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  • ¿Puede surgir por casualidad la vida?
    La Atalaya 1978 | 1 de diciembre
    • la acción.) Ahora una pala monstruosa se mete en la pila de millones de ladrillos rojos y azules y saca varios centenares de miles de ladrillos, y, ¡por casualidad, cada uno de ellos es un ladrillo rojo! Del mismo modo, por casualidad, cada uno de los centenares de miles de aminoácidos, y a veces millones, que forman un organismo viviente unicelular tiene que ser “zurdo,” aunque se saca de una mezcla que contiene otros millones de aminoácidos que son “derechos.”

      Cuarto escollo: No basta con conseguir la clase correcta de aminoácidos en cantidad suficiente. Cada una de las 20 diferentes clases de aminoácidos tiene que conectar en la cadena proteínica en la secuencia correcta. Si un solo aminoácido está fuera de lugar, el organismo puede resultar baldado o muerto. De modo que la enorme pala no solamente tiene que sacar todos los ladrillos rojos, ¡sino que también tiene que dejar caer cada uno de ellos en su lugar apropiado!

      Quinto escollo: La membrana celular se forma de tejido membranoso. Los evolucionistas teorizan que una película de agua alrededor de una acumulación de proteínas llegó a ser una membrana, o que glóbulos grasosos envolvieron unas proteínas y llegaron a ser una membrana celular. La membrana es extremadamente compleja, compuesta de azúcar, proteína y moléculas de grasa, y determina qué sustancias pueden entrar o no pueden entrar y salir de la célula. No se comprenden con claridad todas sus complejidades. Bernal dice, en The Origin of Life (El origen de la vida): “Lo que nos falta todavía, como ya se ha mencionado, es un modelo plausible para el origen de las grasas.” (Página 145) Sin las grasas no podría haber membrana; sin la membrana, no habría organismos vivientes.

      LAS IMPOSIBILIDADES NO LOS DETIENEN

      Hay literalmente miles de escollos para la teoría evolucionista, en su camino desde una atmósfera primitiva, bombardeada por rayos o radiación, hasta el organismo unicelular que pudiera reproducirse. Todo científico competente sabe esto. Sabe que las muchas suposiciones o especulaciones que se presentan para evadir estos escollos son inadecuadas. Las leyes que gobiernan la energía y la materia declaran imposible la generación espontánea de la vida. Las leyes matemáticas de probabilidad condenan su posibilidad.

      El más sencillo organismo conocido dotado de reproducción (la especie H39 de micoplasma) tiene 625 proteínas con un promedio de 400 aminoácidos cada una. Sin embargo, algunos alegan que, teóricamente, pudiera bastar con 124 de tales proteínas. ¿Qué probabilidades hay de que una de estas proteínas de 400 aminoácidos “zurdos” se formara de una mezcla de aminoácidos “derechos” y “zurdos”? Una probabilidad en 10⁠120 (1 seguido de 120 ceros).

      Sin embargo, para esta célula no existente se necesitan 124 proteínas. ¿Qué probabilidades hay de formar espontáneamente esa cantidad de proteínas, todas de moléculas “zurdas”? Una probabilidad en 10⁠14.880. Pero estos aminoácidos no se pueden atar de cualquier manera que se quiera; tienen que estar en la debida secuencia. Para conseguir estas 124 proteínas, con un promedio de 400 aminoácidos “zurdos” cada una, con los ácidos en la secuencia u orden correcto, las probabilidades son de 1 en 10⁠79.360. ¡Si fuéramos a escribir este último número en forma completa (1 seguido de 79.360 ceros), necesitaríamos unas 20 páginas de esta revista para hacerlo! El Dr. Emil Borel, una autoridad en probabilidades, dice que si hay menos de 1 probabilidad en 10⁠50 de que algo suceda, nunca sucede, sin importar cuánto tiempo se permita. Y ese número se pudiera escribir en menos de dos de estas líneas.

