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¿Está probada la existencia de Dios?La Atalaya 1981 | 1 de julio
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¿Está probada la existencia de Dios?
EN CIERTA ocasión Napoleón preguntó a Laplace, el principal astrónomo francés de su día, por qué no había mencionado a Dios en su libro Mecánica Celestial, que Laplace había publicado poco tiempo antes. La respuesta de éste fue: “Señor, no tuve necesidad de tal hipótesis.”a Obviamente Laplace no era ni el primero, ni sería el último, en adoptar tal actitud de desprecio a Dios.
Pero en contraste con tales incrédulos sobresalen “gigantes” de la ciencia como sir Isaac Newton, quien declaró en una ocasión que, mientras escribía su obra Principia, tuvo su vista puesta en pruebas de peso en cuanto a la realidad de Dios, Su existencia. Hoy parece que más y más astrónomos están volviéndose de la posición adoptada por Laplace a la de Newton.
Por ejemplo, Robert Jastrow, prominente astrónomo estadounidense, escribió sobre el tema: “¿Han encontrado los astrónomos a Dios?” Entre otras cosas, declaró: “A los teólogos les deleita el hecho de que la evidencia astronómica conduce a un punto de vista bíblico del Génesis... pero un hecho curioso es que los astrónomos están molestos.”
Con relación a estos astrónomos, Jastrow pasa a decir: “La manera en que reaccionan estos científicos suministra una interesante demostración de la manera en que responde la mente científica —supuestamente una mente muy objetiva— cuando la evidencia que descubre la ciencia misma conduce a un conflicto con los artículos de fe de nuestra profesión. Resulta que el científico se comporta de la manera que nos comportamos el resto de nosotros cuando nuestras creencias están en conflicto con la evidencia. Nos irritamos, fingimos que el conflicto no existe, o tratamos de esconder el verdadero significado de la evidencia con palabras vacías.”
Un hecho interesante es que Jastrow presenta tres fuentes de evidencia que señalan a que hace unos 20 mil millones de años ocurrió una gran explosión que tuvo como resultado el que las galaxias se separaran unas de otras a tremendas velocidades, ¡algunas, de hecho, a la velocidad de más de 160 millones de kilómetros por hora! Se ha determinado también que, mientras más a lo lejos están las galaxias, mayor es su velocidad. Jastrow informa también que al principio Einstein —y él no fue el único— recibió con mucho escepticismo la teoría de la “gran explosión” sobre el origen del universo, e hizo declaraciones como ésta: “Me parece insensatez admitir tales posibilidades.” “Esta circunstancia de un universo en expansión me irrita.”
Sin embargo, más tarde, y para su crédito, Einstein reconoció que para él la teoría tenía sentido, así como lo tiene para una cantidad cada vez mayor de científicos. Como Jastrow señala, tal punto de vista sobre el origen del universo por lo menos concuerda con la declaración bíblica de que el universo material tuvo principio: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”—Gén. 1:1.
OTRAS PRUEBAS DE QUE DIOS REALMENTE EXISTE
El hecho de que el universo haya tenido principio no es lo único que prueba que Dios, el Creador, realmente existe; también son prueba de ello la armonía y el orden que se manifiestan por todos lados. Así, pues, uno de los más sobresalientes astrónomos de Inglaterra, sir Bernard Lovell, escribió sobre su “éxtasis ante la armonía de la ley natural, que revela una inteligencia de tal superioridad que, comparada con ella, todo el pensar y actuar sistemático de los seres humanos es un reflejo absolutamente insignificante.”
Considere, por ejemplo, todos los factores que se combinan para hacer posible la vida en nuestro planeta, la Tierra. El Sol se encuentra a aproximadamente 150 millones de kilómetros de distancia de la Tierra. Si la Tierra se encontrara solo unos cuantos millones de kilómetros más cerca del Sol, el calor sería tan intenso que no sería posible que hubiera vida alguna en la Tierra. Por otro lado, si la Tierra se encontrara solo unos cuantos millones de kilómetros más alejada del Sol, el frío no permitiría que existiera ninguna clase de vida en ella.
Piense también en el aire que respiramos. No podemos vivir sin oxígeno, y el 21 por ciento de la atmósfera es oxígeno. Pero si en la atmósfera hubiera la mitad del oxígeno que hay ahora, o si hubiera el doble de esa cantidad, la vida como la conocemos ahora no podría continuar sobre la Tierra. Además, tenemos la armonía o el equilibrio que existe entre la vida vegetal y la animal. Las plantas absorben el bióxido de carbono y exhalan oxígeno, mientras que todas las criaturas que respiran inhalan oxígeno y exhalan bióxido de carbono. ¿Cómo llegó a existir tal armonía y equilibrio? ¿No es eso prueba de que Dios existe?
