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¿Son todas las religiones caminos hacia Dios?La Atalaya 1981 | 1 de agosto
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¿Son todas las religiones caminos hacia Dios?
¿SABE usted que hay una religión ¿llamada “Adoradores de Kennedy”? Los que se adhieren a ella creen que el fenecido presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy puede ‘curarlos de sus enfermedades congénitas y hasta de sus enfermedades mortíferas.’
O, ¿qué hay de la iglesia llamada Ministerio de la Sabiduría Universal? Esta se basa en creer en los objetos voladores no identificados, o “platillos voladores,” y su fundador alega que fue llevado en un viaje en uno de esos objetos voladores cierto día a las dos de la mañana.
Y, ¿quién no se horrorizó al oír del suicidio en masa de más de 900 miembros del Templo del Pueblo del “reverendo” Jim Jones, en Guyana?
Esos ejemplos pudieran hacer que surgieran serias preguntas sobre un punto de vista que se sostiene comúnmente, uno que quizás usted haya escuchado. A menudo ese punto de vista se expresa de esta manera: ‘Todas las religiones son simplemente diferentes caminos a Dios.’
POR QUÉ ES TAN POPULAR ESE PUNTO DE VISTA
Una razón por la cual hoy muchas personas creen de esa manera es que hay un creciente ‘espíritu liberal.’ Las personas ejercen mucho cuidado para no dar la impresión de que son de mente estrecha, o gente fanática.
Otra razón por la cual muchos dicen que ‘hay algo bueno en todas las religiones’ es que la mayoría de las iglesias hablan acerca del amor y enseñan que es malo hacer daño a otros, asesinar, mentir y hurtar. Las iglesias han establecido hospitales y escuelas para ayudar a los necesitados. Y grupos religiosos han traducido la Biblia y la han distribuido, lo cual ha permitido que muchas personas aprendan acerca del Dios verdadero y de su Hijo, Jesús.
Sin embargo, si hay un Dios verdadero que ha provisto guía en su Palabra escrita, y cuyo Hijo enseñó con exactitud acerca de religión, preguntamos: “¿Cómo ven Dios y Jesús las diferentes religiones? ¿Concuerdan ellos con la idea de que ‘todas las religiones llevan a Dios’?”
¿CON LOS “MUCHOS” O CON LOS “POCOS”?
A Jesucristo se le honra por todo el globo terráqueo como a alguien que ha sido maestro sabio y piadoso, alguien que ciertamente no fue de miras estrechas. No obstante, en su famoso Sermón del Monte, Jesús claramente declaró:
“No todo el que me dice: ‘Señor, Señor,’ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no . . . [ejecutamos] en tu nombre . . . muchas obras poderosas?’ Y sin embargo, entonces les confesaré: ¡Nunca los conocí! Apártense de mí.”—Mat. 7:21-23.
Note que Jesús no adoptó el punto de vista popular y ecuménico de hoy de que la mayoría de las personas que practican alguna religión a su manera están agradando a Dios. En lugar de eso, Jesús dijo que “muchos,” aun de los que alegan que reconocen a Jesús como Señor o Cristo, no son aceptables.
En el mismo sermón, Jesús aconsejó:
“Entren por la puerta angosta; porque ancho y espacioso es el camino que conduce a la destrucción, y muchos son los que entran por él; mientras que angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la vida, y pocos son los que la hallan.”—Mat. 7:13, 14.
¿Por qué cree usted que Jesús adoptó tal posición? Las Escrituras muestran claramente que Jesús sabía que la persona que quiere agradar a Dios tiene que ‘hacer la voluntad del Padre,’ la cual se indica en la Biblia. Enfatizando este punto, Jesús condenó la práctica y enseñanza de cosas que están en conflicto con la Palabra de Dios. Fue apropiado que él hiciera eso, porque él sabía que la religión puede emplearse para entrampar y extraviar a la gente. (Mat. 23:13; 2 Cor. 4:4) Una comparación con las Escrituras muestra que mucho de lo que se enseña hoy día en las iglesias presenta en falsos colores los amorosos y generosos caminos del Dios verdadero.
Esto, pues, nos lleva a concluir que no bastaría con que alguien, y en eso estaríamos incluidos nosotros, simplemente observara la religión de sus padres o siguiera la religión principal de nuestros alrededores. Porque aunque hiciéramos eso sinceramente, pudiera colocarnos entre los “muchos” de quienes Jesús dijo que están en el ‘camino ancho que conduce a la destrucción.’
