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  • “Mantengan paz entre unos y otros”
    La Atalaya 1978 | 1 de enero
    • 11. Por eso, ¿en qué respecto diferirían de los políticos de los reinos de este mundo los que estarían asociados con Jesús en Su reino?

      11 Su reino había de ser diferente de los reinos de este mundo, en los cuales la ambición egoísta impele al político, junto con el estar inclinado a recibir servicios más bien que a servir a otros en el puesto. La acción de esta índole denuncia un sentimiento de autoimportancia, una falta de humildad. Jesús mismo no mostraba tal disposición. Los discípulos que estarían asociados con él en su reino tenían que manifestar la misma actitud mental que él tenía. Por eso el que después fue el apóstol Pablo escribió a herederos en perspectiva del reino celestial y dijo: “Retengan en ustedes esta actitud mental que también hubo en Cristo Jesús, quien, aunque existía en la forma de Dios, no dio consideración a un arrebatamiento, a saber, que debiera ser igual a Dios. No, antes bien se despojó a sí mismo y tomó la forma de esclavo y vino a estar en la semejanza de los hombres. Más que eso, hallándose en estilo de hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento.”—Fili. 2:5-8.

      12. ¿Cómo ilustró Jesús la regla gobernante que él mismo había declarado a sus apóstoles?

      12 Por parte de Jesús, ¿no fue esto hacerse “el último de todos y ministro de todos”? ¿Qué mejor ejemplo de humildad pudiera haber por parte de criatura alguna? Y no obstante, al tomar una posición tan humilde y aceptar un ministerio que le costó su vida terrestre, Jesús fue remunerado con la primera posición en toda la creación. Este ensalzamiento que se le dio al Hijo de Dios lo hizo segundo al Creador mismo. Esto estuvo en armonía con el hecho de que él nunca dio consideración alguna a un arrebatamiento a fin de ser igual a su Padre celestial, el Dios Altísimo. Entre otras cosas, Jesús era lo suficientemente sensato como para saber que tal cosa era inalcanzable.—Sal. 148:13.

      13. Según la regla gobernante de Jesús, ¿quién se hace el miembro más valioso en una organización, y por qué es esto así?

      13 Así, Jesús no se hizo una excepción a la regla que él declaró a sus apóstoles. Se suministró él mismo como el ejemplo perfecto que han de imitar todos los que hayan de unirse a él en el reino celestial. De hecho, todos los que hayan de ser los súbditos terrestres de su reino tendrán que imitarlo en su humildad y en lo servicial. Entonces, ¿quién figura en primer lugar en una organización en cuanto a valor e importancia verdaderos? ¿No es el que es lo suficientemente humilde como para aceptar toda forma de servicio y el que trata de ser útil a todos los demás? Si alguien tratara de ser primero de manera egoísta, no se rebajaría a rendir toda forma de servicio a todos los demás de la organización. Para que estuviera anuente a rendir hasta el servicio más servil a cualquier otra persona, tendría que considerarse como el “último de todos” en la organización. Pero esto no rebaja su valor intrínseco. Porque presta servicio a todos sin excepción, se hace el miembro más valioso.

      14. ¿Cómo sería en realidad tal individuo servicial el “primero” de todos?

      14 De modo que este individuo humilde, servicial, sería a quien más se echaría de menos si se viese obligado a ausentarse. Se sentiría la falta de su servicio. Al medírsele por lo servicial, realmente sería el “primero” de todos, aunque no pudiera figurar así en posición. Si figuramos así a los ojos de Dios, esto es de mucho más importancia que cómo figuramos entre los hombres de rango en la vida.

      RECIBIENDO A OTROS CON EL NOMBRE DE CRISTO COMO BASE

      15. Utilizando a un niñito para una ilustración, ¿qué dijo Jesús en cuanto a que uno reciba a otros?

      15 El que seamos considerados para con otros, prescindiendo de lo inferiores que sean exteriormente, desempeña un papel importante en el asunto de llevarnos bien juntos. Para grabar este punto, Jesús pasó a ilustrarlo. El relato que se halla en Marcos 9:36, 37 nos dice exactamente cómo lo hizo, como sigue: “Y tomando a un niñito, lo puso de pie en medio de ellos y lo rodeó con los brazos y les dijo: ‘Cualquiera que reciba a uno de tales niñitos sobre la base de mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, no me recibe a mí solamente, sino también al que me envió.’”

