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Parábola del sembradorLa Atalaya 1951 | 1 de junio
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el fruto que ésta produce tiene que ser el testimonio o la testificación del Reino a otros. La semilla del Reino produce su propia clase en la predicación del Reino.—1 Cor. 15:36-38.
33. ¿Por qué tienen que producir este fruto las personas de la “tierra buena”?
33 Con el corazón la persona de la “tierra buena” recibe la semilla de la Palabra y la cree para justicia, pero es con la boca que ella hace denodadamente la declaración pública para salvación. Es de la abundancia del corazón que la boca es obligada a hablar. Habiendo sido favorecidos con recibir el mensaje del Reino en corazones rectos y buenos, es menester que nosotros ofrezcamos “siempre a Dios sacrificio de alabanza, esto es, el fruto de labios que públicamente declaran su nombre”. (Rom. 10:10; Mat. 12:34, 35; Heb. 13:15, NM) Por eso, cuando recibimos la semilla y ésta echa raíces en nosotros porque la retenemos y percibimos el sentido de la Palabra de Dios, se ha plantado en nosotros una comisión para predicar, y la tenemos que cumplir cabalmente para que otros oigan las noticias del Reino. Esa semilla de la Palabra de Dios no está muerta, sino que es una fuerza viviente. Tiene poder para traer a la superficie muchas habilidades y actividades para la predicación, resultando esto en que el gran Sembrador recoja una cosecha de proclamaciones del Reino. Por medio del espíritu y la Palabra divina que están en nosotros Dios crea el fruto de nuestros labios. (Isa. 57:19) El corazón de la “tierra buena” que tiene la semilla viviente sembrada en él siente una agitación profunda y pone en movimiento las cuerdas vocales y la lengua y los labios para que ‘prediquen la palabra’. El fruto que así se produce es prueba de que esa persona es de la clase de la “tierra buena” y que verdaderamente es un ministro de la Palabra de Dios. Porque produce frutos del Reino gana la aprobación del gran Sembrador y hace posible que el Sembrador esparza más semilla sobre otros oyentes. Así, por medio de sus seguidores él sigue sembrando la preciosa semilla.
PERSEVERANCIA PARA MAYOR PRODUCTIVIDAD
34, 35. (a) Como un labrador, ¿qué otras cualidades tenemos que ejercer? (b) ¿Cómo debemos ayudar a otras personas de la “tierra buena”?
34 Tenemos que ejercer perseverancia para poder producir frutos del Reino en alabanza a Dios, así como el labrador tiene que ejercer paciencia y manifestar buena perseverancia cuando cultiva el terreno y las plantas crecientes. Mientras que él trabaja, tiene que esperar que Dios haga crecer las cosas. “De esta manera el reino de Dios es igual como cuando un hombre esparce semilla sobre el terreno y duerme de noche y se levanta de día, y la semilla brota y crece alta, precisamente cómo, él no lo sabe. Por sí misma la tierra produce fruto gradualmente, primero el tallo de hierba, luego la espiga, finalmente el grano lleno en la espiga. Pero tan pronto como lo permite el fruto, él mete la hoz, porque el tiempo de la cosecha ha llegado.”—Mar. 4:26-29, NM.
35 El individuo tiene que confiar en Dios para que lo haga crecer hasta ser un predicador de la Palabra, cabalmente competente para presentar el mensaje en todo lugar y en cualquier circunstancia. Él prueba su confianza en Dios manifestando su perseverancia. En cambio, Dios aumenta el producto de la semilla de aquel que persevera para que esa semilla pueda esparcirse por medio de la predicación del Reino. “De toda manera nos recomendamos como ministros de Dios, por medio de aguantar mucho, por medio de tribulaciones,. . . por longanimidad, . . . por el habla verídica, por el poder de Dios.” No nos marchitamos ni nos apartamos por causa del sol ardiente de la persecución y tribulación. (2 Cor. 6:4-7, NM) Habiendo sido fortalecidos por el poder de Dios para poder aguantar y perseverar, nosotros tenemos que ayudar a otros a perseverar. Es sumamente necesario que nosotros ayudemos a otros personalmente, animándolos, orando por ellos, poniéndoles el ejemplo correcto, llevándolos con nosotros o acompañándolos en el servicio del campo predicando la Palabra. La organización visible de Dios está esforzándose por ayudar a todos los recibidores de la semilla a ser fructíferos hasta el límite de su productividad. Y por eso ella sigue promoviendo la obra de cultivación en aquéllos cuyos corazones son de la clase del terreno apropiado.
