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  • Santiago, el hermano de Jesús
    La Atalaya 1953 | 1 de mayo
    • por el sumo sacerdote, quien, parece, había convocado este concilio con este mismo propósito, Santiago fué entregado para ser muerto a pedradas.

      LA CARTA DE SANTIAGO

      Parece que para el tiempo que Santiago escribió esta carta la iglesia primitiva había crecido considerablemente, había llegado a estar bastante firmemente establecida y hasta cierto punto disfrutaba de libertad de persecución. Como consecuencia algunos estaban descuidándose y dejándose manchar por el mundo y buscaban amistad con él. Había chismes, rendición a deseos egoístas y hasta pecado voluntarioso. Para despertar a los cristianos al peligro de que el Diablo los corrompiera así, Santiago escribió su carta.

      Santiago, a través de su carta, muestra discernimiento penetrante en cuanto a los motivos que impulsan al individuo y aconseja del modo más directo. Comenzando con decir a sus hermanos que se regocijen en las pruebas debido a los frutos que el aguante de tales pruebas produce, él entonces muestra la necesidad de sabiduría que Dios da generosamente a todos si pedimos confiadamente. Luego señala la causa de la tentación, mostrando que no proviene de Dios. “Cada uno es probado por medio de ser atraído e inducido por su propio deseo.” Por eso hagan a un lado toda “maldad moral” y sean hacedores de la Palabra, y no sólo oidores. Y “mantenerse sin mancha del mundo”.—Sant. 1:1-27, NM.

      En el segundo capítulo Santiago primero reprueba a los que juzgan por la apariencia exterior, que muestran favoritismo a los ricos; eso no es amar uno a su prójimo como a sí mismo. Luego la parte que muestra cuán práctica es la carta: La fe sin obras que la apoyen no tiene ningún valor. Si su hermano tiene hambre, frío, y está desnudo, y todo lo que usted dice es: ‘Llénese, caliéntese, vístase,’ ¿cuánto provecho recibe él? ¿No fueron declarados justos Abrahán y Rahab porque probaron su fe mediante sus obras? “En verdad, . . . la fe sin obras está muerta.”—Snt 2 v. 26.

      Santiago da más exhortación práctica al discutir el uso y el poder de la lengua. La lengua es un miembro diminuto pero puede hacer muchísimo daño, así como una gran conflagración puede resultar de sólo un fuego pequeño. El usar nuestra lengua para alabar a Dios por una parte y calumniar o maldecir a los hombres por otra no tiene sentido. Los celos amargos, la mentira y rasgos similares son terrenos, sensuales y diabólicos. “Pero la sabiduría que es de arriba ante todo es casta, después pacífica, razonable, lista para obedecer, llena de misericordia y buenos frutos, sin hacer distinciones parciales, ni ser hipócrita.”—Santiago, capítulo 3.

      Los que son impulsados por deseo egoísta producen dificultad en una congregación cristiana, y a éstos Santiago en seguida los amonesta preguntándoles: “Adúlteras, ¿no saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, pues, que desea ser un amigo del mundo se está constituyendo un enemigo de Dios.” Los que adoptan tal manera de proceder revelan presunción, orgullo, y por lo tanto deberían estar alerta, porque “‘Dios se opone a los arrogantes, mas da bondad inmerecida a los humildes.’ Sométanse, por lo tanto, a Dios; pero opónganse al Diablo, y él huirá de ustedes.”—Santiago 4.

      Santiago comienza su capítulo quinto dando a los ricos alguna de la condenación más fuerte que se encuentra en las Escrituras. Él los censura por su proceder codicioso y sensual y advierte que sus ganancias mal habidas serán testimonio contra ellos, clamando por venganza. No sólo han oprimido a sus trabajadores sino que han matado al justo. Luego Santiago nos aconseja ser pacientes y considerar el ejemplo de Job en cuanto a aguante.

      Algunos han entendido que la exhortación de Santiago de que oren los cristianos los unos por los otros quiere decir que podemos esperar curación divina, puesto que “la súplica de un hombre justo cuando está en acción tiene mucha fuerza”. Sin embargo, el contexto indica claramente que Santiago se refiere a enfermedad espiritual, no física: “Por lo tanto confiesen abiertamente sus pecados los unos a los otros y oren los unos por los otros, para que sean curados.” El sostener que esto se refiere a enfermedad física es acusar a todos los que sufren de enfermedad corporal de ser pecadores crasos e implica que todos los que disfrutan de buena salud son buenos cristianos.

      Verdaderamente la carta de Santiago es muy práctica.

      SANTIAGO, EL APÓSTOL Y HERMANO DE JUAN

      Santiago el hijo de Zebedeo, junto con su hermano Juan, dejó su comercio de pescado para llegar a ser uno de los primeros seguidores de Cristo Jesús. Generalmente se cree que de los dos Santiago era el mayor, no sólo por ser mencionado primero, sino también en vista de que Juan vivió hasta alrededor del año 100 d. de J.C. También se ha sugerido que Santiago y Juan estuvieron familiarizados con Jesús antes de que los llamara para seguirle.—Mat. 4:21; Mar. 1:19, NM.

      Entre sus doce apóstoles Jesús prefirió a tres, y Santiago estuvo entre éstos. Por lo tanto estuvo con Jesús en el monte de la transfiguración; estuvo con él cuando levantó a la hija de Jairo, y acompañó a Jesús más adentro del jardín de Getsemaní en la noche de su traición; los otros dos de este grupo favorecido siendo, por supuesto, Pedro y Juan.—Mat. 26:36-39; Luc. 8:41, 51-56; 9:28-36, NM.

      Santiago y su hermano Juan fueron llamados Boanerges, “hijos del trueno.” En una ocasión cuando cierta ciudad rehusó la entrada a Jesús estuvieron listos para pedir que descendiera fuego del cielo que devorara a sus habitantes. Ellos también ambicionaron ser primero en el reino de Jesús, como se reveló por la petición de su madre.—Mat. 20:20-28; Mar. 3:17; 9:33-35; 10:35-40; Luc. 9:51-55, NM.

      Aunque el libro de los Hechos da poca información concerniente a Santiago parece razonable concluir que este ‘hijo del trueno’ fué un ministro denodado de las buenas nuevas. Esto explicaría por qué fué el primero de los doce apóstoles que sufrió martirio y por qué los judíos estuvieron tan complacidos por esta acción asesina de Herodes Agripa.

      Jesús amonestó que sus seguidores serían perseguidos. Santiago el discípulo y hermano de Jesús y Santiago el apóstol y hermano de Juan tuvieron el privilegio de probar que eran “fieles aun bajo peligro de muerte”. Ellos pusieron un buen ejemplo para todos los cristianos que han vivido y viven desde su día.—Mat. 10:16-31; Apo. 2:10, NM.

  • ¿Tolerantes o apáticos?
    La Atalaya 1953 | 1 de mayo
    • ¿Tolerantes o apáticos?

      ● La revista Time del 26 de marzo de 1952 clasificó éstas como “Las palabras de la semana”:

      “En nueve de diez casos lo que pasa bajo el nombre de tolerancia es en realidad apatía. Hay demasiados norteamericanos calmos que contra nada se ponen porque no tienen opinión formada y fija de lo que es bueno y lo que es malo. No se ponen positivamente y de lleno a favor de nada porque, diferente a sus padres, no tienen fuertes convicciones algunas. La tolerancia es una virtud, pero no es la virtud suprema.”—Robert J. McCracken, de la iglesia Riverside de Manhattan.

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