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    La Atalaya 1952 | 15 de diciembre
    • que sean imitadores de aquellos que por medio de la fe y la paciencia heredan las promesas. Porque . . . después que Abrahán hubo manifestado paciencia, él obtuvo esta promesa.”—Heb. 6:11-15, NW.

      Abrahán tenía 75 años cuando Dios primero le llamó. Tenía alrededor de 125 años cuando Dios confirmó su promesa a él con un juramento debido a que Abrahán estaba dispuesto a ofrecer su hijo amado Isaac, que en ese tiempo tenía unos 25 años. Y luego Abrahán viajó por esa tierra como extranjero por otros cincuenta años, para morir a la edad de 175 años. ¿Hemos nosotros perseverado en el servicio de Dios por 100 años?—Gén. 22:1-18; Sal. 105:9-15; Heb. 11:8-19.

      El discípulo Santiago también nos presenta ejemplos de aguante. “Hermanos, tomen como dechado de sufrir el mal y ejercer la paciencia a los profetas, que hablaron en el nombre de Jehová. ¡Miren! nosotros pronunciamos felices a los que han manifestado aguante. Ustedes han oído del aguante de Job y se han dado cuenta del resultado que dió Jehová, que Jehová es muy tierno en afección y compasivo.” (Sant. 5:10, 11, NW) No sólo con propósitos históricos se nos dió el registro de esos fieles, sino para que algunos en este siglo veinte también fueran ayudados a apoyar la soberanía de Jehová. Si aguantamos como ellos lo hicieron, nosotros también podemos ser considerados “felices”.

      Ni pasaríamos por alto el ejemplo que el apóstol Pablo nos dió. Él no buscó una liberación temprana del ministerio debido a los trabajos y experiencias penosas. Él no se retiró pensionado, sino que siguió aun cuando fué anciano. (File. 9) Él desempeñó los deberes de un apóstol con “todo aguante, y mediante señales y maravillas y poderosas obras”.—2 Cor. 12:12, NW.

      Ninguna dificultad fué demasiado grande para que Pablo la aguantara por causa del ministerio. “De ningún modo estamos dando causa alguna para tropiezo, para que no se halle falta en nuestro ministerio; sino de toda manera nos recomendamos como ministros de Dios, por aguante de mucho, por tribulaciones, por casos de necesidad, por dificultades, por golpizas, por prisiones, por desórdenes, por trabajos, por desvelos, por veces sin alimento, por pureza, por conocimiento, por longanimidad, por bondad, por espíritu santo, por amor libre de hipocresía, por el habla verídica, por el poder de Dios; por medio de las armas de justicia para ofensiva y defensiva, por medio de gloria y deshonra, por medio de mal informe y buen informe; como engañadores y sin embargo veraces, como siendo desconocidos y sin embargo siendo reconocidos, como muriendo y empero, ¡miren! vivimos, como disciplinados y empero no entregados a la muerte, como afligidos pero siempre regocijándonos, como pobres pero enriqueciendo a muchos, como no teniendo nada y sin embargo poseyendo todas las cosas.” (2 Cor. 6:3-10, NW) ¿Hemos aguantado tantas cosas como Pablo?

      OTRAS AYUDAS PARA EL AGUANTE

      En ocasiones de fatiga quizás preguntemos, ¿Cómo nos levantaremos y duraremos en esta prueba de aguante? ¿Cómo? Amando a Dios con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerza, así es cómo. Si tenemos amor lo manifestaremos guardando sus mandamientos. Porque “el amor es sufrido y servicial. . . . Soporta todas las cosas, cree todas las cosas, tiene esperanza en todas las cosas, aguanta todas las cosas. El amor nunca se acaba”. (1 Cor. 13:4, 7, 8; 1 Juan 5:3, NW) A menos que sea por amor que aguantamos, nuestro aguante no sólo será de corta duración sino que no valdrá para con Dios. Pero si es por amor que soportamos las aflicciones y cargas, podremos continuar, y no sólo continuaremos, sino que tendrá el efecto de profundizar nuestro amor para con Dios.

