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¿Qué se debe esperar?¡Despertad! 1974 | 22 de enero
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Pero si la Biblia es verdad, entonces no deberíamos hallar ningún cambio de un género de Génesis en otro. Debería haber gran variedad dentro de los géneros básicos, pero brechas insalvables entre los géneros básicos. Esto debería ser cierto en las cosas vivas y en el registro de los fósiles. También debería ser imposible que los experimentos salvaran estas brechas entre los géneros básicos.
Si la evolución es verdad, debería haber evidencia de los comienzos de estructuras nuevas en las cosas vivientes. Debería haber una abundancia de brazos, piernas, alas, ojos y otros órganos y huesos en desarrollo. Esto debería ser cierto en el registro de los fósiles y aun en algunas cosas vivientes en la actualidad. Por lo menos debería haber algunas estructuras parcialmente desarrolladas en alguna parte.
Además, si la evolución es verdad, debería haber evidencia de que la vida puede llegar a existir por sí misma, espontáneamente, sin ninguna ayuda externa. De hecho, debía ser más fácil con ayuda exterior, como en experimentos de humanos inteligentes que usan un equipo complejo. Pero si la Biblia es la verdad, entonces, aparte de la creación o del procedimiento divinamente arreglado de la reproducción, sería imposible que la vida, o las criaturas vivíparas llegaran a existir, sea por accidente o con la ayuda del hombre; la Biblia dice que solo con Dios está la fuente de la vida.—Sal. 36:9.
Puesto que se dice que la evolución comenzó con la conversión de sustancias químicas inanimadas en organismos unicelulares, éste sería un lugar lógico para comenzar a examinar la evidencia. Después de todas las muchas décadas de experimentos intensivos y de acumular conocimiento acerca de la célula, ¿qué han revelado los hechos?
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Lo que nos dice la célula¡Despertad! 1974 | 22 de enero
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Lo que nos dice la célula
PARA que la evolución haya sucedido, las sustancias químicas inanimadas tuvieron que reunirse para formar una célula viva. El científico Isaac Asimov, en The Wellsprings of Life, dice que se llevó a cabo de esta manera:
“Érase una vez, hace mucho tiempo, tal vez hace dos mil quinientos millones de años, bajo un sol mortífero, que en un océano impregnado de amoníaco y cubierto de una atmósfera venenosa, en medio de un caldo de moléculas orgánicas, llegó a existir por casualidad una molécula de ácido nucleico que de alguna manera podía producir otra igual que ella... ¡y de ahí en adelante proseguiría todo lo demás!”
Pero, ¿se ha observado alguna vez que algo así ocurriera “accidentalmente”? De hecho, ¿han podido alguna vez los científicos más competentes hacer que suceda?
Lo que muestra la evidencia
El libro Introduction to Geology declara: “Jamás se ha podido observar un caso de generación espontánea.” Esa es la sencilla realidad. Nunca en la historia ha observado alguien que una célula viva se formara “accidentalmente” de las sustancias químicas inanimadas.
Los científicos ni siquiera pueden hacer que esto suceda en sus mejores y más modernos laboratorios. Es verdad que han producido algunos compuestos que contienen carbono, pero éstos están lejos, muy lejos de ser una célula viva que pueda reproducirse. La publicación The Cell admite que esos experimentos “realmente no explican cómo surgió la vida de la materia inanimada.”
En vista de estos hechos, el ingeniero químico M. S. Keringthan escribe lo siguiente al Globe & Mail de Toronto:
“Calculo que una ameba [un animal unicelular] consiste de unos 100 cuatrillones de átomos, principalmente de carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, con indicios de otros, como fósforo, calcio y azufre. Todos éstos estarían en compuestos que no se descomponen fácilmente.
“Los evolucionistas dicen, de hecho, que esta cantidad de átomos, en la proporción correcta, se encontraron accidentalmente, se separaron de los compuestos existentes, y se reagruparon para formar una ameba viva. . . .
“¿Se forman las amebas de esta manera? ¿Podemos poner las sustancias químicas en un tubo de ensayo y hacer una ameba? La respuesta es no, por lo cual es incorrecto decir que sucedió en el pasado. . . . La hipótesis de la evolución se derrumba en cuanto al origen de la vida; se necesita otra explicación para la creación de la vida.”
Además, ha asombrado a los científicos el descubrir exactamente cuán complicada es una célula viviente. El evolucionista F. Salisbury de la Universidad del Estado de Utah dice: “Ahora sabemos que la célula misma es mucho más compleja de lo que nos habíamos imaginado.” Él calcula que el núcleo de una célula en el cuerpo humano “contiene alrededor de 109 pedacitos de información genética. Estos, escritos en un tipo de tamaño normal, llenarían alrededor de 1.000 tomos encuadernados de tamaño normal.”
