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¿Qué le ha sucedido a la amistad?¡Despertad! 1970 | 22 de septiembre
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¿Qué le ha sucedido a la amistad?
EN ESTE mundo donde, como se predijo en la Biblia, ‘ha aumentado el desafuero y se ha enfriado el amor de la mayor parte de la humanidad,’ realmente es difícil hallar amistades como las que existían tiempo atrás. (Mat. 24:12) Aunque todavía hay personas afables y sociables, hasta muchas de éstas se inclinan a imponer una restricción arbitraria en lo que toca a amistad genuina.
Sin embargo, si usted le preguntara a la persona de término medio si tiene muchos amigos, sin duda tendería a decir “sí,” o quizás vacilará en contestar. ¿Por qué? Porque la palabra “amigo” tiene diversos significados.
Por ejemplo, a menudo a los conocidos se les considera amigos. Alguien quizás diga: “¡Tengo muchos amigos casi en todo ramo de actividad! Está el limpiabotas... ¿cómo se llama? Y el carnicero de la esquina, donde compramos nuestra carne; y el banquero al que llevo mis negocios. De modo que, como usted ve, tengo muchos amigos.” Quizás ni siquiera se acuerden del nombre de algunos, pero es a conocidos de paso como éstos que algunas personas llaman amigos.
De hecho, amaneramientos que dan la impresión de amistad con frecuencia se toman como evidencia de amistad. Por ejemplo, algunas personas se presentan con prontitud y a menudo en el transcurso de unos minutos insisten en que uno las llame por su nombre. Quizás pregunten: “¿Dónde vive usted? ¿En qué trabaja? ¿A qué escuela asistió? ¿Es casado? ¿Tiene hijos?” casi todo a renglón seguido. Tienden a hacerse íntimos muy rápidamente. Pero, ¿son siempre estos amaneramientos “amigables” evidencia de amistad verdadera? ¿Cuántas de estas personas vendrán a ayudarle cuando usted necesite auxilio, ayuda financiera o consuelo?
Para muchos occidentales la palabra “amigo” ha llegado a aplicarse a una extensa variedad de relaciones. Puede significar alguien que sea asociado en asuntos comerciales, un compañero de juego de la niñez o un confidente. La palabra se ha aplicado a diversos negocios, como a “amigables mercados alimenticios,” “amigables agentes de viajes,” “banqueros amigables,” los “cielos amigables” de una línea de transporte aéreo. Hasta anillos y cadenas han llegado a ser símbolos de amistad. Así, pues, en los Estados Unidos, el Canadá u otras naciones occidentales la palabra “amigo” no necesariamente tiene que envolver una relación íntima. La amistad puede ser superficial, casual, situacional o profunda y durable. Como dicen los norteamericanos: “Todo depende de lo que uno tenga pensado.”
En muchos países europeos, donde las guerras y la violencia han segado sus víctimas, la amistad, también, ha sufrido un cambio. La generación de mayor edad admite prontamente que la amistad ya no es lo que solía ser. Entre algunas personas, se considera que un amigo es alguien que conoce vivamente el intelecto, temperamento e intereses particulares de la otra persona y que hace que salgan a flote las mejores cualidades que tiene. Entre otras, la amistad es más un asunto de sentimiento. Un amigo es un individuo especial que disfruta de las cosas que a usted le gustan. Disfruta de caminar, de escalar montañas, de navegar, por lo general de empresas aventuradas. Esa amistad no tiene que ver necesariamente con confianza o lealtad, sino con compartir experiencias.
El concepto de años pasados, cuando se consideraba la amistad como vínculo fuerte, que unía a la gente casi tan estrechamente como los vínculos consanguíneos, cuando los amigos eran una protección contra personas desaforadas e inmorales, ha desaparecido en gran parte del mundo.
El cambio ha venido principalmente debido a que, en armonía con las profecías bíblicas, ‘los hombres han llegado a ser amadores de sí mismos, sin tener cariño natural.’ (2 Tim. 3:1-3) Sin cariño natural, no puede haber amistad genuina.
