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    La Atalaya 1975 | 15 de septiembre
    • del cual no se dan cuenta. Aun algunos que pensaban que se estaban volviendo locos, o que padecían de hostigamiento demoníaco, han descubierto que tenían “insuficiente azúcar en la sangre” u otra dolencia.

      Por supuesto, hay muchas enfermedades y dolencias que no tienen “curación” conocida. Nuevamente, Jehová suministra ayuda. Su Palabra puede ayudarnos a fortalecer nuestro aguante. (1 Tim. 6:11, 12) También, de esta manera se nos ayuda a aguantar penosos ajustes corporales, como los que a veces acompañan a la menopausia o el envejecimiento.

      Pero ¿qué hay si el problema no es físico? ¿Qué hay si es asunto de sentimientos de hostilidad o abatimiento... problemas relacionados con el llevarse bien con otros? Santiago 5:13-16 dice que el que tiene problemas de índole espiritual o emocional debe llamar a los ancianos de la congregación cristiana con el propósito de que ‘lo unten con aceite,’ es decir, que le impartan confortante consejo bíblico, y también que “oren sobre él.” ¿El resultado de todo esto? El texto continúa: “La oración de fe sanará al indispuesto, y Jehová lo levantará [de su abatimiento].” Por supuesto, para sacar provecho, el que está espiritualmente enfermo tiene que ser honrado y franco. Tiene que buscar y seguir el consejo bíblico; tiene que trabajar en armonía con las oraciones que se ofrecen a favor suyo.—Sant. 1:25.

      Esto coloca mucha responsabilidad sobre los ancianos cristianos. Tienen que ofrecer oración fervorosa, buscando la dirección de Jehová. Al ejercer paciencia, amor e interés sincero, a menudo pueden llevar a la raíz de las dificultades. Los ancianos deben ayudar al afligido a ver cómo nuestro Dios nos invita a arrojar nuestras cargas sobre Él. (Sal. 55:22; 1 Ped. 5:7) A veces es necesario ayudar a una persona a ver cómo ‘desechar la ira’ o a concentrarse en lo que es casto. (Col. 3:5-14; Fili. 4:6-8) Y con frecuencia, el que verdaderamente está arrepentido puede sentirse “culpable” o que “no se le puede perdonar.” Debido a que se siente aplastado, hay que impartirle confianza usando palabras como las de 1 Juan 1:9.

      De modo que, aunque los testigos de Jehová no excluyen categóricamente la posibilidad de tratamiento por doctores que se especializan en problemas emocionales o mentales, si un Testigo consulta a un doctor de esta clase debe escrutar cuidadosamente cualquier tratamiento recomendado. Jamás debe olvidar que el guardar las leyes de Jehová obra hacia su salud mental hoy y vida eterna en el futuro. Si está inseguro en cuanto a la sabiduría de cierta terapia, entonces puede que desee considerarla con ancianos en la congregación cristiana... aunque la decisión final es suya (o de un padre o madre, o es la decisión conjunta de esposo y esposa). Y preeminentemente, como sucede con todas las otras zonas de la vida, los cristianos verdaderos querrán aprovecharse plenamente de la fuerza que Jehová provee, apreciando que tienen poderosos haberes en la Palabra y espíritu de Dios. “Porque la palabra de Dios es viva y ejerce poder . . . y puede discernir pensamientos e intenciones del corazón.”—Heb. 4:12.

      ● ¿Qué se da a entender por las palabras de Pablo en 1 Corintios 7:29: “Los que tienen esposas sean como si no tuviesen”?

      Esa amonestación inspirada del apóstol Pablo es parte de una consideración en que se recomienda la soltería como el mejor derrotero, porque le permite al cristiano “atender constantemente al Señor sin distracción.” (1 Cor. 7:32-35) El consejo de que los esposos sean ‘como si no tuvieran esposas,’ por lo tanto, tiene que estar relacionado con servir a Jehová Dios con plena devoción.

