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  • ¿Inmortalidad inherente, o resurrección?... ¿cuál?
    La Atalaya 1982 | 1 de octubre
    • ¿Inmortalidad inherente, o resurrección?... ¿cuál?

      Le invitamos a examinar detenidamente la serie de cuatro artículos que comienza en esta página. En ésta se presenta el punto de vista bíblico en cuanto a lo que le pasa al alma cuando uno muere, la resurrección, el Día de Juicio de Dios y la tribulación final, enlazando todo esto con el Reino, el tema de la Palabra de Dios.

      CADA año, en marzo o abril, más de la cuarta parte de los habitantes de la Tierra celebran la Pascua Florida, que se conoce como la “fiesta de la resurrección de Cristo.” Esto significa, entonces, que los millones de personas que conmemoran la resurrección de Cristo el Domingo de Resurrección están en efecto expresando su esperanza de que con el tiempo ellas serán levantadas de la muerte. Pero, aunque parezca extraño, la mayor parte de estas personas no creen que la vida después de la muerte depende de la resurrección, sino, más bien, de la supervivencia de su “alma inmortal.”

      Centenares de millones de otras personas, que no celebran la Pascua Florida, creen también que su esperanza de vida después de la muerte depende, no de una resurrección, sino de la supervivencia de su “alma.” A todas estas personas, tanto dentro como fuera de la cristiandad, evidentemente les parece que tiene que haber algo más después de la corta duración de su vida en la Tierra. Les haría sentirse frustradas el creer que el hombre vive y muere como un animal. El que deseen una vida futura es muy natural. Quizás usted comparta dicho deseo. Pero, ¿cómo es posible la vida después de la muerte?

      La vida después de la muerte... ¿cómo se realiza?

      En la mayor parte de los casos, los “libros sagrados” de varias religiones ofrecen dos soluciones a este problema. Algunos de tales libros relatan acerca de la supervivencia automática del “alma,” o “espíritu,” del difunto. Por otra parte, la Biblia enseña que los muertos vuelven a vivir por medio de una resurrección.—Hebreos 11:17-19; Lucas 20:37, 38; Juan 5:28, 29; 11:24.

      No es sorprendente que las religiones orientales enseñen la supervivencia automática del “alma,” o “espíritu,” pues registros históricos dignos de confianza muestran que esta creencia tiene su origen en el Oriente. Los antiguos babilonios creían en un mundo de los muertos poblado por las almas de los difuntos y dirigido por el dios Nergal y la diosa Ereskigal. Los antiguos egipcios creían también en la inmortalidad del alma, y tenían su propio “mundo de los muertos.” Adoraban a Osiris como “dios de los muertos.” Al igual que los egipcios, los antiguos persas creían en una “evaluación de las almas” después de la muerte. Muchos filósofos griegos de la antigüedad adoptaron este concepto oriental de un alma inmortal, concepto que finalmente definió Platón en el cuarto siglo a. de la E.C.

      Lo sorprendente es que el judaísmo y las religiones de la cristiandad hayan adoptado la idea de que la vida futura depende de tener un alma inmortal. Esta simplemente no es una enseñanza bíblica, como lo revela The Concise Jewish Encyclopedia (1980): “La Biblia no presenta doctrina alguna de la inmortalidad del alma, ni surge ésta de manera clara en la literatura rabínica [judía] primitiva. ... Con el tiempo la creencia de que alguna parte de la personalidad humana es eterna e indestructible llegó a ser parte del credo rabínico y se aceptó casi universalmente en el judaísmo de años posteriores.”

      Los teólogos de la cristiandad siguieron el ejemplo de los rabinos judíos al adoptar el concepto babilonio, egipcio, persa y griego de que el hombre posee un alma inmortal. No obstante, debido a que las iglesias de la cristiandad afirman aceptar la Biblia, ellas se crearon un dilema al adoptar esta enseñanza no cristiana. El dilema es éste: ¿Cómo pueden las iglesias adherirse a la enseñanza bíblica de la resurrección y, a la misma vez, enseñar que la persona sobrevive a la muerte por medio de tener un alma inmortal?

