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¡Cuidado con la codicia!La Atalaya 1962 | 1 de abril
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nuestras debilidades; no jactándonos de ellas, ni tratándolas livianamente, ni continuamente haciendo excusas por ellas. Trabaje para vencer cualesquier tendencias a codiciar que usted haya heredado o adoptado de su medio ambiente. Recuerde, las cosas pequeñas pueden conducir a cosas grandes, y si no libramos una buena lucha, algún día coincidirán la inclinación y la tentación y nosotros saldremos mal parados.
Así, hubo el profesional que le tenía afecto al dinero y quien participaba en prácticas de “viveza” a cada oportunidad. Avisado era, pero un día su egoísmo, su codicia, hizo que cometiera un desliz desatinado, que resultó en que fuese excomulgado de la congregación cristiana con la cual él se asociaba. Luego también hubo el ministro afable y aparentemente maduro cuya debilidad era la inmundicia. Una manera en que él manifestaba esto era por la clase de cuadros que tenía colgados en su hogar. Un día él también fue excomulgado, por adulterio repetido.
De modo que vigilemos los principios, las cosas pequeñas, y tomemos a pecho la amonestación de Jesús: “Si alguna vez tu mano te hace tropezar, córtatela; porque te es más excelente entrar manco en la vida que con dos manos irte al Gehena, al fuego que no puede ser apagado.”—Mar. 9:43.
Nuestro Padre celestial ha provisto ayuda abundante en nuestra lucha con la codicia en nuestros miembros. El estudio privado de su Palabra es de gran ayuda y también lo es el orar por su espíritu santo. Aproveche la ayuda que brinda la organización visible de Dios por medio de asistir fielmente a las reuniones de congregación y tomar parte en ellas. Cultive el temor a Jehová, porque le ayudará a aborrecer lo que es malo. Por medio de adquirir conocimiento y actuar de acuerdo con él usted fortalecerá su fe. La fe firme le ayudará a vencer el amor al dinero, porque hará que usted ponga su confianza en Jehová Dios más bien que en las riquezas inciertas.—Pro. 8:13; 1 Tim. 6:17-19.
Todos necesitamos cultivar particularmente el fruto del espíritu, el gobierno de uno mismo. Permanezca despierto, manténgase alerta a oportunidades de ejercer el gobierno de sí mismo en cosas pequeñas, en su habla, en el comer y el beber, y usted hallará que el ejercer gobierno de sí mismo en campos más difíciles del comportamiento humano vendrá a ser más fácil. Esto es lo que Pablo hizo: “Trato mi cuerpo severamente y lo guío como a un esclavo.”—1 Cor. 9:27.
Hay otras ayudas, pero en particular dos de ellas merecen atención especial: la esperanza y el amor. Por medio de mantener viva su esperanza en el triunfo de la justicia y las bendiciones del nuevo mundo de Dios, usted podrá justipreciar correctamente las cosas de este mundo que parecen tan deseables a la naturaleza egoísta de uno. (1 Juan 2:15-17) Y, sobre todo, el amar, amar a Dios con todo su corazón, alma, mente y fuerza, y a su prójimo como a sí mismo, le ayudará a ejercer el gobierno de sí mismo que se necesita para vencer cualquier tendencia hacia la codicia.—Mar. 12:30, 31.
Por lo tanto sea sabio. Cuidado con la codicia si usted desea vivir.
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La era del temorLa Atalaya 1962 | 1 de abril
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La era del temor
“Este es un mundo diferente. A la gente hoy la asustan el recuerdo de los campamentos de concentración, la posibilidad de guerra atómica, el derrumbe de viejos imperios y viejas maneras de vivir y creer. Cada persona comparte las esperanzas y terrores que son peculiares de esta era, no una era de la razón o el esclarecimiento, sino una era de temor y temblor.”—The Atlantic, julio de 1961.
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