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  • ¿Tienen razones sólidas?
    ¡Despertad! 1980 | 22 de marzo
    • el modo de pensar de Darwin. ¿Realmente se basaba aquel pensar en un análisis objetivo de las cosas vivas y del registro de los fósiles? Según registros, Stephen J. Gould, profesor de biología de la Universidad de Harvard, declaró: “Desde el comienzo la progresión gradual filética fue una suposición a priori... nunca fue ‘vista’ en las rocas; fue una expresión de las tendencias liberales del siglo diecinueve.” En otras palabras, el modo de pensar de Darwin fue condicionado por la sociedad en que vivía. Según se le ha citado, Karl Marx declaró: “Es sorprendente la manera en que Darwin reconoce entre las bestias y plantas su sociedad inglesa con sus divisiones laborales, competencia, [y así por el estilo].”

      Hoy en día muchos científicos plantean serias dudas en cuanto a la validez de las teorías que se presentan en apoyo de la evolución. ¿Por qué, pues, se sigue defendiendo la creencia en la enseñanza de Darwin? El artículo sigue diciendo: “Hay quienes arguyen que, si se abandonara el mecanismo evolucionario, inevitablemente surgirían dudas en cuanto a que la evolución siquiera haya ocurrido. Por eso indudablemente se sigue defendiendo a Darwin con tanto vigor . . . debido a que [los que lo apoyan] son materialistas.”

      Pero el hecho de que estos individuos no estén dispuestos a considerar otra explicación de la realidad no significa que la evolución tenga que ser correcta, ¿verdad?a No a mayor grado que el que la terquedad de los líderes religiosos del día de Galileo haya significado que él tuviera que estar equivocado. La emoción y el prejuicio pueden cegar a científicos tan fácilmente como pueden cegar a líderes religiosos.

      La verdad es que, a pesar de todas las presiones que el “modernismo” ejerce sobre la gente para que abandone la creencia en Dios, o por lo menos relegue a Dios a segundo plano, muchas personas están firmemente convencidas de la existencia de Dios. Y el aumento del conocimiento científico en nuestros días solo ha servido para fortalecer su convicción.

  • ¿Por qué deben creer?
    ¡Despertad! 1980 | 22 de marzo
    • ¿Por qué deben creer?

      ¿POR qué clase de razonamiento se nos induce a creer en la existencia de Dios? La Biblia nos da una guía. Acerca de Dios, dice: “Sus cualidades invisibles se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por medio de las cosas hechas.”—Rom. 1:20.

      El considerar las “cosas hechas” —la creación misma— ha inducido a muchos a comprender que tiene que haber algo o alguien responsable de la creación. Einstein, cuyas teorías han ejercido tan grande influencia en el pensamiento científico moderno, dijo: “Todo el que se enfrasca seriamente en una carrera científica se convence de que en las leyes del Universo se manifiesta un espíritu... un espíritu vastamente superior al del hombre, y uno ante el cual nosotros, con nuestros modestos poderes, debemos sentirnos humildes.”

      Mírese a sí mismo

      La Biblia dice: “Los cielos están declarando la gloria de Dios; y de la obra de sus manos la expansión está informando.” (Sal. 19:1) ¡Y con cuánta elocuencia lo hacen!

      Sin embargo, no es preciso contemplar los vastos cielos estrellados para ver demostracioncs del poder y las cualidades de Dios. Basta con examinarse uno mismo.

      Mírese las manos. ¿Están sosteniendo la revista que usted está leyendo? Si así es, sin duda usted tiene el brazo doblado a fin de mantener la revista a la distancia correcta de sus ojos. Cada dedo está ejerciendo exactamente suficiente presión como para evitar que la revista se caiga, pero no tanta que rasgue el papel. ¿Estuvo usted pensando en todo esto antes de comenzar a leer? Por supuesto que no. Su cuerpo organizó todo el asunto; se requirió solo un mínimo de decisiones de parte suya.

      Aunque su cuerpo está en posición de descanso, relativamente, ¿qué están haciendo sus ojos? Están enfocando automáticamente en palabras o grupos de palabras en sucesión. En la parte posterior de sus ojos las impresiones visuales se transforman en impulsos eléctricos. Estos son transmitidos al cerebro. Si usted se está concentrando, el cerebro está almacenando la información para usarla en el futuro, y está comparando el material nuevo con lo que ha recibido anteriormente.

      Mientras tanto, sin que usted esté pensando en ello, su corazón esta bombeando diligentemente, enviando la sangre en su complicado viaje a través del cuerpo. Esa sangre transporta las sustancias esenciales a los lugares en que éstas se necesitan, y entonces se lleva los desperdicios a los sitios desde los cuales éstos pueden ser expulsados del cuerpo.

      Además, el diafragma, por medio de su movimiento, le llena los pulmones de oxígeno, y entonces los comprime para librárselos del anhídrido carbónico.

      Si sucede que hace poco usted estuvo comiendo, su alimento está pasando por el proceso de la digestión, sin que usted esté dirigiendo ese proceso conscientemente. El alimento se está mezclando con los ácidos de su estómago, que desempeñan la función de descomponerlo en sus componentes básicos, o, mientras pasa por los intestinos, está siendo comprimido por medio de una complicada acción muscular conocida como “peristalsis,” lo cual permite que las sustancias nutritivas sean absorbidas en el torrente sanguíneo.