      16. ¿Cómo desplegó amor Jesús a los niños aun en su hogar en Nazaret?

      16 Hay casos registrados que muestran que Jesús amaba a los jovencitos. Puesto que él fue el hijo mayor de su propia familia terrestre, sin duda tuvo que hacer mucho en dar atención a sus medio hermanos más jóvenes (Santiago, José, Simón y Judas) y sus dos o más medio hermanas, allí en Nazaret de Galilea. (Mat. 13:53-56) No los despreció por las imperfecciones y faltas de ellos. No les dio motivo alguno para que tropezaran por causa de él debido a que no participara en mantener a la familia, sino que trabajó diligentemente como carpintero perito. (Mar. 6:3) Aprendió a apreciar las cualidades inocentes de los niños y también las cualidades como de niños en personas plenamente desarrolladas. Utilizó muy bien a los niños en sus ilustraciones.

      17. ¿Qué pregunta surge acerca de las personas semejantes a niños con relación a que uno sea abordable?

      17 Cuando estamos intensamente ocupados en trabajar, quizás no querramos prestar atención a los niños. Las personas que se dan importancia o que perciben el peso y dignidad de su puesto de responsabilidad quizás se consideren por encima de prestar atención a los niños de mente sencilla, o a adultos con cualidades como de niños. Pero ¿qué hay si esas personas semejantes a niños son cristianos o personas inteligentes que quieren hacerse cristianos? ¿Nos haremos abordables y atentos a sus necesidades nosotros los que ya somos discípulos de Cristo?

      18. ¿Por qué estaría recibiendo también a Jesús tal recibidor?

      18 Si rehusáramos ayudar a los individuos semejantes a niños, perderíamos un gran privilegio y una gran bendición. Si cristianos maduros como los apóstoles de Jesús rehusaran recibir a un cristiano recién bautizado que figurativamente fuera como el niñito a quien Jesús abrazó y usó como ilustración, no estarían recibiendo a Jesús mismo. ¿Por qué sería cierto eso? Porque Jesús dijo que todo el que recibe a “uno de tales niñitos” recibe también a Jesús, porque lo hace “sobre la base de mi nombre [el de Jesús].” Esto significa que para Jesús es como si se le estuviera recibiendo a él mismo como el Mesías o Cristo. ¡Lo contrario de esto también sería cierto!

      19. El que uno reciba a una persona semejante a niño de tal manera afecta la relación de uno ¿con quién, y por qué?

      19 Cuando llevamos a cabo una tarea humillante ‘sobre la base del nombre de Cristo’ o por causa de su nombre, esto hace eso más fácil, más agradable. El acto tiene un incentivo noble. Además, tiene que ver no solo con nuestra relación con Jesucristo, sino también con nuestra relación con su Padre celestial. Las palabras adicionales de Jesús indican esto: “Y cualquiera que me recibe a mí [es decir, por medio de recibir “a uno de tales niñitos”], no me recibe a mí solamente, sino también al que me envió.” (Mar. 9:37) Aquel que envió a Jesús a la Tierra para que llegara a ser el Mesías fue su propio Padre celestial, Jehová Dios. No debemos desasociar a Jesucristo de su Padre celestial. Van juntos, inseparablemente, puesto que son uno en propósito y en actividad. Por eso lo que uno le hace al Hijo Jehová Dios lo acepta como hecho a él también. Él muestra que acepta la recepción como si se le hubiese dado a él al bendecir al recibidor.

      20. ¿Cómo aplica este principio en el caso de nuestros tratos con nuestros compañeros en el cristianismo, y qué cualidad es esencial que tengamos para que tengamos parte en el Reino?

