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“Cuando vean a Jerusalén cercada de ejércitos acampados”La Atalaya 1974 | 1 de diciembre
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arrojarán al suelo a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no discerniste el tiempo en que se te inspeccionaba.” (Luc. 19:44) “En verdad les digo: De ningún modo se dejará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada.”—Mat. 24:2.
Lo que les sobrevino a Jerusalén y sus habitantes ciertamente debe grabar en nosotros la importancia de prestar atención a la profecía bíblica. Especialmente es esto así puesto que hoy estamos viviendo en el período que la Biblia llama “los últimos días.” ¿Y no es cierto que el desafuero y la violencia de la actualidad es muy semejante a la que existió en la antigua Jerusalén antes de su destrucción? (2 Tim. 3:1-5) Pero ¿cómo se escapará alguien de la “grande tribulación” que llevará estos “últimos días” a su fin? No será por medio de huir a otra ubicación geográfica, pues la “tribulación” venidera abarcará al globo terráqueo. La Palabra de Dios señala la vía de escape, diciendo: “Busquen a Jehová, todos ustedes los mansos de la tierra, los que han practicado Su propia decisión judicial. Busquen justicia, busquen mansedumbre. Probablemente sean ocultados en el día de la cólera de Jehová.”—Sof. 2:3.
¿Está usted tratando de amoldarse a la norma de justicia de Dios? ¿Está sometiéndose humildemente a Su decisión judicial? Si es así, podrá recibir el cuidado protector de Dios durante la tribulación que pronto vendrá. Sea cual sea su situación presente, ahora es el tiempo para tomar acción para demostrar que es siervo leal de Jehová Dios. Esta es la lección más importante que podemos aprender de lo que le sobrevino a Jerusalén en el primer siglo E.C. El obrar en armonía con ello puede significar vida para nosotros cuando le sobrevenga la “grande tribulación” al presente sistema de cosas impío.—Rev. 7:13-17.
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Por qué Jesús dio la parábola de las “diez vírgenes”La Atalaya 1974 | 1 de diciembre
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Por qué Jesús dio la parábola de las “diez vírgenes”
EL MEJOR maestro es aquel que, cuando imparte cierto hecho o principio de la vida, puede ilustrarlo clara y sencillamente. Jesucristo puso el modelo magistral como maestro. De consiguiente, lo hallamos enseñando principalmente por parábolas, las cuales son ilustraciones proféticas que usan rasgos verdaderos de la vida o aplican principios. (Mat. 13:34, 35) Hay profundo significado en ellas.
De hecho, las ilustraciones, como las que Jesús usó, por lo general son muy útiles para remachar el clavo, porque (1) captan el interés y la atención, (2) despiertan la habilidad para pensar, (3) incitan emociones y llegan al corazón, (4) ayudan a la memoria, y (5) preservan la verdad, porque se basan en la vida y las cosas naturales, mientras que meras palabras pueden cambiar en significado.
En consecuencia, aunque hace más de 1.900 años que Jesús enseñó en la Tierra, sus enseñanzas no son arcaicas, y podemos entenderlas y obtener tanto de ellas como si se dijesen en nuestro tiempo. En realidad, muchas de ellas tienen aplicación primaria en nuestro día.
EL PROPÓSITO DE LA PARÁBOLA
Una de las ilustraciones más vívidas de Jesús fue la que trata de las “diez vírgenes.” También es sumamente significativa para nosotros, particularmente en este tiempo. ¿Cuál fue su propósito? Fue dada para ayudar a los cristianos, especialmente a los cristianos que viven hoy día, a discernir la presencia de Cristo en poder del Reino.
Los apóstoles de Jesús le habían preguntado: “¿Qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?” (Mat. 24:3) En respuesta, alistó muchos acontecimientos, incluso varias ilustraciones, que ocupan los capítulos 24 y 25 de Mateo. Todas las cosas que señaló son rasgos que constituyen la gran señal de su presencia, invisible, en poder del Reino.
La parábola de Jesús de las “diez vírgenes,” registrada en Mateo 25:1-12, no se dio únicamente para que sus discípulos que vivieran en la Tierra al tiempo de su segunda venida discernieran su presencia. Adicionalmente, Jesús ideó la parábola para mostrarles la necesidad de ser vigilantes, de estar despiertos, a fin de no llevarse chasco, como les sucedió a los fariseos en la primera venida de Jesús. También, la parábola señala responsabilidades y deberes que los discípulos de Cristo tendrían durante su presencia como Rey. (Sal. 110:3) Jesús quería que todos aquellos a quienes Dios había dado el “llamamiento celestial” permanecieran fieles y alcanzaran esa maravillosa meta de coheredar con él en el Reino.—Heb. 3:1; Rom. 8:17; Rev. 20:4, 6.
BODAS EN TIEMPOS BÍBLICOS
Puesto que la parábola de las “diez vírgenes” incluye un banquete de bodas, será provechoso considerar primero una breve descripción de las costumbres que se observaban en las bodas del tiempo en que Jesús habló la parábola.
Aunque la boda misma evidentemente no tenía ninguna ceremonia formal, no obstante, había una celebración muy gozosa de las bodas en Israel. En el día de la boda la novia, por lo general, hacía preparativos minuciosos en su propia casa. Se preparaba para el matrimonio adornándose con sus prendas de vestir, adornos y joyas más finos. En aquellos tiempos antiguos el traje de novia incluía una forma de velo que cubría la cabeza y, en algunos casos, llegaba hasta los pies. (Jer. 2:32; Isa. 3:19, 23; 49:18) El cubrirse la cabeza así simbolizaba la sujeción de la novia a su novio.—Gén. 24:65; 1 Cor. 11:5-10.
El novio, igualmente vestido con su mejor indumentaria, salía de su casa por la noche para el hogar de los padres de la novia, acompañado de sus amigos. De allí la procesión se mudaba hacia la casa del novio o la casa de su padre, acompañada de músicos o cantantes y por lo general por personas que llevaban lámparas.
La gente a lo largo de la ruta se interesaba mucho en la procesión. Algunos se unían a la procesión, particularmente doncellas que llevaban lámparas, alumbrando el camino y añadiendo colorido a la celebración. (Jer. 7:34; 16:9; Isa. 62:5) Puesto que no había prisa, el novio quizás pasaba considerable tiempo en su casa y, por otra parte, podría haber alguna demora antes que la procesión partiera del hogar de la novia, de modo que sería muy tarde, y algunas personas que esperaban a lo largo del camino podrían ponerse soñolientas y dormirse. Se podía oír el canto y el alborozo desde lejos, y los que estaban despiertos
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