      El amor a Dios nos ayudará a evitar los lazos a que el amor al dinero nos conducirá, lo cual haría imposible que perseveráramos en la verdad. “Porque el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales, y esforzándose para lograr este amor algunos han sido desviados de la fe y se han acribillado con muchos dolores. Por otra parte, tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas. Pero sigue tras la justicia, la devoción piadosa, la fe, el amor, el aguante, mansedumbre de disposición.”—1 Tim. 6:10, 11, NW.

      Además, el conocimiento de la verdad y el espíritu santo nos darán fuerza para aguantar. Una persona que tiene conocimiento de Jehová Dios y del gran punto en cuestión concerniente a su nombre y soberanía es fuerte. Nos sirve como una fuente de fortaleza secreta el saber por causa de quién tenemos el privilegio de aguantar dificultades ·y persecución. “Andar dignos de Jehová a fin de agradarle plenamente según van llevando fruto en toda buena obra y aumentando en el conocimiento acertado de Dios, siendo hechos poderosos con todo poder al grado de su fuerza gloriosa para que puedan aguantar plenamente y ser sufridos con gozo.” (Col. 1:10, 11, NW) Y teniendo el espíritu santo de Dios sobre nosotros para compensar nuestras debilidades somos hechos todavía más fuertes al mantenernos en el servicio de Dios con la correcta actitud mental.

      Otra ayuda para el aguante es el gozo. “El gozo de Jehová os da esfuerzo.” (Neh. 8:10) Cualquier cosa que se sufra por causa de traer honra al nombre de Dios y sostener su causa es razón de gozo. Por eso leemos que los apóstoles, después que fueron golpeados, “salieron de delante del Sinedrio, regocijándose porque habían sido tenidos por dignos de ser afrentados por causa de su nombre.” Su regocijo tanto contrarrestó el sufrimiento y la vergüenza que sin interrupción continuaron enseñando y predicando las buenas nuevas. (Hech. 5:40-42, NW) Podemos hacer lo mismo si no fijamos la mente en los sufrimientos físicos y el pesar mental de los reproches sino más bien en las razones por las que debemos estar gozosos.

      La esperanza es otro factor que nos ayudará a aguantar. Sin duda es debido a que nuestra esperanza nos da fortaleza para aguantar que el Diablo ha hecho que su mundo la ridiculice tanto. Esta esperanza desempeña una parte importante hacia nuestra salvación al fin, porque nos mantiene fieles a nuestro curso de servir a Jehová y nos hace cobrar ánimo en medio de las aflicciones. El tener esta esperanza nos ayuda a aguantar y, a la inversa, el aguantar fortalece nuestra esperanza. (Rom. 15:4) “Porque nosotros fuimos salvados en esta esperanza; pero esperanza que se ve no es esperanza, porque cuando un hombre ve una cosa, ¿la espera? Pero si esperamos lo que no vemos, seguimos esperándolo con aguante.”—Rom. 8:24, 25, NW.

      Debido a esta esperanza podremos aguantar la persecución. El mundo se maravilla de la manera en que los testigos de Jehová parecen “prosperar con la persecución”. Eso se debe a que el mundo no entiende o aprecia lo que el apóstol Pablo llama a nuestra atención en Romanos 5:2-5 (NW): “Regocijémonos, basados en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo eso, sino que regocijémonos mientras estemos en tribulaciones, dado que sabemos que la tribulación produce aguante; el aguante, a su vez, una condición aprobada; la condición aprobada, a su vez, esperanza, y la esperanza no conduce a la desilusión; porque el amor de Dios ha sido derramado dentro de nuestro corazón por medio del espíritu santo que nos fué dado.”