      Evolucionistas prominentes conocen los problemas. Algunos tratan de empujarlos al espacio sideral. El astrónomo británico sir Fred Hoyle dijo que ‘las teorías terrestres existentes sobre el origen de la vida dejan mucho que desear, por sólidas razones químicas,’ y que ‘la vida no se originó en la Tierra misma, sino, más bien, en cometas.’ Otros aprietan los dientes y creen a pesar de la falta de prueba. El biólogo Dr. George Wald, ganador del premio Nobel, declaró: “Basta con que uno contemple la magnitud de esta tarea para que admita que la generación espontánea de un organismo viviente es imposible. Sin embargo, aquí estamos... como resultado, creo, de generación espontánea.” Por su propia admisión, él cree en lo imposible. Esta clase de razonamiento se puede comparar con la de un biólogo anterior, D. H. Watson, quien dijo que la evolución ‘se aceptaba universalmente, no porque pudiera ser probada mediante evidencia lógica coherente como verdad, sino porque la única otra posibilidad, la de creación especial, era claramente increíble.’

      ¿ES USTED CRÉDULO, O LÓGICO?

      Puesto que no tienen otro fundamento, los que escriben acerca de la evolución se rebajan a emplear la tiranía de la autoridad: ‘Todo científico de importancia cree en ella; ningún biólogo de reputación la duda; las personas informadas no la ponen en tela de juicio; toda persona inteligente la acepta; solo los que tienen prejuicio religioso la rechazan; ha sido probada más veces de las necesarias; ahora no se necesita más prueba.’ Así sigue el ejercicio de presión y el lavado de cerebros.

      Sin embargo, usted debe hacer su propia investigación. Entonces, tome su propia decisión. Su vida puede depender de su decisión. Y considere esto: Usted pudiera saltar de un edificio de 20 pisos. Precisamente antes de que se estrellara en la calle, una tremenda y súbita ráfaga pudiera arrebatarlo y ponerlo de nuevo encima del edificio. ¿Le parece probable eso? Habría muy poca probabilidad de ello. No cuente con eso. ¡Pero la probabilidad de eso es mucho mayor que la de que un organismo vivo se formara espontáneamente! ¡No cuente con eso tampoco!

      La Biblia dice en Salmo 36:9: “Contigo [Dios] está la fuente de la vida.” Es credulidad creer que la vida surgió por casualidad. Es lógico creer que fue creada por un Dios inteligente, como lo muestra el artículo siguiente.

  • “Se perciben por medio de las cosas hechas”
    La Atalaya 1978 | 1 de diciembre
    • “Se perciben por medio de las cosas hechas”

      Si toscos instrumentos de piedra prueban la existencia de un diseñador, ¿no es con mucho más vigor que las criaturas vivientes de intrincado diseño declaran la existencia de un Creador sabio y poderoso?

      SI EN una montaña hay un desprendimiento de rocas, al pie de ésta esperamos ver una acumulación desordenada de grandes piedras. No podríamos creer a nuestros ojos si todas las piedras grandes al detenerse hubieran formado una hermosa casa de material rocoso... porque una casa exige diseño y trabajo con propósito. Y no hay diseño sin diseñador, ni trabajo que refleje propósito sin un trabajador inteligente. Esto concuerda con la declaración de la Biblia en Hebreos 3:4: “Toda casa es construida por alguien.”

      Un científico excava en los escombros de la tierra y halla una piedra redonda, oblonga, que es suave y tiene una acanaladura alrededor, en el medio de la piedra. El científico no lo duda: un hombre primitivo dio a la piedra la forma que tiene. Queda convencido de que la piedra en un tiempo estuvo atada a un palo por medio de una tira de cuero y fue usada como martillo o como arma. De manera similar, halla una piedra plana con una orilla cortante y está seguro de que un hombre de la “edad de piedra” le dio forma para usarla como cuchillo o raspador. O puede ser que un pedacito de pedernal agudo que tenga la forma de una punta de flecha lo convenza de que el hombre diseñó esto para usarlo al extremo de una flecha o de una lanza. El científico concluye que estas cosas con propósito, diseñadas, no son producto de la casualidad.

      La obra refleja al trabajador. Estos instrumentos y armas son toscos. Por eso, se considera primitivos a sus hacedores, porque los antropoides no hacen armas, y las del hombre moderno son de diseño ingenioso. De modo que el científico coloca al hombre que hizo los artículos de piedra en una edad de piedra, y supone que su apariencia y potencia cerebral debe estar en algún lugar entre el antropoide y el hombre moderno. Por eso, se pinta mentalmente la figura de un peludo hombre-mono, de hombros encorvados, poca frente,

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