      ¿Cómo se escapan mañosamente de este dilema las iglesias de la cristiandad? La Catholic Encyclopedia nos dice cómo: “El Cuarto Concilio de Letrán enseña que todos los seres humanos, ya sean elegidos o réprobos, ‘se levantarán de nuevo con sus propios cuerpos que actualmente llevan consigo.’ En el lenguaje de los credos y profesiones de fe este regreso a la vida se llama resurrección del cuerpo.” (Las cursivas son nuestras.) En otras palabras, se afirma de esta manera que la resurrección de los muertos es meramente el proceso de volver a vestir de un cuerpo carnal a un alma que no muere. Pero, eso no es lo que enseña la Biblia.

      La verdadera esperanza de la resurrección

      Muchos eruditos de la Biblia admiten que las doctrinas de la inmortalidad inherente y la “resurrección del cuerpo” no se enseñan en la Biblia. Georges Auzou, profesor católico francés de la Sagrada Escritura, escribe: “El concepto de que hay un ‘alma,’ que es una realidad puramente espiritual e inmaterial que existe separada del ‘cuerpo,’ ... no se encuentra en la Biblia.” “El Nuevo Testamento nunca habla de la ‘resurrección de la carne,’ sino de la ‘resurrección de los muertos.’”

      De igual manera, el profesor protestante francés Oscar Cullmann, en su libro Immortality of the Soul or Resurrection of the Dead?, escribe: “Hay una diferencia radical entre la expectativa cristiana de la resurrección de los muertos y la creencia griega en la inmortalidad del alma. ... Aunque en años posteriores el cristianismo estableció una relación entre estas dos creencias, y hoy el cristiano de término medio las confunde por completo, no veo razón alguna para ocultar lo que yo y la mayor parte de los eruditos consideramos que es la verdad. ... la fe en la resurrección domina enteramente la vida y el pensamiento de las personas sobre quienes se habla en el Nuevo Testamento. ... el hombre entero, que realmente está muerto, vuelve a la vida por medio de un nuevo acto creativo de Dios.”—(Según se tradujo al inglés de la edición original en francés.)

      Sí, la verdadera esperanza bíblica para una vida futura depende de la resurrección, o del “levantarse de nuevo de entre los muertos,” no de la supervivencia automática de un alma inmortal. La Biblia declara con claridad: “Va a haber resurrección así de justos como de injustos.” (Hechos 24:15) En el siguiente artículo se considera exactamente cómo llegó a haber tanta confusión religiosa en cuanto a la vida después de la muerte.

  • La resurrección, el Día del Juicio y la apostasía
    La Atalaya 1982 | 1 de octubre
    • La resurrección, el Día del Juicio y la apostasía

      LAS iglesias Católica Romana, Ortodoxa y Protestante han dado la espalda a las verdades claras de la Biblia con respecto a la condición de los muertos y la esperanza para vida después de la muerte. Prefieren la antigua creencia en un alma inmortal, que no tiene base en las Escrituras. Como acabamos de ver, esta creencia se originó en Babilonia y la simplificó el filósofo griego Platón en el cuarto siglo a. de la E.C.

      Los teólogos de la cristiandad afirman que todo hombre, mujer y niño que ha vivido tiene un alma que sale del cuerpo cuando la persona muere. Para acomodar esta enseñanza, han inventado lugares tales como el limbo, el purgatorio y un infierno ardiente. Se supone que ahí van a parar las almas separadas del cuerpo que no son dignas del “paraíso,” que según dicen ellos está en el cielo.

      Las iglesias también dicen que los muertos no están realmente muertos. Más bien, afirman ellas, el alma sigue viviendo. Ellas no pueden por lo tanto enseñar la verdadera doctrina bíblica de la resurrección, que se define como “un regreso a la vida.” De modo que sus teólogos inventaron la llamada resurrección del cuerpo, y afirmaron que en el Día del Juicio los cuerpos de los justos y de los inicuos se volverán a unir con sus respectivas almas para tener parte en la dicha celestial o la condena del infierno ardiente. Además, puesto que creen que tales “almas” no tienen que aguardar el Día del Juicio para que se les asigne al “cielo,” el “infierno” o ‘salas de espera,’ tales como el “limbo” o “purgatorio,” los teólogos de la cristiandad también inventaron la enseñanza de los dos juicios. El primero de éstos se llama el Juicio Particular, que tiene lugar, según se supone, cuando el “alma” sale del cuerpo al momento de la muerte. El segundo se llama el Juicio General, y tiene lugar cuando los cuerpos son “resucitados” y, según se dice, vuelven a unirse a las “almas” en el Día del Juicio.