      Para aguantar también se requiere dominio propio. Tenemos que mantenernos en línea como buenos soldados de Cristo Jesús. Los hombres que se esfuerzan por obtener recompensas transitorias ejercen dominio propio; cuánto más debemos ejercerlo nosotros que tenemos como meta el premio de la vida eterna. (1 Cor. 9:25) Que el dominio propio y el aguante van juntos para adquirir esa devoción piadosa que nos asegurará la aprobación de Dios y la salvación consiguiente es evidente de las palabras del apóstol Pedro: “Por esta misma razón, mediante el contribuir ustedes correspondientemente todo esfuerzo concienzudo, proporcionen a su fe virtud, a su virtud conocimiento, a su conocimiento dominio propio, a su dominio propio aguante, a su aguante devoción piadosa.”—2 Ped. 1:5, 6, NW.

      La parábola del sembrador dió énfasis a otra necesidad o requisito para nuestro aguante, el de fe y la correcta condición de corazón. La semilla que cayó sobre la capa peñascosa o terreno pedregoso se secó cuando el calor le pegó. Igualmente, si nuestro corazón es pedregoso, es decir, egoísta y le falta fe, no podremos aguantar el calor de la persecución. Por eso Pablo nos amonesta: “Tengan cuidado, hermanos, no sea que se desarrolle en alguno de ustedes un corazón inicuo falto de fe por apartarse del Dios vivo.” (Heb. 3:12, NW) Luego Pablo continúa manifestando cómo nuestro corazón puede endurecerse por el poder engañoso del pecado.

      En contraste directo con esa clase de corazón está la clase de corazón de “tierra buena” que retiene la verdad y produce “fruto con aguante”, algunos a treinta por uno, algunos a sesenta por uno y algunos a ciento por uno.—Luc. 8:15; Mar. 4:20, NW.

      FRUTOS DEL AGUANTE

      Nunca debemos pensar que es una pérdida de tiempo soportar la prueba de aguante, porque mientras continuamos y soportamos cosas que nos prueban se efectúan cambios en nosotros; y si sufrimos estas pruebas con el correcto estado de ánimo y corazón, el cambio será favorable, resultando en la aprobación de Dios. Por lo tanto es algo por lo cual estar contentos, no tristes. “Considérenlo todo gozo, mis hermanos,” escribe Santiago, “cuando se encuentren frente a diferentes pruebas, sabiendo como ustedes lo saben que esta cualidad probada de su fe produce aguante. Pero que el aguante tenga completa su obra, para que sean cabales e íntegros en todo respecto, sin ser deficientes en nada.”—Sant. 1:2-4, NW.

      De esas palabras de Santiago es evidente que la prueba de aguante no terminará rápidamente sino que tendremos prueba tras prueba que siempre nos harán ejercer las cualidades correctas y despertarán nuevas en nosotros, mientras nos apoyamos fuertemente en Dios para sabiduría y dirección. Pero mediante el continuar así obtendremos una experiencia en muchos aspectos y un entendimiento cabal de cómo enfrentarnos a las cosas y somos madurados y perfeccionados en obediencia y en confianza en Dios. Al hacerlo así demostraremos nuestra confiabilidad ante Dios y vendremos a estar entre aquellos de cuya integridad Jehová puede estar seguro por toda la eternidad. Si apreciamos ese hecho no retrocederemos frente a pruebas de aguante sino que consistentemente entraremos en ellas con todo lo que tenemos, confiados de que con el apoyo de Dios podemos salir victoriosos.

      También hay otra razón vital para aguantar—esto sirve para la salvación de otros, tanto en que predicamos las buenas nuevas de salvación a otros como en que nosotros mismos ponemos un ejemplo en la constancia. Como Pablo lo expresó: “Por este motivo sigo aguantando todas las cosas por causa de los escogidos, para que ellos, también, obtengan la salvación que hay en unión con Cristo Jesús.”—1 Tim. 4:16; 2 Tim. 2:10, NW.

      Viendo, entonces, que otros están en posición de sacar provecho de nuestro aguante constante en el servicio de Dios, estamos bajo la obligación adicional de seguir adelante, sin nunca volver atrás. Si volvemos atrás no nos ayudaremos a nosotros mismos ni a nadie más a la salvación. Pero mediante el continuar en el servicio de Jehová como sus ministros, a pesar de lo que tengamos que afrontar o soportar, nos mantenemos en línea para la salvación así como también ayudamos a otros en el camino a la salvación, mediante nuestra predicación a ellos y mediante nuestro ejemplo.—2 Tes. 1:4.