Un conocimiento más ampliado de la célula ha revelado que las muchas partes que contiene están envueltas en complejas funciones interrelacionadas. A menos que todas estas funciones se lleven a cabo al mismo tiempo, sería imposible que la célula continuara viviendo. Es por eso que Salisbury dice: “Es como si todo tuviera que suceder a la vez: el entero sistema tiene que llegar a existir como una unidad. o si no sería inservible.” Puesto que es obvio que tal cosa no sucede por accidente y que el hombre no puede lograrla, se lamenta: “Quizás haya salidas para este dilema, pero por el momento no las veo.”
El naturalista Joseph Wood Krutch hizo esta interesante observación acerca del asunto:
“Se ha desperdiciado mucha tinta acerca del ‘eslabón perdido’ entre los [monos] y el [hombre]. Pero eso no es nada en comparación con todos los eslabones que faltan —si es que existieron del todo— entre la ameba y esa primera partícula de materia apenas viviente . . .
“La diferencia entre lo animado y lo inanimado, la discontinuidad de lo que vive y de lo que no vive, permanece absoluta.”
El libro The Cell dice también: “De muchas maneras, la aparición de células biológicas en un mundo desolado y hostil es mucho más improbable que el subsecuente desarrollo de las células primitivas en dinosauros y primates. . . . la esencial cuestión científica de cómo comenzó la vida permanece sin solución.”
Así es que las sustancias químicas inanimadas no producen “accidentalmente” células vivas que se reproducen. Ni siquiera pueden los humanos inteligentes hacer que estas produzcan células. Los animales unicelulares como la ameba en la actualidad llegan a existir solo de una ameba que ya existe... sí, “según su género.” Nunca se ha observado una excepción a esto.
Por lo tanto, en el asunto de la aparición de las células vivas, cuando ponemos a un lado las “conjeturas,” ¿a cuál cree usted que apoya la evidencia en realidad... a la Biblia o a la evolución?
En ascenso desde la célula
Los evolucionistas dicen que el siguiente paso fue que los ‘sencillos’ organismos unicelulares tales como la ameba se desarrollaran en organismos multicelulares. Pero, ¿hay alguna evidencia de un aumento gradual de complejidad entre esas formas de vida? El libro Earth’s Most Challenging Mysteries dice:
“No hay formas en transición de 2 células o 3 células de protozoos [animales unicelulares] a metazoos [animales multicelulares]. Sin embargo toda la estructura de la evolución se derrumba si no se puede salvar este eslabón vital.”
No ha sido salvado. No hay registro de que animales unicelulares se conviertan en animales bicelulares o tricelulares. Hay, en cambio, una enorme brecha entre el protozoario unicelular al más bajo de los metazoos multicelulares. Y no hay evidencia alguna de que los protozoos se conviertan en metazoos.
Es de interés, también, el hecho de que hoy día esas formas de vida permanecen exactamente como son. Ninguna de estas formas ‘sencillas’ de vida demuestran algún deseo de ‘mejorar.’ Nunca se esfuerzan por ascender para llegar a ser formas más complejas. ¿Qué justificación hay, entonces, para decir que sucedió de esa manera en el pasado?
La respetada publicación Science, al comentar acerca de un libro que propuso una teoría de la evolución primitiva de formas unicelulares a formas multicelulares, dijo que la explicación del libro pertenecía a la “fantasía científica.” Citamos: “El modo en que se originaron los animales multicelulares y si este paso ocurrió una o más veces y de una o más maneras siguen siendo cuestiones difíciles y siempre debatibles que quizás sean, como dijo John Corliss, ‘en el último análisis, absolutamente incontestables.’”
“Absolutamente incontestables” y “fantasía científica” desde el punto de vista de la evolución, cierto. Pero, ¿qué hay si examinamos la evidencia tal como es, aparte de las “conjeturas”? Los hechos armonizan exactamente con lo que esperaríamos del relato bíblico. Muestran que las formas de vida unicelulares, y las formas de vida multicelulares fueron creadas separadamente y entonces se multiplicaron “según sus géneros.”
Debería aparecer una complejidad creciente
Además, ese aumento en la complejidad, según la evolución debería aparecer de otra manera, en la misma estructura de la célula. Deberíamos esperar hallar que algún patrón o diseño refleje esto a medida que las células continuaban su ‘ascenso.’
