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  • La política... su fruto de la I Guerra Mundial
    ¡Despertad! 1985 | 8 de abril
    • La política... su fruto de la I Guerra Mundial

      Hace casi 2.000 años, Jesucristo pronunció su famoso Sermón del Monte, en el cual dio los principios básicos de la conducta cristiana. En vez del odio, enseñó el amor; en vez de la venganza, el perdón y el no recurrir a la violencia (Mateo, capítulos 5 a 7). En el transcurso de la historia, la cristiandad ha afirmado que sigue el ejemplo de él. Pero ¿qué revela un examen más detenido de la política del siglo XX? ¿Realmente han puesto en práctica el cristianismo los gobiernos de la cristiandad? ¿O han seguido, consciente o inconscientemente, los principios cínicos que Nicolás Maquiavelo observó en su estudio de la historia humana? En su libro El príncipe, él expuso los métodos que por siglos los hombres de estado habían usado con éxito. Sus máximas principales se enumeran en la página 7.

      A MEDIDA que el mundo entraba en el siglo XX, el futuro parecía relativamente estable. Las principales potencias europeas habían establecido alianzas que se contrapesaban y que teóricamente deberían haber garantizado la paz. Pero, como escribió el historiador R. R. Palmer en A History of the Modern World, “los europeos creían que se dirigían a una especie de período relativamente estable, lleno de progreso favorable y civilización más abundante, cuando los beneficios de la ciencia y las invenciones modernas se difundirían más ampliamente. [...] En vez de eso, Europa tropezó en 1914 con un desastre”.

      El profesor A. J. P. Taylor hasta declara: “Es difícil, de hecho, descubrir alguna causa de hostilidad entre las grandes potencias europeas a principios del verano de 1914”. No obstante, los políticos europeos ‘tropezaron con el desastre de la Gran Guerra’ de 1914-1918. ¿Por qué? De acuerdo con el mismo profesor, la causa fue “el sistema de alianzas [la Triple Alianza de Alemania/Austria-Hungría/Italia contra la Triple Entente de Francia/Rusia/Gran Bretaña] [...] Se suponía que ellas contribuyeran a la paz; contribuyeron a la guerra”.

      Jesús enseñó: “Al que te dé una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra”, y: “Continúen amando a sus enemigos” (Mateo 5:39, 44). Maquiavelo indicó que ‘el método bestial de la fuerza era frecuentemente necesario’ para que un gobernante alcanzara sus objetivos. Escribió: “Es necesario que el príncipe que desee conservar lo suyo sepa hacer mal, y usarlo o no usarlo según la necesidad”. De acuerdo con él, habría que sacrificar los principios cristianos por la conveniencia.

      Cuando los gobernantes políticos católicos, protestantes y ortodoxos de Europa —reyes, emperadores, presidentes y primeros ministros— declararon la guerra en 1914, ¿qué enseñanzas estaban siguiendo ellos consciente o inconscientemente? ¿Las de su supuesto Amo Jesucristo, o el consejo pragmático de Maquiavelo?

      “La guerra para poner fin a las guerras” y la guerra “para crear el mundo seguro para la democracia” fueron algunos de los lemas que se usaron para justificar la matanza en masa a la cual los líderes políticos condujeron en manadas a los hombres jóvenes de 1914. Y ¿qué tipo de guerra fue? ¿Cuál fue el precio que pagaron —no los políticos— sino la gente?

      Resultados de la I Guerra Mundial

      Tal vez la batalla de Somme, en el norte de Francia, resume el insensato sacrificio humano que tuvo lugar en la Gran Guerra. El profesor Palmer declara: “La batalla de Somme, que duró de julio a octubre [de 1916], costó a los alemanes aproximadamente 500.000 hombres; a los británicos, 400.000 hombres, y a los franceses, 200.000 hombres”. El costo total... ¡1.100.000 hombres! ¿Cuál fue el resultado? “No se había ganado nada de valor”, declara el historiador Palmer. Pero se había perdido mucho... 1.100.000 padres, esposos e hijos que dejaron tras sí a millones de padres, esposas y huérfanos afligidos. ¡Ésta fue la cosecha mortífera de tan solo una batalla! ¿Cuál fue la causa básica de ésta? La política divisiva, que se valió del nacionalismo y el patriotismo a fin de proporcionar la carne de cañón para una guerra que nunca debería haberse peleado.

