-
“Que el matrimonio sea honorable entre todos”La Atalaya 1951 | 1 de septiembre
-
-
dentro de la organización, porque esto obraría como levadura y tendería a fermentar toda la organización con impureza, hipocresía y pecado. Haría que la organización fuera odiosa a los ojos de las personas sinceras e impediría que vinieran estas personas ofendidas a la organización y que se salvaran. No podemos de una manera consistente lograr nuestra propia salvación y al mismo tiempo estorbar a otros que también la buscan, estorbándolos mediante nuestra conducta inmoral y vituperiosa que afecta a la organización de Dios. De modo que el juicio que Dios ahora está ejecutando es: “Quiten al hombre inicuo [que es como levadura de pecado] de entre ustedes.” (1 Cor. 5:1-13, NM) Si nosotros repudiamos a Dios por nuestra conducta, él nos repudiará a nosotros excomulgándonos. Hoy su juicio no se está moviendo lentamente, y la destrucción de los sucios no se adormece.
25. ¿Por qué debemos practicar la moralidad estando tan cerca del nuevo mundo?
25 Estamos ahora en el umbral del justo nuevo mundo. Concerniente a los que entran al gobierno divino de ese nuevo mundo está escrito: “Cualquier cosa que no es sagrada y cualquiera que se ocupa en cosa repugnante y en la mentira de ninguna manera entrará en él.” (Apo. 21:27, NM) Jehová Dios ahora está edificando una sociedad del nuevo mundo, y ésta tiene que vivir de acuerdo con las normas limpias y justas que existirán en su nuevo mundo. Únicamente los que se esfuerzan por vivir de acuerdo con ellas serán pasados por él a través de la “guerra del gran día de Dios el Todopoderoso” que él luchará contra este mundo sucio, y entrarán para vivir en el mundo limpio de después del Armagedón. No se autorizará allí la poligamia para que se lleve a cabo el mandato divino de “llenar la tierra” con una raza justa. No se permitirá inmoralidad de ninguna clase, y no habrá divorcio entre los que participarán en cumplir el mandato divino. Así como el diluvio del día de Noé extirpó las normas y prácticas inmorales del mundo antediluviano, la gran marea del Armagedón se llevará para siempre la corrupción moral de este mundo.
26. Entonces ¿cuál vemos que es nuestra obligación ahora?
26 Que nosotros veamos pues nuestra obligación ahora de “[luchar] vigorosamente por la fe que una vez para todo tiempo fué entregada a los santos” haciendo esto mediante el resistir toda infiltración de inmoralidad, incontinencia y mundanalidad en la organización teocrática por parte de personas que hoy son como Balaam y Jezabel. En el interés de lograr eso, la regla para nosotros es, “Que el matrimonio sea honorable entre todos, y el lecho conyugal sea sin corrupción.” Los esposos y las esposas vivirán en armonía con esta regla divina. Se esforzarán por honrar su matrimonio, dignificándolo de acuerdo con las normas ideales que la Palabra de Dios ha establecido para él.—Efe. 5:21-33, NM.
-
-
Juan el Bautista, precursor de JesúsLa Atalaya 1951 | 1 de septiembre
-
-
Juan el Bautista, precursor de Jesús
EL Profeta exacto de los acontecimientos, el Dios Todopoderoso, declaró más de 400 años antes del nacimiento de Juan el Bautista: “He aquí que os voy a enviar a Elías profeta, antes que venga el día grande y tremendo de Jehová.” (Mal. 4:5; Luc. 1:17) Y más de 700 años antes del nacimiento de Juan, Jehová anunció que éste parecido a Elías sería como “¡voz de uno que clama en el desierto: Preparad el camino de Jehová, enderezad en el yermo calzada para nuestro Dios!” (Isa. 40:3; Mat. 3:3) Por lo tanto no fué mera casualidad, o de acuerdo con los procesos naturales, que Juan el Bautista nació unos seis meses antes de Jesús. De hecho, el nacimiento de Juan fué tan milagroso como el del prometido hijo Isaac, porque sus padres, Zacarías y Elisabet, habían pasado la edad normal para producir hijos.—Luc. 1:18.
