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Parte 10—“Hágase tu voluntad en la tierra”La Atalaya 1959 | 15 de mayo
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El que es la verdadera Simiente de la mujer de Dios tiene que ser instalado como rey y sacerdote por el juramento del Dios Altísimo, Jehová. Debido a la presencia del rey Melquisedec en la Tierra Prometida, Abrahán no tenía razón alguna para tratar de hacerse rey sobre su casa o sobre esa tierra. Abrahán estableció el modelo correcto para sus biznietos, los hijos de Jacob o Israel, los israelitas. Jehová libró a su antiguo pueblo de Israel del capataz de esclavos, Egipto. Los guió milagrosamente a través del mar Rojo y a un lugar seguro y destruyó a los perseguidores egipcios que venían en pos de ellos, hundiéndolos debajo de las paredes de agua que se desplomaron. Luego Moisés cantó jubilosamente la verdadera relación que existe entre Jehová y su pueblo, diciendo: “Jehová gobernará como rey para siempre jamás.” (Éxo. 15:18) ¡Él era el Rey celestial de Israel!
13, 14. (a) ¿Cómo, pues, llegó Israel a tener un rey humano, y qué clase de fin tuvo el primero? (b) ¿A quién halló Jehová que era un hombre que le fué grato a su corazón para ser rey, y a quién lo asemejó Jehová?
13 Al ser introducidos en la Tierra Prometida de Canaán los israelitas fueron gobernados por jueces, que no tenían sucesores por relación familiar. El juez Gedeón, aunque fué el libertador visible de Israel, rehusó establecer una dinastía gobernante o línea de reyes en su familia. Él dijo: “Yo mismo no gobernaré sobre ustedes, ni mi hijo gobernará sobre ustedes. Jehová es el que gobernará sobre ustedes.” (Jue. 8:23) Fué solamente porque el pueblo infiel lo demandó que Jehová Dios procedió a dar a las doce tribus de Israel un rey humano visible. Cuando el anciano juez Samuel le oró a Dios, lamentándose, Jehová consoló a Samuel, diciendo: “No es a ti a quien han desechado, sino a mí que han desechado para que yo no sea rey sobre ellos.” (1 Sam. 8:7) El primer rey que se les dió, Saúl de la tribu de Benjamín, tuvo un fin desastroso bajo la desaprobación de Dios. Concerniente a Saúl, Jehová dijo a Israel: “Díte rey en mi furor, y quitélo en mi ira.” (Ose. 13:11, Val) Durante el reinado de Saúl Jehová halló en la tribu de Judá a un hombre que le era grato al corazón. Hizo que el profeta Samuel ungiera a este joven pastor, David de Belén, para que llegara a ser rey después de Saúl. De esta manera David fué el ungido de Jehová, o el cristo de Jehová. (1 Sam. 13:13, 14; 16:3-13) Sin embargo, David no fué Jesucristo, o Jesús el Ungido. Él fué, igual que Melquisedec, sólo una prefiguración profética de Jesucristo el Hijo de Dios. En las profecías hasta se hablaba de Jesucristo como David, que significa “Amado,” como en las siguientes palabras:
14 “Y levantaré sobre ellas un solo Pastor, para que él las pastoree, es a saber, mi siervo David; él las apacentará, y será su Pastor. Y yo, Jehová, seré el Dios de ellas, y mi siervo David será el Príncipe en medio de ellas: yo Jehová lo he dicho.”—Eze. 34:23, 24, Mod.
15. ¿A quién ungió entonces Israel para ser su rey, y qué habría de suceder con el reino después que éste muriera?
15 El rey Saúl murió en batalla. Los israelitas llegaron a apreciar que Jehová había ungido a David para ser el sucesor de Saúl, y lo ungieron como el ungido de Jehová. Establecido firmemente en su reino en Jerusalén, David deseó edificar un santuario a Jehová para reemplazar la tienda o tabernáculo que Moisés había edificado en el desierto. Jehová le negó este privilegio al guerrero David. Pero en apreciación del deseo piadoso que David había expresado Jehová por su propia cuenta hizo un pacto con David para un reino que nunca habría de quitarse de la familia de David. Al tiempo que muriera David, entonces, ¿qué habría de suceder? El pacto del reino de Jehová con David decía: “Ciertamente levantaré tu simiente después de ti que llegará a ser uno de tus hijos y realmente estableceré firmemente su soberanía real. Él es el que me edificará una casa y ciertamente estableceré su trono firmemente para siempre. Yo mismo llegaré a ser su padre y él mismo llegará a ser mi hijo, y mi bondad amorosa no la quitaré de él de la manera que la quité de aquel [Saúl] que estuvo antes de ti. Y yo haré que permanezca en mi casa y en mi soberanía real hasta la perennidad y su trono mismo llegará a ser uno que durará para siempre.”—1 Cró. 17:11-14.
