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¿Pueden éstos producir felicidad verdadera?¡Despertad! 1982 | 22 de marzo
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protestante que hacía hincapié en el trabajar fuerte y en la economía contribuyó a la expansión del capitalismo.
No es sorprendente que la economía capitalista se haya desarrollado más rápidamente en los países protestantes que en los estados católicos. Pero la Iglesia Católica rápidamente recuperó el tiempo perdido. Permitió que el capitalismo se desarrollara en los países donde ella era poderosa, y se convirtió en una organización capitalista extremadamente rica por derecho propio.a
Indudablemente, cuando se compara con el sistema feudal, el capitalismo trajo un mejoramiento, aunque sea solo en el sentido de proporcionar más libertad a la clase obrera. Pero también trajo consigo muchas injusticias. La brecha entre los ricos y los pobres fue haciéndose más grande. En el peor de los casos resultó en explotación y en la lucha entre las clases sociales. En el mejor de los casos produjo, en algunos países, una sociedad opulenta de consumidores que, desde el punto de vista material, lo poseían todo. Pero también ha producido un vacío espiritual, y no ha producido felicidad verdadera y permanente.
¿Es el comunismo el camino a la felicidad?
La Reforma Protestante fue una revuelta contra el abuso papal del poder y de los privilegios. Sin embargo, desató un diluvio de ideas que se extendió mucho más allá de lo que los reformadores originales habían previsto. Estas ideas —tarde o temprano— habrían de producir revoluciones en otros campos además del campo religioso. La revuelta contra Roma no solo dio impulso al desarrollo del capitalismo, sino que también contribuyó a innovaciones en el campo de la ciencia, la tecnología y la filosofía... innovaciones que condujeron al ateísmo.
Con el advenimiento de la máquina de vapor y otras maquinarias, el capitalismo se extendió del campo comercial al de la industria. A fines del siglo dieciocho y durante el siglo diecinueve aparecieron inmensas fábricas que requerían una fuerza laboral inmensa, de modo que se reclutaron como obreros a campesinos, artesanos y hasta a niños. Pero la “explotación [capitalista] del hombre por el hombre” resultó en la creación de movimientos obreros y en filosofías revolucionarias tales como el comunismo.
Teóricamente, el término “comunismo” denota “sistemas de organización social que se basan en la propiedad común, o en la distribución equitativa de los ingresos y la riqueza.” En la práctica general, el comunismo es un sistema de gobierno que tiene como fundamento el que la propiedad esté en manos del estado, que controla la economía bajo una estructura política de un solo partido.
A millones de desposeídos alrededor del mundo les pareció que el comunismo ofrecía la esperanza de una vida mejor. Parecía que era el mejor medio de nivelar las flagrantes desigualdades sociales que había creado el sistema capitalista. Muchas personas hasta estuvieron dispuestas a renunciar a las esperanzas de obtener libertad inmediata a condición de que, por medio de una revolución, pudieran obtener mejores condiciones de vida. Ellos pensaban que la libertad vendría después. Pero los años han pasado. En muchos países el sistema de gobierno comunista ha tenido tiempo para mostrar lo que puede hacer. Los resultados han sido desalentadores, aun en lo que toca a la prosperidad material, sin hablar de la libertad y la felicidad.
Por años, muchas personas jóvenes de Occidente —y hasta algunas no tan jóvenes— se sintieron atraídas por la ideología comunista. Pero las malas noticias que salen de continuo de muchos países comunistas y el flujo de refugiados en una sola dirección han desilusionado a muchas personas.
¿Ofrece el socialismo algo mejor?
La palabra “socialismo” se deriva de la palabra latina socius, que significa “compañero.” Se usó por primera vez en Inglaterra a principios del siglo diecinueve, y un poco más tarde en Francia. Se aplicó ésta a las teorías sociales del inglés Robert Owen (1771-1858) y de los franceses Saint-Simon (1760-1825) y Charles Fourier (1772-1837).
Owen criticó el sistema capitalista de organizar la industria, basado en la competencia y la explotación de los obreros. Recomendó un sistema cooperativo en el que los hombres y las mujeres vivirían en “Aldeas de Unidad y Cooperación,” donde disfrutarían de los frutos de su labor tanto en la agricultura como en la industria. Se establecieron varias comunidades owenitas en Escocia, Irlanda y aun en los Estados Unidos. Pero con el tiempo éstas se desintegraron.
