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  • ¿Qué le hacen a su alimento?
    ¡Despertad! 1970 | 8 de noviembre
    • ¿Qué le hacen a su alimento?

      ¿CUÁNTO veneno quiere usted comer? Sin duda una sugerencia como ésa le repugna. Usted probablemente opina que no quiere comer ningún veneno en absoluto.

      No obstante, sea que se dé cuenta de ello o no, en muchos países, especialmente en los Estados Unidos y otros países occidentales, mucho del alimento contiene ahora cantidades pequeñas de sustancias químicas que, de comerse en cantidades grandes, podrían matar a uno. Especialmente desde la II Guerra Mundial ha aumentado el uso de estas sustancias.

      Posiblemente usted opine que, aunque esas sustancias químicas se añadan a los alimentos envasados, por lo menos cuando usted compra frutas, legumbres o carne frescas puede evitarlas. Pero casi todos estos productos han sido expuestos a sustancias químicas también.

      Las sustancias químicas que se añaden a los alimentos se llaman “aditivos.” Hoy se usan literalmente centenares de ellos. Muchos de estos aditivos son sintéticos... sustancias químicas de hechura humana.

      ¿Hasta qué grado se usan estos aditivos hoy día? William Longgood, en su libro The Poisons in Your Food, comenta: “Virtualmente toda pizca de alimento que uno come ha sido tratada con alguna sustancia química en alguna ocasión: tintes, blanqueadores, sustancias emulsivas, antioxidantes, sustancias conservativas, sabores, realzadores del sabor, topes, aerosoles nocivos, acidificantes, alcalizantes, deodorantes, humectantes, agentes secadores, gases, dilatadores, espesadores, desinfectantes, defoliadores, fungicidas, neutralizantes, endulzadores artificiales, agentes anticoglutinantes y antiespumantes, acondicionadores, saladores, hidrolizantes, hidrogenantes, madurantes, fortificantes y muchos otros.”

      Los aditivos aparecieron en las noticias recientemente debido a la publicidad que se dio a los ciclamatos. Los ciclamatos estaban entre los más de 600 aditivos de los alimentos que eran “Generalmente Reconocidos como Aditivos Seguros” (llamados la lista GRAS) por la Administración de Alimentos y Drogas de los Estados Unidos.

      Los ciclamatos son endulzadores químicos hechos por el hombre que reemplazaban el azúcar por razones de dieta o salud. Se usaban en gaseosas, helado, aderezos de ensaladas, budines, gelatinas, mermeladas y jaleas, hasta en pepinillos. Se introdujeron en casi todo alimento dietético y también se usaron en las vitaminas preparadas con sabor para los niños.

      Sin embargo, unos experimentos demostraron que los ciclamatos causaban cáncer en los ratones y en las ratas, y hacían que nacieran pollitos deformes. Esto estaba en pugna con la ley estadounidense que declara que ningún aditivo de los alimentos “se considerará seguro si se descubre que induce cáncer al ser ingerido por el hombre o los animales.”—La Enmienda Delaney al Acta de Alimentos, Drogas y Cosméticos de 1958.

      En consecuencia, las bebidas dietéticas que contenían ciclamatos fueron proscritas, aunque los alimentos y medicinas dietéticos que los contenían, de indicarse esto apropiadamente en la etiqueta, podrían venderse sin receta. Varios otros países proscribieron el uso de los ciclamatos.

      Esta publicidad que se debió a los endulzadores artificiales hizo que muchos pusieran en tela de juicio lo prudente de usar otros aditivos. ¿Había riesgo en cargar tanto del abastecimiento alimenticio con sustancias químicas hechas por el hombre? Algunas autoridades se sintieron intranquilas por el hecho de que a muchísimos aditivos realmente no se les había probado lo suficientemente como para determinar que eran seguros, aunque ya estaban en la lista GRAS.

