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La eternidad es mi meta en el servicio de JehováLa Atalaya 1965 | 1 de octubre
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para los encuentros posteriores. Algunos de los hermanos negros se ofendían y no cumplían con las leyes de segregación del Sur. Ya no están en el servicio de Jehová, habiendo apostata de él hace mucho tiempo. Comprendí que la humanidad tiene que esperar el nuevo orden de justicia de Dios para que se corrijan permanentemente las injusticias. Mientras estemos en el viejo sistema de cosas, nosotros, como cristianos, tenemos que cumplir las leyes de César, haciendo como instruye la Biblia: “Esté en sujeción a las autoridades superiores.” (Rom. 13:1) Aunque exista una línea de color en el mundo, no hay ninguna entre los siervos de Jehová. Esto se me demostró en muchas ocasiones.
MINISTERIO EN CAMPOS EXTRANJEROS
Durante los años de 1922 a 1937 mis viajes en representación de la organización del Señor me llevaron a muchos lugares, incluyendo a Panamá, Costa Rica y Jamaica. Cuando regresé a Nueva York desde Jamaica en 1937, el presidente de la Sociedad Watch Tower me preguntó qué objeción tenía a permanecer en Jamaica. No tenía ninguna. Adondequiera que la organización de Jehová quisiera enviarme yo estaba anuente a ir. De modo que él dijo: “La siguiente vez que lo envíe a Jamaica, usted permanecerá por algún tiempo.” Entonces me reveló que quería que yo fuera el superintendente de la obra de la Sociedad allí, encargado de su sucursal jamaicana.
Fue en 1938 cuando fui asignado a la isla de Jamaica. En aquel tiempo había unas 390 personas publicando allí las buenas nuevas del reino de Dios, y estaban organizadas en 53 congregaciones. Desde aquel tiempo hasta el presente, las congregaciones han aumentado a 151, y hay 4,866 personas asociadas activamente ahora con ellas. En aquellos años tempranos no había tanto trabajo de oficina en la sucursal de la Sociedad como lo hay hoy en día. De modo que mi trabajo constaba principalmente de viajar por toda la isla con un auto y altavoz y transmitir discursos bíblicos grabados y también dar conferencias bíblicas por las noches.
Poco después que llegué a Jamaica se impuso una proscripción sobre la importación de las publicaciones de la Sociedad Watch Tower como resultado de la presión que ejercieron en caudillos políticos unos clérigos que se oponían a nosotros. Empleamos los servicios del Ministro de las Tierras en un esfuerzo para que fuese levantada la proscripción. Me dijo: “Cuando leí su correspondencia dirigida al gobernador, me interesé muchísimo en su caso.” Pasó a decir que haría todo lo posible para presentar el caso ante la Cámara en un esfuerzo para hacer que la proscripción se anulara. Hizo esto, pero pasó algún tiempo antes de tener noticias de parte de él. Mientras tanto tuvimos que llevar a cabo nuestro ministerio con la literatura bíblica que todavía teníamos.
A pesar del esfuerzo de nuestros enemigos para impedir que recibiéramos literatura bíblica, Jehová se encargó de que recibiéramos una copia de cada número de la revista La Atalaya. A veces era copiada a mano y se nos enviaba como una carta personal. Teníamos un mimeógrafo que usábamos para hacer copias de ese único número. De esta manera pudimos suministrar a las congregaciones del pueblo de Jehová en Jamaica copias de esa publicación oficial de la Sociedad Watch Tower. Nunca les faltó un solo número.
El gobierno solo confiscó ciertas publicaciones que teníamos, permitiéndonos quedarnos con las otras. Estas las usamos en nuestro trabajo ministerial, haciendo que el abastecimiento durara tanto como fuera posible. Cuando casi se había agotado, el gobierno levantó la proscripción que injustamente se había impuesto sobre nuestra literatura, y nos devolvió las publicaciones que había confiscado. Mucho de lo que se devolvió no pudo usarse por estar empapado por el agua o dañado por los comejenes. Pero después no tuvimos ninguna dificultad adicional en recibir abastecimiento de literatura bíblica de las oficinas principales de la Sociedad para distribuirla a la gente que amaba la Biblia en Jamaica.
