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‘Recomendándonos como ministros de Dios’La Atalaya 1972 | 15 de septiembre
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el segundo piso de un hotel viejo en el distrito de comercio, y aquí nos alojamos durante los cinco años que estuvimos en Bucaramanga. Empezamos a celebrar reuniones de la congregación cristiana aquí también. Al poco tiempo tuvimos que pedir una habitación adyacente en la cual vivir para que pudiéramos usar la habitación grande exclusivamente para las reuniones. En ocasiones especiales llenábamos ambas habitaciones y hasta teníamos a algunos sentados en las escaleras.
Alrededor del año 1955, yo, Finda, encontré a una mujer en la predicación de puerta en puerta que me dijo que, como evangélicos, sabían todo acerca de la Biblia. Sin embargo, me invitó a pasar y escuchó mientras le leí varios textos que muestran que el Paraíso será restaurado aquí en la Tierra. (Rev. 21:3, 4; Luc. 23:43) Se preguntaba cómo podría ser posible esto cuando la única esperanza que ella conocía era la vida en el cielo. Sin embargo, pronto estuvo convencida y dijo que quería que yo hablara con su esposo.
Resultó que su esposo era predicador evangélico. Desde el principio me dijo que hablaría conmigo si solo se usara la Biblia. Convine. Me hizo preguntas sobre muchos temas que contesté con textos bíblicos. Al disponerme a salir me dijo: “Señorita, me gustaría saber lo que usted sabe.” De modo que le ofrecí un estudio bíblico para toda la familia, el cual aceptó. Solo dos semanas después renunció a su puesto de ministro evangélico. La familia comenzó a asociarse con los ministros verdaderos de Dios y pronto estuvieron compartiendo estas verdades bíblicas con otros. Él contaba estas verdades a los evangélicos y luego decía: “Me gustaría que hicieran lo que yo hice: abandonar una religión que no enseña la verdad.”
Mientras predicaba las verdades bíblicas en Bucaramanga, Antonio encontró a una viuda anciana que estaba abatida. Más tarde confesó que estaba pensando en tomar veneno cuando la visitó nuestro hermano. Antonio nos pasó la visita a dos de nosotras para que estudiáramos con ella. Un día nos mostró una habitación que estaba llena de ídolos. Puesto que tenía tantos, pensaba que estaba bien protegida contra los ladrones. Estudiamos un capítulo en el libro “Sea Dios Veraz” intitulado “El uso de imágenes en la adoración.” Para cuando regresamos para el siguiente estudio, se había desecho de sus imágenes con la excepción de una imagen grande, que poco después hizo añicos. Poco tiempo después de eso se bautizó y estaba recomendándose como una de los proclamadores de tiempo cabal de la Palabra y reino de Dios. Ahora, todavía en la predicación de tiempo cabal, y aunque tiene más de setenta años de edad, en vez de estar abatida, se le conoce por su brillante esperanza y gozosa sonrisa.
En 1958 nuestro hermano, Antonio, murió de cáncer y nuestro sobrino, Tomás Dangond, llegó a ser el ministro presidente. Al año se encomendó la superintendencia de la congregación a Testigos locales, y recibimos una nueva asignación. Hoy nos regocijamos al saber que florecen cinco congregaciones en Bucaramanga.
CONTRIBUYENDO HACIA LA EXPANSIÓN EN BOGOTÁ
Nuestra nueva asignación nos trajo a Bogotá. Al predicar la Palabra de Dios aquí de casa en casa, muchas veces nos vimos obligados a huir ante chusmas instigadas por sacerdotes católicos. Pero al abandonar la escena de dificultad y reanudar nuestra actividad en otro vecindario, continuábamos estando llenos de gozo. (Compare con Hechos 13:50-52.) De una congregación en 1959, la obra ha progresado de tal manera que al tiempo presente hay veintitrés congregaciones aquí.
Mientras trabajaba en Bogotá en 1961, yo, Inés, encontré a una joven casada que respondió favorablemente. Se inició un estudio. Mientras estábamos en medio del estudio, entró inesperadamente su madre. Quería saber por qué su hija no le había dicho que estaba estudiando la Biblia. Sabiendo que su madre era una católica muy devota, la hija contestó que había temido decírselo. La madre me hizo varias preguntas, con el resultado de que ella también pidió un estudio.