      Hay quienes dicen que estas sustancias químicas son seguras en las cantidades utilizadas, aunque admiten que en dosis mucho más grandes pueden ser perjudiciales, hasta pueden matar. Por otra parte, hay quienes afirman que si una sustancia química es veneno en cantidades grandes, todavía es veneno en cantidades pequeñas... el arsénico es arsénico, dicen ellos, prescindiendo de lo mucho que estire uno lo que tenga de él. También alegan que puesto que pocos de estos aditivos, si acaso algunos, son de algún valor nutritivo, ¿por qué arriesgarse a usarlos?

      ¿Por qué debería haber alguna duda en cuanto a si son seguras o no las sustancias que se añaden a los alimentos? Porque aunque algunas de estas sustancias químicas en cantidades grandes han producido cáncer y otros efectos malos en animales usados para experimentos tales como los ratones y las ratas, no hay seguridad de que esto sea lo que sucede en los humanos que están expuestos a una cantidad mucho menor en su dieta. Y estos aditivos no han estado en uso en base tan extensa por tiempo suficiente para averiguar quién tiene razón.

      ¿Por qué se usan los aditivos?

      Si como se reconoce muchos aditivos químicos no tienen ningún valor alimenticio, especialmente los que el hombre hace, y quizás hasta sean peligrosos a la larga, ¿por qué se usan?

      Con el surgimiento de las ciudades grandes se hizo cada vez más necesario no solo enviar productos alimenticios por largas distancias, sino también almacenarlos en depósitos y en estantes por largos períodos de tiempo. Algo se tenía que hacer para impedir que estos alimentos se echaran a perder. Por consiguiente, se añadieron sustancias químicas para detener la multiplicación de los organismos que normalmente echan a perder el alimento.

      Entonces vino la demanda de alimentos dietéticos, especialmente alimentos y bebidas que no engordaran. Esto quiso decir, por ejemplo, que en las gaseosas no se deseaba utilizar azúcar como endulzador, puesto que añadía calorías. De modo que se sustituyó el azúcar con sustancias químicas que tenían sabor dulce.

      Otra razón por la cual se usaron aditivos fue el hecho de que se hicieran populares los alimentos pre-cocidos, como las “cenas de TV.” El ama de casa simplemente las calentaba y las servía. Sin embargo, a estas comidas se les añadían sustancias químicas para conservarlas y realzar su sabor y apariencia.

      El consumidor también tiene la culpa. Son demasiadas las personas que quieren cosas que se vean bien, que parezcan buenas al tacto y tengan buen sabor prescindiendo del valor alimenticio. De modo que los fabricantes ponen en los alimentos sustancias químicas que produzcan estos efectos. Por ejemplo, quizás un pedazo de pan blanco se vea bien, sea blando al tacto y hasta tenga buen sabor. Pero por lo general está hecho de harina emblanquecida, que ha perdido la mayor parte de lo nutritivo en la elaboración. Se le añaden sustancias químicas para hacer que se vea bien, sea blando al tacto, tenga buen sabor y se conserve. A menudo se le añaden unas cuantas vitaminas sintéticas y se vende como pan “enriquecido.” Al consumidor le agrada comprar ese producto.

      En relación con el pan, el Sr. Longgood comenta: “El destino que le viene a un inocente grano de trigo pertenece más apropiadamente en los anales del crimen que en un tratado sobre alimentos.” Dice: “La hogaza de término medio de pan blanco comercial que se vende hoy es principalmente el producto de ingeniosidad química, tecnología mecánica diestra y estratagema de publicidad. Se le somete a un bombardeo de sustancias químicas, se le despoja de casi todo alimento nutritivo, recibe unas cuantas vitaminas sintéticas, se le inyecta sustancia emulsiva para mantenerla blanda y . . . se vende al público crédulo como un producto enriquecido. El pan y la mayor parte de los otros artículos horneados comerciales tienen relación más estrecha con la probeta que con la naturaleza.”

