-
Las cadenas de la supersticiónLa Atalaya 1983 | 15 de enero
-
-
La familia de su esposo seguía diciéndole: “Si haces cualquier cosa kirikiri [“irrazonable”, en el idioma sango], su espíritu regresará y te matará”. Para demostrar que ella realmente había amado a su esposo, no se dio un baño completo durante tres meses, llevó una vestidura sencilla alrededor de su cuerpo y durmió sobre una estera de paja en la tierra. Wawa creía que su difunto esposo estaba observando cada movimiento de ella. Parecía que el hombre a quien ella había amado se había convertido en su peor enemigo.
En algunas tribus se requiere que la viuda doliente lleve un cuchillo para rechazar cualquier ataque del espíritu del difunto esposo. Ella no puede mirar directamente a la llama cuando enciende un fuego, por miedo de ver al difunto. Se levanta a las tres o cuatro de la mañana todos los días y llora y gime para demostrar que todavía lo ama. Además le ofrece la primera porción de cada comida por medio de arrojar algo de ésta a la tierra.
Cuando se cumplieron tres meses, la familia del esposo de Wawa la llevó a orillas del río más cercano y la arrojaron al agua. Esto era una señal de que, en la medida en que ella había cumplido satisfactoriamente con el duelo, estaba limpia de cualquier espíritu inicuo. Algunas personas dicen que esto también indica que ella no tuvo nada que ver en la muerte de su esposo.
Pero ¿por qué murió él?
En la mente de muchas personas de esta parte del mundo, nadie simplemente muere. Al difunto se le tiene que haber dado muerte debido a la mala voluntad de un ser humano o de una fuerza sobrenatural. Por consiguiente, los parientes políticos de Wawa no la ayudaron a sobrellevar su dura prueba. A raíz de la muerte de su esposo, el hermano menor de éste le gritó a ella: “¡Tú le diste una pócima para que él te amara, pero la preparaste demasiado fuerte, y eso lo mató!”. Otros la acusaban diciéndole: “¡Tú hiciste brujerías para que él muriera!”.
Después del “baño de limpieza” del tercer mes aumentó el hostigamiento de ellos. Ella se veía de continuo en la obligación de darles dinero, alimento o bebidas alcohólicas. La pobre Wawa se decía a sí misma en son de queja: “Yo soy la que está necesitada. ¿Por qué tengo que seguir trayendo estas cosas a la familia de mi esposo?”. Sin embargo, no se atrevía a negárselas, por miedo al espíritu de su esposo.
Finalmente, después de dos años llenos de temor, el período de duelo de Wawa terminó. Se le dio la oportunidad de casarse con el hermano mayor de su difunto esposo, y luego con los hermanos menores. Cuando ella rehusó todas las ofertas quedó en libertad para regresar a vivir con su propia familia. Pero aún así Wawa creía que su difunto esposo estaba buscando oportunidades de hacerle daño.
Lo triste del caso es que todos los temores de Wawa no tenían ningún fundamento verdadero. No hay ningún “espíritu de los muertos” que regrese a hacer daño a sus amados. La Biblia nos dice que los muertos ‘bajan al silencio’. De hecho, los muertos “no están conscientes de nada en absoluto [...] También, su amor y su odio y sus celos ya han perecido”.—Salmo 115:17; Eclesiastés 9:5, 6.
Felizmente Wawa aprendió esto después de aquello. Ahora sabe que su terrible miedo era irrazonable, supersticioso y sin fundamento alguno. Pero millones de personas todavía tienen tales temores. ¿Por qué? ¿Qué encadena a la gente a las supersticiones? ¿Pueden romperse esas cadenas?
-
-
Rompiendo las cadenasLa Atalaya 1983 | 15 de enero
-
-
Rompiendo las cadenas
EN CASI todo lugar de la Tierra la superstición controla la vida de muchas personas. Mientras muchos que viven en Occidente creen que una herradura o una patita de conejo les protegerá, muchos africanos llevan puesto alrededor del cuello un amuleto para que los proteja de los espíritus inicuos. Por la misma razón, también atan un cordón protector alrededor de la muñeca de un bebé recién nacido. En algunas tribus se cree que el bebé crecerá fuerte y saludable si se ata a este cordón un pedacito de hueso de gorila.
La gente que vive cerca de los ríos cree en las sirenas, a las que llaman Mami Wata en África Central. Se cree que éstas tienen el cabello largo y rubio y que atraen a los que se acercan al agua a fin de agarrarlos y ahogarlos. Algunas personas se aprovechan de esta creencia. Vierten sacrificios en el río con el fin de estimular a Mami Wata a que se apodere de su enemigo la próxima vez que éste vaya a la orilla del río.
De importancia en la superstición africana son el fetichista y el curandero. El fetichista de la localidad arroja las nzeke (pequeñas conchas marinas) para ver lo que encierra el futuro. El curandero prepara un filtro de amor para vivificar el amor marchito de un consorte. Si un rayo cae cerca de uno, se cree que probablemente alguien con el que uno ha discutido ha contratado a un hechicero para que le ayude a vengarse. Algunas personas creen que el hechicero puede cambiar a los hombres en mujeres, a las mujeres en hombres, ¡hasta a los seres humanos en animales!
Para la persona supersticiosa son de mal agüero los sucesos imprevistos. Si una serpiente o un camaleón se cruza en su camino, váyase rápidamente a casa antes de que suceda algo malo. Si por casualidad un pájaro entra volando a su casa, alguien allí va a morir. Si los perros hacen más ruido
-