Los núcleos de las células vivas contienen los cuerpos que transmiten los rasgos de la herencia. Estos cuerpos se llaman cromosomas. Si la evolución es verdad, entonces sería lógico esperar un aumento ordenado de los cromosomas a medida que la vida se hace más compleja.
Con respecto a este asunto, el profesor Moore de la Universidad Estatal de Michigan, relata:
“Como profesor de clases que enseña conceptos evolucionarios a estudiantes inteligentes que trabajan independientemente, frecuentemente se me ha mostrado diferentes listas de números de cromosomas de una variedad de autores de libros de texto. . . .
“Mis estudiantes razonando independientemente formularon la cuestión o el problema: Si los animales cambiaron de las llamadas formas simples a formas complejas multicelulares (e hicieron surgir el mismo pensamiento con respecto a las plantas), entonces, ¿hay algún patrón de aumento en el número de cromosomas?”
¿Lo hay? Bueno, los humanos tienen 46 cromosomas en las células del cuerpo. Entonces seguramente las plantas y los animales menos complejos deberían tener menos. ¡Pero hallamos que, entre otros, el ratón tiene 48, la mofeta listada 50, el mono cebú 54, la vaca 60 y el burro 62! ¡Hasta la humilde papa tiene 48, y el algodón 52! ¡Y el protozoario unicelular llamado aulacanta tiene 1.600 cromosomas!
Así es que no hay un patrón de aumento en el número de cromosomas como el que uno esperaría si la evolución fuera verdad. En vez de eso, lo que hallamos es que cada grupo de cosas vivientes tiene su propia estructura de cromosomas, y permanece de esa manera. Eso es lo que esperaríamos hallar si cada género fue creado separadamente, con sus propias características, y no estuviera relacionado a otros géneros.
[Ilustración de la página 10]
Una ameba puede consistir de unos 100 cuatrillones de átomos. ¿Pudiera esta cantidad de átomos, en la proporción correcta, encontrarse accidentalmente y agruparse para formar una ameba viva?
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¿Cómo se efectúa?¡Despertad! 1974 | 22 de enero
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¿Cómo se efectúa?
OTRO problema al que hay que hacer frente es éste: si la evolución es verdad, ¿cómo se efectúa? ¿Qué hace que las cosas vivas cambien tanto que plantas y animales unicelulares se transformen en formas de vida cada vez más elevadas?
Los evolucionistas dicen que los responsables son los cambios dentro del núcleo de la célula. Creen que los principales mecanismos implicados son los genes, los segmentos de los cromosomas que transmiten los caracteres hereditarios.
Estos cambios en los genes se llaman mutaciones. Se dice que éstas son responsables de la producción de características nuevas, y la razón por la que las formas de vida unicelulares pudieron evolucionar en ascenso hasta el hombre. El profesor P. Koller, genetista británico, declara: “Las mutaciones proveen variedad, y por esta razón, son necesarias para el progreso evolucionario.”
¿Producen algo NUEVO?
Pero, ¿verdaderamente producen estos cambios, las mutaciones, características nuevas? No, no lo hacen. Como lo señala el profesor Moore: “Cualquier mutación de un gen resulta en solo la alteración de rasgos que ya existían o se conocían.” Cada mutación de un gen es solo una variación de un rasgo que ya existía. Proveen variedad, pero nada completamente nuevo.
Por ejemplo, las mutaciones genéticas quizás cambien el color, la textura o el largo del cabello de una persona. Pero el cabello siempre será cabello. Nunca se convertirá en plumas. La mano de una persona quizás cambie debido a las mutaciones, pero siempre será una mano, no el ala de un pájaro. Lo que es más, esos cambios solo varían dentro de cierta esfera, alrededor de un término medio central. Ilustremos: la gente puede crecer hasta 2,10 metros de altura (watusis) o 1,20 metros de altura (pigmeos). Unos pocos pasan de 2,10 metros (la Biblia se refiere a un hombre de esa clase... Goliat, que medía 2,88 metros) y unos cuantos enanos tienen menos de 1,20 metros. Pero las mutaciones nunca harán que la gente crezca a 6 metros de alto o a solo 15 centímetros de alto. La mayoría variará en torno del promedio central de 1,50 a 1,80 metros.
Además, las variaciones debido a las mutaciones por lo general son muy pequeñas, y nunca resultan en características totalmente diferentes. Es por eso que el autor de Darwin Retried relata lo siguiente acerca del muy respetado genetista, el difunto Richard Goldschmidt: “Después de observar las mutaciones en las moscas de los
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