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Siguiendo tras mi propósito en la vidaLa Atalaya 1955 | 15 de septiembre
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Rútherford fué: “¿Le importa a usted dónde trabaja en el mundo?” Yo dije: “No.” “¿Le gustaría ir a la India?,” fué la próxima pregunta. Mi respuesta fué: “¿Cuándo quiere que vaya?” Y dentro de tres semanas otro hermano y yo estábamos en un barco con rumbo a la India. Era un caso de zarpar para el gran “ignoto” y me acordé de cómo se le dijo a Abrahán que se fuera a una tierra acerca de la cual él no sabía nada. Pensé para mis adentros que si Abrahán podía hacer eso, entonces yo lo podría hacer también, porque era el mismo Dios quien hacía la llamada. Abrahán fué y “no sabía adónde iba.” (Heb. 11:8, NM) Nosotros podríamos hacer lo mismo.
Todo eso fué hace más de veintiocho años. ¡Estoy todavía en la India, y aun no estoy muerto! Naturalmente, hemos tenido muchas experiencias variadas a través de los años. Cuando recién llegamos a la India y las experiencias no eran muy animadoras solíamos consolarnos diciendo que los primeros veinte años siempre eran los peores. En aquellos días no había ninguna regla de “licencia” para los misioneros, y sólo se nos habían dado boletos de ida. Después de cinco años pude asistir a otra asamblea en Londres y volví a casa por dos semanas. Después de esas breves vacaciones tuve otra temporada de quince años en India sin volver a casa, pero para este tiempo había amigos y casas en la India donde yo estaba bienvenido y lo verídico de las palabras de Jesús escritas en Mateo 19:29 se manifestaba. De hecho, ahora yo estoy completamente “en casa” en la India y me imagino que si yo volviera a Inglaterra permanentemente me sentiría como si estuviera en el extranjero.
La experiencia manifiesta que en realidad no importa el lugar en que uno sirva. El mundo entero ahora es sólo un lugar relativamente pequeño. Hay personas de la sociedad del Nuevo Mundo en todo país y son tan amables en un país como lo son en otro. Uno pronto se acostumbra a las condiciones que encuentra en países extranjeros. Se trata sencillamente de resolverse a hacerlo, y entonces buscar el espíritu de Jehová para poder vencer los obstáculos. Mi consejo es: Siempre acepte una asignación que le venga de la organización de Jehová y gozosamente resuélvase a tener éxito en ella.
—F. E. SKINNER
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1955 | 15 de septiembre
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Preguntas de los lectores
● La ley de Moisés prohibía que los israelitas cobraran interés sobre préstamos entre sí mismos, y Jesús dijo que prestáramos sin interés y sin esperar nada de vuelta. ¿Quiere decir esto que los hermanos cristianos de hoy día no deben ni pagar ni recibir interés los unos de los otros? ¿Quiso decir Jesús que no sólo no debería pagarse interés sino que ni siquiera debería pagarse el capital?—J. G., Estados Unidos.
La ley mosaica habló de préstamos hechos a los pobres, los que se hallaban débiles y necesitados en lo relativo a fondos. La ley impuso la obligación de prestar a estas personas para darles socorro en su estado desamparado, pero prohibió el que se cobrara interés sobre estos préstamos a los pobres. Los que prestaban sí recibían devuelto el capital, y a veces se tomaban prendas como símbolo del adeudo. En ese entonces en Israel los préstamos entre los israelitas, o los que implicaban a no israelitas que vivían en la tierra y formaban parte de la comunidad judía, se hacían con el propósito de socorrer en la pobreza e infortunio, y el hacer ganancia de los reveses del prójimo se consideraba como injusto. Los préstamos no se hacían por razones comerciales. Pero el caso era diferente cuando se trataba de extranjeros que pasaban a través de la tierra con caravanas o que se estacionaban allí con el fin de traficar. Podían pedir dinero prestado para aumentar los fondos que usaban en sus operaciones y aumentar su capacidad para ganar, y es muy propio que se pagara una suma razonable por el uso de ese dinero. En tales casos los israelitas podían cobrar interés sin violar la
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