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  • ‘Como retoños de olivo alrededor de mi mesa’
    La Atalaya 1976 | 15 de octubre
    • RAZÓN PARA SER FELIZ

      Aunque ahora tengo más, en sentido material, de lo que tenía hace pocos años, no es por eso que hoy soy feliz. Las cosas materiales en sí mismas jamás producen verdadera felicidad. Pero las cosas espirituales... ¡ellas, sí, traen felicidad! Cuando hay armonía en el hogar, por ejemplo, y no han entrado dificultades malignas, entonces hay motivo para que haya felicidad. Y cuando veo la devoción de todos mis hijos a su Creador, y los cuatro varones mayores sirviendo de ancianos en la congregación cristiana, el gozo y la satisfacción míos verdaderamente son grandes.—Pro. 10:22.

      Ahora que diez de mis hijos se han casado, y la mayoría de ellos tienen sus propios “retoños,” me hacen feliz sus visitas frecuentes. A ellos les gusta estar con nosotros. A su madre y a mí nos gusta estar con ellos también. Esa relación estrecha todavía existe. Claro, tenemos ese muy importante ingrediente en común, nuestro amor a nuestro Padre celestial, Jehová, ‘a quien nuestra familia debe su nombre,’ su mismísima existencia. A Él también debemos nuestra esperanza de que sea posible que nuestra relación de familia nunca tenga que terminar debido a la muerte, porque “hay nuevos cielos y una nueva tierra que esperamos según su promesa, y en éstos la justicia habrá de morar.”—2 Ped. 3:13; Efe. 3:14, 15.

  • Pablo insta a los gálatas: ‘Estén firmes en la libertad cristiana’
    La Atalaya 1976 | 15 de octubre
    • Pablo insta a los gálatas: ‘Estén firmes en la libertad cristiana’

      EL Creador, el Señor Soberano Jehová, es un Dios de libertad. Creó libres a todas sus criaturas inteligentes y se propuso que continuaran libres. Por eso leemos: “Jehová es el Espíritu; y donde está el espíritu de Jehová, hay libertad.”—2 Cor. 3:17.

      Cuando Jesús, el Hijo de Dios, vino a la Tierra, halló al pueblo de Dios en una esclavitud triple. Estaban en esclavitud al pecado heredado. Esto, a su vez, los mantenía en esclavitud a la Ley, porque no podían guardarla cabalmente. Además, sus líderes religiosos los ponían en esclavitud por sus tradiciones e interpretaciones arbitrarias de la Ley. Por consiguiente, entre las buenas nuevas que Jesús predicó estuvo “liberación a los cautivos.” Como dijo a sus seguidores: “Si permanecen en mi palabra, verdaderamente son mis discípulos, y conocerán la verdad, y la verdad los libertará.”—Juan 8:31-36; Mat. 23:4; Luc. 4:17, 18.

      Como excelente imitador de Cristo, el apóstol Pablo también predicó las buenas nuevas de libertad. Señaló que, con el sacrificio de Cristo como base, los cristianos habían “sido libertados del pecado” y que al debido tiempo de Dios toda la creación “será libertada de la esclavitud a la corrupción y tendrá la gloriosa libertad de los hijos de Dios.” (Rom. 6:18; 8:21) Entre aquellos a quienes Pablo había predicado las buenas nuevas de libertad estaban las congregaciones de la provincia romana de Galacia, congregaciones que él mismo había establecido en su primera gira misional. Debido a que ciertos judaizantes estaban poniendo en esclavitud a sus “hijos” espirituales nuevamente al insistir en que tenían que circuncidarse, Pablo les escribió una vigorosa carta en algún tiempo entre los años 50 y 52 E.C.—Gál. 4:19.

      En aquel tiempo Pablo muy probablemente residía ya o en Corinto o en Antioquía de Siria. Que él realmente escribió esta carta es certísimo. No solo hay en la carta misma mención de Pablo como el

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