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La transubstanciación, ¿realidad o ficción?La Atalaya 1957 | 1 de agosto
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La idea de que algo podría ser transubstanciado, cambiado de una sustancia a otra sin cambiar su apariencia, se basa en el error aristoteliano de que toda materia tiene una sustancia invisible básica de la cual en realidad se compone además de sus características visibles, exteriores, tales como color, forma, textura, olor, sabor, etc., conocidas como “accidentes.” Se nos dice que al filosofar acerca de la cena del Señor los teólogos alejandrinos primitivos “obviamente adoptaron [expresiones] de la terminología de los misterios griegos.”
Igual que en el caso de la trinidad, hubo un crecimiento gradual de esta enseñanza, como se muestra tan claramente en The Encyclopædia Britannica (1942), tomo 8, págs. 795-797. El vocablo “transubstanciación” no apareció sino hasta el siglo once. El que fuera hecha un dogma oficial de la Iglesia católica romana en 1215 dió principio al azote de torturar y asesinar a miles y miles de judíos a base del rumor de que ellos habían “desecrado la hostia” traspasándola con agujas o aplastándola bajo sus pies, ¡como si los judíos creyeran la ficción de la transubstanciación! Wiclef se declaró inequívocamente en contra de esta enseñanza; como lo hizo también Zwinglio. Lutero, sin embargo, no pareció querer abandonarla.
La ficción de la transubstanciación ha causado mucho daño. Fomenta la idolatría, ya que tanto los sacerdotes como el pueblo adoran la “hostia” como el cuerpo de Cristo al decir el sacerdote: “Hoc est autem corpus meum,” y repicar una campana. Al sostener que sólo un sacerdote ordenado puede efectuar el sacrificio de la misa y pronunciar las palabras de consagración se le hace al pueblo totalmente dependiente de sus sacerdotes para el perdón de pecados.
Verdaderamente la razón, los hechos y las Escrituras unidos prueban que la Biblia no enseña la doctrina de la transubstanciación y que ésta es ficción y no realidad.
REFERENCIAS: England in the Age of Wycliffe, por Trevelyan, págs. 173, 174, 334, 335; History of the Doctrine of the Holy Eucharist, por Stone, tomo 1, págs. 30, 276, 374, 376; Commentary por Clarke, Mateo 26:26; The Catholic Encyclopedia, tomo 5, pág. 573; Transubstantiation, por F. R. Montgomery Hitchcock, D.D., págs. 81, 89; The Encyclopedia Americana (1956), tomo 27, pág. 13; Studies in the Scriptures, tomo 2, págs. 99-101; The Two Babylons, por Hislop, pág.161.
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Lo ‘iluminado’ de la antigua RomaLa Atalaya 1957 | 1 de agosto
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Lo ‘iluminado’ de la antigua Roma
● Mark Twain, famoso autor estadounidense, escribió en el capítulo 26 del tomo I de The Innocents Abroad: “Hace unos diecisiete o dieciocho siglos, los hombres ignorantes de Roma solían poner a los cristianos en la arena del Coliseo que está allí, y soltarles las fieras salvajes como una función de entretenimiento. También era para dar una lección. Era para enseñarle a la gente a aborrecer y temer la nueva doctrina que los seguidores de Cristo estaban enseñando. Las fieras destrozaban a las víctimas y las convertían en unos pobres cadáveres mutilados en un abrir y cerrar de ojos. Pero cuando los cristianos subieron al poder, cuando la santa Madre Iglesia llegó a ser señora sobre los bárbaros, ella no empleó medios como ésos para enseñarles que estaban equivocados. No, ella los puso en esta agradable Inquisición y les señaló al Bendito Redentor, quien era tan benigno y misericordioso con todos los hombres, e instó a los bárbaros a amarlo; e hizo todo lo que pudo para persuadirlos a amarlo y honrarlo—primero torciéndoles los dedos pulgares hasta desencajarlos con un tornillo; luego pillándoles la carne con pinzas—al rojo vivo, porque son las más cómodas en tiempo frío; entonces desollándolos vivos un poco, y finalmente asándolos en público. Siempre convencían a esos bárbaros. La religión verdadera, apropiadamente administrada, como la buena Madre Iglesia la administraba, es muy, muy calmante. Es maravillosamente persuasiva, también. Hay gran diferencia entre echar personas a las fieras y despertar sus mejores sentimientos con una Inquisición. El primero es el sistema de bárbaros degenerados, el segundo es el de gente iluminada y civilizada. ¡Qué lástima que la juguetona Inquisición no exista ya!”
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