16. ¿Por qué no ha estado bajo ese pacto para el Reino ningún rey de la cristiandad?
16 Ningún rey, desde el rey Constantino de Roma hasta e incluyendo a los reyes y gobernantes políticos de la cristiandad de hoy día, ha llegado a estar bajo este pacto del Reino de Jehová con David. Centenares de años antes que empezara a existir la cristiandad y tuviera reyes, ese pacto del Reino empezó a aplicar y operar para con Jesucristo el Hijo de Dios.
17. ¿Sobre el trono de quién se sentó el rey David, y a quién reconoció como el verdadero rey de Israel?
17 En su puesto como ungido de Jehová, el rey David se sentó sobre el trono de Jehová. No se sentó sobre el trono de Jehová de la misma manera que el Señor de David, Jesucristo, ahora se sienta a la diestra de Dios. David se sentó sencillamente como representante de Jehová sobre un trono visible en el monte de Sión en Jerusalén. Él reconoció a Jehová como el verdadero Rey de Israel. En el Salmo 59:13 él escribió bajo inspiración: “Dios está gobernando en Jacob [Israel] hasta los cabos de la tierra.” Casi al fin de su vida, cuando David estaba regocijándose debido a las donaciones generosas que los hombres principales de Israel habían hecho para la edificación del santuario de Jehová por medio de su hijo Salomón, David bendijo a Dios y dijo: “Tuya, oh Jehová, es la grandeza y la potencia y la belleza y la eminencia y la dignidad, porque todo lo que hay en los cielos y en la tierra es tuyo. Tuyo es el reino, oh Jehová, aun El que te levantas como cabeza sobre todo.” (1 Cró. 29:10, 11) Pero David también dijo: “Jehová... pasó a escoger a Salomón mi hijo para que se sentara sobre el trono de la soberanía real de Jehová sobre Israel.”—1 Cró. 28:5; 2 Cró. 9:8.
18. ¿Sobre el trono de quién se sentaron los sucesores de David, y por eso de qué era tipo el reino de Israel?
18 De manera que se decía que el sucesor de David representaba a Jehová sobre el trono de Israel: “Salomón empezó a sentarse sobre el trono de Jehová como rey en lugar de David su padre y a hacerlo con buen éxito.” (1 Cró. 29:23) Asimismo todos los otros descendientes de David que le sucedieron de acuerdo con el pacto de Jehová para el reino se sentaron sobre el “trono de Jehová.” El reino era de Él. Era un reino de Dios típico sobre la tierra. La casa de David suministró los reyes visibles.
19, 20. (a) ¿Qué sucedió, pues, con el pacto para el reino después que el rey Sedequías fué destronado y sus hijos degollados? (b) ¿Qué le dijo Ezequiel al rey Sedequías concerniente al reino?
19 ¿Qué, pues, le sucedió a ese pacto eterno para el reino cuando Nabucodonosor el rey de Babilonia destruyó a la ciudad capital de Jerusalén y su santuario y derrocó el trono del rey Sedequías y se llevó a este rey al destierro en Babilonia para morir allá? ¿Dejó de existir en ese entonces el pacto para el reino? No; ese pacto del reino habría de continuar hasta que viniera la Simiente de la mujer de Dios, respecto de quien Jehová dijo: “Yo haré que permanezca en mi casa y en mi soberanía real hasta la perennidad y su trono mismo llegará a ser uno que durará para siempre.” Fué solamente que el reino típico de Dios sobre la tierra fué reducido a la ruina y dejó de existir. Los hijos reales de Sedequías fueron degollados por el rey de Babilonia; pero había otros descendientes del rey David por medio de quienes el heredero legal y natural del trono de David podría venir. Jehová aseguró esto cuando condenó al rey Sedequías y dijo:
20 “Y tú, infame, impío, príncipe de Israel, cuyo fin ha llegado al tiempo de la culpa final, así habla el Señor, Yahveh [Jehová]: ¡Quítate la tiara, depón la corona! ¡Esto ya no es esto! Lo humilde será exaltado y lo alto será humillado. ¡A ruina, a ruina, a ruina la reduciré! Tampoco ella existirá más hasta que venga aquel a quien corresponde el derecho [a ello] y yo se lo entregaré.”—Eze. 21:25-27, BC.
