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  • La sabiduría de Dios al tratar con el hombre
    ¡Despertad! 1971 | 8 de septiembre
    • por medio de ángeles o profetas. No, Dios revelaría sus principios y cualidades teniendo tratos con la gente, con el atractivo afectuoso de la experiencia humana. ¡Cuánto más instructivo, convincente y conmovedor es no solo oír y leer las declaraciones o discursos de Dios según fueron registrados por hombres fieles, sino, adicionalmente, ver en el imborrable registro histórico la prueba de lo que dijo! ¿Qué revela ese registro?

      Desde el tiempo de Adán hasta el Diluvio, un período de aproximadamente 1.656 años, Dios no intervino para corregir los asuntos humanos. Adán se había removido él mismo desobedientemente del servicio de Dios, acarreando pecado e imperfección a sus hijos, con desobediencia resultante de parte de la mayoría. Pero Dios dejó que los hombres fueran por el camino desobediente que habían escogido. Así dejó que hicieran un registro que subsiste como prueba de la incapacidad de los hombres para gobernarse ellos mismos. (Jer. 10:23) Finalmente, por medio del Diluvio, Dios intervino porque la violencia había llegado a ser extremada, pero conservó vivos a los que reconocieron su soberanía.—Gén. 6:11-13, 17-20.

      Desde el registro más temprano, entonces, vemos que Dios ha tenido un propósito definido en todo lo que ha hecho. Al mismísimo principio declaró su propósito de librar a la humanidad cuando prometió la ‘descendencia de la mujer,’ que destruiría a Su adversario semejante a serpiente y a los que le sirven.—Gén. 3:15.

      Sin embargo, Dios, aunque tiene el poder para hacerlo, jamás obra arbitrariamente. Antes de obrar pone un fundamento sólido. Por ejemplo, al ejecutar juicio, da amplia advertencia de antemano. (Eze. 3:17-21; Amós 3:7) Además, deja que las condiciones progresen hasta el grado en que es obvio que se necesita esa acción, y que no hay razón legal o moral para demorarla más. Esto lo ilustraron los 1.656 años antes del Diluvio y más tarde el hecho de que pacientemente se retuviera de destruir a Sodoma y Gomorra, y a los cananeos (entre los cuales eran prominentes los amorreos).—Gén. 18:20, 21; 15:13-16.

      Un fundamento para la fe

      En armonía con ello, Dios colocaría un fundamento para su administración de los asuntos de la Tierra bajo la “descendencia” prometida. El colocar este fundamento requeriría tiempo. Pero al hacerlo, Dios suministraría estas cosas necesarias: (1) una base firme para fe en la administración que proveería, (2) un conocimiento de los principios de su gobierno, (3) un conocimiento de sus cualidades como Gobernante Universal y (4) una identificación segura e inequívoca de la “descendencia,” Aquel que sería el Libertador de la humanidad y el Rey que regiría en el nombre de Jehová.—Gál. 3:24.

      El conocer este hecho de que la administración del mundo en justicia por Jehová sería un acontecimiento futuro, en un tiempo preordenado por él, nos ayuda a entender ciertos actos suyos. Escogió a una nación como demostración viva de sus principios y tratos. Así Jehová se reveló él mismo y reveló sus maravillosas cualidades de justicia, sabiduría, amor y misericordia al castigar alternadamente a Israel por sus pecados y demostrar gran paciencia para con ellos siempre que se arrepentían. (Isa. 65:2; Rom. 10:21) Además, la historia de los israelitas demuestra lo que sucede cuando las leyes sabias y justas de Dios se obedecen o se desobedecen; mientras que la historia mundial revela lo que les resulta a los que viven sin su ley.—1 Cor. 12:2; Efe. 4:17-19.

      Por lo tanto, no fue la justicia ni la obediencia de esa nación lo que Dios estaba demostrando, porque llegó a ser sumamente obstinada y rebelde. (Deu. 9:4-6) Más bien, fue como Moisés dijo en su discurso de despedida a Israel: “Miren, les he enseñado disposiciones reglamentarias y decisiones judiciales, . . . Y tienen que guardarlas y ponerlas por obra, porque esto es sabiduría de parte de ustedes . . . ante los ojos de los pueblos que oirán acerca de todas estas disposiciones reglamentarias y ciertamente dirán: ‘Esta gran nación sin duda es un pueblo sabio y entendido.’ Porque ¿qué gran nación hay que tenga dioses cercanos a ella de la manera que lo está Jehová nuestro Dios en todo nuestro invocarlo? ¿Y qué gran nación hay que tenga disposiciones reglamentarias y decisiones judiciales justas como toda esta ley que estoy poniendo delante de ustedes hoy?”—Deu. 4:5-8.