Otra igualmente poderosa evidencia de que Dios realmente existe se ve en las células que componen el cuerpo humano, que se cuentan, literalmente, en millones de millones. ¡Qué diminutas son! Sin embargo, cada célula de estos millones se puede asemejar a una ciudad murada donde se producen sustancias químicas, proteínas y hormonas. Un núcleo dirige toda esta actividad, y los productos finales son transportados hacia el interior o el exterior de las células por medio de una red de canales. ¡Algunas de las partículas que componen estas células son tan diminutas que no se pueden ver ni cuando se aplica un aumento de 200.000 veces a la célula! Con razón la principal publicación médica de los Estados Unidos declaró que por lo menos el 80 por ciento de los científicos que trabajan en el campo de la biología están dispuestos a admitir que la biología y la vida están reguladas por algún poder superior.
Prueba adicional de que Dios realmente existe se puede ver en el instinto de los animales. ¿Por qué pueden las aves volar sin equivocarse por muchos miles de kilómetros hasta el punto fijo al que se dirigen, sin importar las condiciones del tiempo? ¡Cuánta sabiduría despliegan los insectos, tales como las abejas y las hormigas! Note la maravilla de las anguilas. Tanto las anguilas europeas como las americanas vienen hasta el mar de los Sargazos para desovar, y allí mueren. Una vez salen del huevo, las angulas, o anguilas jóvenes, regresan al lugar de donde vinieron sus madres. Se ha dicho que nunca se ha encontrado una anguila europea en aguas estadounidenses, ni una anguila americana en aguas europeas. ¿A qué se debe esto?
La prueba es innegable: Hay una gran Primera Causa. Dios realmente existe. Él verdaderamente ha ejecutado innumerables milagros. Algunos hombres, en el nombre de la ciencia, quisieran rechazar los milagros. Sin embargo, como dijo una vez el poeta inglés Cowper: “Todo lo que contemplamos es milagro, pero porque se ve tan [a menudo], todo es milagro en vano”... ¡pero no es así para las personas que reconocen que Dios realmente existe!
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¿Hasta qué punto es Dios una realidad para usted?La Atalaya 1981 | 1 de julio
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¿Hasta qué punto es Dios una realidad para usted?
CUÁNDO un rabino norteamericano preguntó en cierta ocasión a Einstein: “¿Cree usted en Dios?,” Einstein respondió: “Creo en el Dios de Spinoza, que se revela en la armonía ordenada de lo que existe.”
Pero, ¿cuál era el concepto de Dios que tenía aquel filósofo judío holandés del siglo diecisiete? En resumidas cuentas, su idea era que “todo lo que existe es parte de Dios y que Dios está en todo lo que existe.” Según Spinoza, “en Dios muy literalmente vivimos y nos movemos y tenemos nuestra existencia.” Pero, ¿hasta qué punto era tal Dios una realidad para Spinoza y Einstein?
A lo más, se puede decir que Spinoza y Einstein creían en un dios panteístico. ¿Un dios panteístico? Sí, pues el término “panteísmo” viene de dos raíces que significan “todo” y “dios,” y por lo tanto se define como “una doctrina en la cual se iguala a Dios con las fuerzas y leyes del universo.”
No cabe duda: El universo, el “libro de la naturaleza,” sí revela mucho acerca de Dios. Pero para que Dios verdaderamente sea real para nosotros nuestro conocimiento de él tiene que extenderse mucho más allá de lo que nos revela el universo. En realidad necesitamos su revelación divina. Pues leemos: ‘¿Cómo se puede poner fe en Dios sin primero haber oído acerca de él?’ (Rom. 10:14) Dios, obrando con amor, sabiduría y justicia, nos ha proporcionado tal revelación, su Palabra, la Sagrada Biblia. Mediante ésta no solo aprendemos que él es la gran Primera Causa, sino que también aprendemos acerca de sus cualidades: que es infinito en poder y sabiduría, enteramente recto y justo, y que es la personificación del amor. Además, en su Palabra también aprendemos acerca de sus propósitos.—Gén. 18:14; Deu. 32:4; Isa. 45:23, 24; Rom. 11:33-35; 1 Juan 4:8.
¿Tiene cuerpo?