Ciertamente usted preferiría estar entre los “pocos” de quienes Dios juzga que están en el “camino” que en verdad conduce a él. Este es también el camino que Jesús dijo que esta conduciendo a “vida,” vida eterna.—Juan 3:16; 17:3.
CONOCIMIENTO EXACTO QUE CONDUCE A DIOS
Sin duda usted puede ver que no necesitamos ser teólogos ni tener conocimiento extenso de religión para evitar las iglesias que se distinguen por creer en milagros hechos por un político fallecido, o por viajes en “platillos voladores,” o las que conducen a suicidios maníacos. Sin embargo, sí necesitamos conocimiento... conocimiento exacto.
Tenemos prueba gráfica de esto en el caso del abogado judío del primer siglo llamado Saulo (o Pablo), quien llegó a ser apóstol cristiano. Él había sido muy celoso en su fe anterior, y hasta trató de erradicar la adoración que él consideraba incorrecta. No obstante, por la bondad de Dios, Pablo llegó a comprender que personas muy religiosas, incluso él mismo, pudieran tener “celo por Dios; mas no conforme a conocimiento exacto.” Cuando Pablo adquirió más conocimiento de la voluntad de Dios y sus tratos, se convirtió a la forma de adoración más correcta.—Hech. 8:1-3; 9:1, 2; Rom. 10:2; 1 Tim. 1:12-16.
Esto debería afectar nuestro modo de pensar hoy, porque es la voluntad de Dios que todas las personas “lleguen a un conocimiento exacto de la verdad” y le adoren de acuerdo con ese conocimiento. (1 Tim. 2:3, 4) Dios inspiró a Pablo a predecir que en nuestro tiempo muchas personas tendrían ‘una forma de devoción piadosa, pero que resultarían falsas a su poder.’ Se nos ordena: “De éstos apártate.”—2 Tim. 3:1-5.
Por lo tanto, es muy necesario que determinemos si nosotros estamos siguiendo o no una religión o forma de adoración que verdaderamente nos esté conduciendo a Dios. Pero, ¿cómo podemos estar seguros?
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Adore a Dios a la manera de élLa Atalaya 1981 | 1 de agosto
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Adore a Dios a la manera de él
¿HA VISTO usted evidencia de esta paradoja religiosa?:
“En los años ochenta se logrará ‘ganar a más personas a la fe cristiana que en cualquier otro tiempo de la historia pasada, y se verá a más cristianos desertar de las sectas organizadas de la cristiandad que en cualquier era del pasado.’”—“Morning Herald” de Sydney, 21 de Julio de 1979.
Este informe de Australia, basado en una encuesta que se llevo a cabo entre 50 religiones prominentes y 9.000 grupos “cristianos,” indicó que la gente. esta abandonando las iglesias en cantidades sin precedente. Tal vez usted sepa de personas que eran notablemente religiosas. Y asistían a alguna iglesia, pero que ya no siguen ese proceder.
Sin embargo, muchas personas, al sentir una necesidad interna de adorar a Dios, se ven atraídas a alguna religión, a menudo una que agita sus emociones y tal vez las insta a “salvarse.”
Usted también tiene esta necesidad, infundida por Dios, de adorar a su Creador. Pero, ¿cómo debería hacerlo? ¿Cómo quiere él que se le adore?
¿CÓMO SABERLO?
Naturalmente, es Dios, y no algún hombre o alguna iglesia, quien debe determinar lo que constituye la verdad y la adoración verdadera. A una mujer que era miembro de una comunidad religiosa del primer siglo Jesús declaró: “Dios es un Espíritu, y los que lo adoran tienen que adorarlo con espíritu y con verdad.” (Juan 4:24) Eso también nos aplica.
Sí, para agradar a Dios tenemos que inclinarnos hacia la adoración pura, y demostrar esa inclinación con entusiasmo que brote del corazón y con sinceridad. Además tenemos que estar buscando la verdad y esforzándonos por amoldarnos a ella. Eso significa actuar de acuerdo con la verdad que se revela en la Palabra de Dios, en vez de estar siguiendo simples tradiciones eclesiásticas o hasta doctrinas religiosas que estén en conflicto con la verdad bíblica.