      ¿Y cuál fue el precio total que pagó la gente (pero rara vez los gobernantes) de las naciones combatientes? Una fuente declara: “Para el 11 de noviembre de 1918 [...] ocho millones de soldados yacían muertos, otros veinte millones habían quedado heridos, enfermos, mutilados, o escupiendo sangre debido a los ataques con gas”. ¿Y qué hay de las bajas entre los civiles? “Veintidós millones de civiles habían sido muertos o heridos, y los sobrevivientes vivían en aldeas que habían volado en fragmentos y habían sido convertidas en escombros.”

      En vista de toda esta matanza, ¡qué apropiado es el símbolo que se usa en la Biblia para la entera organización política mundial de Satanás durante toda la historia... “una bestia salvaje”a! (Revelación 13:1, 2.) A veces algunas bestias salvajes matan por matar. Otras hasta matan a su propia prole.

      Sin embargo, hubo muchas esperanzas cuando la I Guerra Mundial terminó en un armisticio en noviembre de 1918. Como lo expresó el escritor Charles L. Mee en su libro The End of Order, Versailles 1919: “La I Guerra Mundial había sido una tragedia de escala espantosa. Se movilizó a 65.000.000 de hombres —más, por muchos millones, de los que jamás se habían reunido anteriormente para una guerra— para pelear una guerra, según se les había dicho, de justicia y honor, de orgullo nacional y de grandes ideales, para hacer una guerra que pondría fin a toda guerra, para establecer un orden completamente nuevo de paz y equidad en el mundo”.

      ¿Escarmentaron los líderes políticos del mundo a raíz de aquella espantosa carnicería? ¿Se acercaron más las llamadas naciones cristianas a practicar el amor que Cristo enseñó? No, pues los sucesos desde 1918 ciertamente han desmentido las trivialidades y los lemas que usaron astutamente los políticos, el clero y los militaristas.

      El comentario del escritor Mee es pertinente: “Los diplomáticos se reunieron [para la Conferencia de Paz de París]... y, lejos de restaurar el orden al mundo, tomaron el caos de la Gran Guerra y, por medio de venganza e inadvertencia, impotencia y mala intención, lo sellaron como la condición permanente de nuestro siglo”. El hecho de que el caos fue sellado como una condición permanente del modo de vivir del siglo XX quedó confirmado por acontecimientos posteriores.

  • ¿Han traído paz los mesías políticos?
    ¡Despertad! 1985 | 8 de abril
    • ¿Han traído paz los mesías políticos?

      EL EX PRESIDENTE estadounidense Woodrow Wilson fue uno de los líderes de las negociaciones de paz que hubo después de la I Guerra Mundial. Algunas personas lo consideraron “el campeón generoso de un nuevo orden mundial basado en la justicia y el debido respeto a las aspiraciones de toda la gente”. La solución de él para los problemas relacionados con la paz mundial fue la Sociedad (o Liga) de Naciones. Él tenía muchas esperanzas para su proyecto preferido.

      Cierto registro declara: “En cierto momento dejó asombrados a [el primer ministro británico] Lloyd George y a [el presidente francés] Clemenceau al explicar cómo establecería la liga una hermandad entre los hombres donde el cristianismo no había podido hacerlo”. ¿Por qué no había logrado hacerlo Cristo Jesús? Wilson contestó: “Él enseñó el ideal sin concebir ningún medio práctico para alcanzarlo. Por eso yo estoy proponiendo un proyecto práctico para llevar a cabo Sus objetivos”.