Aun antes de su concepción la comisión y obra y modo de vivir de Juan fueron ordenados y asignados por el ángel Gabriel por mandato de Dios. Había de efectuar grandes cosas en el servicio de Jehová, emprendería su obra en el espíritu y poder de Elías, y volvería a los desobedientes del camino de la muerte y los prepararía para aceptar a Cristo el Mesías. Había de ser nazareo, enteramente dedicado a Dios, y por esto se abstendría de vino y licor fermentado. Hasta su nombre Juan, significando “Jah es bondadoso”, fué escogido por el Señor. (Luc. 1:13-17; Núm. 6:2, 3) Como Samuel, desde su niñez fué consagrado al servicio glorioso del Dios Altísimo.—1 Sam. 1:11, 24-28.
Debido a tales asignaciones divinas, cuando fué circuncidado el niño al octavo día, su padre sacerdotal reveló bajo inspiración: “En cuanto a ti, niño, serás llamado profeta del Altísimo, porque harás obra precursora delante de Jehová para preparar sus caminos, para dar conocimiento de salvación a su pueblo mediante el perdón de sus pecados, debido a la tierna compasión de nuestro Dios.” (Luc. 1:76-78, NM) Este ministerio público iba a ser de gran importancia; todas las demás cosas en su vida eran de poca consecuencia. Por eso las Escrituras cubren los primeros treinta años de la vida de Juan en un solo versículo: “Y el niño siguió creciendo y fortaleciéndose en espíritu, y continuó en los desiertos hasta el día de mostrarse abiertamente a Israel.”—Luc. 1:80, NM.
LA “VOZ” EN EL DESIERTO EMPIEZA A OÍRSE
En el décimoquinto año del reinado de Tiberio César, cuando Poncio Pilato era el gobernador de Judea y Herodes Antipas gobernaba sobre el distrito de Galilea, Juan el que bautizaba apareció en el desierto con un mensaje alarmante: “Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado.” (Luc. 3:1, 2; Mar. 1:4; Mat. 3:2, NM) El populacho de todo el distrito rural fué despertado y agitado. Era un mensaje extraño en verdad, pero la sinceridad, convicción y fuerza con que habló este predicador Juan convencieron a vastas multitudes de personas honradas y sinceras de que era un hombre enviado de Dios, y era impulsado por el espíritu santo de Dios para dar un mensaje de alarma sumamente importante. Como profeta del Señor fué reconocido fácilmente por su vestido y devoción.—Mat. 3:4; Mar. 1:6.
La fama de este hombre se esparció como fuego de pradera, a tal grado que los sacerdotes y levitas venían de la capital en Jerusalén para saber de qué se trataba. ¿Arrepentirse? ¿Por qué, y de qué? ¿Quién era este hombre?, deseaban saber ellos. Juan explicó:
“Yo no soy el Cristo.” “Y ellos le preguntaron: ‘¿Qué, entonces? ¿Es usted Elías?’ Y él dijo: ‘No lo soy.’ ‘¿Es usted El Profeta?’ Y él contestó: ‘¡No!’ Por lo tanto le dijeron: ‘¿Quién es usted? Para que podamos contestar a los que nos enviaron. ¿Qué dice acerca de usted mismo?’ Él dijo: ‘Soy la voz de un hombre que clama en el desierto, “Enderecen la senda de Jehová,” tal como Isaías el profeta lo dijo.’ Ahora bien aquellos enviados eran de los fariseos. Por esto le interrogaron y le dijeron: ‘¿Por qué, pues, bautiza usted si usted mismo no es el Cristo ni Elías ni El Profeta?’”—Juan 1:20-25, NM.
Respecto a este último asunto de arrepentimiento y bautismo este testigo de Dios en el desierto dijo en sustancia: ‘Yo bautizo pecadores arrepentidos con agua, pero después de mí viene alguien
-