      Israel había sido escogida, más bien que alguna otra nación, debido al amor de Dios a Abrahán. (Deu. 7:7, 8; 2 Rey. 13:23) Unos 400 años después del Diluvio, Jehová vio que Abrahán era un hombre que nunca dudaba de lo que Dios decía, que mostraba obediencia sin disputas. (Gén. 15:1, 6; Rom. 4:18-22) Abrahán obedeció según el conocimiento que había recibido acerca de Dios y sus tratos con Noé y Sem, antepasados de Abrahán. En consecuencia, su prole por medio de su esposa fiel Sara recibió la singular bendición de ser el pueblo en pacto con Dios, usado para su propósito.

      Las otras naciones siguieron su propio camino de autonomía y desobediencia a Dios. Dios les dejó disfrutar del sol y la lluvia, y el fruto de la tierra, pero Dios no entró en tratos con ellas, y no intervino en sus asuntos salvo cuando tocaron los asuntos de su nación escogida. (Deu. 32:8) Aun entonces, la intervención de Dios no fue porque Israel lo mereciera, sino a causa de su propósito justo. Cuando, por ejemplo, Balac el rey de Moab empleó al profeta Balaam para maldecir a Israel, Dios hizo imposible que Balaam expresara una maldición que permitiera a Balac destruir a Israel, porque Dios estaba usando a Israel para su propósito.—Núm. 22:12; 24:10.

      Pero Jehová no había olvidado a las otras naciones. Mientras trataba exclusivamente con Israel, estaba desarrollando un propósito para bendecir más tarde a estas naciones, aunque ellas ignoraban este hecho.

      Ninguna injusticia de parte de Dios

      Nadie puede quejarse porque Dios escogió a una sola nación para suministrar este fundamento para nuestra fe y entendimiento hoy. Es cierto que durante este período Israel fue bendecida por encima de las otras naciones. Pero, por haber sido colocado sobre ella el nombre de Jehová, esa nación también afrontó una responsabilidad muy fuerte que las otras naciones no llevaron. Israel tuvo que rendir cuentas directamente a Dios. El pueblo fue disciplinado severamente por Jehová cuando pecó, sufriendo plagas, cautiverio y, finalmente, debido a desobediencia sin arrepentimiento, la desolación de su tierra.—Deu., cap. 28.

      Así se desplegó la sabiduría asombrosa de Jehová Dios al hacer un registro vivo. Su sabiduría también se manifestó por la manera en que conservó la verdad encomendándola a aquella única nación y disciplinando a aquella nación y manteniéndola junta bajo su pacto de la Ley, mientras que las otras naciones, bajo el régimen del hombre, continuamente servían a dioses falsos de su propia hechura.—Sal. 96:5; 115:2-8; Rom. 3:1, 2.

      Pero todos los tratos de Jehová señalan unidamente a su más excelente don para la humanidad. Esa es su provisión de la Descendencia, el Rey de la administración de Dios para la Tierra, que significará vida para todos los hombres obedientes. (Hech. 17:30, 31) ¡Cómo resplandece la sabiduría de Dios al suministrar una identificación inequívoca del Mesías en la genealogía, la cronología y las profecías de las Escrituras Hebreas! (Juan 5:39; Rev. 19:10) Además, el registro histórico no solo da consuelo y esperanza sino que también sirve como guía para la vida actual, porque suministra modelos así como ejemplos a “nosotros a quienes los fines de los sistemas de cosas han llegado.”—1 Cor. 10:11; Heb. 10:1.

  • La datilera
    ¡Despertad! 1971 | 8 de septiembre
    • La datilera

      ● Una sola datilera puede producir de 45 a 272 kilos de dátiles en un año bueno. Y el árbol puede continuar dando fruto durante 100 años.

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