Para determinar si una religión —aun su propia iglesia, o la creencia que sea popular en su comunidad— se conforma a la verdad, se pudieran examinar muchos diferentes asuntos. Pero hasta una investigación que se limite a simplemente tres rasgos puede ayudarle. Considere:
UNA CREENCIA COMÚN... PERO, ¿VERDAD?
Una enseñanza común entre la mayoría de las religiones por todo el mundo es la de que el hombre tiene dentro de sí un alma invisible que sobrevive a la muerte del cuerpo y sigue viviendo como espíritu inmortal. ¿Le suena conocida tal enseñanza? A menudo se asocia con la idea de que cuando una persona buena muere su alma va al cielo. Y es la doctrina que da origen a la preocupación tan generalizada en cuanto a los “espíritus” de parientes muertos, o los fantasmas. La Encyclopœdia Britannica indica: “Es casi universal la creencia de que el humano posee inmortalidad en alguna forma.” Quizás usted sepa eso.
Pero es muy apropiado que la enciclopedia diga que es “casi universal.” ¿Por qué? Porque los hebreos de la antigüedad y los cristianos primitivos no creían que los humanos poseyeran almas inmortales.
Puede que le sorprenda oír eso, debido a que muchas personas piensan que esta doctrina eclesiástica se deriva de la Biblia. Sin embargo, considere esto:
Según las Escrituras la primera mentira, una mentira pronunciada por Satanás el Diablo, fue que el pecado humano no acarrearía muerte. (Gén. 3:1-4) Cuando nuestros primeros padres murieron de todos modos, y la muerte dominó sobre todos los humanos después de ellos, ¿qué mejor manera de engañar pudiera haber habido que la de decir; ‘En realidad no están muertos... solo su cuerpo ha muerto; sus almas siguen viviendo en inmortalidad’? Sí, la doctrina de la inmortalidad del alma tiende a propagar la mentira de Satanás y ha llevado a millones de personas a temer a los muertos.
Sin embargo, para ponerlo en términos sencillos, las Escrituras enseñan que el alma suya es usted mismo. Hallamos indicio de eso en lo que la Biblia informa en cuanto a Adán. El Creador formó un cuerpo del polvo de la tierra y entonces le proveyó la vida y el aliento necesarios para sostener la vida. ¿Con qué resultado? Adán “vino a ser alma viviente.” (Gén. 2:7) No se le dio un alma. Adán era un alma.—Compare con 1 Corintios 15:45.
En consecuencia con esto, la Biblia enseña que el alma (la persona) puede morir. Vea Ezequiel 18:4. ¿Significa eso que cuando alguien muere ya no piensa ni siente? Exactamente. De hecho, Eclesiastés 9:5 nos informa: “Los vivos están conscientes de que morirán; pero en cuanto a los muertos, ellos no están conscientes de nada en absoluto.”
¿Significa eso que no hay ninguna esperanza para nuestros parientes y amigos que han muerto? No, no significa eso, porque la Biblia provee ejemplos de casos en que Dios devolvió la vida a personas que estaban muertas; las resucitó. Por ejemplo, usted quizás ya sepa que Dios resucitó a Jesucristo como espíritu al tercer día desde su muerte. (Hech. 10:39, 40; 1 Ped. 3:18) Sobre la base de este hecho, y de otras promesas bíblicas relacionadas con ese hecho, podemos esperar el tiempo en que Dios ha de resucitar a los que están en la memoria divina.—Hech. 17:31; 24:15.
Así, pues, cuando se reflexiona sobre estos asuntos usted puede darse cuenta de que la doctrina de la inmortalidad del alma, enseñada por la mayoría de las religiones, está en conflicto directo con lo que la Biblia dice. Por eso, pregúntese: ‘¿Qué significa esto para mí? ¿Tengo que hacer algún ajuste para adorar a Dios de la manera que a él agrada?’
EL COMPORTAMIENTO TAMBIÉN ESTA ENVUELTO
Jesucristo nos dio ayuda adicional para identificar el modo en que Dios quiere que se le adore. Dijo a sus seguidores: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre ustedes mismos.” (Juan 13:35) ¿Realmente instan hoy en día las iglesias a sus seguidores a mostrar la mismísima clase de amor que Jesús mostró?
