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¿Cuán misericordioso es usted?La Atalaya 1975 | 1 de enero
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cualidad de misericordia no fue algo que José adquirió solo después de haber sido ensalzado a una posición de prominencia y poder. Más bien, la misericordia que Jehová ejerció hacia él durante sus pruebas, preservándolo, sosteniéndolo y tranquilizándolo, subsiste como testimonio de la actitud perdonadora y misericordiosa que José debe haber mantenido a través de todo ello. Esto parece ser muy cierto al considerar la regla que declaró Jesús: “Felices son los misericordiosos, puesto que a ellos se les mostrará misericordia.” (Mat. 5:7) Es muy semejante a la propia actitud de Jesús en el madero de tormento cuando estaba a punto de morir y dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen,” y como la de Esteban cuando lo estaban matando a pedradas y clamó: “Jehová, no les imputes este pecado.” (Luc. 23:34; Hech. 7:60) Jehová recompensó la actitud misericordiosa que se desplegó en cada caso.
18. ¿Por qué debe ser de interés particular para nosotros nuestro ejercicio de misericordia?
18 ¿No se ve claramente, entonces, cuál debe ser nuestro interés al ejercer misericordia? Pablo nos asegura que “cada uno de nosotros rendirá cuenta de sí mismo a Dios.” (Rom. 14:12) ¡Cuán tranquilizador es saber que “la misericordia se alboroza triunfalmente sobre el juicio”! Sea en algún punto crítico durante el tiempo presente, o en el Día de Juicio que se aproxima rápidamente (2 Ped. 3:7), cómo nos irá al rendir cuenta de nosotros mismos delante de Dios y su Juez nombrado, Jesús, dependerá, entre otros factores, del registro de misericordia que muestre nuestra cuenta. El seguir con constancia el mandamiento de Jesús de amar, bajo toda circunstancia, ayudará a llenar ese registro y, al mismo tiempo, contribuirá a la alabanza de Jehová y a la paz de la congregación.
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No hay “crisis de energía” espiritual para los discretosLa Atalaya 1975 | 1 de enero
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No hay “crisis de energía” espiritual para los discretos
HOY existe una “crisis de energía” en muchos países. Para algunas personas esto significa viaje reducido por automóvil, puesto que se ha hecho escaso el abastecimiento de gasolina. También se necesita combustible para operar generadores gigantescos que producen electricidad. Por eso muchas personas tratan de conservar la energía apagando luces que no se necesitan.
Sin embargo, hay luz que no depende de fuentes de energía en uso común. Los individuos agradecidos que la poseen rehúsan apagar su luz o siquiera reducir su intensidad. Hablando en sentido espiritual, ‘dejan brillar su luz.’—Mat. 5:14-16.
Jesucristo los tenía presentes cuando asemejó el reino de Dios a diez vírgenes que fueron invitadas a un banquete de bodas. Su parábola formó parte de una respuesta a la pregunta: “¿Qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?” (Mat. 24:3) La evidencia prueba que ahora vivimos en los “últimos días,” de modo que el cumplimiento de la “señal” predicha debe intrigarnos.
Las diez vírgenes tenían lámparas, quizás vasijas con un surtidor y una mecha en un extremo y un mango en el otro. Es posible que éstas hayan estado llenas de aceite de oliva, que entonces se usaba comúnmente para la iluminación. Debido a que el novio se demoraba, se durmieron las vírgenes, y no despertaron sino hasta la mitad de la noche cuando se hizo el anuncio de que venía el novio. Las cinco vírgenes “discretas” tenían aceite adicional en receptáculos que llevaban, pero las “necias” no trajeron aceite adicional y tuvieron que ir a comprarlo. En el ínterin, las vírgenes “discretas” encontraron al novio y entraron con él al banquete de bodas. Las vírgenes “necias” trataron de entrar más tarde, pero en vano.—Mat. 25:1-12.
El glorificado Jesucristo es el “novio,” y las vírgenes “discretas” llegan a ser su “novia” celestial, ascendiendo finalmente a 144.000. (Rev. 14:1-4; 19:7, 8; 20:6; 21:9) Mientras están en la Tierra, tienen “aceite” abundante, la Palabra de Dios y su espíritu santo. De modo que no sufren de ninguna “crisis de energía” espiritual que pudiera afectar a una lámpara. Sin embargo, las vírgenes “necias” no han tenido suficiente “aceite” para mantener ardiendo sus lámparas desde el tiempo en que los primeros “coherederos con Cristo” fueron ungidos espiritualmente en el Pentecostés de 33 E.C. hasta que el Novio apareciera y entrara al banquete de bodas.—Rom. 8:17.
AGUARDANDO AL NOVIO
Las diez vírgenes simbólicas durmieron por un tiempo. (Mat. 25:5) Pero durante esos siglos debe haber habido alguna agitación como la del que habría de despertar, especialmente de parte de las vírgenes “discretas.” Esto fue cierto especialmente después del despertamiento religioso de a principios del siglo dieciséis E.C., cuando se hizo un estrenuo esfuerzo en Europa por volver a las Santas Escrituras como el único libro de verdad divina. La promesa de Cristo el Novio de volver impresionó a estudiantes bíblicos sinceros, que se dieron cuenta de que esto precedería al milenio marcado por el confinamiento de Satanás en el “abismo.”—Rev. 20:1-6.
Durante la primera mitad del siglo dieciocho, el teólogo luterano Johann Albrecht Bengel de Alemania predijo que el milenio empezaría en 1836. Más tarde, en los Estados Unidos, William Miller enseñó a sus propios seguidores que Cristo aparecería en la carne y se los llevaría a su hogar celestial en 1843. Sin embargo, esas fechas pasaron sin incidente alguno, y ni los escritos ni expresiones de Bengel o Miller resultaron ser el predicho clamor a la medianoche: “¡Aquí está el novio! Salgan a su encuentro.”
Sin embargo, en la década que empezó en 1870 un grupo pequeño de hombres no afiliados con las sectas de la cristiandad empezaron a estudiar la Biblia en Pittsburgo (Allegheny), Pensilvania. Entre ellos estaba Charles Taze Russell. Aprendieron que Cristo regresaría como espíritu y que con esto principiaría una presencia visible hecha manifiesta por evidencias visibles.
Esos estudiantes de la Biblia asociaron los “tiempos de los gentiles” que mencionó Jesús con los “siete tiempos” que se mencionan en Daniel. (Luc. 21:24, King James Version; Dan. 4:16, 23, 25, 32) Entendieron que esos “siete tiempos” de dominación de la Tierra por los gentiles empezaron a fines del séptimo siglo a. de la E.C. y que transcurrirían durante 2.520 años. En armonía con ello, C. T. Russell, de veinticuatro años de edad, contribuyó un artículo al Bible Examiner de octubre de 1876 en el cual escribió: “Los siete tiempos terminarán en 1914 A.D.”
En 1877, Russell se unió a Nelson H. Barbour en publicar el libro Three Worlds, and the Harvest of This World [Tres mundos, y la siega de este mundo]. En éste se indicaba que el fin de los Tiempos de los Gentiles en 1914 sería precedido de un período de cuarenta años que se iniciaría con una siega de tres años y medio que empezaría en 1874 E.C. Según la cronología bíblica adoptada después de eso, se entendía que 6.000 años de la existencia del hombre en la Tierra terminaron en 1872, mientras que seis milenios de pecado humano concluyeron y el séptimo milenio empezó en 1874. Se creía que la presencia de Cristo había comenzado en octubre de
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