      Si usted vive en el mundo occidental, hasta la carne que compra probablemente ha sido tratada químicamente. A muchos animales se les administran injertos de hormonas sexuales cuando son muy jóvenes y luego se les alimenta con hormonas sintéticas, antibióticos y otras sustancias químicas para obtener el peso máximo e impedir algunas enfermedades. También, el cuerpo de ellos contiene insecticidas que los animales han recibido del forraje, que ha sido rociado con sustancias químicas además de haber sido abonado con sustancias químicas. Muchos productos de carne, especialmente las carnes frías, son tratados además con sustancias químicas.

      ¿Cuánto de estas sustancias químicas come la persona de término medio? Se calcula que come aproximadamente 1,4 kilogramos al año. Pero, ¿qué efecto tienen estos aditivos químicos?

  • ¿Perjudican los aditivos químicos?
    ¡Despertad! 1970 | 8 de noviembre
    • ¿Perjudican los aditivos químicos?

      AL PÚBLICO se le pide que crea que los aditivos químicos que se ponen en el alimento no causan daño, puesto que por lo general la cantidad que se come cada día es muy pequeña. Sin embargo, esta pregunta persiste en la mente de los que razonan sobre lo que se les pide que crean: Si una cantidad grande de una sustancia química es venenosa y perjudicial, ¿no será perjudicial también una pizca cada día, solo que simplemente se requerirá más tiempo para que produzca efecto?

      Los que alegan que los aditivos son seguros, a menudo mencionan el hecho de que una cantidad pequeña de sal es buena para la salud de la mayoría de las personas, pero grandes cantidades de sal pueden matar. Por lo tanto concluyen que otras sustancias químicas son seguras en cantidades pequeñas. Esto puede ser cierto, con tal de que esas otras sustancias químicas puedan desecharse del cuerpo como las cantidades sobrantes de sal y no se acumulen en el cuerpo como el DDT.

      Se puede alegar que no hay prueba definida todavía en cuanto a que estos aditivos químicos estén perjudicando a la gente. Pero, ¿no es esto expresar las cosas al revés? Quizás sea mejor declarar lo contrario, que no hay prueba definida todavía de que estos aditivos del alimento no estén perjudicando a la gente. Por lo tanto, ¿no sería más sensato mantener al mínimo absoluto el uso de estos aditivos hasta cuando se haya desvanecido toda sombra de duda en cuanto a lo seguros que sean?

      He aquí un caso a propósito: Hubo quienes hace mucho alegaron que el fumar probablemente era perjudicial. Pero de día en día no era posible ver ningún cambio visible en la salud, de modo que a los fomentadores del fumar cigarrillos les gustaba decir que no se estaba causando daño alguno. Ahora, después de décadas de experiencia, está establecido definidamente que el fumar es perjudicial para la salud. Puede producir cáncer, enfermedades del corazón y otros males. Pero se necesitaron muchos años para probar eso. ¿Quién puede decir que los aditivos de nuestro alimento no estén produciendo también efectos perjudiciales, aunque sea a través de un largo período de tiempo?

      Hay inmensas diferencias en la estructura corporal de las personas. Probablemente usted conozca a personas que pueden estar a la intemperie en clima frío por mucho tiempo y no enfermarse. No obstante, otras quizás permanecen fuera solo brevemente y caen enfermas.

      Nadie puede decir cuál es el límite de tolerancia de alguien. Lo que quizás no sea perjudicial para alguien que disfrute de suficiente vitalidad, de modo que parece que su cuerpo se libra de los agentes perjudiciales, puede matar a otra persona que no disfrute de esa vitalidad. Por eso, ¿quién puede decir cuánto de una sustancia química realmente perjudica la salud de uno? Aunque solo sea un porcentaje pequeño de la población el que salga perjudicado, ¿le gustaría a usted formar parte de ese porcentaje?