Después de unos cuantos estudios, la madre expresó el deseo de invitar a su vecina para estudiar con nosotras. Llamó por teléfono a su vecina. “Quiero compartir algo contigo,” así se entabló la conversación. “Estoy disfrutando de un platillo exquisito, pero no quiero comérmelo sola. Quisiera que vinieras para comer del mismo platillo.”
La vecina, que entonces tenía casi setenta años de edad, vino. Después de unos estudios, ella invitó a una hermana mayor y a su hijo para que participaran con nosotras. En poco tiempo tres más fueron invitados a participar. Ahora todos los siete están bautizados y sirviendo a Jehová.
“COMO POBRES MAS ENRIQUECIENDO A MUCHOS”
Hay muchas experiencias similares que pudiésemos relatar. Han sido una fuente de gozo para nosotras y nos han estimulado a continuar recomendándonos como ministros de Dios. Creemos que, como el apóstol Pablo, podemos decir: “De toda manera nos recomendamos a nosotros mismos como ministros de Dios . . . como pobres mas enriqueciendo a muchos, como no teniendo nada y sin embargo poseyendo todas las cosas.”—2 Cor. 6:4, 10.
Hablando de lo material, somos pobres. Hemos confiado en que Jehová nos suministre las cosas materiales necesarias. (Mat. 6:33) Por medio de su organización se ha encargado bien de nosotras. Con nuestra hermana mayor, Eusebia, que ha sido predicadora de tiempo cabal de la Palabra de Dios desde 1958, ahora vivimos detrás del Salón del Reino de la Unidad Sur aquí en Bogotá.
Prescindiendo de cuán pobres seamos de manera material, verdaderamente somos ricas en sentido espiritual. Y por medio de compartir la verdad de la Palabra de Dios con otros, verdaderamente podemos decir que hemos enriquecido a otros. Desde que nos mudamos a Bucaramanga en 1954, ha sido nuestro gozo inefable el ser usadas por Jehová para ayudar a 210 personas a dedicar su vida a él y simbolizar su dedicación por bautismo en agua. A cuántas más hemos ayudado de manera indirecta, no lo sabemos. No nos jactamos en nosotras mismas, sino más bien en Jehová.—1 Cor. 1:31.
Lo consideramos un gozo estudiar la Biblia con personas que se muestran deseosas de llegar a ser siervos de Jehová. Las amamos y les tenemos cariño afectuoso. Llegan a ser para nosotras como hijos muy amados. Por eso, aunque nos ha parecido conveniente aplicar el consejo del apóstol Pablo de permanecer en la soltería a fin de dedicarnos al servicio del Señor “sin distracción,” ciertamente no hemos estado sin familia. (1 Cor. 7:34, 35) Al contrario, hemos tenido padres y madres, hermanos y hermanas e hijos espirituales añadidos a nosotras, a saber, los “que oyen la palabra de Dios y la hacen,” todo como resultado de recomendarnos como ministros de Dios.—Luc. 8:21; Mar. 10:29, 30.
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1972 | 15 de septiembre
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Preguntas de los lectores
● ¿Cuáles son las “cosas elementales del mundo” que se mencionan en Gálatas 4:3 y Colosenses 2:8, 20?—EE. UU.
Después de mostrar que un niño es como un esclavo por estar bajo la mayordomía de otros hasta que llega a ser mayor de edad, el apóstol Pablo, en su carta a los gálatas, escribe: “Igualmente nosotros también, cuando éramos pequeñuelos, continuábamos esclavizados por las cosas elementales que pertenecen al mundo.” (Gál. 4:1-3) Entonces pasa a mostrar que el Hijo de Dios vino al “límite cabal del tiempo” y libró de estar bajo la Ley a los judíos que llegaron a ser discípulos suyos a fin de que pudieran recibir la “adopción de hijos.” (Gál. 4:3-7) De modo similar, en su carta a los colosenses, Pablo advirtió a los cristianos de Colosas contra el ser llevados “por medio de la filosofía y del engaño vano según la tradición de los hombres, según las cosas elementales del mundo y no según Cristo; porque es en él que mora corporalmente toda la plenitud de la cualidad divina.” Deberían haber ‘muerto junto con Cristo para con las cosas elementales del mundo.’—Col. 2:8, 9, 20.
Puesto que se les pone en contraste con aquello de que ahora disfrutan esos cristianos, las “cosas elementales del mundo” evidentemente
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