      La prensa francesa proclamó a Wilson el “Sumo Sacerdote del Ideal, Miembro de la Sociedad de Naciones, Benefactor de la Humanidad, Pastor de la Victoria y Legislador de la Paz”. Una vez más se estaba llevando a la gente a cifrar toda su esperanza y confianza en los políticos y sus proyectos respecto a traer un “nuevo orden mundial”. ¿Trajo paz duradera la Sociedad de Naciones, o contribuyó a una era de caos?

      El mesías de Italia

      Poco después de la inauguración de la Sociedad surgieron más mesías políticos, y éstos causaron sufrimiento a millones de personas. En 1922 Benito Mussolini, ávido lector de Maquiavelo, tomó el mando en Italia. Su fascismo fue aclamado como “la religión verdadera”. No obstante, trajo una era de “violencia, y de fraude y trapacería en las elecciones”, declara el historiador Palmer. El profesor Gentile, prominente filósofo italiano del fascismo, “elogió el uso de la violencia, incluso la violencia del aporreo que empleaban los fascistas, cuando se utilizaba en pro del Estado”. Declaró que dicha violencia es “la voluntad de Dios, y de todo hombre que cree en Dios, [...] y en la ley que Dios ciertamente quiere para el mundo”.

      ¿Fue ésta una manifestación del código de conducta de Cristo, o de las máximas de Maquiavelo? ¿Cuál de ellos dijo: “Es mucho más seguro ser temido que amado”? ¡Claro que no fue Jesucristo! En contraste, él enseñó: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre ustedes mismos”. (Juan 13:35.)

      En 1935, con la bendición de la Iglesia Católica, la Italia fascista atacó y venció a Etiopía. ¿Qué hizo la Sociedad mesiánica de Wilson al respecto? “La Sociedad de Naciones nuevamente falló [...] en proveer el mecanismo para que se tomaran medidas disciplinarias contra una Gran Potencia voluntariosa.” (A History of the Modern World, de R. R. Palmer.)

      Una era de terror

      Para 1933 Adolfo Hitler, anteriormente un austríaco católico desconocido, había llegado a ser canciller de Alemania. No tardó en expresar su desprecio hacia la Sociedad de Naciones y el Tratado de Versalles, los términos del cual le parecían que habían humillado muchísimo a Alemania en 1919. Retiró a Alemania de la Sociedad, denunció las restricciones del tratado y empezó a reconstruir las fuerzas armadas alemanas.

      En su manifiesto político, Mein Kampf (Mi lucha), Hitler explicó por qué recurrió luego al terror espiritual basado en mentiras y calumnias: “Ésta es una táctica basada en un cálculo preciso de toda debilidad humana, y su resultado llevará al éxito con certeza casi matemática [...] Logré comprender igualmente la importancia del terror físico para con el individuo y las masas”.

      Hitler estableció la Gestapo, que, junto con las S.S., llegó a ser una agencia de terror. Por perseguir despiadadamente a las minorías, se ganó el temor respetuoso de la mayoría sin incurrir en el odio de ésta. Esta mayoría no del todo silenciosa aclamó a Hitler como su führer. Prescindiendo de los antecedentes religiosos de la gente, la mayoría permitió que continuara o accedió a ello. Las máximas de Maquiavelo se convirtieron nuevamente en una realidad política.

      Desde 1936 en adelante, Hitler siguió una política de anexión e invasión que llevó a la ocupación de Renania, Gdansk, Austria y Checoslovaquia. Todo esto era el preludio de un caos mucho más grande que estaba por venir.

      “¡Hay que matarlos como a cerdos!”

      En 1936 el general fascista Franco encabezó una rebelión contra el gobierno republicano izquierdista de Madrid. La insurrección que hubo en España recibió la bendición de la Iglesia Católica como si fuera una santa cruzada. Con el tiempo, de acuerdo con el escritor C. L. Sulzberger, Hitler y Mussolini enviaron 85.000 tropas para apoyar el ejército de Franco. Aviones alemanes bombardearon ciudades españolas.

