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  • ¿Cuál es la verdadera solución?
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g81 8/1 págs. 10-12

¿Cuál es la verdadera solución?

ES CIERTO que hay más cosas comestibles que las que la gente come en la actualidad. Pero si pensamos de modo práctico, no podemos creer que de repente todo el mundo vaya a desarrollar gusto por lo que no quiere comer. Eso explica por qué algunos siguen padeciendo hambre aunque haya cerca de ellos una fuente de nutrición, pero que sea demasiado diferente de lo que están acostumbrados a comer.

Tampoco, como ya hemos considerado, habrá un nuevo adelanto producido por los esfuerzos humanos que resuelva el problema. Si tales adelantos hubiesen sido posibles, no habría en la actualidad 1.000.000.000 de personas que se acuestan con hambre cada noche. Por eso, no podemos eludir la realidad de que, por sinceros y nobles que sean los remedios propuestos, se está perdiendo la carrera por alimentar a la parte más pobre de la población de la Tierra.

El Dr. Walter Santos, de la Sociedad Brasileña de Nutrición, dijo: “En todos los países desarrollados es casi general la frustración respecto a las promesas y predicciones que se hacen y lo que se logra. En todas partes se nota un deseo, una necesidad de cambios drásticos en el desarrollo de los planes de acción que se han adoptado hasta ahora, puesto que éstos han agravado más bien que aliviado las diferencias sociales y económicas.”

¿Por qué ha sucedido esto? Porque lo que se requiere para resolver el problema alimentario está más allá del alcance del hombre. Los científicos más listos, los líderes políticos más sabios, los economistas más inteligentes no han podido resolver el problema después de todo el tiempo, esfuerzo y dinero que han dedicado a ello. Y no lo resolverán en el futuro.

El egoísmo y la avaricia del hombre, su sed de poder, su disposición de beneficiarse mientras otros sufren, todos son obstáculos. Y éstos son solo algunos de los problemas profundamente arraigados que impiden una solución permanente.

Si no es probable que el hombre presente una solución, entonces ¿qué? ¿Tienen razón aquellos científicos que predicen la venida de un hambre en masa en tal escala que eclipse todo lo que la humanidad ha experimentado hasta ahora? ¿No habrá salida?

Se acerca la verdadera solución

¿Se acerca la solución? ¿Cómo puede ser cierto eso? ¿No acabamos de explicar ahora mismo que los peritos ven el futuro con terror?

Sí, pero los mismísimos hechos relacionados con las deprimentes condiciones y perspectivas actuales son un estímulo. ¿Cómo? En el sentido de que todas estas cosas son parte de la prueba de que nos estamos acercando a la verdadera solución. Note lo que dijo Jesucristo en una profecía acerca de nuestros días: “Los hombres desmayan por el temor y la expectativa de las cosas que vienen sobre la tierra habitada.”—Luc. 21:26.

El hambre actual, así como muchos otros sucesos, identifican con exactitud a nuestra generación como la que está en “la conclusión del sistema de cosas” predicha por Jesús. Pues, entre las cosas que Jesús predijo está ésta: “Habrá escaseces de alimento.”—Mat. 24:3, 7, 8.

El último libro de la Biblia habla proféticamente de cuatro “jinetes” simbólicos que cabalgan en nuestro tiempo. Un resultado de su cabalgar sería los elevados precios del alimento: “Todo el sueldo de un día por una hogaza de pan,” es la manera en que la traducción de Weymouth vierte Revelación 6:6. Esto concuerda exactamente con el siguiente comentario hecho por el Times de Nueva York: “Para muchas personas, en la actualidad el precio de una sola comida es más de lo que ganan en un día.”

Las peores escaseces de alimento han acontecido en nuestra época. Lo mismo es cierto de muchos otros sucesos sin precedente en la historia que empezaron con la primera guerra mundial, de 1914 a 1918. Esa guerra fue el punto de viraje de la historia moderna. Fue uno de los muchos sucesos que indicaron claramente que estábamos entrando en el espacio de tiempo conocido como “la conclusión del sistema de cosas,” o “el fin del mundo.”—Versión Valera.

Un nuevo orden de abundancia

Pero, felizmente, las profecías bíblicas nos dan una vista por anticipado del maravilloso cambio que dentro de poco se realizará por toda la Tierra cuando este espacio de tiempo llegue a su fin. Dice:

“‘¡Ahora por fin Dios tiene su morada entre los hombres! . . . Él les secará toda lágrima de los ojos; se pondrá fin a la muerte, y al llanto, y al clamor y al dolor; porque el viejo orden ha pasado!’

“Entonces el que estaba sentado en el trono [Dios] dijo: ‘¡He aquí! ¡Estoy haciendo nuevas todas las cosas!’”—Rev. 21:3-5, New English Bible.

Así, lo que realmente significan los sucesos del mundo, incluso la pésima perspectiva en cuanto a la situación alimentaria, es que nos estamos acercando al fin del actual sistema insatisfactorio que hoy domina a la humanidad. La promesa de Dios es que dentro de poco él intervendrá en los asuntos del hombre para aplastar este sistema malo, y así preparará el camino para una nueva era en la cual se realizarán transformaciones enormes. Tal como predijo Pedro, esto significará unos “nuevos cielos y una nueva tierra.”—2 Ped. 3:13.

Sí, un nuevo gobierno de Dios se encargará de los asuntos humanos y los dirigirá desde la región celestial. (Mat. 6:9, 10) Ese gobierno efectuará maravillosos cambios en la Tierra. Pondrá fin a la injusticia social, a la economía egoísta y a la gente avara. También pondrá fin a las divisivas barreras nacionales. Y pondrá fin para siempre al hambre, la inanición y la pobreza. Habrán desaparecido para siempre los vientres hinchados y las piernas y brazos demacrados de los que están muriéndose de hambre. Habrá desaparecido para siempre la infeliz perspectiva que centenares de miles de personas tienen ahora de acostarse hambrientas cada noche.

De modo que rápidamente nos estamos acercando al tiempo en que el espectro del hambre será cosa del pasado, y nunca volverá a alzar su horrible cabeza. En vez de eso, el nuevo orden que Dios establecerá en la Tierra será marcado por una abundancia de cosas buenas, entre ellas “un banquete de platos con mucho aceite” y ‘una abundancia de grano, una sobreabundancia.’ Entonces habrá más que suficiente alimento para todos.—Isa. 25:6; Sal. 72:16.

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