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Una nación aguarda la liberaciónLa Atalaya 1965 | 15 de junio
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pero los que leen la Palabra de Dios y han visto el cumplimiento de muchos de su propósitos exactamente a tiempo saben que la Babilonia Mayor igualmente caerá a su desolación completa en el futuro muy cercano, y que no es su deber usar ninguna fuerza de armas o armas carnales para efectuarlo, sino que esto lo harán Jehová y sus fuerzas celestiales invisibles, para Su propia honra. Babilonia la Grande será desolada para siempre, así como lo fue la Babilonia antigua, que ahora no es nada más que una ruina desolada. Entonces la adoración pura llenará la Tierra, y el dominio de Jesucristo, el Ciro Mayor, significará liberación completa para todos los que se deleitan en su reino. Discusiones adicionales de las profecías de Isaías y Jeremías sobre Babilonia se publicarán en números subsecuentes.—Rev. 18:21.
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El Concilio del Vaticano reafirma “la realidad del infierno”La Atalaya 1965 | 15 de junio
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El Concilio del Vaticano reafirma “la realidad del infierno”
EL INFIERNO no es un tema popular. Por eso los teólogos y clérigos en general lo pasan por alto. Así, un prominente predicador protestante de la ciudad de Nueva York declaró en su libro Heaven and Hell (Cielo e infierno) que ese asunto no había sido el tema de un sermón en unos sesenta años en su iglesia, una de las más grandes de esa ciudad.
Aparentemente a causa de esta renuencia por parte del clero a predicar en cuanto al infierno como un lugar de tormento eterno, el II Concilio del Vaticano, en su tercera sesión, se sintió obligado a reafirmar la creencia católica romana en la realidad del infierno como lugar de tormento eterno. Así, un despacho de la Prensa Unida Internacional informó: “El Concilio Ecuménico . . . en cuatro votaciones casi unánimes aprobó un texto que requiere estar conscientes diariamente del futuro de la iglesia en el cielo. El texto, que será el Capítulo 7 de un tratado sobre la iglesia, fue enmendado para reafirmar la realidad del infierno como el lugar de castigo eterno por los pecados.”—Democrat and Chronicle, Rochester, Nueva York, 20 de octubre de 1964.
Solo una semana después el Times de Nueva York informó que un prelado del Concilio había dicho adicionalmente sobre este tema: “Muchos millones de personas no entienden cómo se puede esperar que Dios el Padre condene a un individuo al infierno por toda la eternidad por tal cosa como comer carne los viernes, poniendo así a tal individuo en la misma categoría de un ateo adúltero. La mentalidad responsable de tal legislación parece ser más legalista que genuinamente religiosa y hace a la Iglesia un hazmerreír.” Observe, sin embargo, que el prelado no se opone a la enseñanza del tormento eterno, sino solo en cuanto a qué merecería tal castigo.
Y, ¿exactamente qué es la “realidad del infierno”? Aunque hay algún desacuerdo entre los teólogos católicos romanos en cuanto a la naturaleza del sufrimiento en el infierno, convienen en que es intenso y que es para siempre, para una eternidad. En cuanto a la naturaleza del sufrimiento, un prominente vocero de la Iglesia Católica Romana en los Estados Unidos dice: “La gente en el infierno está perdida completamente y sin esperanza . . . Tiene que seguir llevando una vida completamente frustrada y miserable. Parecería casi imposible el que algo pudiera agregarse a sufrimiento con el cual son afligidos los perdidos en virtud de haber perdido a Dios. Es por mucho el peor lado del cuadro de lo que significa ser un alma perdida. . . . Nuestro Señor repetidamente escogió la palabra ‘fuego’ para describir la causa del sufrimiento en el infierno. La Iglesia Católica siempre ha visto en Sus palabras la expresión de un fuego verdadero que afectaría las almas perdidas y las haría sentir dolor semejante al que sentimos ahora cuando somos quemados por el fuego. . . . El fuego del infierno [sin embargo] nunca se apaga, no da luz y no destruye.”—What Happens After Death, consejo supremo, Caballeros de Colón.
¿QUÉ ENSEÑA LA BIBLIA?
¿Qué hay en cuanto a toda esta enseñanza concerniente a un infierno ardiente literal en el que los pecadores serán atormentados eternamente? ¿Enseña la Biblia tal doctrina?
¡No! En el principio Dios advirtió a Adán que, “el día en que comieres de él [el árbol del conocimiento del bien y del mal], morirás sin remedio,” no que recibiría tormento eterno. Y cuando el hombre desobedeció, Dios no cambió esa ley ex post facto, después de haberse cometido el delito, sino que dijo a Adán: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra; pues de ella fuiste tomado. Polvo eres y al polvo volverás.” Dios no le dijo a Adán que iría a un infierno ardiente, sino que regresaría al suelo.—Gén. 2:17; 3:19.a
Porque Adán había pecado voluntariosa e inexcusablemente, mediante el cual pecado acarreó la muerte a la entera raza humana, Adán fue devuelto—¿adónde? ¿Al tormento eterno? ¡Por supuesto que no! Sino adonde había estado antes de ser creado. Y, ¿dónde estuvo Adán antes de ser creado? En una condición de inexistencia, como el polvo sin vida del suelo. Por eso, si iba a ser devuelto adonde estuvo antes, ¿dónde estaría? ¿En un infierno ardiente, sufriendo conscientemente tormento indescriptible? No, sino en una condición de inexistencia. En otras palabras, Adán fue destruido cuando murió. Esto está en armonía con las palabras del salmista: “Yahvé conserva a todos los que le aman, y extermina a todos los inicuos.” Cuando Adán pecó deliberadamente fue señalado para ser exterminado por Dios, y al fin de 930 años de vida murió.—Sal. 144:20 (Sal. 145:20, Mod).
Razonemos sobre el tema. La Biblia nos dice que la vida es una dádiva de Dios. Y no contrasta la vida en el cielo con la vida en el infierno, sino la vida y la ausencia de la vida, la muerte: “Yo invoco hoy por testigos contra vosotros el cielo y la tierra, poniendo ante ti la vida y la muerte.” (Deu. 30:19) Al ser creado y al haber recibido el aliento de vida, Adán recibió la dádiva de la vida. Pero en virtud de no haberla apreciado, como se muestra por sus hechos, Dios se la quitó.
Es perfectamente justo y razonable que un dador ponga determinadas condiciones a una dádiva, y la condición que Dios puso a la dádiva de la vida fue la obediencia. No fue una condición irrazonable o injusta. Puesto que Adán no guardó esa condición, Dios tomó de vuelta su dádiva de la vida, resultando esto en la muerte de Adán y Eva. En cuanto a su prole, puesto que los padres no podían transmitir a sus hijos lo que ellos mismos no tenían, éstos nacieron con una herencia del pecado que conduce a la muerte. Todo esto está en armonía con la regla: “El salario del pecado es la muerte”—no tormento eterno; “la gracia de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”—Rom. 6:23.
Este principio se discierne en las leyes de Dios a Israel. El castigo más severo por algún crimen era la muerte mediante lapidación, lo cual era comparativamente misericordioso, ya que una piedra en la cabeza bastaba para que quedara inconsciente el condenado a muerte. Después de la muerte el cuerpo podía ser colgado en un árbol como advertencia, o, en el caso de un
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