La primera mentira... cómo se borrarán sus efectos
NO TODO el mundo siguió a Satanás o aceptó sus innovaciones religiosas. Abrahán, por ejemplo, continuó adorando al Dios verdadero. Creía que al fin y al cabo la vida dependía de obedecer a Dios. Por eso Jehová lo bendijo y dijo: “Por medio de tu descendencia ciertamente se bendecirán todas las naciones de la tierra.” (Génesis 22:18) ¿Qué quiso decir con esto? Claramente, que la “descendencia” que se había prometido mucho tiempo antes en Edén, aparecería entre los hijos de Abrahán.—Gálatas 3:16.
Más tarde se reveló a los fieles otros detalles acerca de la “descendencia.” Nacería en la tribu de Judá y sería descendiente del rey David. Nacería de una virgen, en el pueblo de Belén. (Génesis 49:10; 2 Samuel 7:16; Isaías 7:14; Miqueas 5:2) Cuando llegó el tiempo debido, la “descendencia” prometida nació precisamente en el lugar correcto y exactamente en la familia correcta. Esta descendencia resultó ser Jesús, a quien más tarde se le llamó el Cristo.—Lucas 2:8-11.
Cuando nació Jesús, el mundo de Satanás estaba en profunda oscuridad religiosa. Bajo la gobernación de Roma, el imperio más poderoso hasta aquel tiempo, florecieron muchas variaciones de la religión babilónica. Muchos de los descendientes fieles de Abrahán, los israelitas, se habían desviado de la adoración verdadera. Sus líderes religiosos eran santurrones y orgullosos. Algunos habían cedido a las enseñanzas babilónicas. Según el historiador judío Josefo, los fariseos (prominente secta religiosa) creían que “las almas tenían vigor inmortal dentro de sí” y “que las almas de los hombres malvados se exponían al castigo eterno.”
Jesús pudo restaurar a muchos a la adoración pura. Enseñó a sus seguidores a ‘no ser parte’ del sistema de cosas de Satanás, fuera en sentido religioso o político. (Juan 15:19) Sanó a enfermos, levantó a muertos y mostró gran compasión por los humildes. Estos amaron a Jesús, pero muchos de los sacerdotes lo odiaban porque ponía al descubierto los métodos opresivos y las enseñanzas falsas de ellos. Por eso, finalmente hicieron que se le diera muerte.
La muerte de Jesús debe haber parecido un triunfo para Satanás, pero, si lo fue, fue uno efímero. Dios pronto levantó a Jesús de entre los muertos a la vida de espíritu. Y mediante la muerte y resurrección de Jesús, Dios dio un paso extraordinario para borrar los peores efectos de la mentira de Satanás. Hizo posible para los que deseaban seguir en el camino de la verdad el recobrar la vida que Adán, por su desobediencia, había perdido. “Así como en Adán todos están muriendo,” dijo el apóstol Pablo, “así también en el Cristo todos serán vivificados.”—1 Corintios 15:22-26.
El cristianismo y la apostasía
Ahora el hombre podía salvarse del pecado y la muerte. El paraíso sería restaurado mediante el reino de Dios, cuyo gobernante sería el resucitado Jesucristo. Algunos seres humanos hasta tendrían el privilegio de participar en la gobernación de ese Reino. Este mensaje dinámico, proclamado durante el primer siglo de nuestra era común, conmovió el corazón de muchas personas. En Jerusalén se formó una congregación de seguidores de Cristo —llamados luego cristianos— y ésta creció rápidamente hasta componerse de miles de personas.
Enfurecido, Satanás atacó. Pronto comenzaron a morir cristianos en Jerusalén por la fe de ellos. La persecución hizo que muchos huyeran de la ciudad, pero llevaron las “buenas nuevas” consigo. Los samaritanos, y luego los gentiles, fueron bautizados como cristianos. En unas cuantas décadas el mensaje se había esparcido por todo el mundo que se conocía hasta aquel tiempo. ¡Aquéllos fueron tiempos trascendentales!—Hechos 17:6; Colosenses 1:23.
Finalmente, en los días del sádico emperador Nerón, el Imperio Romano desató su poder contra el cristianismo. Cuerpos de cristianos ardieron como antorchas en banquetes romanos. Se les echó en las arenas para que bestias salvajes los atacaran. No obstante, el cristianismo siguió esparciéndose. Pero Satanás tenía otras tácticas.
