Génesis 2:17.)

      Prescindiendo de cuántos miles de millones de años haya estado girando la Tierra en el espacio; sin importar cuántos eones de tiempo haya dedicado Dios a preparar los procesos vitales de ésta, llegó el tiempo en que Él encargó al hombre el cuidado de la Tierra. Dios sabía que esta criatura sensible que poseía percepción y voluntad llegaría a ejercer, tarde o temprano, el mayor grado de poder sobre la creación terrestre. Pero ahora el hombre ha llegado a poseer ese poder con un propósito destructivo.

      Si usted fuera el creador de la Tierra, ¿qué haría? ¿La dejaría en manos de un mundo de hombres que creen que cierta forma de soberanía política es más importante que el bienestar de la creación de Dios?

      No tiene que ser un consejo prudente y firme de hombres bien intencionados quien decida lanzar bombas atómicas. Un dictador trastornado pudiera iniciar la acción. O un puñado de terroristas. O hasta pudiera ocurrir un accidente. En años recientes tres veces se ha dado aviso a las fuerzas armadas estadounidenses sobre una amenaza de ataque. En dos ocasiones se dio tal aviso a causa de una defectuosa pastilla de circuitos integrados de una computadora. En la otra ocasión alguien insertó equivocadamente al sistema de sonidos una cinta de prueba en la que se describía un ataque con mísiles... ¡esto asustó a los del Comando de Defensa Aérea estadounidense, pues pensaron que se trataba de un verdadero ataque!

      De modo que si usted fuera el creador de la Tierra, ¿la dejaría en manos de guardianes que dejaran el futuro de ésta a la casualidad ciega, precaria y frívola?

      Los hombres y las naciones son culpables ante el Dueño de la Tierra. Intencionalmente y con un propósito violento ponen al planeta en peligro de destrucción nuclear. El que aleguen que la intención de lanzar bombas nucleares es únicamente como ‘represalia defensiva’ no libra de culpa a ninguno de ellos. “Otro aspecto absurdo de la difícil situación nuclear es que mientras cada bando considera a la población del otro bando como víctimas inocentes de un gobierno injusto —observó Jonathan Schell, escritor para una revista— cada uno se propone castigar al otro gobierno aniquilando a la ya sufrida y oprimida población.” (The New Yorker, 8 de febrero de 1982.)

      Dios no permitirá el arruinamiento de la Tierra. Él lo impedirá. Lo hará aunque ello encolerice a toda nación en el planeta: “Las naciones se airaron, y vino tu propia ira, y el tiempo señalado [...] para causar la ruina de los que están arruinando la tierra”. (Revelación 11:18.)

      Puede que usted oiga a algunas personas mofarse de la aplicación de las profecías de Revelación a los tiempos modernos. Bueno, dejémoslas desafiar tal aplicación. Dejémoslas poner a prueba los asuntos. Pero tal como los hombres no pueden sobrevivir a una guerra nuclear total que ellos mismos desencadenen, tampoco pueden sobrevivir a “la guerra del gran día de Dios el Todopoderoso”. (Revelación 16:13, 14, 16.)

      Esa guerra quitará para siempre de la Tierra a los sistemas políticos bestiales junto con ‘los reyes de la tierra y sus ejércitos’. Cuando esa guerra termine, Satanás el Diablo será abismado. Será una guerra selectiva. Conservará vivos a los mansos de la Tierra. Ellos heredarán una Tierra limpiada, y no la escoria de una Tierra contaminada y llena de radiactividad. Sí, una Tierra que los mansos hermosearán bajo el justo nuevo orden gobernado desde el cielo. (Revelación 19:19–20:3; 7:9, 10, 13-17.)

      ¿Por qué están seguros los testigos de Jehová de que la Tierra no será arruinada por una catástrofe nuclear ni por ningún otro medio que el hombre posea? Porque a pesar de que en general los hijos de Adán han sojuzgado la Tierra de manera censurable, hay los que son mansos, enseñables y receptivos tocante a la manera de hacer las cosas desde el punto de vista del Creador. Están dispuestos a cumplir con el propósito divino de vivir en la Tierra y cuidarla en armonía con la voluntad de Dios. (Salmo 37:34.)

      [Comentario en la página 10]

      Creemos que el Hijo de Dios hablaba en serio cuando dijo que los mansos heredarían la Tierra

      [Comentario en la página 11]

      El actual arruinamiento de la Tierra no es la manera como se suponía que el hombre la sojuzgara

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