      20 Es importante que recordemos este principio en nuestros tratos con nuestros compañeros en el cristianismo, especialmente en el caso de los que son simples “bebés,” por decirlo así, tocante a entendimiento de la Biblia o a ser miembros de la congregación cristiana. El apóstol Pedro les dijo a aquellos a quienes escribió su primera carta inspirada: “Como criaturas recién nacidas, desarrollen el anhelo por la leche no adulterada que pertenece a la palabra, para que por medio de ella crezcan a la salvación, si es que han gustado que el Señor es bondadoso.” (1 Ped. 2:2, 3) Podemos compartir la “palabra” con los que son como “criaturas recién nacidas,” para que crezcan a la salvación y se adhieran a ella como cristianos maduros. En consecuencia, los que se manifiestan accesibles, anuentes a recibir “a uno de tales niñitos sobre la base de mi nombre [el de Cristo],” muestran que ellos mismos son semejantes a niños. El que lo sean le es esencial para tener parte en el Reino.—Mat. 18:2-4; Luc. 18:16.

      21. ¿Cómo benefician a una congregación la humildad de mente y de actitud y el que no haya rivalidad ni competencia?

      21 Así como en una familia humana natural, cuando los miembros de una congregación son humildes en mente y actitud como niñitos, la relación de cada uno con el otro asume una cualidad de paz. La ausencia de rivalidades egoístas y competencias encarnizadas induce un ambiente tranquilizante que calma los nervios. Si estamos prestos y dispuestos a servir hasta en la tarea más humilde, de modo que podamos ministrar a las necesidades y el consuelo de otros, esto contribuye a edificar y fortalecer a la entera congregación y la mueve a obras positivas de bondad.

      22. ¿Qué factor puede contribuir poderosamente a que ‘mantengamos paz entre unos y otros’?

      22 Por lo tanto, ni siquiera a los más jóvenes, los más retraídos ni a los más retardados en la verdad bíblica y en la experiencia cristiana se les pasa por alto. Al que se encuentra en esa situación se le incluye afectuosamente en el abrazo de la congregación ‘sobre la base del nombre de Cristo.’ En un ambiente de esa clase en la congregación rige el espíritu del Señor Jehová Dios. Es un factor poderoso en ayudar a los miembros de la congregación a ‘mantener paz entre unos y otros.’ El resultado es unidad fraternal.

  • “Tengan sal en ustedes mismos”
    La Atalaya 1978 | 1 de enero
    • “Tengan sal en ustedes mismos”

      1. ¿Con qué debe ser sazonada nuestra “habla,” y por qué?

      LAS sales de clase orgánica, vegetal, son muy esenciales para nuestra salud corporal. Hay una sal que es muy esencial para la salud de un cuerpo organizado de adoradores de Dios. En armonía con esto está el consejo de uno de los preeminentes guardianes de la salud espiritual de la congregación cristiana del primer siglo, a saber, el apóstol Pablo. Al escribir a una congregación con la cual todavía no se había familiarizado personalmente, dijo: “Que su habla siempre sea con gracia, sazonada con sal, para que sepan cómo deben dar una respuesta a cada uno.”—Col. 4:6.

      2. Por eso, ¿qué pregunta surge en cuanto a los apóstoles que trataron de impedir que “cierto hombre” expulsara demonios por el uso del nombre de Jesús?

      2 Esto nos hace preguntar cuánta de tal “sal” sazonó la expresión de los hombres en la ocasión que el apóstol Juan llamó a la atención de su Maestro, Jesucristo. De esto leemos lo siguiente: “Juan le dijo: ‘Maestro, vimos a cierto hombre que expulsaba demonios por el uso de tu nombre y tratamos de impedírselo, porque no nos acompañaba.’”—Mar. 9:38.

      3, 4. (a) ¿Qué es probable que estuviera esperando Juan entonces, y por qué? (b) ¿Qué elemento egoísta se presentó en la explicación de Juan, y qué indica esto en cuanto a su modo de ver los asuntos?

      3 Esto da la impresión de que Juan esperaba una palabra de encomio, una palmadita de aprobación en la espalda, del Maestro que los estaba instruyendo en el camino cristiano. Es posible que Juan haya estado pensando en la curación que Jesús efectuó en aquel caso de posesión demoníaca en el cual el demonio fue particularmente terco, allá al norte cerca de Cesarea de Filipo. Es posible que le haya parecido que estaba protegiendo el derecho de Jesús a autorizar a otros a expulsar espíritus inmundos, demonios, de sus víctimas que no se podían ayudar a sí mismas. Desde el punto de vista de Juan, una persona que no hubiera sido autorizada así por Jesús no tenía ningún derecho a usar Su nombre poderoso para exorcizar inicuos demonios de espíritu. Pero

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