      Muchos casados conducen sus asuntos como si su matrimonio fuese la única cosa importante en la vida. Se preocupan tanto en cuanto a agradar a su cónyuge que las cosas espirituales, si no se pasan por alto completamente, por lo menos se desatienden. Sin embargo, el esposo cristiano comprende que su relación con Dios tiene que ocupar el primer lugar en su vida. Tiene que vivir de todo corazón para con Jehová. (Rom. 14:8) Su amor a Dios no debe ser menos exclusivo que el de los que son solteros. Prescindiendo de lo que pudiera desarrollarse, no debería permitir que su matrimonio estorbara su servicio legítimo a Dios como discípulo dedicado del Señor Jesucristo. Esto estaría en armonía con las palabras de Jesús: “Si alguien viene a mí y no odia [ama a menor grado] a su padre y madre y esposa e hijos y hermanos y hermanas, sí, y hasta su propia alma, no puede ser mi discípulo.”—Luc. 14:26; compare con Mateo 10:37.

      No ha de entenderse que el consejo de Pablo significa que los esposos cristianos han de pasar por alto a sus esposas y tratarlas como si no existieran. Al contrario, Pablo dio este mandato a los cristianos de Éfeso: “Los esposos deben estar amando a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa a sí mismo se ama, porque nadie jamás odió a su propia carne; antes bien la alimenta y la acaricia.” (Efe. 5:28, 29) De modo que el esposo cristiano no debe desatender sus responsabilidades maritales. Sin embargo, a todo tiempo debe seguir el consejo de Pablo por medio de edificar toda su vida en torno de su relación con Dios. No debe hacer que su matrimonio sea toda su vida, sino que debe ver que, en lo que sea posible, su matrimonio contribuya a su relación con Dios.

      La amonestación que da el apóstol Pablo también se debe considerar a la luz de la esperanza que abrigan aquellos a quienes escribió. Aquellos a quienes se dirigió (esposos, esposas así como personas solteras) eran cristianos ungidos por espíritu que tenían puesta ante ellos la expectativa de unirse al Señor Jesucristo en los cielos después de morir y ser resucitados. Por consiguiente, todos los vínculos y afectos terrestres, incluso los vínculos maritales, con el tiempo terminarían por completo, y nunca serían reanudados. Ningunas penas, gozos ni posesiones terrestres los acompañarían al cielo. Puesto que tendrían que dejar todo lo de índole terrestre, no debían permitir que aquellas cosas cobraran indebida importancia en su vida.

      Por otra parte, también, aun durante el tiempo de su vida en la Tierra, las cosas no necesariamente permanecerían iguales. Como señaló el apóstol Pablo: “La escena de este mundo está cambiando.” De modo que era imprudente el que los cristianos llegaran a estar indebidamente apegados a relaciones y posesiones que no eran permanentes. Si fuesen a proceder así, el que perdieran una esposa, un amigo o hasta posesiones materiales pudiera resultar en que se desanimaran tanto que renunciaran a su preciosa relación con Dios.—1 Cor. 7:30, 31.

      Hoy los siervos de Jehová Dios que esperan conseguir la vida en la Tierra también pueden sacar provecho de la amonestación inspirada de Pablo. En su caso, también, las posesiones y relaciones terrestres no son permanentes. El tiempo y los sucesos imprevistos les acaecen a todas las personas, y a veces las privan de posesiones, amigos y cónyuges. En cuanto a las posesiones materiales, nadie debe esperar que Jehová las preserve a través de la “grande tribulación.” Jehová ha prometido preservar la vida, no las posesiones materiales. De modo que la cosa de suprema importancia en la vida de todo cristiano debe ser, no el matrimonio, las posesiones ni ninguna otra cosa terrestre, sino su buena relación con Dios. Nuestra vida depende de mantener esa relación.

  • El nombre de Dios es Jehová
    La Atalaya 1975 | 15 de septiembre
    • El nombre de Dios es Jehová

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