      Antonio Bahamonde, ayudante principal de uno de los generales de Franco, al comentar sobre el derramamiento de sangre y la matanza en masa de prisioneros, dijo que los generales de Franco “sabían muy bien que solo por la fuerza del terror [...] podrían dominar a la gente [...] Se trata de terror so pretexto de orden, y el orden es el orden del cementerio”. Otro general lo expresó sin rodeos: “La gente común son cerdos. ¡Hay que matarlos como a cerdos!” (Miracle of November, Madrid’s Epic Stand 1936, de Dan Kurzman). Estos hombres fueron oficiales de un ejército conquistador que era mayormente católico. En nombre de la conveniencia política, aprobaron el asesinato.

      Como ocurre en todas las guerras, ambos lados cometieron atrocidades. De nuevo el fruto de la política inspiradora de odio y respaldada por la religión salió a la superficie. La gente pagó el precio. La Guerra Civil Española, que duró tres años, causó la muerte a más de medio millón de personas. La guerra de España llegó a ser como la subida del telón para que se presentara una tragedia mucho mayor... la II Guerra Mundial.

      La II Guerra Mundial y más cataclismos

      La invasión de Polonia que realizó Hitler en septiembre de 1939 provocó las declaraciones de guerra de Gran Bretaña y Francia contra Alemania. La humanidad se halló en aún otra conmoción de destrucción en masa y desgracia. La política, respaldada por los grandes negocios, había traicionado una vez más al hombre común.

      ¿Por qué estaban implicados los grandes negocios? En la política, el dinero significa poder y los grandes negocios tienen el dinero. Sin dinero, Hitler quizás nunca habría llegado a ser canciller de Alemania. En The Rise and Fall of the Third Reich, el señor William Shirer escribió: “A medida que la década de los años veinte llegaba a su fin, el dinero empezó a entrar a raudales en el Partido Nazi, procedente de algunos de los grandes industriales de Baviera y Renania, a quienes les atraía el hecho de que Hitler se oponía a los marxistas y a los sindicatos”.

      La segunda guerra mundial produjo aún otra horrorosa cosecha de inhumanidad del hombre para con el hombre. ¿Cuántos murieron durante los seis años de matanza motivada por la política? De acuerdo con algunos cálculos, murieron 55.000.000 de personas. Otros millones “quedaron tullidas, ciegas, mutiladas, sin hogar, huérfanas, y empobrecidas” (The People’s Chronology, de James Trager). ¡La “bestia salvaje” política había vuelto a atacar!

      Para establecer paz permanente en la Tierra, los políticos de las principales potencias mundiales en 1945 propusieron una Sociedad modernizada, la Organización de las Naciones Unidas. Sin embargo, desde aquella fecha, ha habido alrededor del mundo por lo menos 62 guerras, guerras civiles, revoluciones y purgas, las cuales han resultado en millones de muertes y bajas... todas en nombre de discrepancias ideológicas tocante a la política.

      El profesor Palmer escribió aptamente: “El mundo de la humanidad ha estado en las garras de [...] un cataclismo desde 1914. La Primera Guerra Mundial, los problemas de la posguerra, las revoluciones de Rusia, China, Turquía y otros países, la gran depresión, el desfile de dictadores, la Segunda Guerra Mundial, la segunda cosecha de cambios revolucionarios y problemas de la posguerra, son todos parte del mismo proceso de reajuste, [...] que aún no ha terminado, y para el cual ‘cataclismo’ no es una palabra demasiado fuerte”.

      Ahora, en 1985, el mundo parece estar dividido principalmente en dos grandes campos políticos opuestos. Entre esas alineaciones hay aún una gran variedad de sistemas políticos y sociales, que varían desde dictaduras militares hasta regímenes democráticos. Ideologías discordantes amenazan con provocar una destrucción nuclear mundial, cataclismo que la mayor parte de la humanidad no desea.

      Aunque tal vez haya políticos sinceros que obren para el bien de la humanidad, no obstante, hay que admitir que la política divisiva nos ha traído al borde de la extinción. ¿Hay alguna salida? ¿Hay algún gobierno o forma de gobernación que realmente pueda unir a la familia humana en paz genuina y respeto mutuo?

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