      La promesa de Dios de vida eterna en su nuevo mundo es segura. Las muchas bendiciones de servir a Dios al tiempo presente las tenemos con nosotros. El hecho de que la obra de predicar las buenas nuevas se extienda un poco más de lo que en un tiempo pensamos no debe disminuir nuestro celo y entusiasmo. De modo que, hasta que veamos a los carros de guerra de Jehová ponerse en acción contra la organización visible de Satanás y la hagan lamer el polvo de la derrota, que no haya una vuelta atrás de nuestra parte, sino más bien aguante fiel en nuestros puestos de servicio—para la vindicación del nombre de Jehová, para la salvación de otros, para nuestra propia salvación.—Isa. 21:8, 9.

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1952 | 15 de diciembre
    • Preguntas de los lectores

      ● 1 Corintios 7:14 (Mod) dice que el cónyuge incrédulo es santificado por el cónyuge creyente, y también los hijos de esa unión. La Atalaya ha manifestado que tales hijos quizás sean preservados a través del Armagedón debido al mérito de familia resultante del padre creyente. ¿Significa también que tal mérito de familia hará que el cónyuge incrédulo sea salvado en el Armagedón, o precisamente qué bien le resulta a tal cónyuge?—L. R., Idaho.

      El matrimonio es una institución divina, puesto que Dios la estableció. Él ha prescrito ciertas reglas relativas a deberes de esposa y esposo, y el cónyuge creyente será especialmente diligente en tratar el matrimonio como sagrado cumpliendo con los requisitos divinos. El creyente diligentemente hace esto como si fuera para el Señor Dios, a quien está dedicado a servir. Cuando uno de los cónyuges se dedica a Dios, entonces el otro, siendo de una sola carne con el dedicado, es afectado, ya que este cónyuge trata con el otro desde un nuevo punto de vista. Pablo estaba escribiendo a cristianos a quienes Dios había santificado como miembros del cuerpo de Cristo. (1 Cor. 6:11; 12:27, NW) El santificado ciertamente le es de provecho al otro, porque esto querrá decir que habrá una oportunidad especial para que éste aprenda de Dios y Cristo y posiblemente entre a una condición santificada él mismo. Hasta que lo hace, él es “santificado en relación con” su cónyuge.—NW.

      Es semejante al tiempo de Sodoma precisamente antes de ser destruída. Se hizo posible que los dos hombres paganos que se habían casado con las hijas de Lot recibieran consideración especial. Ellos estuvieron en posición de ser preservados por causa de su matrimonio con mujeres dispuestas hacia lo justo. Pero se mofaron de la amonestación. (Gén. 19:14) Perecieron. Rechazaron el mérito que les daba oportunidad especial; éste no efectuó su preservación puesto que rehusaron escuchar la amonestación de Dios. Así será ahora en el caso de un cónyuge incrédulo. Él tiene ventajas especiales, pero si éstas son rechazadas él morirá en el Armagedón. Es mayor de edad y responsable por sí mismo, no como los niños irresponsables que se consideran santos debido al padre santificado que les ha enseñado la verdad al grado de su capacidad mental.

      De modo que el cónyuge creyente sólo puede ser diligente en cumplir con todas las obligaciones matrimoniales, testificar al cónyuge si quiere escuchar, vivir una vida cristiana limpia que mediante acción y buena conducta recomendará la verdad, y enseñar a los niños la verdad. El apóstol Pedro instó a seguir en este curso cuando les dijo lo siguiente a mujeres creyentes casadas con hombres que “no son obedientes a la palabra”, o que no estaban en la verdad: “De la misma manera, ustedes esposas, sométanse a sus propios esposos, para que, si algunos no son obedientes a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, por haber sido testigos oculares de su conducta casta junto con profundo respeto. Y que no sea su adorno el de trenzados externos del pelo ni el de ponerse ornamentos de oro ni el usar prendas

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