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  • Los límites de la libertad
    La Atalaya 1985 | 1 de noviembre
    • Los límites de la libertad

      “Nadie está más completamente esclavizado que los que equivocadamente creen estar libres.” (Goethe.)

      ¡LA LIBERTAD! ¡Qué resonancia tiene esta palabra! Pero ¿qué significado tiene para usted? ¿Significa la libertad que usted tenga el derecho inalienable de hacer lo que quiera, cuando quiera y donde quiera, sin hacer caso de otras personas? ¡Claro que no! Cuerpos legislativos limitan las acciones de uno para proteger los derechos e intereses de otros. ¿No es esto absolutamente necesario cuando personas viven juntas en una comunidad?

      Por ejemplo, quizás usted tenga la libertad de viajar, pero se le permita conducir su vehículo solo dentro de los límites de la ley. Dichos límites, o leyes, se establecieron como una protección no solo para otros, sino para usted también. Por eso, la libertad verdadera no significa que uno esté exento de toda restricción, disciplina y sacrificio; tampoco significa que no existan leyes que sean correctas y beneficiosas. Es interesante que Black’s Law Dictionary define la libertad como sigue:

      “El estado de ser libre [...] sin otro control, impedimento ni prohibición que los que sean impuestos por leyes justas y necesarias y los deberes de la vida social”.

      Para disfrutar de la libertad, tenemos que vivir dentro de dos límites... los de las leyes naturales y las leyes morales.

      Las leyes físicas limitan al hombre

      Es imposible para cualquier humano tener libertad total aunque viva aislado en una islita en medio de un enorme océano. Las exigencias naturales del cuerpo y su dependencia del ambiente imponen límites en su libertad. El Creador, Jehová Dios, ha establecido dichos límites naturales y ha establecido otros por medio de sus leyes y principios. (Hechos 17:26-28.)

      Dios puso en vigor leyes físicas que mantienen la maravillosa armonía del universo. Dichas leyes operan para nuestro bien. Por ejemplo, ¿se siente usted tiranizado por la ley natural divina de la gravedad? ¡Claro que no! Esta es la fuerza necesaria que mantiene el universo unido e impide que usted se vaya volando de la Tierra.

      Sin embargo, ¿qué hay si usted deliberadamente hiciera caso omiso de la ley de la gravedad y se lanzara de un acantilado desde una altura de 30 metros (100 pies)? Usted se mataría o quedaría gravemente herido. Esto no resultaría en libertad, sino en mayores limitaciones. No podemos pasar por alto las leyes físicas sin pagar la pena. En cambio, cuando obramos dentro de los límites de dichas leyes, disfrutamos de los beneficios.

      Leyes que limitan el comportamiento

      Hace unos 300 años, el filósofo inglés John Locke resumió lo que usted quizás haya descubierto acerca de la libertad y la ley humana. Escribió lo siguiente: “Donde no hay ley no hay libertad. Pues la libertad ha de ser el estar libre de las restricciones y la violencia de otros, lo cual no puede existir si no hay ley; y no es, como se nos dice, ‘una libertad para que todo hombre haga lo que quiera’. Pues ¿quién pudiera estar libre al estar dominado por los caprichos de todos los demás?”.

      ¡Qué apropiadas son estas palabras si se aplican a las leyes humanas que limitan la conducta dañina! Si el hombre ve que es necesario establecer leyes para gobernar el comportamiento social, ¿no habría visto dicha necesidad el Creador del hombre también? ¿Hemos de creer que Dios haría que existieran leyes físicas pero dejaría a la humanidad sin leyes que guiaran su conducta? De ninguna manera. (Mateo 6:8.)

      Las leyes del Creador para la humanidad están escritas y preservadas de modo que podamos saber cómo manejar nuestros asuntos de la mejor manera. (2 Timoteo 3:16, 17.) Respecto a la calidad de estas, la versión de la Biblia de Reina-Valera (1977) dice: “La ley de Jehová es perfecta, que reconforta el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos”. (Salmo 19:7, 8.)

      La persona que procura vivir libre de todo límite moral apropiado se parece a una nave que ha perdido tanto la brújula como el timón. Ambas van a la deriva y tienen que hallar un derrotero o curso libre de peligro, o enfrentarse a consecuencias desastrosas. Esto, por lo tanto, hace surgir una pregunta importante. ¿Podemos gobernar nuestra vida sin peligro independientemente de Dios?

  • El independizarse de Dios... ¿por qué no es deseable?
    La Atalaya 1985 | 1 de noviembre
    • El independizarse de Dios... ¿por qué no es deseable?

      “ESTOY en busca de experiencias excitantes.” “¡Estoy harto de que se me diga qué hacer!” “¡Déjeme tranquilo!” Expresiones como estas quizás sean indicio de un espíritu de independencia. A veces se oyen estas palabras hasta de los labios de cristianos.

      ¿Cómo pueden los cristianos contagiarse con el espíritu de independencia, hasta el grado de querer independizarse de Dios? Por lo general esto empieza cuando se adopta un punto de vista torcido de los requisitos de Jehová Dios. (Salmo 73:2, 13, 14.) Las personas que adoptan dicho parecer ven las leyes de Dios como barreras contra la diversión, más bien que como una protección para que puedan disfrutar de la vida. El brillo y el encanto del mundo impío las ha engañado de modo que creen que se están perdiendo placeres. ¿Qué hay de usted? ¿Cuál es su parecer en cuanto al independizarse de Dios?

      Un problema antiguo

      El querer independizarse de Dios no es nada nuevo. Data casi desde el origen del hombre. Satanás el Diablo introdujo el espíritu de independencia. Engañó a la primera mujer, Eva, para que creyera que podría ser más feliz si tan solo quedaba libre de la guía de su Creador. Eva creía que tal derrotero independiente le permitiría disfrutar de muchas experiencias y placeres reveladores de los cuales Dios la había estado privando. (Génesis 3:1-5; Revelación 12:9.)

      Cegada por sus recién formados deseos egoístas, Eva atrajo a su esposo para que él se uniera a ella en la rebelión. Adán escogió independizarse de Dios también. El resultado: la tristeza reemplazó a la felicidad. Las consecuencias fueron el pecado, la vergüenza, la enfermedad, el dolor y la muerte, no solo para Adán y Eva, sino para toda su prole también. (Génesis 3:6; 16-19; Romanos 5:12.)

      De acuerdo con el registro bíblico, también hubo ángeles que decidieron seguir el derrotero que consistió en independizarse de Dios por medio de ir en pos de placeres ilícitos con las ‘bien parecidas hijas de los hombres’. ¿Les proporcionó una satisfacción genuina dicho derrotero independiente? No. Más bien, produjo

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