En realidad, al enseñar que Dios es omnipresente la cristiandad ha confundido los asuntos y ha hecho más difícil que Dios sea una realidad para los que le adoran. ¿Cómo podría Dios estar presente en todo sitio a la misma vez? Dios es una Persona de la región espiritual o celestial, lo cual significa que no tiene cuerpo material, sino espiritual. ¿Tiene cuerpo un espíritu? Sí, pues leemos: “Si hay cuerpo físico, también lo hay espiritual.” (1 Cor. 15:44; Juan 4:24) Dado que Dios es un ser individual, una Persona con cuerpo espiritual, él tiene un lugar de habitación y por lo tanto no podría estar en ningún otro sitio a la misma vez. Por eso leemos en 1 Reyes 8:43 que los cielos son el ‘lugar establecido de su morada.’ También se nos dice en Hebreos 9:24 que “Cristo entró . . . en el cielo mismo, para comparecer ahora delante de la persona de Dios a favor nuestro.”
Además, el discípulo Esteban y el apóstol Juan tuvieron visiones del cielo en las cuales vieron tanto a Dios como a Jesucristo. Por lo tanto, Jehová Dios debe ser una persona, un ser individual, tal como lo es Jesucristo. (Hech. 7:56; Rev. 5:1, 9) A los cristianos que tienen la esperanza de vivir en los cielos en un tiempo futuro se les asegura que verán a Dios y que también serán como él, lo cual muestra que Jehová Dios realmente es una persona y que tiene tanto un cuerpo como un lugar donde está.—1 Juan 3:2.
Bien puede ser que algunas personas hayan caído en confusión debido a que Dios lo ve todo; además, su poder se puede sentir en todas partes. (2 Cró. 16:9) Podríamos ilustrar estos hechos al comparar a Dios con una planta eléctrica. Esta se encuentra en cierta calle de una ciudad. Pero la electricidad que ella proporciona se distribuye por toda la ciudad y provee luz y energía. Es lo mismo en el caso de Jehová Dios. Él tiene una ubicación en los cielos más altos, pero su fuerza activa, su espíritu santo, proporciona esclarecimiento, y su fuerza puede sentirse en todas partes, en todo el universo.
Aunque repetidas veces la Biblia advierte que los adoradores de Dios no deben atreverse a hacer una semejanza de él ni deben prosternarse ante tales semejanzas ni adorarlas, sí usa antropomorfismos; es decir, atribuye a Dios características humanas. Así, la Biblia habla acerca del rostro de Dios, sus ojos y oídos, sus narices y su boca, sus brazos y pies. (Deu. 4:15-20; Sal. 27:8; 1 Ped. 3:12; Sal. 18:15; Isa. 1:20; Deu. 33:27; Isa. 41:2) Claro, tal lenguaje descriptivo no quiere decir que el cuerpo espiritual de Dios tenga la misma clase de miembros que el cuerpo humano. Pero estas expresiones nos ayudan, puesto que mediante ellas Dios se hace una realidad más vívida para nosotros.
Sí, la Palabra de Dios muestra que Dios es una personalidad distintiva, que tiene sentimientos, que puede sentirse complacido o sentir desagrado, que puede reír, que puede enojarse, que es misericordioso y tierno en cariño. Se interesa personalmente en cada miembro de la humanidad. De hecho, tanto amó al mundo de la humanidad que envió a su Hijo unigénito a la Tierra para que éste muriera como sacrificio, de modo que cualquiera que ejerciera fe en él pudiera adquirir vida eterna.—Sal. 2:4, 12; Juan 3:16; Heb. 10:38; Sant. 5:11; 1 Ped. 5:7.
¿Por qué temerle?
Si Dios verdaderamente es una realidad para nosotros, sus mismísimas cualidades harán que temamos desagradarle. La Biblia dice que “el temor de Jehová es el principio de la sabiduría” y que “significa odiar lo malo.” (Sal. 111:10; Pro. 8:13) ¿Significa esto meramente sentir un temor reverencial para con Jehová? ¿Significa algo más que simplemente tenerle sano respeto a Dios? Podemos sentir temor reverente para con los que ocupan puestos de responsabilidad por asignación divina y podemos tener un sano respeto para con toda persona honrada. Pero tener el temor de Jehová significa mucho más que eso. El apóstol Pablo escribe: “Continuemos teniendo bondad inmerecida, por la cual podamos rendir a Dios de manera acepta servicio sagrado, con temor piadoso y reverencia. Porque nuestro Dios es también un fuego consumidor.” Ese hecho ciertamente debería hacer que ejerciéramos cuidado para no acarreamos el desagrado de Dios, ¡pues el hacerlo significaría que estaríamos en peligro de ser consumidos por él!—Heb. 12:28, 29.
