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¿Debería usted participar de la cena del Señor?La Atalaya 1962 | 1 de abril
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de otras ovejas cuyas esperanzas son terrestres. Sin embargo, es probable que de entre ellos se llame a individuos para llenar cualquier vacante en los 144,000 causada por infidelidad y rechazamiento. De modo que la fecha de cuándo se dedicó uno tendría alguna relación con la probabilidad de ser uno del resto, aunque no sería concluyente.
DIFERENCIAS
Tanto los que componen el cuerpo de Cristo, la manada pequeña, como la grande muchedumbre de otras ovejas dan los mismos pasos iniciales. Estos constan de adquirir conocimiento, arrepentirse, convertirse, ejercer fe en Dios, en el sacrificio de Cristo y en la Palabra de Dios, dedicarse a Dios para hacer su voluntad y ser bautizados en agua. Pero para los que llegan a ser parte del cuerpo espiritual de Cristo, Jehová Dios obra singularmente a favor de ellos: Sobre la base de su fe en el sacrificio de Cristo y su dedicación él los declara justos, los engendra como hijos espirituales por medio de su espíritu santo o fuerza activa y los coloca bajo la unción del cuerpo de Cristo. Todos ellos son hechos al mismo tiempo partícipes del nuevo pacto y el pacto del Reino. Por lo tanto en virtud de lo que la criatura misma hace y lo que Dios hace a favor de ella, tal persona ahora tiene una convicción firme de una recompensa celestial si es fiel hasta la muerte.—Apo. Rev. 2:10.
A tales personas y solo a ellas aplican las palabras de Pablo: “El espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Si, pues, somos hijos, también somos herederos: herederos por cierto de Dios, pero coherederos con Cristo, con tal que suframos juntos para que también seamos glorificados juntos. Porque nosotros fuimos salvados en esta esperanza; pero esperanza que se ve no es esperanza, porque cuando un hombre ve una cosa, ¿la espera? Pero si esperamos lo que no vemos, seguimos esperándolo con aguante.” Y concerniente a éstos Juan escribió: “Amados, ahora somos hijos de Dios, pero aun no se ha manifestado lo que hemos de ser. Sabemos, sí, que cuando él sea manifestado nosotros seremos semejantes a él, porque le veremos tal como es.”—Rom. 8:16, 17, 24, 25; 1 Juan 3:2.
Para determinar si uno debería participar del pan y del vino de la cena del Señor o no, debería hacerse las siguientes preguntas:
¿Soy un israelita espiritual, engendrado por la fuerza activa de Dios para llegar a ser hijo espiritual suyo con destino espiritual? ¿He llegado a ser una persona que está en este nuevo pacto hecho con el Israel espiritual? Además, ¿estoy en este pacto del Reino? ¿Tengo yo, semejante a Pablo, la convicción firme de que voy a recibir una resurrección celestial, para estar unido con el Señor Jesús en el reino celestial? Dado que el espíritu de Dios mismo da testimonio, no debería haber ninguna duda en cuanto a ello. ¿Estoy en la relación con Dios y Jesucristo en que estuvieron allá aquellos once apóstoles con quienes Jesús instituyó la cena del Señor? ¿Estoy convencido de que tengo esta llamada celestial, esta esperanza? ¿La hago tema de mis oraciones, de mis pensamientos, de mis anhelos?
Si usted es casado y su esposa no está en este pacto para el Reino, debe preguntarse usted: ¿Estoy preparado para morir estando consciente de que la dejo para nunca jamás unirme a ella otra vez en la Tierra, sino para unirme a Jesucristo y dejarla a ella sobre esta Tierra? O si usted es una esposa y madre debe preguntarse: ¿Estoy preparada para dejar atrás a mis hijos y jamás servirles ya de madre y jamás asociarme con ellos a través de toda la eternidad? ¿El que yo sea miembro de la novia de Cristo está antes de que yo sea esposa de un marido sobre la Tierra? ¿Quiero estar con Jesús más que con ese hombre amado, y estar con él por toda la eternidad?
Estas son algunas de las cosas en las cuales pensar, para saber lo que hacemos, para saber cuál será nuestro destino. Entonces estaremos seguros de cuál proceder debemos adoptar en la cena del Señor, si debemos participar del pan y del vino o no.
Si realmente usted tiene estas convicciones de lo celestial, entonces usted se está preparando para ellas, usted está trabajando por ellas y ellas son la mismísima fibra de su vida. Entonces, como el apóstol Pablo, usted sabe, usted tiene la convicción, usted tiene el testimonio del espíritu de Dios, él dando testimonio con el espíritu de usted de que usted es un hijo espiritual de Dios, un coheredero con el Señor Jesús en el Reino.
Si usted tiene tal convicción de toda el alma y los tratos de Dios con usted hasta ahora confirman este hecho, entonces usted sabe qué posición ocupa y usted conoce su relación con Dios, y entonces debería participar del pan y del vino de la cena del Señor con apreciación de que éstos simbolizan el sacrificio de Cristo, por el cual medio usted entró en esta maravillosa relación con Dios, con sus maravillosas oportunidades celestiales.
LOS QUE NO PARTICIPAN
Pero si usted no puede contestar con un confiado “¡Sí!” a todas las preguntas susodichas, entonces usted es uno de la grande muchedumbre de otras ovejas. Entonces usted no está en el pacto para el Reino y en consecuencia no le aguarda un destino celestial, de rey, sino un destino terrestre.
No obstante, usted querrá adherirse al pueblo que está en pacto con Dios del Israel espiritual porque usted ama a Dios y usted reconoce a Su pueblo y quiere estar asociado con él. Habiéndose dedicado a Dios para hacer su voluntad, usted queda bajo los maravillosos beneficios del nuevo pacto aunque usted no esté en ese pacto. Usted puede esperar los gozos de una Tierra paradisíaca, participar en el cumplimiento representativo del mandato de procreación, vivir para siempre en la Tierra en perfección y felicidad con su prole bendita.
El hecho de que un destino celestial no es para usted no debería hacer que usted se sintiera descontento. Después de todo, ninguno de nosotros tiene derecho a cosa alguna. Todo es bondad inmerecida, todo es favor inmerecido. Si todos fueran de la simiente celestial de Abrahán, no habría familias de la Tierra para que esa simiente las bendijera.—Gén. 12:3; Gál. 3:16, 29.
Las otras ovejas son tan igualmente bienvenidas a la cena del Señor como lo son los del resto, aunque ellas no participan del pan y del vino. Tienen que arrostrar la misma oposición que los del resto y por lo tanto les ayuda muchísimo la lección de apreciar lo que Jehová Dios hizo, y en particular de lo que hizo su Hijo en proveer un rescate para nosotros así como ponernos el ejemplo perfecto.
Por lo tanto, que todos los del resto engendrados por el espíritu, todos los de la grande muchedumbre de otras ovejas, así como todos los hombres de buena voluntad hacia Dios, obedezcan el mandato de Cristo por medio de congregarse en el Salón del Reino local de los testigos de Jehová el martes por la noche, del 17 de abril, después de ponerse el sol—el resto para participar del pan y del vino, los otros para observar; no obstante, para ser refrescados todos espiritualmente al repasarse ante sus oídos las verdades concernientes al sacrificio de Cristo.
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El mejorLa Atalaya 1962 | 1 de abril
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El mejor
“Sin decir nada de su santidad o autoridad, la Biblia contiene más especímenes de ingenio y buen gusto que cualquier otro libro en existencia.”—Gualterio Savage Landor, autor inglés (1775-1864).
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