      Los que alegan a favor de cierto punto de vista quizás dirijan la atención de usted a los resultados de ciertos experimentos. Pero, ¿es siempre concluyente esa evidencia? Por ejemplo, a ratas a las que se alimentó bien por un período de seis meses no se les hizo beber otra cosa salvo bebidas que contenían cola. Se descubrió que sus dientes se disolvieron hasta la línea de las encías. Se dice que los ácidos de estas bebidas pueden disolver hierro y piedra caliza. Superficialmente eso parece un experimento muy impresionante y se puede sacar de ello la conclusión de que ciertamente algún daño les resultaría a los hombres que tomaran esas bebidas, fuera a través de un largo período de tiempo o solo de vez en cuando.

      Sin embargo, mucha de la fuerza de este argumento se pierde cuando alguien señala el hecho de que los ácidos del jugo de limón y el vinagre también disuelven el hierro y la piedra caliza. Por consiguiente, si los ácidos de la cola en cantidades pequeñas son perjudiciales durante un período largo de tiempo, también se pudiera decir que el jugo de limón y el vinagre son perjudiciales para la salud de uno. Por eso, es patente que se necesita un alcance extenso de conocimiento para sacar conclusiones sanas.

      ¿Quién es el que más sabe?

      En esta controversia sobre los aditivos del alimento uno encuentra que las opiniones oscilan de un extremo al otro. Hay quienes disfrutan plenamente de todo aditivo que agrada y excita sus sentidos. Los conservadores, por otra parte, quizás le pregunten a uno: Si el Creador se hubiera propuesto que ciertas sustancias químicas estuvieran en nuestro alimento, ¿no las habría puesto allí? Después de todo, ¿quién conoce mejor la composición y el equilibrio correctos del alimento... el Creador, o los hombres imperfectos?

      Siguiendo esta línea de razonamiento: Si usted tuviese un automóvil fino que consumiera gasolina de alta volatilidad, ¿qué sucedería si usted empezara a introducir partículas de suciedad y combustible de inferior calidad en el tanque de la gasolina? Con el tiempo el auto comenzaría a funcionar mal y al fin se dañaría, y duraría menos.

      El Dr. William E. Smith, un investigador del cáncer, dijo: “La costumbre cada vez más corriente de introducir una serie interminable de moléculas biológicamente extrañas en el organismo humano por diversas ventajas comerciales no es diferente de echar una colección de tuercas y tornillos en la maquinaria más delicada que se conozca.”

      Muchos han llegado a la conclusión de que ya no se trata de que estos aditivos químicos sean perjudiciales o no. Según su opinión solo se trata del grado del daño. El Dr. Edward Ryan, ex-editor del Dental Digest, declaró: “Cada vez que se remueve de un alimento una sustancia natural, cada vez que se agrega un adulterante a un alimento, se perturba el equilibrio de la naturaleza. . . . Los procesos químicos y celulares dentro de las células del cuerpo no pueden responder a los antojos pasajeros de los químicos sin que haya perturbación en las funciones.”

      Juntándolo todo

      La publicación Chemical Week del 10 de diciembre de 1969 comentó: “El problema creciente de una inclusión cada vez mayor de sustancias químicas en los alimentos, declaró un miembro del comité, Maurice Shils, profesor asociado de medicina de la Universidad de Cornell, es ‘parte del problema de la contaminación. Debería haber una buena razón antes de que entraran nuevas sustancias químicas en nuestro abastecimiento de alimentos.’”

      El que se compare a estas sustancias químicas con las sustancias contaminadoras hace surgir otro aspecto de este asunto. Quizás la persona de término medio no coma suficiente de algún aditivo químico por sí solo cada día para resultar perjudicada, pero está expuesta a más que solo una sola sustancia química en su alimento cada día. Y además, está expuesta a muchas procedentes de otras fuentes.