En el mundo moderno también hay en acción muchas fuerzas divisivas que impiden el desarrollo de los vínculos estrechos. Se necesita tiempo para formar amistades verdaderas, pero la gente de hoy día está siempre en marcha. Pocas personas se quedan en un solo lugar suficiente tiempo como para formar una amistad duradera. Una de cada cinco personas en los Estados Unidos cambia su dirección al año. En otras partes del mundo tiene lugar un cambio de población similar.
Las amistades permanentes también exigen la confianza y lealtad de uno, pero estas cualidades no se fomentan en un ambiente de inquietud, crimen, desconfianza y violencia como el que ha arrollado al mundo en esta generación.
La amistad también entraña el aceptar responsabilidades, el estar dispuesto a ayudar a llevar las cargas de otros. Pero hoy muchos rehúsan permitirse estar envueltos con la gente, para evitar sentir sus cargas y sufrimientos. Un joven que estaba mudándose de casa dijo: “Mi esposa y yo hacemos nuevas amistades cada vez en cosa de semanas. Pero nunca dejamos que se profundicen tanto que nos moleste el dejarlas.” Pero ¡qué lejos está todo esto de las palabras de Jesucristo, que dijo: “Nadie tiene mayor amor que éste: que alguien entregue su alma a favor de sus amigos.”—Juan 15:13.
Las amistades significantes requieren sacrificio, y muchos ya no desean hacer sacrificios. Por lo tanto las amistades a la antigua, una de las bendiciones afectuosas del pasado, se están haciendo difíciles de encontrar.
No obstante, todavía existen amistades verdaderas, amistades como aquellas de las que disfrutaron David y Jonatán, Rut y Noemí, como se hace notar en la Biblia. (2 Sam. 1:26; Rut 1:16, 17) Pero estas amistades se encuentran principalmente entre los cristianos bíblicos verdaderos que han cifrado su fe en Dios y en su Palabra, la Biblia. Los testigos de Jehová, por ejemplo, encuentran que su familia de amigos en verdad crece con rapidez. (Mar. 10:29, 30) Pero fuera de los cristianos bíblicos verdaderos, las amistades verdaderas son raras. Esta es una pérdida para la humanidad.
Pero, ¿por qué ser amigable? ¿Cómo puede ser uno amigable en este mundo inicuo? ¿Qué clase de amigos debe uno cultivar y cómo? Estas y otras preguntas oportunas se contestan en el artículo siguiente.
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Aprendiendo acerca de la amistad¡Despertad! 1970 | 22 de septiembre
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Aprendiendo acerca de la amistad
¿POR QUÉ SER AMIGABLE, Y CON QUIÉNES? ¿CÓMO PUEDE USTED EVITAR AMISTADES PELIGROSAS?
A PESAR de los cambios científicos que ha habido en el mundo en años recientes, la gente todavía necesita a la gente. Para la mayoría de las personas esta necesidad no se satisface con simples conocidos, sino que es mucho más profunda que eso. Se esfuerzan por conseguir un amigo a quien se le puedan confiar los más preciados pensamientos de uno. Lo que necesitan es un confidente que sea responsable, digno de confianza y que responda cuando se esté en necesidad.
La situación ideal es cuando la mayor parte de las necesidades emocionales de uno se satisfacen dentro de una relación de familia cristiana. Los niños que tienen padres dedicados y hermanos y hermanas amorosos tienen buena razón para estar muy contentos. Sustentado por este calor de amistad y asociación, un niño puede crecer feliz y bien equilibrado sin tener que acudir siempre a otra fuente de amistad para satisfacer sus necesidades emocionales.
Sin embargo, aunque no falte amistad en el hogar, quizás los niños sientan el impulso de aventurarse a obtener nuevas amistades. El estímulo que suministran otros niños de más o menos su edad puede ser provechoso. Por otra parte, la falta de amistad dentro y fuera de la relación de familia hace que muchos jovencitos lleguen a sentirse tristes. Este es un problema común entre los adolescentes.