En Francia, Fourier abogó por la creación de comunidades modelos a las que llamó falansterios, y que habrían de estar compuestas de personas que trabajarían según sus propias preferencias. A diferencia de Owen, quien aceptaba que el estado interviniera en el establecimiento de las “aldeas,” Fourier creía que su sistema funcionaría sobre una base completamente voluntaria. Además, a los miembros de dichas comunidades se les habría de pagar de acuerdo con los esfuerzos que hicieran y se les permitiría ser dueños de propiedades. Fourier creía haber encontrado la organización social que correspondía con los deseos naturales del hombre en su búsqueda de la felicidad. De hecho, se establecieron comunidades fourieristas en Europa y en los Estados Unidos. Pero éstas también fracasaron.
Las ideas del francés Saint-Simon se asemejan más al socialismo moderno. El abogó por la posesión colectiva de los medios de producción y el que éstos fueran administrados por peritos en los campos de la ciencia, la tecnología, la industria y las finanzas. Saint-Simon opinaba que la cooperación entre la ciencia y la industria produciría una nueva sociedad en la que las personas tendrían igual oportunidad de prosperar, pues la prosperidad de cada uno dependería de sus habilidades y de la cantidad y la calidad de su trabajo.
Aunque ninguna de estas primeras ideologías socialistas tuvo éxito, prepararon el camino para movimientos socialistas posteriores. Fueron las primeras expresiones del socialismo moderno, al que se ha descrito como un sistema de organización social que tiene como fundamento el que los principales medios de producción y distribución de bienes estén en posesión del pueblo y bajo el control de éste. Aunque las miras de este movimiento son semejantes a las del comunismo, la democracia social del día presente difiere del Marxismo en que aboga por reformas progresivas pero no favorece la revolución ni un sistema político de un solo partido.
Aunque el socialismo tiene mayor respeto por la libertad del individuo que el comunismo, no ha tenido éxito en producir paz internacional y felicidad. ¿Por qué?
¿Por qué ha fracasado?
Por un lado, el socialismo no ha resultado más poderoso que el nacionalismo. Concerniente a la Segunda Internacional, una federación de partidos socialistas y sindicatos que se fundó en 1889, se dice que “emitió muchas proclamas emocionantes y conmovedoras en contra de la guerra, pero cuando estalló la guerra [en 1914], quedó revelada la incapacidad de la federación. La mayoría de sus miembros nacionales apoyaron a sus propios gobiernos y abandonaron la idea de la solidaridad internacional de la clase obrera.”—Encyclopaedia Britannica.
Desde entonces, el movimiento socialista ha continuado dividido y significa diferentes cosas para diferentes personas. Varios gobiernos en diferentes partes del mundo usan el nombre socialista, y algunos de estos gobiernos varían muy poco de gobiernos progresivos conservadores, mientras que otros son autoritarios y hasta totalitarios. Por lo tanto, la palabra “socialista” ha perdido mucho de su significado para muchas personas sinceras que creían que dicho sistema político resultaría en una hermandad mundial dentro de una sociedad materialmente próspera y feliz en la que no habría distinción de clases.
No es de extrañar entonces que el líder sindical francés Edmond Maire escribiera en Le Monde: “El fracaso histórico del movimiento laboral en su ambición de edificar el socialismo . . . [ha] hecho que una cantidad de militantes —tanto trabajadores como intelectuales— abandonen aun sus esperanzas a largo plazo. . . . El que la esperanza socialista se haya debilitado parece haber afectado en particular a los jóvenes.”
Por lo tanto, ya sea por medio del capitalismo, el comunismo, o el socialismo, la búsqueda de la humanidad de un sistema que le proporcione prosperidad material y felicidad verdadera ha fracasado. El sociólogo norteamericano Daniel Bell admite lo siguiente: “Para el intelectual radical, las viejas ideologías han dejado de ser ‘la verdad,’ y han perdido su poder de persuadir. Quedan pocas personas de mentalidad seria que crean que uno pueda trazar los ‘planos’ y que por medio de ‘la ingeniería social’ se pueda producir una nueva utopía de armonía social.”—The End of Ideology.
No obstante, esta búsqueda de prosperidad material y de felicidad es algo natural. Entonces, ¿por qué no les ha sido posible a los sistemas económicos y políticos de la humanidad encontrar el modo de lograr tal prosperidad y felicidad? El siguiente artículo dará atención a esa pregunta.