Puesto que mi salud y fuerzas se estaban gastando, fue necesario en 1946 que alguien más joven y más fuerte se hiciera cargo de la responsabilidad como siervo de sucursal en Jamaica. Se me dio a escoger entre regresar a los Estados Unidos para vivir con mis hijos o continuar viviendo en las oficinas principales de la Sociedad en Jamaica, donde pudiera hacer cualquier trabajo que me permitiera la salud. Puesto que Jamaica era mi asignación, opté por permanecer allí. En aquel tiempo tenía setenta y cinco años de edad. Ahora tengo noventa y tres.
Mi actividad en el servicio de Jehová ha sido estorbada por la mala salud y la edad, pero, no obstante, todavía estoy disfrutando de la vida en las oficinas principales de la Sociedad aquí en Jamaica. Mi habitación está a solo unos cuantos pasos del Salón del Reino en el edificio donde está la sucursal, y esto hace posible que yo asista a todas las reuniones de la congregación que se reúne aquí. Mi vista todavía es buena y puedo leer todas las publicaciones de la Sociedad y regocijarme con las verdades que contienen, que hacen un llamamiento a la inteligencia del hombre así como al corazón. Uso toda oportunidad para hablar en cuanto a los propósitos de Jehová y las verdades de su Palabra con mis visitantes y por medio de correspondencia. Estoy muy feliz de que pueda completar mis días sobre la Tierra en mi asignación extranjera y todavía en el servicio de tiempo cabal de Jehová.
Casi soy un hombre joven ahora, porque si mis esperanzas se realizan tendré una eternidad de vida en el futuro. Por esta razón considero estos noventa y tres años como solo el principio de mi vida. El emplear todo mi tiempo en el servicio de Jehová ha sido el gozo de mi vida, y espero continuar en él eternamente en asociación con Jesucristo y sus “santos en la luz.”—Col. 1:12.
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‘El mayor contentamiento que tuve’La Atalaya 1965 | 1 de octubre
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‘El mayor contentamiento que tuve’
NO HACE mucho una madre y sus dos hijas se presentaron en un Salón del Reino en Nashville, Tennessee, para el estudio de La Atalaya. En algún tiempo antes la madre había estado activa en el servicio de Jehová pero se había apartado. Preguntó si alguien podía estudiar nuevamente la Biblia con ella y sus hijas. Se hicieron arreglos, y se ha mostrado buen progreso.
Esta hermana dedicada también tenía en Georgia un hermano que se había apartado de la verdad. La hija mayor de ella le escribió a él, y él contestó: “Lo usual cuando a uno le llaman la atención a sus fallas es sentir el ardor del resentimiento, pero te puedo asegurar que no fue así que me sentí al leer tu carta. Pienso que principalmente me sentí muy avergonzado de haberme permitido el alejarme tanto de la verdad y de la organización de Jehová y su pueblo. La felicidad y el contentamiento más grandes que tuve fue al trabajar con el pueblo de Jehová. Sinceramente percibo una gran pérdida y sé que tengo que dar pasos para unirme a ellos de nuevo. Tengo que hacerlo; porque ciertamente no hay felicidad o contentamiento en ninguna otra cosa en este mundo. No digo que quizás yo haga algo que realmente sea malo, pero estoy inactivo. Tanto, en realidad, que ya ni siento que el espíritu de Jehová esté conmigo. Casi me parte el corazón darme cuenta de que he dejado que esto me pase. Pero sé que Dios conoce mi corazón . . . sé también que solo se necesita esfuerzo de mi parte para vencer esta flojedad.”
Una semana más tarde escribió de nuevo, diciendo que había estado muy ocupado durante la semana: “Empecé por ir el domingo al estudio de La Atalaya. Esto fue un principio correcto y placentero para la semana. Creo que tengo razón para expresar agradecimiento aquí porque tu carta me puso a pensar . . . De todos modos, fui al estudio de libro del martes, a la escuela del ministerio el jueves y me matriculé otra vez, y después, ayer, pasé dos horas maravillosas en el servicio.” Sí, se alegraba de haber regresado.
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