Los padres que se dan cuenta de esto tratan de satisfacer la necesidad de amistad de sus hijos, que va aumentando. Una manera en que pueden hacer esto es desarrollando una relación más estrecha y más confidencial con ellos. Especialmente los adolescentes sienten que la vida adquiere un tono más feliz cuando los padres les dan la oportunidad de expresar sus puntos de vista, y les ayudan a resolver sus dudas e incertidumbres. En las discusiones francas los niños pueden ser fortalecidos con estímulo y consejo.
También hay ocasiones en que la amistad de otro joven puede suministrar el estímulo que se necesita. Escribió un hombre de edad madura acerca de los días de su temprana juventud: “Cuando yo era adolescente a menudo estaba de mal humor, por razones que ya no recuerdo. Durante una semana particularmente mala, cuando me hallaba en mi más completo abatimiento, pensando que yo mismo era de mal genio, y no se me comprendía bien y era desagradable, sonó el teléfono. Un muchacho de secundaria . . . llamaba. ‘¿Qué te pasa?’ preguntó apaciblemente cuando oyó mi voz. ‘Tu voz da la impresión de que no tuvieras un solo amigo en el mundo... ¡Yo todavía no me he muerto!’ Una frase locuaz, graciosa, quizás... pero en veinticinco años no la he olvidado; ¡cómo me senté más erguido, sonreí y me sentí vivo de nuevo esa noche!”
Cómo hacerse amigo
Parece que algunas personas tienen talento para hacer amigos. Otras tienen que aprender el arte de la amistad, y lo aprenden. Otros no tienen el don de la amistad ni son prontos para aprender sus caminos. Necesitan ayuda. Prescindiendo de cuál sea el caso, para que uno sea amigo tiene que interesarse en la gente, en lo que piensa, en sus sentimientos y por qué sufre. Uno tiene que interesarse comprensivamente en las cosas que hace la gente. Uno tiene que aceptar sus faltas así como sus virtudes. Uno tiene que estar dispuesto a hacer sacrificios y ayudar a otros a alcanzar sus metas.
El poeta y ensayista estadounidense Ralph W. Emerson dijo en una ocasión: “La única manera de tener un amigo es siendo uno un amigo.” Ayude a alguien, si usted quiere un amigo. Eso debe ser fácil, porque hay tantas personas hoy día que necesitan ayuda. Donde hay trabajo que hacer, ofrézcase voluntariamente a hacerlo. El trabajar une a la gente.
Invite a otros a su casa para una comida o simplemente para participar de conversación con usted tomándose una taza de té o de café. Simplemente diga: “¿Por qué no vienen a nuestra casa el sábado por la noche?” Aunque no sea conveniente para ellos el ir en esa ocasión, por lo menos sabrán que usted quisiera conocerlos mejor.
Quizás el mismísimo principio de una amistad sea la anuencia a decir primero “¡Hola!” Uno tiene que mostrar que le gusta la gente. Si uno la saluda con una sonrisa y con una expresión alegre, quizás le sorprenda la respuesta que reciba.
Lo que necesita para conservar la amistad
Se puede asemejar la amistad a una planta que hay que cultivar. Tiene que ser regada y atendida si se quiere que produzca fruto dulce y sano.
El conservar una amistad no es automático. Es necesario hacer planes. En nuestra lista semanal de cosas que hay que hacer, bien pudiéramos asignar actos de amistad. Pudiéramos escribir los nombres de las personas a quienes nos gustaría visitar o telefonear o escribirles una nota, o enviarles un regalo. Es muy fácil desatender a los amigos solo porque son amigos. Muchos que conocen el arte de la amistad hacen planes para comer una vez a la semana o una vez al mes con ciertos amigos.
Algo que ayuda a conservar las amistades es hacer ciertas cosas juntos. Una amiga le enseñó a otra a cocinar. Después de eso, los deleites del cocinar enriquecían sus conversaciones y su vida. Otros han animado a sus amigos a visitar ciertos lugares con ellos y hacer juntos diferentes cosas, como el visitar museos, dar caminatas por parques o tener comidas campestres juntos.