Corrupción interna
El apóstol Pablo había advertido a los cristianos colosenses lo siguiente: “Estad sobre aviso para que nadie os seduzca por medio de una filosofía inútil y falaz.” (Colosenses 2:8, Sagrada Biblia, Torres Amat) El había dicho a los ancianos efesios: “Yo sé que después de mi partida entrarán entre ustedes lobos opresivos y no tratarán al rebaño con ternura, y de entre ustedes mismos se levantarán varones y hablarán cosas torcidas para arrastrar a los discípulos tras sí.” (Hechos 20:29, 30) Su advertencia comenzó a cumplirse entonces. Elementos engañosos se infiltraron en las congregaciones y, con argumentos astutos y engañosos, socavaron poco a poco el celo de muchos miembros.
Después de algunos siglos se había desarrollado una versión popularizada del cristianismo que estaba corrompida por completo con enseñanzas antibíblicas. La doctrina babilónica de la inmortalidad del alma se había afianzado. Se adoraba a una trinidad similar a la tríada de dioses que se había adorado antes en Babilonia. Se enseñaba la doctrina del fuego del infierno y, más tarde, la del purgatorio. Se hacían oraciones a la “Madre de Dios.” En los días del emperador romano Constantino, esta forma apóstata del cristianismo, lejos de mantenerse separada del mundo, llegó a ser la religión estatal del imperio.
Jesús había profetizado que después de la muerte de los apóstoles se introduciría en el mundo una semilla de cristianismo falso, y que habría cristianos falsos y verdaderos lado a lado hasta que llegara el tiempo de la “siega.” (Mateo 13:24-30, 36-43) Eso era lo que estaba sucediendo entonces. Cuando el cristianismo falso cobró poder, se volvió despiadadamente contra los que no seguían su modo de obrar. Algunos cristianos profesos fueron quemados vivos debido a su fe, pero esta vez los cuerpos que ardían iluminaban los rostros de los monjes y sacerdotes que observaban.
Por siglos, la luz procedente de la Biblia brilló muy poco. La Palabra de Dios fue conservada en latín, lengua que estaba a punto de morir, y los que traducían la Biblia a los idiomas comunes fueron perseguidos sin piedad. Pero la Biblia sobrevivió. Y también el cristianismo verdadero, tal como Jesús dijo que sucedería. Todavía ambos existen hoy.
El paraíso restaurado
Aquella sola mentira que se dijo hace miles de años en el jardín de Edén fue verdaderamente calamitosa para la familia humana. Esta condujo a sufrimiento inaudito. Felizmente, la humanidad no tendrá que aguantar las malas consecuencias de ésta por mucho más tiempo.
La “descendencia” que reduciría a la nada a Satanás y sus designios apareció en la persona de Jesús. Después de morir fue resucitado como espíritu y ascendió al cielo, “esperando desde entonces hasta que sus enemigos fuesen colocados como banquillo para sus pies.” (Hebreos 10:13) Hay prueba de que aquel período de espera terminó. Las profecías y la cronología bíblica señalan al año 1914 como el tiempo en que Jesús ‘llegó en su gloria’ para reinar como rey celestial.—Vea Mateo 24, 25; Marcos 13; Lucas 21.
Eso significa que a Satanás, el inventor de la mentira, solo le queda poco tiempo. (Revelación 12:12) Las convulsiones mundiales que la humanidad ha experimentado desde 1914 prueban que Satanás tiene gran cólera por ese hecho. Pronto él y los opresivos sistemas políticos y religiosos que se han desarrollado como resultado de su mentira serán destruidos para siempre.—Daniel 2:44; Revelación 18:4-8.
¡Qué alivio será eso para la humanidad! La paz, la belleza y la felicidad del jardín original de Dios finalmente serán restauradas, y el paraíso será extendido por toda la Tierra. (Revelación 21:3, 4) ¿Quisiera usted ver eso? La voluntad de Dios es “que hombres de toda clase sean salvos y lleguen a un conocimiento exacto de la verdad.” (1 Timoteo 2:4) ¿Por qué no aprovecha la bondad que Jehová Dios le muestra? Evite las mentiras de Satanás y busque la verdad de la Palabra de Dios, la Biblia. Entonces usted será testigo de la reversión final y completa de las trágicas consecuencias de aquella primera mentira demoníaca.