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  • La injusticia... ¿cuán general es?
    La Atalaya 1984 | 15 de junio
    • La injusticia... ¿cuán general es?

      A PRINCIPIOS de 1940, un hombre de 34 años de edad llamado Roy fue arrestado en Nuevo México, E.U.A., y acusado de robo. Él afirmó que había estado a mil millas (1.610 km) del escenario del delito cuando éste se cometió, pero no pudo presentar ningún testigo para probarlo. De modo que se le declaró culpable y se le sentenció a prisión. Dieciséis años más tarde, a Roy se le puso en libertad. ¡Una investigación había revelado que él era inocente!

      Hace algunos años una señora en Colombia escribió a un periódico y relató una triste historia. Su esposo la había abandonado, junto con cuatro hijos, por otra mujer. Sin embargo, con gran esfuerzo y sacrificio ella había hecho lo necesario para que sus hijos recibieran educación, y, luego, con la ayuda de ellos, había reunido capital para que su familia pudiera vivir cómodamente. Entonces, cierto día se le citó para comparecer ante un juez. ¿Por qué? Su esposo había entablado un proceso legal. A la esposa se le dijo que la mitad de todo lo que ella poseía pertenecía a su esposo. “¡No puedo creer que se cometa una injusticia como ésta!”, exclamó ella.

      Hace muchos años un sabio resumió gran parte de la experiencia humana cuando dijo: “El hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo” (Eclesiastés 8:9). Tal dominación ha resultado en el sufrimiento de los individuos, como lo muestran los dos ejemplos susodichos. También ha resultado en que clases enteras de personas experimenten injusticias. Considere tan solo unos cuantos ejemplos.

      Economía: Según The World Almanac & Book of Facts 1984, el ingreso anual por persona en la India fue de $150 (E.U.A.), en un tiempo en que el ingreso por persona en muchos países de Europa fue de aproximadamente $10.000 (E.U.A.) al año. Los economistas dicen que tales diferencias han “puesto en duda la eficacia y la justicia del actual orden económico”.

      Salud: “En pos de justicia respecto a la salud” fue un titular que apareció recientemente en una revista de salud de las Naciones Unidas. ¿Qué hay de injusto en lo que tiene que ver con la salud? Pues bien, como ejemplo, no hace mucho tiempo un joven de Nepal murió debido a que necesitaba insulina. ¡Sencillamente no había insulina disponible en toda la zona donde él vivía! ¿Es justo que la gente de ciertos países muera a causa de enfermedades que comúnmente se curan o controlan en otros? Veinticinco millones de personas mueren al año como resultado de enfermedades causadas por agua contaminada y medios sanitarios deficientes. No obstante, no sería difícil suministrarles agua limpia, y esto solo costaría una tercera parte de lo que el mundo gasta en cigarrillos o cerca de una dieciochava parte de lo que gasta en armamentos. ¿Es esto justo?

      Alimentación: En 1980 murieron de hambre unos 50.000.000 de personas. Sin embargo, hay más que suficiente alimento para todos... si se distribuyera de modo eficaz. El problema es que algunos países utilizan más de lo que les corresponde. A menudo, incluso cuando hay alimento disponible, los pobres no tienen los medios para comprarlo. Un alto funcionario del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia dijo que la situación es ‘injusta, inaceptable y casi completamente evitable’.

      Prejuicio: Al describir un violento disturbio racial que hubo en los Estados Unidos, una revista de noticias dijo: “La más poderosa de las muchas causas del disturbio fue el sentido de injusticia”. Sí, con frecuencia se discrimina contra ciertos grupos raciales, así como contra las mujeres. Lo mismo sucede en el caso de los pobres, prescindiendo del sexo o el color de la piel.

      ¿Por qué está lleno de injusticia el mundo?

  • ¿Por qué debería ser así?
    La Atalaya 1984 | 15 de junio
    • ¿Por qué debería ser así?