La distancia puede impedir que los amigos se reúnan, pero una carta afectuosa puede salvar la distancia que separa. Una llamada por teléfono les recordará que usted piensa en ellos. Quizás sea posible pasar unas vacaciones con un viejo amigo y renovar la amistad. A menudo volver a verse es sumamente agradable y conmovedor.
Resolviendo problemas
A veces surge el problema de los celos entre los amigos. Algunas personas quizás lo quieran a usted solo para ellas. Pero la amistad también significa el compartir un amigo con otras personas. Esto exige humildad. Requiere el poder refrenar el resentimiento más bien que dejar que persista y envenene el espíritu. Los buenos amigos no son ni tiranos ni serviles; son equilibrados.
La amistad también entraña disciplina. Hay el peligro de llegar a ser lo que el apóstol Pedro llama “entremetido en asuntos ajenos,” y eso pronto puede echar a perder una amistad. De modo que es provechoso examinar uno su conversación.—1 Ped. 4:15.
Además, estos son tiempos de mucha actividad, y no podemos esperar que otros estén visitándonos o agasajándonos constantemente. El Proverbio inspirado (Pro. 25:17) dice: “Haz cosa rara tu pie en la casa de tu semejante, para que no tenga lo suficiente de ti y ciertamente te odie.”
Y cuando uno sea invitado por la noche, es prudente el no hacer que se desvele su anfitrión. Por lo general hay mucho que hacer después que se van los invitados, y si es tarde, esto puede imponer una penalidad al anfitrión. Algunas personas se van tan tarde que no se les invita tan a menudo como pudiera suceder. Y varias personas, que no pueden desvelarse, por su edad o por razones de salud o por tener que levantarse temprano, no son tan hospitalarias como les gustaría serlo porque con frecuencia los invitados simplemente no saben cuándo irse a casa.
Qué clase de amigos cultivar
Quizás el factor más vital para una amistad duradera sea la selección que hagamos en primer lugar. Muchas personas cometen el error de escoger amigos para su provecho. Escogen amigos por lo que tienen o pueden contribuir y no realmente por lo que son. Por lo general esas amistades no florecen.
Otras personas son simplemente oportunistas sociales y buscadoras de posición social. Su amistad está manchada de un propósito egoísta. “Uno tiene que ejercer cuidado para asociarse con los que valen, pues de otra manera no llegará a ninguna parte,” dicen. Esto está lejos de lo que los cristianos practican. (Sant. 2:1) Las amistades que se basan en egoísmo son huecas, vacías, no remuneradoras.—Luc. 14:12-14.
Cuando escoja amigos, sea selectivo teniendo presente lo piadoso. Aun Dios mismo es selectivo al escoger amigos. Dios llamó a Abrahán su amigo, debido a la fidelidad de Abrahán. (Sant. 2:23) Y el Salmo quince muestra que Dios dicta normas elevadas para los ‘que quieren ser huéspedes en su tienda’... no todos son bienvenidos. Jesucristo también estableció normas para los que quieren ser sus amigos. A sus seguidores, dijo: “Ustedes son mis amigos si hacen lo que les mando.”—Juan 15:14.
¿Qué hay de usted? ¿Es selectivo en el asunto de los amigos? ¿Tiene usted pautas confiables? Puesto que los amigos que cultivemos han de ejercer influencia en nosotros a cierto grado, sería bueno ser selectivos.
Tocante a calidad, ciertamente no nos equivocaríamos si escogiéramos a aquellos a quienes Dios y Cristo llaman amigos. Podríamos esperar que sobresalieran en amor, gran paciencia, benignidad, bondad y gobierno de sí mismos. (Gál. 5:22, 23) ¡Los que poseen estas cualidades excelentes, piadosas, verdaderamente son excelentes amigos! Y nada allega más a los amigos que su amor mutuo a Dios. Como Rut, de quien se habla en la Biblia, le dijo a Noemí: “Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios.”—Rut 1:16, 17.