      La resurrección y la apostasía

      Todos los inventos teológicos mencionados arriba resultaron de que la Iglesia Católica Romana, y en ciertos puntos básicos la Iglesia Ortodoxa y la Protestante, no se adhirieron a las claras enseñanzas bíblicas sobre la resurrección ni a los temas relacionados con ésta, a saber, la muerte, el alma humana y el juicio final.

      A este respecto, la apostasía comenzó a principios de la historia del cristianismo. Solo poco más de 20 años después de la muerte y resurrección de Cristo, el apóstol Pablo escribió desde Éfeso a la congregación joven de Corinto, Grecia: “Ahora bien, si de Cristo se está predicando que él ha sido levantado de entre los muertos, ¿cómo es que algunos entre ustedes [cristianos ungidos] dicen que no hay resurrección de los muertos?”—1 Corintios 15:12.

      Puede que algunos de los cristianos de Corinto, a quienes Pablo escribió, todavía estuvieran bajo la influencia de la filosofía griega. Unos cuantos años antes Pablo había declarado “las buenas nuevas de Jesús y de la resurrección” a los filósofos griegos de Atenas. Pero “al oír de una resurrección de muertos, algunos empezaron a mofarse.” (Hechos 17:18, 32) Los epicúreos y los estoicos tenían sus propias teorías en cuanto a lo que sucedía al alma después de la muerte. Otros filósofos griegos, que seguían a Sócrates y Platón, creían en la inmortalidad del alma. Ninguno de ellos creía en la resurrección, como se enseña en la Biblia.

      Puede ser también que algunos cristianos de Corinto ya se adherían al punto de vista apóstata sobre la resurrección, punto de vista que el apóstol Pablo condenó 10 años más tarde. Recordemos que al escribir a Timoteo, quien probablemente estaba en Éfeso en aquel entonces, Pablo advirtió: “Evita las vanas palabrerías que violan lo que es santo; porque avanzarán a más y más impiedad, y su palabra se esparcirá como gangrena. Himeneo y Fileto son de ese grupo. Estos mismos se han desviado de la verdad, diciendo que la resurrección ya ha ocurrido; y están subvirtiendo la fe de algunos.”—2 Timoteo 2:16-18.

      Estos apóstatas, al decir que “la resurrección ya ha ocurrido,” no estaban afirmando que los cristianos difuntos ya habían sido levantados de entre los muertos. Ellos aparentemente creían que los cristianos que estaban vivos ya habían sido resucitados, pues se trataba meramente de una resurrección simbólica, de índole espiritual. Negaban que hubiera resurrección alguna en el futuro. Tales ideas estaban “subvirtiendo la fe” de algunos, de modo que el apóstol Pablo dio fuerte advertencia en contra de dichas enseñanzas apóstatas.

      La apostasía ‘se esparce como gangrena’

      Este Himeneo sin duda era el mismo que Pablo mencionó en su primera carta a Timoteo. A ese hombre se le había expulsado de la congregación cristiana, junto con cierto Alejandro, debido a que habían “experimentado naufragio respecto a su fe.” Pablo aconsejó a Timoteo que ‘siguiera guerreando el guerrear excelente’ contra tales apóstatas.—1 Timoteo 1:18-20.

      Mientras los apóstoles todavía estaban vivos, pusieron el ejemplo respecto a combatir la apostasía. Pero tan pronto como ya no estaban presentes para ‘obrar como restricción,’ se confirmaron los temores de Pablo, y la “palabra” de los apóstatas ‘se esparció como gangrena.’—2 Tesalonicenses 2:3-12; Hechos 20:29, 30.

