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  • ¿Pecado?... ¿qué es eso?
    ¡Despertad! 1979 | 8 de octubre
    • de la culpa,’ la gente endurece su conciencia a fin de hacerla insensible, callarla. Llegan a estar “marcados en su conciencia como si fuera con hierro de marcar.” También tienen que tratar de reemplazar su anterior ideal interno con un nuevo ideal, uno con normas inferiores o carente de normas. Es un regreso a la antiquísima inmoralidad, pero disfrazada y endulzada como “la nueva moralidad.” Al hacer esto, “tienen contaminada tanto su mente como su conciencia.”—1 Tim. 4:2; Tito 1:15.

      Debemos retener la valiosa habilidad de sentir culpa. A fin de hacer eso, “tengan una buena conciencia.” Si la conciencia está débil, no la contamine por medio de obrar contrario a ella, sino fortalézcala por medio de llevar a la madurez cristiana la “persona secreta del corazón,” que se basa en la Palabra de Dios.—1 Ped. 3:4, 16; 1 Cor. 8:7.

      Enfréntese a sus sentimientos de culpa

      “Todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios,” a la imagen de quien fue creado el hombre. (Rom. 3:23; Gén. 1:27) Por lo tanto, todos tienen causa para sentirse culpables. Los que no se sienten culpables están escondiéndose sin buen éxito, como el avestruz que mete la cabeza en la arena.

      Los primeros dos seres humanos se sintieron culpables cuando pecaron, y se escondieron. Cuando se les halló y se les confrontó, hicieron como hacemos muchos de nosotros: trataron de echarle la culpa a otra persona. El registro declara: “Pasó el hombre a decir: ‘La mujer que me diste para que estuviese conmigo, ella me dio fruto del árbol y así es que comí.’ Con eso Jehová Dios le dijo a la mujer: ‘¿Qué es esto que has hecho?’ A lo cual respondió la mujer: ‘La serpiente... ella me engañó y así es que comí.’”—Gén. 3:12, 13.

      Se dice que a la miseria le gusta la compañía. La culpa está aún más deleitada con la compañía... ¡mientras más mejor! El Dr. Menninger escribió:

      “Si se puede hacer que un grupo de personas comparta la responsabilidad por lo que sería un pecado si un individuo lo hiciera, la carga de la culpa rápidamente se levanta de los hombros de todos los interesados. Otros quizás acusen, pero la culpa compartida por muchos se evapora para el individuo.”—Whatever Became of Sin?, pág. 95.

      ¿A qué puede llegar esto con el tiempo? Sobre “el pecado de la guerra,” dice él: “Todos los comportamientos que ordinariamente se consideran como criminales y/o pecaminosos de súbito son sancionados... el asesinato, la mutilación criminal, el incendio premeditado, el robo, el engaño, la violación de la propiedad, el sabotaje, el vandalismo, y la crueldad.”—Pág. 101.

      Menninger pasa a pintar el pecado más vívidamente y hace las siguientes preguntas:

      “El cuadro de un niño que grita al quemarse o de una mujer medio despedazada o destripada nos da una sacudida y nos repugna, aunque se nos ahorra el tener que oír el sonido de los gritos y gemidos. No somos testigos del dolor de la madre desconsolada. No sabemos nada del desespero, la desesperanza, la pérdida de todo. No vamos con ellos a los hospitales y observamos sus heridas horribles, quemaduras agonizantes, miembros despedazados. Y todo esto solo es un pequeño punto en un gran mapa de millones de personas. No se puede describir. No se puede captar. No se puede imaginar.

      “Pero ¿quién es responsable de este mal? Seguramente es pecaminoso, ¿pero de quién es el pecado? Nadie desea que se le atribuya la responsabilidad. Alguien le dijo a alguien que le dijera a alguien que le dijera a alguien que hiciera tal y tal cosa. Alguien decidió lanzarlo y alguien concordó en pagar por ello. ¿Pero quién? ¿Y cómo voté yo? . . . A veces me parece que las únicas personas que son completa y consistentemente morales son las que rehúsan participar.”—Págs. 102, 103.

      ¡Enfréntese a sus propias culpas!

      La honradez exige que cada uno de nosotros se enfrente a su pecado y culpa. La salud mental requiere que nos libremos de ello. Jehová nos provee el modo de hacerlo.

      La Palabra de Dios señala el único modo adecuado de arreglárselas con el pecado. Enfréntese a él: “Si hacemos la declaración: ‘No tenemos pecado,’ a nosotros mismos nos estamos extraviando y la verdad no está en nosotros.” (1 Juan 1:8) “El que está encubriendo sus transgresiones no tendrá éxito.” (Pro. 28:13) Confiese su pecado a Dios: “Dije: ‘Haré confesión acerca de mis transgresiones a Jehová.’” (Sal. 32:5) El perdón sigue a la confesión: “Si confesamos nuestros pecados [a Dios], él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados.” (1 Juan 1:9) La culpa entonces desaparece: El perdón de Dios viene por medio de Cristo, y ese perdón “limpiará nuestra conciencia de obras muertas.” (Col. 1:14; Heb. 9:14) Entonces nuestras conciencias ya no sienten culpa.

      De modo que, enfréntese a su pecado, reconózcalo, confiéseselo a Dios, busque el perdón de su pecado. A veces pudiera seguir el castigo, pero a menudo tras la confesión viene el perdón y eso termina el asunto.

      La generación del Yo trata de descartar la culpa negando el pecado. En sentido literal pecar significa “errar la marca.” La “nueva moralidad” de estos individuos ciertamente ha errado la marca, como lo muestran sus frutos. Los sicólogos que se especializan en el comportamiento presentan el argumento de que no tomamos decisiones personales y por lo tanto no tenemos responsabilidad, pero eso es igual que esconder el polvo debajo de la alfombra, en vez de barrerlo. Es una sicología en que nadie es responsable: a nadie debe culparse, nadie es culpable, nadie está pecando. Es la clase de jerga sicológica que adoptan los yo-primero y detrás de la cual se esconden, preguntando con cejas arqueadas: “¿Pecado? ¿Qué es eso?”

      Es sicología sana reconocer el pecado y enfrentarse a él. La Palabra de Dios es la clave que nos permite hacer esto. Esta muestra que debemos tener debido respeto por nosotros mismos, debemos mostrar consideración por otros, y, sobre todo, debemos amar a nuestro Creador Jehová Dios y aceptar sus principios como nuestra guía. El artículo siguiente desarrolla estos puntos.

  • Hay que: estar consciente de Dios, estar consciente de otros, estar consciente de uno mismo
    ¡Despertad! 1979 | 8 de octubre
    • Hay que: estar consciente de Dios, estar consciente de otros, estar consciente de uno mismo

      “Tienes que amar a Jehová tu Dios . . . Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo.”—Mar. 12:30, 31.

      TENEMOS que vernos como somos, la manera en que se nos ha hecho, lo que la historia ha revelado acerca de nosotros. ¿Qué proceder ha resultado práctico, provechoso?

      Somos carnales, pero también tenemos un lado espiritual. ¿Hemos de ser como los hedonistas, quienes siempre complacen la carne? ¿O como los ascéticos, que castigan la carne para exaltar el espíritu?

      Por supuesto, la Biblia no favorece el hedonismo. Y contrario a los ejemplos de algunas religiones, la Biblia tampoco favorece el ascetismo: “Cierto, tiene fama de sabiduría, con su fervor obligado, su mortificación de uno mismo, y su severidad

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