      Pero también se está efectuando mucha más actividad. La médula o tuétano de sus huesos está haciendo células sanguíneas de reemplazo. Su piel está fabricando nuevas partes para reemplazar las células gastadas de la superficie. Le está creciendo el pelo, y también le crecen las uñas de los pies y de las manos. Las glándulas están fabricando complicadas sustancias con el fin de mantener en equilibrio los procesos químicos de su cuerpo. ¡Todo eso está sucediendo en este mismo instante aun cuando su cuerpo está en aparente descanso!

      La tecnología de los mecanismos de nuestro cuerpo es increíblemente más adelantada que todo cuanto el hombre ha podido lograr en esta era espacial. ¿Es lógico pensar que una obra maestra de esta índole sea el producto de simple casualidad?

      La teoría de la evolución dice que la humanidad es el producto del funcionamiento de las leyes naturales, pero no explica quién es el “legislador.” En realidad dice que nos hicimos a nosotros mismos. Pero, ¿no es más lógico —más en armonía con la manera en que sabemos que las cosas realmente suceden— seguir el razonamiento del escritor bíblico que proclamó: “De manera que inspira temor estoy hecho maravillosamente”? ¿Y: “Sepan que Jehová es Dios. Es él quien nos ha hecho, y no nosotros mismos”?—Sal. 139:14; 100:3.

      Efrentémonos a la realidad

      Debido al modo de pensar materialista de Occidente, a muchas personas les incomoda admitir que hay un Dios y reconocer que hay una respuesta espiritual a la pregunta: “¿De dónde hemos venido?” Un librepensador declaró lo siguiente: “Podemos ser sensatos y razonables solo cuando nos expresamos en términos de la esfera del conocimiento actual y nos mantenemos dentro de ella.” ¿Pero es eso cierto?

      Hay muchas cosas que los científicos saben que existen, pero que no pueden explicar. Cosas como la mente humana, nuestra conciencia, el instinto que nos impele a adorar... ciertamente existen. Pero la ciencia no las puede explicar en términos del “conocimiento actual.” ¿Qué hay de la vida misma? ¿Qué es esta poderosa “energía de vida” que hace que las cosas vivas difieran de las inanimadas? Los científicos no pueden decir. Sin embargo es parte de nuestra experiencia cotidiana. De hecho, es tan común que propendemos a olvidarnos de cuán verdaderamente milagrosa la vida misma es en realidad.

      La familiar ley de causa y efecto declara que para cada efecto debe haber una causa. Es preciso que haya habido una “causa” para esa maquinaria maravillosamente delicada que constituye el cuerpo humano. Hoy día estamos en mejor posición que ninguna generación anterior para ver lo sabia que tiene que haber sido esa primera “causa.” Más aún, es preciso que haya habido una “causa,” un Productor, de cosas como la mente humana, la conciencia humana y la vida misma. En realidad nunca pudiera haber explicación satisfactoria para estas cosas excepto la que la Biblia da. Dirigiéndose al Dios a quien adoraba, un escritor de la Biblia dijo: “Contigo está la fuente de la vida.” (Sal. 36:9) No hay base alguna en nuestro “conocimiento actual” para llegar a ninguna otra conclusión.

      ¿Por qué, pues, suceden las cosas malas?

      Al considerar los argumentos ya presentados aquí, un ateo filipino presentó el siguiente problema: “Hasta cierto grado hay orden, maravilla y belleza en la naturaleza. Pero eso es solo la mitad del cuadro. La otra mitad es un caos terrible.” Entonces, después de explicar lo que quiere decir por “caos” —cosas como los desastres naturales, las pestilencias y así por el estilo— dijo: “La persona religiosa fija apaciblemente la mirada en el orden de la naturaleza, lo cual fortalece su religión, pero aparta la vista del caos que debilita a tal credo.”

      ¿Hace usted eso? ¿No será posible que el ateo este apartando la vista del “orden, maravilla y belleza de la naturaleza” que tiene efecto debilitador en el credo de incredulidad de él?

      Por ejemplo, cuando se queja de las pestilencias, él solo está contando parte de la historia. No menciona el maravilloso poder curativo de nuestros cuerpos, lo cual en sí mismo testifica de la existencia de un Hacedor que tiene poderes maravillosos. En una ocasión, Napoleón dio las gracias al jefe de sanidad militar de su ejército por sanar a tantos de sus soldados. Según cierta versión del asunto, el cirujano respondió: “Yo los atendí; Dios los sanó.”

      Además, ¿tiene el hombre el derecho moral de poner en duda la existencia de Dios debido a las enfermedades y otros problemas que existen? ¿No es cierto que el mal gobierno del hombre, las guerras, el delito, la falta de honradez, y otras cosas por el estilo, ocasionan la mayoría de esos problemas? ¿Cuántas pestilencias o enfermedades muy generalizadas —como las enfermedades cardíacas o el cáncer— no son en su mayor parte sino el resultado del ambiente y de los hábitos de vivir que el hombre mismo ha desarrollado? ¿Cuántas otras enfermedades se pudieran controlar si no fuera por el hecho de que una gran proporción de la raza humana vive en pobreza y en suciedad?

      Sin embargo, es cierto que no todos los problemas del hombre son producidos directamente por él. ¿Por qué permite Dios que éstos se presenten? ¿Prueban éstos que Él no exista?

      Una ilustración pudiera sernos útil para ver este punto con mayor claridad. En una

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