      ¿POR qué es tan común la injusticia? Dos textos de la Biblia nos ayudan a contestar esa pregunta. El primero está en Jeremías, capítulo 10, versículo 23, y he aquí lo que dice:

      “Al hombre terrestre no le pertenece su camino. No le pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso”.

      Eso indica que el hombre simplemente no está equipado para gobernarse a sí mismo. ¿Por qué? Primero, porque es pecaminoso por herencia. Dios mismo dijo: “La inclinación del corazón del hombre es mala desde su juventud” (Génesis 8:21). Por eso las leyes y las costumbres del hombre perpetúan toda clase de desigualdad. Por ejemplo, muchas personas prefieren envenenarse con cigarrillos o fabricar armamentos de la era espacial para la destrucción en masa a proveer agua fresca y limpia y alimento adecuado a los necesitados.

      El hombre tampoco tiene suficiente sabiduría. Por eso, como en el caso de Roy, las leyes que fueron creadas para ser justas pueden llevar a graves injusticias. Aunque muchos individuos y organizaciones trabajan duro para que haya justicia en el campo de la salud, en la distribución de alimentos y en las condiciones económicas, no pueden lograrlo. En muchos casos se debe simplemente a que no saben cómo hacerlo.

      La verdad es que el hombre no fue creado para ‘dirigirse’, o gobernarse, a sí mismo y tener autonomía total, o independencia. Fue creado para que un poder superior, Dios, lo gobernara. Y puesto que, históricamente, la mayoría de los hombres ha rechazado la gobernación de Dios, otra poderosa fuerza espiritual se ha ocupado de ejercer influencia en ellos. Se hace referencia a ese espíritu en el segundo texto que ayuda a explicar por qué hay tanta injusticia hoy día. Éste dice:

      “El mundo entero está yaciendo en el poder del inicuo”.

      Esas palabras son del apóstol Juan (1 Juan 5:19). ¿Quién es el “inicuo”? Pues Satanás el Diablo, a quien también se le llama “el dios de este sistema de cosas” (2 Corintios 4:4). Satanás y sus demonios son mucho más poderosos que nosotros. Les interesa muy poco ver que reine la justicia. De hecho, el que haya injusticia distrae a la gente de buscar a Dios, y algunos hasta lo culpan de los actos de injusticia que se cometen. Por lo tanto, la injusticia es un medio del que se vale Satanás para el adelanto de sus propósitos.

      La Biblia nos dice: “Jehová es amador de la justicia, y no dejará a sus leales” (Salmo 37:28). Entonces, ¿por qué ha permitido que el hombre se gobierne a sí mismo y llegue a estar bajo la influencia de Satanás, y sea, por tanto, víctima de tantas injusticias y otros males? El siguiente artículo considerará este asunto.

  • Justicia para todos... ¿cómo se realizará?
    La Atalaya 1984 | 15 de junio
    • Justicia para todos... ¿cómo se realizará?

      ¿POR qué ha permitido Jehová que haya tanta injusticia en la Tierra? ¡Porque los humanos han preferido que sea así! Al principio las cosas eran diferentes. Cuando se les creó, ni Adán ni Eva sufrían bajo la carga de la imperfección. Eran parte de la creación que Dios mismo había declarado que era ‘muy buena’ (Génesis 1:31; Deuteronomio 32:4). Además, no había ningún Satanás, y Dios gobernaba directamente al hombre. De modo que al principio no había injusticia.

      Pero aquella situación no duró mucho tiempo. Una criatura de espíritu perfecta se rebeló y se convirtió en Satanás. Haciéndose pasar por una serpiente, sedujo a Eva mediante la idea de alcanzar independencia. Dios había puesto una sola restricción a la primera pareja humana. No habían de comer del fruto de cierto árbol. Si lo hacían, morirían. Pero Satanás dijo a Eva: “Positivamente no morirán. Porque Dios sabe que en el mismo día que coman de él tendrán que abrírseles los ojos y tendrán que ser como Dios, conociendo lo bueno y lo malo”. (Génesis 3:1-5.)