21. Después de 607 a. de J.C., ¿qué podían hacer los descendientes de David concerniente al pacto para el reino?
21 Los que eran de la línea de descendencia de David no se sentaron sobre un trono terrenal en Jerusalén después de su primera destrucción en 607 a. de J.C. No obstante, ellos podían pasar ese derecho según el pacto para el reino hasta que llegara el último que tenía el derecho al trono y a la corona. Entonces Dios entronizaría y coronaría a ese heredero legítimo. En seguida ése, como la Simiente predicha de la mujer de Dios, sería autorizado para magullar a la “serpiente original,” Satanás el Diablo, en la cabeza.
22. Cuando regresó el resto de Babilonia a Jerusalén, ¿por qué no se restableció el reino típico de Dios, y por qué no fué el reino el reino establecido por el macabeo Judas Hircano Aristóbulo?
22 ¿Cuánto tiempo pasaría, entonces, hasta que el reino arruinado fuera restaurado y se diera el reino de Dios a la Simiente de la mujer de Dios, a quien pertenece ese derecho? Cuando el resto de los judíos arrepentidos fué restaurado a su tierra después que ésta había permanecido desolada de hombre y bestia doméstica por setenta años, el reino típico de Dios en la línea de David no fué restablecido. Los del resto estaban sujetos a un gobernante no judío, el rey Ciro de Persia. Ellos simplemente tenían un gobernador local que era de la casa real de David que dirigía sus asuntos. En 167 a. de J.C. se produjo la revuelta macabea contra el rey sirio, Antíoco IV Epífanes, y los macabeos establecieron su propio gobierno. En 104 a. de J.C. Judas Hircano Aristóbulo tomó el título “Rey de los judíos.” Pero ése fué el reino de un sacerdote levita. No fué una restauración del reino de Dios en la línea del rey David de la tribu real de Judá.—Gén. 49:8-10.
23. ¿Se estableció el reino de Dios después que Jesús entró triunfalmente en Jerusalén, o después que fué resucitado, o en el día de Pentecostés?
23 En la primavera de 33 (d. de J.C.), cuando Jesús entró en Jerusalén triunfalmente cabalgando sobre un asno, como lo había hecho Salomón al tiempo de su coronación siglos antes, el reino de Dios por el heredero legítimo del rey David no se estableció de nuevo. Después de la resurrección de Jesús de entre los muertos y precisamente antes de ascender al cielo para sentarse a la diestra de su Padre, los discípulos de Jesús le preguntaron claramente: “Señor, ¿va a restaurar usted el reino a Israel en este tiempo?” Jesús, en efecto, les contestó ¡No! Dijo él: “No les pertenece a ustedes obtener conocimiento de los tiempos o sazones que el Padre ha colocado en su propia jurisdicción; pero ustedes recibirán poder cuando el espíritu santo llegue sobre ustedes, y serán testigos míos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria y hasta la parte más lejana de la tierra.” (Hech. 1:6-8) Diez días más tarde, en el día de la fiesta de Pentecostés, el espíritu santo de Dios fué derramado sobre ellos y ellos recibieron poder. Pero el reino de Israel no fué establecido de nuevo allí en Jerusalén, la capital de Israel.
(Continuará)
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Por casualidadLa Atalaya 1959 | 15 de mayo
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Por casualidad
La sección de anuncios de iglesia de un periódico de un pueblito de Manitoba contenía dos anuncios separados. En el primero el ministro presbiteriano invitaba a los lectores a ‘Venir y adorar en nuestra recién decorada iglesia,’ mientras que inmediatamente debajo de éste, el ministro de la Iglesia unitaria comentó (en su texto para la semana) que ‘¡El blanquear la bomba no purifica el agua!’—La revista Maclean’s.
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