El temor de Jehová podría ilustrarse como sigue: Un jovencito tiene razón para temer desagradar a su padre. ¿Por qué? Porque para él su padre es muy real. Puede verlo y oír su voz y, como hijo, sabe que su padre es más fuerte que él. Además, el padre satisface amorosamente todas las necesidades materiales del hijo... el alimento, la ropa y el abrigo, y las necesidades en cuanto al recreo, lo mental y lo espiritual. Por eso, el hijo tiene razones prácticas para obedecer a su padre, además de una obligación moral de hacerlo y de preocuparse por no desagradarle. El hijo sabio ejerce cuidado para no incurrir en el desagrado de su padre, y, cuanto más aprecia todo lo que su padre está haciendo por él, tanto más tiene un verdadero deseo de agradar a su padre.
Pues bien, así deberían comportarse todos los que se dirigen a Dios con las palabras: “Padre nuestro que estás en los cielos.” (Mat. 6:9) Toda cosa buena viene de él. (Sant. 1:17) Un incidente en la vida de José, hijo del patriarca Jacob, muestra que el que Dios verdaderamente sea una realidad para nosotros nos infunde un temor sano de desagradarle. Mientras José estaba sirviendo en la casa de Potifar, un funcionario de la corte egipcia, la esposa de Potifar trató de seducir al hermoso joven José. ¿Qué ayudó a José a resistir esta gran tentación? El que Dios fuera una realidad para él, como lo muestran las palabras de José a la esposa de Potifar: “¿Cómo podría yo cometer esta gran maldad y realmente pecar contra Dios?” No hay lugar a duda; Dios era una realidad vívida para José. El que Dios verdaderamente sea una realidad para nosotros nos ayudará a nosotros también a resistir con buen éxito las tentaciones.—Gén. 39:9.
Volvamos a nuestra ilustración: Supongamos que el padre tenga que viajar y permanecer lejos de su familia periódicamente por razones de negocio. Claro, él todavía estaría proveyendo el sostén para su familia y sin duda estaría escribiéndoles cartas, incluso a su hijo. Este leería las cartas con entusiasmo, pues éstas servirían para asegurarle que su padre sigue pensando en él. No obstante, debido a que su padre está lejos de la casa, el hijo podría tender a descuidarse en cuanto a no incurrir en el desagrado de su padre. Pero aquellas cartas seguirían recordándole su obligación para con su padre, ¿no es verdad?
En el caso de los cristianos hoy en día podría decirse que, en cierto sentido, nuestro Padre también está lejos, en los cielos de los cielos. Pero, conforme a su promesa, él nos provee todas las cosas que necesitamos, y nos ha enviado cartas en forma de los 66 libros de la Biblia. Si realmente amamos a nuestro Padre que está en los cielos y apreciamos todo lo que ha hecho, está haciendo y hará por nosotros, tendremos sumo aprecio por esas cartas inspiradas. Las leeremos a menudo y con interés sincero. Es más, ¿no deberían estas cartas inspiradas servirnos también de ayuda para que vigilemos nuestra conducta, y no hagamos nada que tal vez resulte en que Dios se enoje con nosotros? ¡Ciertamente que sí!
Es de notar que hay muchas más maneras de mostrar hasta qué punto Dios es una realidad para nosotros, entre ellas el hablar con él frecuentemente por medio de la oración y el hablar a otros acerca de las maravillosas cualidades de él. Así podemos hacer que Dios verdaderamente sea una realidad para otras personas a la misma vez que él se hace una realidad más y más perceptible para nosotros.
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El escitaLa Atalaya 1981 | 1 de julio
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El escita
CUÁNDO estaba enfatizando que las diferencias carnales no afectan la posición del cristiano como miembro del cuerpo de Cristo, el apóstol Pablo escribió: “No hay ni griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, extranjero, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todas las cosas y en todos.” (Col. 3:11) Es digno de atención el que incluyera a los escitas, puesto que éstos eran un feroz pueblo nómada y se les consideraba entre los peores bárbaros. Sin embargo, mediante el poder que ejerce el espíritu santo de Dios, hasta ellos pudieron vestirse de una personalidad semejante a la de Cristo, y desechar su manera de ser anterior. (Col. 3:9, 10) ¡Qué poderoso es el espíritu de Dios!
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