Por ejemplo, los cristianos primitivos se veían sometidos a una prueba en cuanto al amor verdadero cuando se les pedía que se unieran al ejército romano o lo apoyaran. Ellos querían obedecer las leyes gubernamentales, pero no podían hacerlo si aquello significaba quebrantar las leyes de Dios, tal como Su ley contra el matar. (Mat. 22:21; Hech. 5:29) Además, Dios había dicho a su pueblo: “Tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra.”—Isa. 2:4.
En armonía con esa declaración, los cristianos primitivos rehusaban pelear a favor del Imperio Romano o de cualquier otra nación.
No obstante, considere la posición que adoptan las iglesias de nuestro día. Después de dar alguna excusa, han aprobado y bendecido el guerrear... guerrear en el cual católicos matan a católicos y protestantes matan a protestantes. ¡Ese no es el camino que agrada a Dios!
LAS NORMAS MORALES DE DIOS
Un tercer asunto que se puede examinar para determinar la forma de adoración que agrada a Dios es ver si un grupo religioso apoya las normas morales de Dios en vez de sencillamente pasar por alto el pecado.
Jesús trabajó para ayudar a personas que estaban cargadas de pecado, incluso a borrachos y a personas que eran culpables de inmoralidad sexual. Sus discípulos habían de hacer lo mismo. (Mat. 9:10-13; 21:31; Luc. 7:36-48; 1 Cor. 6:9, 11) Además, la Biblia muestra que podría ser que aun después de arrepentirse y hacerse cristianos algunos cometieran algún desliz y cayeran en pecado grave. (Gál. 6:1) Por ejemplo, un hombre de la congregación cristiana de la ciudad antigua de Corinto se hizo fornicador. —1 Cor. 5:1.
Si un cristiano caía en una práctica pecaminosa, otros cristianos habían de esforzarse por restaurarlo al favor de Dios y fortalecerlo en sentido espiritual. (Sant. 5:13-16) Pero, ¿qué pasaba si alguien se hacía practicante del pecado sin arrepentimiento? En cuanto a aquel hombre de Corinto, o cualquier otro como él, la Palabra de Dios dice:
“Cesen de mezclarse en la compañía de cualquiera que llamándose hermano sea fornicador, o avariento, o idólatra, o injuriador, o borracho, o que practique extorsión, ni siquiera comiendo con tal hombre. . . . ‘Remuevan al hombre inicuo de entre ustedes mismos.’”—1 Cor. 5:11-13.
De modo que si una persona se ha hecho practicante de pecado craso y rehúsa recibir ayuda y no se arrepiente, debe ser expulsada o quitada de entre la verdadera congregación cristiana. Puede ser que esto la sacuda y haga que vuelva a sus sentidos. No obstante, sea que eso suceda o no, esa expulsión de la congregación, que se hace bajo dirección divina, protege a los cristianos sinceros.—1 Cor. 5:2-8.
Pero, ¿se lleva a cabo esta forma de disciplina entre la mayor parte de las iglesias que usted conoce? Más bien, ¿no es verdad que a la mayoría de las personas que asisten a las iglesias y practican abiertamente el pecado se les sigue aceptando como parte del grupo?
En la primera plana de un periódico de Nigeria se informó recientemente:
“Aproximadamente una tercera parte de los hombres casados que son miembros de la religión católica romana en la archidiócesis de Lusaka tienen concubinas con quienes viven . . . El informe, basado en una encuesta hecha por el arzobispo Emmanuel Milingo, declara que, de los 10.903 hogares católicos, en 3.225 hay concubinas.”—14 de septiembre de 1980.
Al no apegarse al mandato de Dios de expulsar a los pecadores que no se arrepienten, las iglesias hacen que otras personas piensen que ellas también pueden cometer pecados sin tener que rendir cuentas. O tal vez simplemente se alejen de la religión.—Ecl. 8:11.
Un joven escribió lo siguiente a un periódico:
“Odio ir a la iglesia porque allí veo a personas de quienes sé que son borrachos, chismosos, mentirosos y estafadores, y están allí mismo cada domingo haciendo sus oraciones y cantando los himnos. No siento ningún respeto por los hipócritas, y nuestra iglesia está llena de ellos.”—“Post-Times” de Palm Beach, 27 de mayo de 1979.