      Eva, y luego Adán, quebrantaron la ley de Dios. Quisieron ser como Dios y tomar sus propias decisiones en cuanto a lo correcto y lo incorrecto. Por consiguiente, se apartaron de Dios y abrieron el camino para el establecimiento de la gobernación humana, con todos sus problemas.

      Adán y Eva también experimentaron un cambio físico. Dios los condenó a muerte, tal como había dicho que haría. Ellos llegaron a ser imperfectos, y esto llevó a la corrupción de toda la raza humana... su prole. El apóstol Pablo explicó: “Por medio de un solo hombre [Adán] el pecado entró en el mundo y la muerte por medio del pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado” (Romanos 5:12). Así surgieron las causas fundamentales de la injusticia.

      Sin embargo, leemos: “Por medio de la justicia el rey hace que el país siga subsistiendo” (Proverbios 29:4). La sociedad humana no ‘subsistirá’ plenamente o será completamente estable sino hasta que se apoye la justicia por toda la Tierra. ¿Se realizará eso alguna vez?

      El Reino de Dios y la justicia

      Puesto que Jehová Dios es “amador de la justicia”, podemos estar seguros de que eso se realizará (Salmo 37:28). Pero ¿cómo? Las palabras del padrenuestro nos dicen cómo. Por siglos los cristianos sinceros han orado: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra” (Mateo 6:10). Por consiguiente, lo que Dios desea se hará finalmente aquí en la Tierra por medio del Reino de Dios.

      El Reino de Dios es un verdadero gobierno. Es celestial, razón por la cual es más poderoso que cualquier gobierno humano. También tiene un Rey a quien Dios ha nombrado, y ese Rey es Jesucristo, quien se interesa mucho en la justicia (Salmo 72:12-14). Jehová promete que bendecirá la gobernación de este Reino bajo Cristo, para “establecerlo firmemente y sustentarlo por medio del derecho y por medio de la justicia”. (Isaías 9:7.)

      Muchas profecías que se están cumpliendo hoy día prueban que este Reino ya es una realidad (Lucas 21:31, 32). ¡Jesús ya es Rey! Pero ¿cómo traerá justicia a la humanidad, en vista de todos los obstáculos que hay? Veamos.

      Dios se propone que su Reino bajo Cristo sea un gobierno mundial. Jehová dice proféticamente: “[Cristo] tendrá súbditos de mar a mar y desde el Río hasta los cabos de la tierra” (Salmo 72:8). Cuando esto se cumpla por toda la Tierra, se habrá eliminado una fuente principal de injusticia. Ya el hombre no se gobernará a sí mismo. Pero ¿cómo pudiera realizarse eso, si hay tantos gobiernos hoy día y cada cual es intensamente celoso de su propia soberanía?

      El hecho es que Dios ha fijado un límite de tiempo al funcionamiento de los gobiernos humanos, y ese límite de tiempo ha llegado. Al hablar de todos los gobiernos nacionalistas de nuestros días, el profeta Daniel escribió: “En los días de aquellos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos”. (Daniel 2:44.)

      Así, un gobierno mundial, el Reino de Dios, reemplazará pronto a los gobiernos nacionalistas de la actualidad y gobernará con justicia a la humanidad. ¡Qué gran mejora será eso! No obstante, todavía quedará el problema de Satanás. ¿Cómo se encargará de él el Reino de Dios?

      El Reino de Dios, y Satanás

      Satanás apareció a principios de la historia humana, y fue él quien sugirió primero a Eva la idea de rebelarse contra Dios. Por lo tanto, cuando Dios pronunció la sentencia contra Adán y Eva por el pecado que habían cometido, no se olvidó de Satanás. Predijo la venida de una “descendencia” que se opondría a Satanás, y finalmente lo destruiría: “Pondré enemistad [...] entre tu descendencia y la descendencia de ella. Él te magullará en la cabeza y tú le magullarás en el talón” (Génesis 3:15). Según resultó ser, la descendencia prometida fue Jesucristo (Gálatas 3:16). Como cumplimiento parcial de aquella profecía antigua, ya ha habido dos encuentros sobresalientes entre Satanás y Jesús.

