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Aprendieron la verdad acerca de los testigos de JehováLa Atalaya 1970 | 15 de abril
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Sí, cuando las personas de corazón sincero y honrado aprenden la verdad acerca de los testigos de Jehová ese conocimiento afecta su vida. Quieren participar en la obra que hoy están efectuando los Testigos. Muchas personas que anteriormente se oponían a los siervos de Dios ahora están dentro de sus filas regocijándose con la esperanza de adorar al único Dios verdadero para siempre en una Tierra paradisíaca donde solo la religión verdadera existirá.
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Preguntas de los lectoresLa Atalaya 1970 | 15 de abril
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Preguntas de los lectores
● Jehová permitió la poligamia entre los judíos, pero no entre los cristianos. ¿Ha cambiado la moralidad de Dios?—J. P., EE. UU.
No, la moralidad de Dios no ha cambiado. Siempre ha sido perfecta, y aún lo es. Moisés, conociendo los arreglos maritales que Dios permitía entonces, se sintió impelido a decir acerca de Jehová: “Justo y recto es él.” (Deu. 32:4) Aunque Dios permitió temporalmente una relación matrimonial que ahora no permite, su justicia es tan manifiesta hoy como lo fue en los días de Moisés.
Frecuentemente cuando las personas oyen o leen que se toleraba la poligamia en el Israel de la antigüedad o entre los patriarcas hebreos se forman nociones de que Dios hacía la vista gorda ante prácticas sexuales relajadas. Se imaginan que Jehová pasaba por alto voluntariamente o estimulaba la promiscuidad. ¡Nada podría estar más lejos de la verdad! Pues, uno de los Diez Mandamientos prohibía que un hombre tuviera relaciones sexuales con la esposa de otro nombre. Y so pena de muerte Dios prohibió el incesto, la bestialidad y la sodomía.—Éxo. 20:14; Lev. 18:6-23.
Tenemos que tener presente que Dios no instituyó la poligamia. El primero que se menciona en la Biblia con dos esposas fue Lamec, descendiente jactancioso de Caín. (Gén. 4:19-24) Nadie que practicaba la poligamia sobrevivió al Diluvio, pues Noé y cada uno de sus hijos tuvieron una sola esposa cada uno. Más tarde, cuando Dios trató con los patriarcas posdiluvianos aún no había dado leyes extensas sobre el comportamiento humano, incluso el matrimonio. En algunos casos un hombre tomaba una esposa secundaria para producir prole debido a que su esposa era estéril, como Abrahán lo hizo a instancias de su esposa Sara. (Gén. 16:1, 2) No obstante, es digno de notarse que muchas veces en la Biblia en los casos en que estaba envuelta la poligamia había infelicidad o dificultades, como sucedió en los casos de Sara y Agar, Ana y Penina, así como en el de las esposas de Salomón.—Gén. 21:9; 1 Sam. 1:1-6; 1 Rey. 11:1-6.
Por consiguiente, con los antecedentes de una sociedad patriarcal, cuando Jehová aceptó a los israelitas como su pueblo nacional la poligamia ya existía a cierto grado, aunque parece que la monogamia fue mucho más común durante toda la historia de Israel. Reconociendo matrimonios polígamos que ya existían, Dios dio leyes muy estrictas para regular y controlar las cosas. Muy contrario a la acusación de que Dios tuvo en menos a la mujer y el matrimonio, él promulgó legislación altamente moral para proteger los derechos y privilegios de la esposa original así como de cualquier esposa secundaria y sus hijos. (Deu. 21:15-17) En consecuencia, aunque Jehová no prohibió la poligamia, definidamente instó al amor y al respeto en el matrimonio, y prohibió la inmoralidad sexual. Su norma moral fue justa, perfecta.
Jesús recalcó un punto significativo sobre el matrimonio en Mateo 19:8, 9. En cuanto al hecho de que el divorcio se permitiera bajo la ley que Dios dio por medio de Moisés, Cristo dijo: “Moisés, en vista de la dureza del corazón de ustedes, les hizo la concesión de que se divorciaran de sus esposas, pero tal no ha sido el caso desde el principio. Yo les digo que cualquiera que se divorcie de su esposa, a no ser por motivo de fornicación, y se case con otra comete adulterio.” Evidentemente, tal como sucede en el caso del divorcio, Dios hizo la concesión de tolerar la poligamia; no obstante, la sometió a estricta disposición reglamentaria.
Esto pudiera compararse al hecho de que Dios permite las “autoridades superiores,” los gobiernos mundanos. Jehová no los instituyó en el principio. Pero existen y todavía no es el tiempo de Dios para removerlos. De modo que
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