36. ¿Cómo se determina nuestro rendimiento, y por qué es que algunos producen treinta por uno?
36 Jesús indicó que habría una diferencia en cuanto a la productividad de la semilla entre aquellos con quienes se siembra la Palabra de Dios, algunos produciendo hasta ciento por uno. Dado que la cualidad del terreno y la cantidad de cultivación que recibe es lo que determina en gran manera la producción, la propia productividad de cada uno de nosotros puede determinarse hasta cierto grado por medio de tales cosas. Sin embargo, la persona que está produciendo sólo el treinta por uno está produciendo de una manera loable. Sus oportunidades quizás estén limitadas debido a encarcelación, destierro, aislamiento, restricciones causadas por la clandestinidad, y por estar encerrado por causa de enfermedad, debilidad o vejez. Pero tiene un corazón recto y bueno, y por esto es sincero y celoso y se esfuerza altruístamente. Por esto el rendimiento de la publicación del reino que él hace mediante la palabra hablada o por la página impresa es bueno.
37. ¿Cómo producen otros sesenta por uno?
37 La producción de sesenta por uno denota mayores oportunidades y el aprovechamiento correspondiente. Los que responden a la invitación para entrar al servicio de tiempo cabal o al servicio de precursor entran a mayores privilegios y gozan mayores oportunidades que el publicador de compañía. Tienen una esfera de acción más amplia y mayores posibilidades. Tienen que obrar de acuerdo con éstas. Por supuesto, el tiempo que estamos en la verdad y el vivir nosotros activamente hasta la vejez, como sucedió en el caso de los apóstoles Pablo y Juan, puede dar lugar para más producción. Pero tenemos que hacer más que solamente haber dedicado un período de tiempo al servicio de Dios. Tenemos que colmarlo de esfuerzos y actividad positivos para poder superar el rendimiento de treinta por uno.
38. ¿Qué denota la producción de ciento por uno, y cómo nos esforzamos por lograrla?
38 Un rendimiento de ciento por uno es algo sobresaliente. Pero en el caso de nosotros que somos ministros imperfectos, nunca podría esto denotar la perfección de servicio. Denota que estamos tratando de asirnos cabalmente de todas las oportunidades que se presentan o a las cuales nos podemos abrir el paso. Tenemos que cuidar alertamente para que no haya ninguna intrusión de espinos o ansiedades del mundo, amor por el dinero y placeres. Entre los apóstoles de Jesús, Pablo, durante su vida, había ‘trabajado más que todos ellos’. (1 Cor. 15:10, NM) Esto no significa que debemos hacer comparaciones entre nosotros, para inflarnos con orgullo o para hacer excusas por nuestra producción limitada. Ese no sería un curso sabio para nosotros. Pero sí podemos fijarnos con gozo en los aumentos distintos que Dios proporciona en el caso de éste y en el caso de aquél, y podemos estudiar las razones de esto para provecho nuestro. Todos tenemos campo para aumentar nuestra productividad. Ninguno de nosotros podrá jamás ser igual al gran Sembrador en producir fruto a Dios. Los cristianos que siembran la Palabra escasamente, cosecharán escasamente. Pero en cuanto a los que se gastan celosamente, Dios hará que abunden con la justicia que viene por esparcir su Palabra que da vida. (2 Cor. 9:6-12; Sal. 112:9) La producción de fruto a ciento por uno es una meta que merece todos nuestros esfuerzos.