El cristiano dedicado tiene que considerar este tema de la amistad teniendo presentes varios principios bíblicos que salvaguardan. Por ejemplo, hay uno que dice: “Las malas asociaciones echan a perder los hábitos útiles.” Y otro que dice: “Cualquiera, por lo tanto, que quiere ser amigo del mundo está constituyéndose enemigo de Dios.” (1 Cor. 15:33; Sant. 4:4) En consecuencia, vemos que la selección apropiada de amistades no solo influirá en nuestros hábitos diarios, sino que también tendrá un efecto directo en nuestra relación con Dios.
Con la mira de salvaguardar uno la relación con Dios, es prudente prestar atención al consejo de su Palabra ‘apartándose’ de la asociación con personas de ciertas clases. ¿Quiénes son? El apóstol Pablo menciona “amadores del dinero”... aquellos cuyos pensamientos siempre están en las posesiones materiales. También alista a los que son “desobedientes a los padres,” a los que son ‘orgullosos’ y que ‘no tienen gobierno de sí mismos,’ y personas que son “amadores de placeres más bien que amadores de Dios.” (2 Tim. 3:2-5) De ninguna manera se deben establecer amistades con esas personas. El seguir este consejo bíblico puede ser una verdadera protección.
Puesto que un amigo verdadero es un confidente digno de confianza, también debemos asegurarnos de que nuestro amigo no sea de la clase que chismearía acerca de nosotros, para causarnos daño. Sobre amigos de esa clase dice la Biblia: “El que encubre la transgresión está buscando amor, y el que sigue hablando de un asunto está separando a los que se han familiarizado entre sí. Un compañero verdadero ama en todo tiempo.” “Existen compañeros dispuestos a hacerse pedazos, pero existe un amigo que se adhiere más estrechamente que un hermano.”—Pro. 17:9, 17; 18:24.
Es importante, también, que los amigos compartan los mismos intereses y metas. Si usted escoge para amigo a alguien cuyos intereses lo lleven a usted en otra dirección, puede perder su meta en la vida. Esto aplica especialmente al que quiere resultar fiel como siervo de Dios.
Así, pues, por la Biblia, la Palabra de Dios, aprendemos lo que es la amistad verdadera, que lleva a amor cristiano, que promueve comunicación abierta, que trae consuelo en tiempos de dificultad y suministra oportunidades para hacer cosas para otros. La amistad enriquece nuestra vida y la condimenta con mayor felicidad. Por eso, sea amigable... sea un amigo.
[Ilustración de la página 6]
El invitar a otros a participar de una comida es una buena manera de cultivar amistades
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“Oro negro” en el traspatio de Alaska¡Despertad! 1970 | 22 de septiembre
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“Oro negro” en el traspatio de Alaska
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Alaska
“¡ENCUENTRAN ORO EN EL KLONDIKE!” fue el anuncio dramático de 1896 que hizo que una multitud de canadienses y estadounidenses marcharan en tropel a Alaska y el Yukón. Multitudes se infectaron de la esperanza de ‘hacerse ricos’ en los campos del oro. En años recientes un anuncio similar ha iniciado de nuevo una emigración a Alaska. Esta vez el objetivo es “oro negro”... petróleo, que se descubrió en la frígida North Slope de Alaska.
Los rusos notaron la presencia de petróleo aquí, pues en sus registros se menciona tan antiguamente como en la década de 1860. Los norteamericanos se enteraron de la existencia del líquido negro aquí alrededor de 1880, después de comprarle la tierra a Rusia. Las primeras denuncias de petróleo se hicieron en 1897. Quizás los esquimales merezcan el crédito por los primeros “descubrimientos” de petróleo en la región ártica, puesto que “minaban” para conseguir trozos de filtraciones de petróleo y los quemaban para deshelar la madera que les llegaba transportada por las aguas.
Se tuvo algún interés serio en este petróleo a la vuelta del siglo, pero lo que empezó como un auge terminó abruptamente
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