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  • ¿Es caliente el infierno?
    La Atalaya 1955 | 15 de agosto
    • un hombre rico yendo a un lugar de tormento aparentemente por ninguna otra razón que el ser rico. ¿Son malas todas las personas ricas? ¿Van a ir todos los ricos a un infierno ardiente? El hombre pobre va al seno de Abrahán. ¿Va gente allí solamente porque carezca de dinero? ¿Hay suficiente espacio en el seno de Abrahán para que toda la gente pobre del mundo se recline sobre él? Obviamente, admiten los eruditos bíblicos, el seno de Abrahán tiene que interpretarse figurativamente. De manera que siendo simbólico el destino del hombre pobre, entonces, si ha de ser consistente la narración, el destino del hombre rico tiene que ser simbólico también. Además, si el “fuego ardiente” fuera literal, ¿pediría el hombre rico solamente una gota de agua? ¿Podría siquiera un balde de agua, mucho menos una gota, acercarse a un infierno ardiente? Tomado en forma literal, el relato es peor que absurdo: ¡insulta la razón! Jesús habló una parábola, una narración de significado simbólico.

      La parábola mostró cómo el clero judío, representado por el hombre rico, era un grupo pagado de su propia rectitud. Ellos vestían de lino fino y tenían cosas buenas. Lázaro representó al resto de gente judía de fe a quien el clero odiaba y que tenía hambre espiritual. La muerte de los dos hombres representó un cambio en las dos clases. Jesús atormentó al clero al exponer su codicia y sus enseñanzas falsas y su hipocresía. Esto, por decirlo así, “abrasó” al clero. Sentían el calor. De modo que tenían que deshacerse de Jesús, lo cual hicieron asesinándolo. Así que el clero salió de una condición lujosa y entró en una de tormento. Empero el resto de fe experimentó un mejoramiento. La predicación de Jesús le suministraba alimento espiritual, una oportunidad para entrar en relación favorable con el Abrahán Mayor, Jehová Dios. La parábola tiene su cumplimiento mayor hoy día. Para los detalles véase el libro ¿Qué ha hecho la religión para la humanidad?, páginas 260-272.

      Pero ¿no habla la Biblia de “fuego del infierno”? Sí, pero la expresión “fuego del infierno” no es una traducción de la palabra griega Hades. “Fuego del infierno” se traduce de la palabra griega Gehena. Gehena aparece doce veces en la Biblia. Pero el lector del término medio no sabe esto, puesto que los traductores han vertido Gehena como “infierno” o “fuego del infierno.” Esto ha causado mucha confusión. Dice la Encyclopedia Americana (ed. de 1942, tomo 14, pág. 81): “Ha habido mucha confusión y mal entendimiento como resultado de que los traductores primitivos de la Biblia persistentemente vertieron la palabra hebrea Seol y las griegas Hades y Gehena con la palabra infierno. El que los traductores de las ediciones revisadas de la Biblia hayan simplemente representado los sonidos de estas palabras por las letras del idioma al que traducen no ha bastado para aclarar a grado manifiesto esta confusión y concepto erróneo.”

      Jesús se refirió al Gehena en Marcos 9:47, 48 (NM): “Te es más excelente entrar con un ojo en el reino de Dios, que con dos ojos ser arrojado en el Gehena [fuego del infierno, Scío; TA, 9:46], donde su gusano no muere y el fuego no se apaga.” Ahora bien, el Gehena era un lugar donde se vaciaba basura, fuera de las murallas de Jerusalén. Sus fuegos se mantenían ardiendo para prevenir la pestilencia. Se le añadía azufre para intensificar las llamas. Los cadáveres de criminales ejecutados, considerados indignos de una resurrección, a veces eran echados en el Gehena. Pero nunca se echaba a personas vivas allí. Cuando los cadáveres o basura caían en las orillas del Gehena, la materia expuesta se pudría y criaba gusanos. Los gusanos finalmente destruían la materia. De modo que siempre había gusanos y siempre fuego para destruir la materia. Jesús usó el Gehena como símbolo, no de tormento eterno, sino de destrucción eterna.

      El “lago de fuego” también es un término simbólico de la destrucción eterna: “Y la muerte y el Hades [infierno, Val] fueron arrojados al lago de fuego. Esto significa la muerte segunda, el lago de fuego.” (Apo. 20:14, NM) De manera que el “lago de fuego” significa “la muerte segunda,” destrucción que dura por siempre jamás, sin ninguna esperanza de una resurrección.

      Fíjese en que el infierno o Hades queda destruído para siempre. Porque el infierno, dice el Apocalipsis 20:14, tiene que ser arrojado al “lago de fuego.” Si el infierno es el lago de fuego, como afirman muchos, ¿cómo puede ser arrojado en sí mismo?

      En cuanto al “suplicio eterno” de Mateo 25:46, la palabra griega original no encierra la idea de tormento, sino de arrasamiento de la vida. Por lo tanto la Traducción del Nuevo Mundo la vierte correctamente “arrasamiento eterno.”

      Pero ¿qué hay del Apocalipsis 20:10 acerca de que será ‘atormentado día y noche para siempre jamás’ el Diablo? En el tiempo de Jesús se llamaba a los carceleros “atormentadores.” De modo que cuando dice la Escritura que él será ‘atormentado día y noche para siempre jamás’ en el “lago de fuego,” quiere decir que el Diablo será reprimido en una detención perpetua de destrucción. De hecho, será “para siempre jamás.”

      La Biblia ha contestado nuestra pregunta. Ha mostrado que el Hades, Seol o el infierno es el sepulcro común de la humanidad. En la resurrección el infierno entrega sus muertos. Jehová destruye el infierno, porque es arrojado al “lago de fuego.” Gehena representa el estado de destrucción que dura para siempre jamás. No hay esperanza de una resurrección para los que estén en Gehena. Así que los infiernos ardientes son solamente infiernos paganos. El infierno de la Biblia (Seol-Hades) no es caliente, sino que es el sepulcro oscuro, silencioso.

  • Fórmula para la felicidad
    La Atalaya 1955 | 15 de agosto
    • Fórmula para la felicidad

      USTED quiere ser feliz, ¿no es verdad? Casi todo el mundo desea eso. En realidad, empleamos la mayor parte de nuestro tiempo y energía en busca de la felicidad y la vida. Así que, ¿por qué no hemos de querer ser felices? Deseamos esta felicidad, no sólo para nosotros mismos, sino para otros también. ¿Por qué, pues, no hay más felicidad en el mundo? Obviamente, el mundo es desdichado. No tiene felicidad. La vida sin la felicidad en verdad no es vida. Lo que busca la humanidad continuamente, por lo tanto, es la vida y la felicidad. ¿Dónde hemos de buscar y esperar hallarla? ¿Qué hemos de hacer para conseguirla? ¿Nos traerán felicidad las riquezas o la fama?

      Muchos han llegado a la conclusión errónea de que por medio de hacerse ricos serían completamente felices, que desaparecerían todos sus problemas. No es así, sin embargo. El apóstol Pablo nos amonesta: “Los que se resuelven a ser ricos caen en la tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y dañinos que hunden a los hombres en destrucción y ruina. Porque el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales, y esforzándose para lograr este amor algunos han sido desviados de la fe y se han acribillado con muchos dolores.” ¡Cuán verdadero! ¿No es esto lo que vemos en el mundo?—1 Tim. 6:9, 10, NM.

      Una arrebatiña desenfrenada para conseguir riquezas ha resultado en muchos crímenes, celos, avaricia, egoísmo y rivalidad. Algunos han jugado fortunas en el afán de conseguir mayores fortunas

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