      Aumenta el número de las personas que se preocupan por el ambiente contaminado en que viven. Hay sustancias químicas extrañas en gran parte del agua potable. La tierra que produce mucho del alimento ha sido empapada de insecticidas y abonos químicos. ¿Y qué hay del aire que inhalamos? En muchos países es positivamente horrible. Por ejemplo, un informe sobre los descubrimientos de científicos estadounidenses del Centro de Investigación de las Ciencias Atmosféricas declara: “El lugar de los Estados Unidos donde este centro notó el último vestigio de aire limpio fue cerca de Flagstaff, Arizona, pero este vestigio desapareció hace seis años cuando . . . la contaminación del aire de la costa de California llegó a esa ciudad del norte de Arizona.”—El Register de New Haven, 21 de diciembre de 1969.

      Newsweek del 26 de enero de 1970 informó: “El desperdicio que hay en el aire en los EE. UU. balda ganado en Florida, descolora la pintura de las casas y autos en Lincoln, Maine, mata pinos a 100 kilómetros de Los Ángeles y arruina orquídeas en Texas e Illinois así como espinacas en el sur de California. Algunos estadounidenses lo están pagando con su vida; las enfermedades de las vías respiratorias como el asma, la bronquitis, el cáncer de los pulmones y el enfisema están aumentando a proporciones alarmantes.”

      De modo que cuando uno lo junta todo, descubre que ya no es solo una sustancia química en cantidades pequeñas. El ataque de todos estos elementos contranaturales —las sustancias químicas de nuestros alimentos, el aire sucio que inhalamos, las sustancias extrañas en el agua que bebemos— bien pueden ser responsables de algunas de las enfermedades que padece hoy día la gente.

      Qué se puede hacer

      ¿Qué puede hacer uno si prefiere no consumir tantas sustancias químicas? Aunque es imposible en gran parte del mundo hoy día evitarlas del todo, puesto que es tan extenso su uso y muy a menudo oculto de la vista, uno puede aplicar las sugerencias del cuadro que se da en la página 7.

      El que usted personalmente haga estas cosas sin duda será provechoso para usted mismo y para su familia hasta cierto grado, pero no removerá las causas principales de la mala salud y la enfermedad. Aunque viviésemos en un ambiente que estuviese libre de contaminación, y se proscribieran los aditivos de los alimentos, la humanidad continuaría sufriendo los efectos del pecado y de la muerte. El hombre no puede por sus propias obras librarse de esta maldición adámica. También, el problema de la contaminación es inherente en el presente sistema de cosas en el cual vivimos, y este sistema de cosas no es algo que podamos cambiar.

      Pero Dios puede librarnos de ambas cosas. Y en su Palabra, la Biblia, ha dicho que lo hará. Él ha llamado atención específicamente al hecho de que el hombre está echando a perder esta buena Tierra que Él creó y Él ha declarado su propósito de “causar la ruina de los que están arruinando la tierra.”—Rev. 11:18.

      Toda la evidencia en cumplimiento de la profecía bíblica muestra que estamos muy cerca del tiempo en el cual Dios exhibirá su gran poder y autoridad poniéndole fin a este sistema de cosas egoísta y a aquellos a quienes les encanta que las cosas sean así.—2 Tim. 3:1-5.

      Después de ese acto milagroso de Dios, el gobierno justo de Dios en el cielo administrará los asuntos de la humanidad. Su Palabra promete que la Tierra llegará a ser un paraíso. No solo habrá un fin permanente para la contaminación de la atmósfera, el terreno y el agua de la Tierra, sino algo mucho más maravilloso... ¡la restauración de la humanidad a una condición de perfección de cuerpo y mente! El dolor y la muerte llegarán a ser cosas del pasado.—Isa. 45:18; Luc. 23:43; Rev. 21:4, 5.

      Jehová Dios, el Creador del hombre y Aquel que hace que la Tierra produzca alimento para todas las cosas vivas, sabe lo que se requiere para efectuar estas cosas. Él ha dado su propia palabra inalterable de que las hará una realidad.—Rev. 21:5.

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