Está claro que Dios no puede aprobar a individuos o iglesias que producen tal fruto y que no le adoran “con espíritu y con verdad.”—Juan 4:24; Mat. 7:15-20.
¿QUÉ HARÁ USTED?
Hemos examinado solamente tres asuntos. Pero por éstos queda patente que si deseamos adorar a Dios de la manera que a él agrada, puede ser que tengamos que hacer algunos cambios básicos en nuestras creencias y en nuestro proceder, como hizo el apóstol Pablo y han hecho muchos otros que han llegado a ser cristianos verdaderos. Es vital separarnos de las religiones que no están promoviendo el adorar a Dios de la manera que a él agrada. De hecho, Dios nos ordena ‘salir de ellas si no queremos participar con ellas en sus pecados y si no queremos recibir parte de las plagas que les vienen de Dios.’—Rev. 18:4, 5; 2 Cor. 6:14-18.
Los testigos de Jehová están seriamente interesados en poner sus vidas en conformidad con la Palabra de Dios, y así adorar al Creador “con espíritu y con verdad.” Se complacerán en ayudar a usted también en su deseo de adorar a Dios a la manera de él.
[Recuadro en la página 6]
“Un repaso cuidadoso de toda la información disponible demuestra que, hasta el tiempo de Marco Aurelio [emperador desde el año 161 hasta 180 E.C.], ningún cristiano se hizo soldado; y ningún soldado, después de llegar a ser cristiano, permaneció en el servicio militar.”—“The Rise of Christianity”
[Recuadro en la página 6]
“LOS VALORES Y LA VIOLENCIA EN AUSCHWITZ”
En su libro que lleva ese título, la socióloga polaca Anna Pawelczynska comentó que en la Alemania nazi “Los testigos de Jehová llevaban a cabo una resistencia pasiva en pro de sus creencias, que se oponían a toda guerra y violencia.” ¿Con qué resultado? Ella explica:
“Ese grupito de prisioneros era una fuerza ideológica sólida y ganó su batalla contra el nazismo. El grupo alemán de esta secta había sido una islita de resistencia incesante que existía en el seno de una nación aterrorizada, y con ese mismo espíritu de intrepidez funcionaron en el campo de Auschwitz. Se las arreglaron para ganarse el respeto de sus compañeros de prisión . . . de los funcionarios de la prisión, y hasta de los oficiales de la SS. Todo el mundo sabía que ningún testigo de Jehová llevaría a cabo una orden que fuera contraria a su creencia religiosa.”
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El paraíso: pintarlo o predicarlo... ¿cuál?La Atalaya 1981 | 1 de agosto
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El paraíso: pintarlo o predicarlo... ¿cuál?
Como lo relató Randy Morales
ME CRIÉ en la costa sur de la isla de Puerto Rico, cerca de la ciudad de Guayama. Nuestra casa de campo estaba situada entre plantaciones de caña de azúcar. Era un lugar realmente hermoso, un verdadero paraíso. Creo que aquellos alrededores infundieron en mí el deseo de ser pintor, para captar aquella belleza en el lienzo.
Así fue que, una tarde de fines de agosto de 1948, salí en barco desde San Juan con grandes esperanzas. Iba a la ciudad de Nueva York con sueños de hacerme artista. Solo tenía 18 años de edad.
LA INSTRUCCIÓN ME PRESENTA SORPRESAS
En septiembre comencé a estudiar en el Instituto Pratt de Brooklyn, Nueva York. Uno de nuestros libros de texto, Art Through the Ages (El arte a través de las edades), fue muy revelador, al igual que lo fueron las conferencias semanales sobre la historia del arte. Aprendimos que en el Egipto antiguo se gastaron enormes sumas en decorar los templos y las pirámides, mientras que a la gente se le mantenía en ignorancia, superstición y temor. Algo parecido sucedió en otras naciones, tales como Babilonia, Grecia y Roma. Pero la gran sorpresa para mí vino cuando estudiamos el llamado arte cristiano, especialmente el del período del Renacimiento.
Me alarmó aprender cómo la Iglesia Católica obtuvo los fondos que le permitieron construir todas las fabulosamente ornamentadas catedrales de Europa, especialmente las de Italia y lo que ahora es la ciudad del Vaticano. En clase se consideraron francamente los métodos que utilizaron los diferentes papas para adquirir opulencia. Desde entonces recuerdo la siguiente cita tomada de The
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