39. ¿Por qué nos regocijamos de una manera especial debido a la productividad de la clase de la “tierra buena” hoy, y qué significa para todos los que son fructíferos?
39 Alce sus ojos, mire hacia el oriente y hacia el occidente, hacia el norte y hacia el sur, y fíjese usted como los fieles testigos del Dios Altísimo están produciendo fruto como “tierra buena” a treinta por uno, sesenta por uno, y a cien por uno, tanto detrás de la “cortina de hierro” de las dictaduras totalitarias como también fuera de ella. ¡Qué regocijo ha de tener el gran Sembrador! Nosotros también nos regocijamos con él de una manera especial por cuanto esto resulta en una alabanza al Dios vivo y verdadero que siempre sigue aumentando. Dijo el gran Sembrador: “Mi Padre es glorificado en esto, que ustedes sigan produciendo mucho fruto y muestren ser mis discípulos,” (Juan 15:8, NM) Nuestro Padre celestial se regocija al vernos fructíferos. Le da gusto, por lo tanto, concedernos vida eterna en el nuevo mundo. Para conseguir esa vida nosotros que somos recibidores de su Palabra tenemos que ser fructíferos ahora antes del Armagedón. Pero no solamente la vida de nosotros mismos en el nuevo mundo está implicada en nuestra productividad. Por medio de nuestra producción de fruto Jehová Dios también tiene el gusto de conceder vida a otros sobre quienes él esparce semilla por medio de nosotros y que también llegan a ser fructíferos copiosamente para la gloria y vindicación de Dios. Aunque la batalla venidera del Armagedón va a extirpar y desarraigar toda planta impía que no fué sembrada por nuestro Padre celestial, no destruirá los frutos preciosos de nuestra justicia en predicar su Palabra y adelantar los intereses de su reino mediante Cristo. ¡Ah, pues, durante el tiempo que queda antes del Armagedón nosotros deseamos que Él siga cultivándonos como sus ministros y que renueve nuestros poderes para perseverar y producir más fruto para la vindicación de él y para nuestra propia vida eterna en su nuevo mundo! “El que tiene oídos, escuche.”—Mat. 13:9, NM.
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La bendita familia de DiosLa Atalaya 1951 | 1 de junio
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La bendita familia de Dios
LA SANTIDAD de la familia humana está siendo violada, burlada y escarnecida como nunca antes. Los padres son infieles a los hijos. Los hijos son desobedientes a los padres. Las relaciones matrimoniales son inseguras. Los hogares se destruyen debido a separaciones y divorcios. Como resultado las esperanzas para paz y seguridad son echadas por tierra y se desvanece la condición gozosa de amor, gozo y prosperidad. La pena, el chasco y el desaliento ensombrecen a muchos hogares hoy en día. En vista de tales condiciones terribles es bueno considerar el destino bendito de la familia grande y feliz de Dios sobre la cual Jehová mismo preside como Cabeza y Padre. Aunque el enemigo afuera los ataca por todos lados, la bendita familia de Dios se mantiene unida en el vínculo perfecto de paz y unidad.
No hay nadie en todo el universo, en milenios pasados o en las interminables edades venideras, que se compare con el Padre celestial. Es el único cuyo nombre es Jehová. Un Dios de propósito es él. Desde la eternidad hasta la eternidad, sin principio y sin fin, esta gran Primera Causa es el Creador del cielo y la tierra y todas las cosas en ellos, visibles e invisibles, animadas e inanimadas. La misma vida de sus hijos depende de esta Fuente de Vida. Ellos son el barro; él es el Alfarero. Su gloria y majestad son ilimitadas; sus cualidades, supremamente perfectas; su personalidad,
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