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¿Basta con la prosperidad material?¡Despertad! 1982 | 22 de marzo
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¿Basta con la prosperidad material?
EL DESEO de disfrutar de prosperidad material no es malo en sí. ¿Pero basta ésta para alcanzar verdadera felicidad? ¿Se han olvidado el capitalismo, el comunismo y el socialismo del ingrediente principal para la felicidad verdadera? ¿Y pudiera esta falta seria explicar, al menos en parte, el porqué esos sistemas no han podido hacer que la gente sea verdaderamente feliz?
No hay duda de que hombres sinceros han dedicado toda su vida para hacer que el capitalismo, el comunismo o el socialismo tengan éxito. Y cada sistema ha tenido éxito en elevar la norma de vida en ciertos países, para cierta gente. Pero, ¿han traído éstos felicidad genuina a la mayoría de la gente de esos países? ¿Han acabado con el crimen, la violencia y la guerra? ¿Ha podido alguno de estos sistemas eliminar el suicidio, el enviciamiento en la droga o el alcoholismo? ¿Es propio de la gente feliz suicidarse, “escapar” mediante el uso de drogas o “ahogar sus penas” en el alcohol?
El propósito declarado de estos diversos sistemas humanos es promover un modo de vida que todos, o por lo menos “el grueso de la gente,” consideren el mejor. Ellos dan más o menos importancia a la libertad o a la igualdad como esencial para la felicidad humana. El capitalismo está dispuesto a sacrificar la igualdad a favor de la libertad. El comunismo antepone la igualdad a la libertad. La democracia social trata de conseguir lo mejor de ambos sistemas. Pero ninguno de éstos ha tenido éxito en cambiar la naturaleza humana. El egoísmo humano saca a relucir lo peor de los capitalistas y hace de muchos de ellos explotadores injustos; el egoísmo ha convertido los experimentos comunistas en capitalismo del estado, donde el estado, en vez de los capitalistas individuales o las grandes corporaciones, explota a la gente común; el egoísmo ha arruinado los utópicos sueños socialistas.
No basta con la tecnología
Hasta hace poco ideólogos políticos y economistas de toda tendencia cifraron sus esperanzas en el progreso científico y en la tecnología. Leemos: “La nueva tecnología parecía caerle [al capitalismo de libre empresa] como anillo al dedo y parecía garantizar la realización inmediata del ideal de los filósofos utilitaristas, que es ‘el mayor bien para el grueso de la gente.’ Hasta Marx y Engels, cuya orientación política era radicalmente diferente, vieron solo beneficios en la tecnología.”—Encyclopaedia Britannica.
Sí, desde los capitalistas más intransigentes hasta los comunistas más revolucionarios, hombres han aclamado la tecnología como la clave para la felicidad futura de la humanidad. Máquinas nuevas y mejores eliminarían el trabajo pesado. Se reducirían las horas de trabajo, lo cual dejaría más tiempo libre para que la gente viajara, se educara o se divirtiera. ¿En qué pudiera resultar todo esto sino solo en felicidad?
Hoy día el optimismo se ha desvanecido. La tecnología ha creado tantos problemas como los que ha resuelto, o quizás usted pregunte: ¿no ha producido más problemas? La obra de consulta que acabamos de citar pasa a hablar de “los defectos sociales del progreso tecnológico, tales como las muertes por accidentes de automóvil, la contaminación del aire y el agua, la superpoblación en zonas urbanas y el ruido excesivo.” También menciona el serio problema de la “tiranía tecnológica sobre la individualidad del hombre y los patrones tradicionales de la vida.”
¿Quiénes, hoy día, pueden afirmar seriamente que la tecnología ha mejorado la vida familiar, que ha provisto a la gente empleos satisfacientes o ha hecho que el mundo sea un lugar más seguro en el cual vivir? Indudablemente se necesita algo más que la tecnología para que la gente sea feliz.
“No de pan solamente”
Mientras comenzaba la revolución tecnológica, varios hombres perspicaces previeron los peligros de ésta. El estadista británico William Gladstone (1809-1898) advirtió en contra de la “dominación aumentante de las cosas que se ven sobre las que no se ven,” y en contra del “poder de un materialismo inconsciente que es silencioso y reservado.” El ensayista estadounidense Ralph Waldo Emerson (1803-1882) escribió esta advertencia en contra del materialismo
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