      El primero pareció ser una victoria para Satanás. Éste tramó la muerte de Jesús en un madero de tormento. Así fue ‘magullado’ el “talón” de Jesús. Pero la victoria de Satanás no duró mucho tiempo. Jesús fue resucitado de entre los muertos y ensalzado a una posición superior en los cielos (Hechos 2:23, 24, 32-36). Allá, con el tiempo, Jehová Dios lo coronó como Rey del Reino de Dios. Entonces hubo otro encuentro histórico.

      Los resultados se describen en la Biblia: “Hacia abajo fue arrojado el gran dragón, la serpiente original, el que es llamado Diablo y Satanás, que está extraviando a toda la tierra habitada; fue arrojado abajo a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él”. ¿Cuál fue el resultado? Hubo alegría en el cielo, que entonces había sido limpiado de la presencia corruptora de Satanás. Pero “ay de la tierra y del mar, porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto período de tiempo” (Revelación 12:9, 12). Estamos viviendo ahora en ese “corto período de tiempo”. Muchas de las injusticias que vemos que se cometen hoy día se deben a la “gran cólera” de Satanás.

      Pronto, sin embargo, habrá otro encuentro entre Satanás y Jesucristo. La Biblia también lo describe: “Prendió al dragón, la serpiente original, que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años. Y lo arrojó al abismo y lo cerró y lo selló sobre él, para que no extraviase más a las naciones hasta que terminasen los mil años”. (Revelación 20:2, 3.)

      Eso sucederá pronto, cuando el Reino de Dios reemplace a los gobiernos nacionalistas de este mundo. Esto llevará finalmente a un encuentro decisivo en el cual, como lo describe proféticamente la Biblia, “el Diablo [...] [será] arrojado al lago de fuego y azufre” para su destrucción, el ‘magullar definitivo de su cabeza’. (Revelación 20:10.)

      Por consiguiente, se habrá eliminado otro obstáculo que impide que haya justicia. Pero eso todavía nos deja con el problema de la propia naturaleza imperfecta del hombre. Gran parte de la injusticia que hay en el mundo proviene del hombre mismo. ¿Qué puede hacer el Reino de Dios al respecto?

      El Reino de Dios y la imperfección del hombre

      La imperfección humana tuvo su comienzo cuando Adán y Eva pecaron (Romanos 5:12). Todos los descendientes de Adán, excepto uno, han sido pecadores. Esta excepción fue Jesús. De manera milagrosa, Jesús nació sin pecado, y durante toda su vida se mantuvo exento de pecado y fiel (Hebreos 7:26). De aquí que pudiera ofrecer su vida humana perfecta como rescate por la humanidad imperfecta. Resolvió el problema de la imperfección humana. “Así como en Adán todos están muriendo, así también en el Cristo todos serán vivificados”. (1 Corintios 15:22.)

      Dentro de poco, los que insistan en obrar injustamente comprobarán que no hay lugar para ellos en una Tierra limpia bajo el Reino de Dios. Pero los que tengan fe en el sacrificio de Jesús segarán magníficas bendiciones. “Los rectos son los que residirán en la tierra, y los exentos de culpa son los que quedarán en ella. En cuanto a los inicuos, ellos serán cortados de la mismísima tierra” (Proverbios 2:21, 22). Así se eliminará otro obstáculo que impide que haya justicia.

      El Reino de Dios y usted

      Sí, Jesús, como Rey del Reino de Dios, eliminará pronto todos los principales obstáculos que nos impiden ver que a todos en la Tierra se les trate con justicia. La humanidad verá cumplida entonces la promesa: “Hay nuevos cielos y una nueva tierra que esperamos [...] y en éstos la justicia habrá de morar” (2 Pedro 3:13). En esa tierra justa no habrá lugar para la injusticia.