      Más tarde, los gnósticos desarrollaron ideas respecto a una resurrección puramente simbólica, como la que enseñaron Himeneo y Fileto en Éfeso. Durante el segundo siglo y a principios del tercer siglo E.C., los gnósticos (de la palabra griega gnosis, “conocimiento”) combinaron el cristianismo apóstata con la filosofía griega y el misticismo oriental. Afirmaban que toda materia es inicua y recalcaban que la salvación venía por medio de “conocimiento” (gnosis) místico más bien que mediante fe en Cristo como redentor.

      Pero el gnosticismo no fue la única forma de apostasía que ‘se esparció como gangrena.’ Para el cuarto siglo, otros hombres que se habían “desviado de la verdad” corrompieron el cristianismo verdadero que enseñaron Cristo y sus fieles apóstoles y discípulos. La publicación erudita New International Dictionary of New Testament Theology admite que durante el “transcurso de la historia eclesiástica se absorbieron en el concepto del paraíso muchos temas, descripciones e ideas que no tenían base bíblica.” Luego este diccionario de la Biblia menciona “el hecho de que la doctrina de la inmortalidad del alma llegó a reemplazar la escatología [el estudio del destino final del hombre y el mundo] del N[uevo] T[estamento], que incluía la esperanza de la resurrección de los muertos.”

      Como hemos visto en lo susodicho y en el artículo previo, al negar que la persona realmente muere y al aceptar la idea pagana de la supervivencia automática del alma inmortal, las iglesias Católica y Ortodoxa se alejaron cada vez más de las claras enseñanzas bíblicas sobre la resurrección y el juicio. Esto resultó en el dogma del infierno ardiente y el purgatorio, dogma que deshonra a Dios, y en la idea absurda de que cuerpos carnales son resucitados para flotar en el cielo o para recibir tormento eterno en el “infierno.”

      La “gangrena” no dejó de esparcirse al llegar a ese punto. En siglos posteriores reformadores protestantes añadieron sus propias teorías no bíblicas sobre la muerte, la resurrección y el juicio final. La mayor parte de ellos siguieron el dogma católico sobre la inmortalidad inherente del alma, lo cual les obligó a aceptar también la doctrina de la “resurrección del cuerpo.” Muchas iglesias protestantes también enseñan que hay un infierno ardiente. Pero los teólogos protestantes también han mostrado su ingenio por medio de inventarse otras doctrinas que no se enseñan en la Biblia. Por ejemplo, en algunas iglesias calvinistas reformadas se enseña que Dios predestina a ciertas almas para la salvación y a otras para la condenación eterna. Otros protestantes creen en la salvación universal, es decir, en que finalmente todas las almas se salvarán, aun las de los inicuos.

      El adherirse a la verdad bíblica

      Después de advertir en contra de la apostasía de Himeneo y Fileto respecto a la resurrección, Pablo agregó: “Con todo, el fundamento sólido de Dios queda en pie, teniendo este sello: ‘Jehová conoce a los que le pertenecen.’”—2 Timoteo 2:19.

      Después de haber examinado el desarrollo histórico de las ideas apóstatas respecto al alma, la muerte, la resurrección y el juicio final, y después de haber visto la confusión entre las creencias de la actualidad sobre estos temas vitales, ¿cómo procederá usted? El cristiano sincero quedará más convencido que nunca de que es necesario adherirse al “fundamento sólido de Dios” en estos asuntos, según se delinean en Su Palabra, la Biblia.

      No obstante, algunos cristianos, aunque aceptan la clara enseñanza bíblica sobre el alma humana, la muerte y la resurrección, tal vez por motivos de emoción tengan ideas en cuanto al juicio final que aparentemente exaltan la bondad amorosa de Jehová, pero que en sí arrojan dudas sobre su justicia y derecho de destruir a los inicuos. A fin de aclarar las preguntas sobre dichos asuntos, en los siguientes artículos se examinará lo que la Biblia dice en cuanto a la verdadera esperanza de la resurrección y la relación que ésta tiene con el reino de Dios y el día de juicio de Dios. Invitamos al lector a leer lo que sigue.

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