      Por supuesto, aún no ha llegado el tiempo para impartir esas bendiciones. Sin embargo, el Reino de Dios bajo Cristo está activo ahora mismo, y nos podemos beneficiar de él. Jesús mismo profetizó que, en nuestros días, “estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones” (Mateo 24:14). Esa profecía se está cumpliendo. Ahora mismo muchas personas están respondiendo favorablemente a la predicación y están sometiéndose a ese Reino. De ese modo son una correspondencia de estas palabras proféticas:

      “Tiene que suceder en la parte final de los días que [...] muchos pueblos ciertamente irán y dirán: ‘Vengan, y subamos a la montaña de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y él nos instruirá acerca de sus caminos, y ciertamente andaremos en sus sendas.’ Porque de Sión saldrá ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová”. (Isaías 2:2, 3.)

      Los millones de personas que por toda la Tierra se están amoldando a esa profecía estudian la Biblia y aprenden a vivir de la manera que Dios quiere que vivan. Entre otras cosas, tratan de vivir de acuerdo con las palabras del profeta Miqueas al ‘ejercer justicia y amar la bondad y ser modestas al andar con su Dios’ (Miqueas 6:8). Así demuestran que desean sinceramente vivir bajo un gobierno de justicia. Aun ahora disfrutan de muchas bendiciones procedentes de ese gobierno, a medida que se cumple la profecía de Isaías: “¡Mira! Un rey reinará para justicia misma; y en cuanto a príncipes, ellos gobernarán como príncipes para derecho mismo”. (Isaías 32:1.)

      ¿Anhela ver usted un mundo donde reine la justicia? Si así es, cifre su confianza en el Reino de Dios. Asóciese ahora con personas que tengan el mismo deseo. Espere entonces con confianza el vivir para siempre bajo la gobernación del Dios que es “amador de justicia y derecho”. (Salmo 33:5.)

      [Ilustración en la página 6]

      Jesús tuvo compasión de los afligidos y humildes. Su gobernación desde el cielo será sustentada por medio de la justicia

  • Carta de recomendación
    La Atalaya 1984 | 15 de junio
    • Carta de recomendación

      Queridos hermanos:

      Cuando ustedes dijeron que el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra era una “maravillosa ayuda docente”, tenían muchísima razón.

      Mientras hojeaba mi ejemplar, me inclinaba a ser incrédula, como Tomás. El libro era hermoso y fácil de leer y entender, pero ¿les interesaría a las personas para quienes estaba dirigido: los que uno encontrara en casa, en la oficina y los vecinos?

      La respuesta fue ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! La mayor parte de los libros que he colocado los he colocado en la oficina del médico donde trabajo, pero el libro se colocó por sí solo en el caso de la vecina.

      D——D—— es mi vecina de al lado. Es una jovencita brillante, dulce y emprendedora, de 13 años de edad, que no deja de moverse ni hablar durante las horas en que está despierta.

      Una tarde, mientras ella visitaba a mi hija, tomó en sus manos ese “librito rojo”. Desde entonces, D—— no ha sido la misma. Ha estudiado únicamente el primer capítulo y ha asistido a todas las reuniones a las que su padre le ha permitido ir, ha ordenado su habitación, ha corregido su manera de hablar, ha dejado las malas asociaciones y se ha deshecho de la música de mal gusto. Se ha sosegado, se ha vuelto obediente y es un verdadero placer estar con ella. Ha cambiado tanto que la madre de ella ahora quiere estudiar el mismo libro, para poder ser tan feliz como su hijita.

      No sé en qué irá a parar esto, pero esperamos, o mejor, oramos, que lleguen a ser dos personas más que amen a Jehová y a su Hijo y compartan con otros ese “librito rojo”.

      Con todo mi cariño,

      D. L. F.

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