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Un buen nombre es algo preciosoLa Atalaya 1971 | 15 de noviembre
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Un buen nombre es algo precioso
“EL QUE me hurta mi buen nombre, me roba aquello que a él no lo enriquece y a mí de veras me empobrece.” Así habla uno de los personajes en la famosa obra de Shakespeare Otelo, el moro de Venecia.
Como bien se ha indicado, el nombre de uno pudiera asemejarse a su rostro... es aquello por lo cual se le conoce a uno. Pero, ¿qué es lo que hace que un nombre sea bueno o malo? Es la persona que lleva ese nombre. Cualquier cualidad que el nombre tenga se la da el dueño por lo que es, la vida que lleva y las cosas que sostiene. Un buen nombre, es decir, una buena reputación, por lo tanto es algo realmente precioso. El perder un buen nombre verdaderamente es ser empobrecido.
Reconociendo el valor de un buen nombre, los gobiernos mundanos han promulgado leyes para proteger el nombre o reputación de las personas contra calumnia maliciosa (difamación oral) y libelo (difamación escrita). Al proceder así estos gobiernos solo están siguiendo el modelo que estableció la Biblia en el noveno de los Diez Mandamientos, el cual declaró: “No darás evidencia falsa contra tu prójimo.” Bajo esa ley, se castigaba a los que hacían aquello con el mismo castigo que habían intentado acarrearle a la otra persona por su falso testimonio.—Éxo. 20:16; Deu. 19:16-21, New English Bible.
Sí, la Biblia muestra que es correcto que nos interesemos en tener y retener un buen nombre. En ella leemos que “un buen nombre ha de desearse más que grandes riquezas.” “Un buen nombre es de olor más grato que el ungüento más fino.” La importancia de tener un buen nombre dentro de la congregación cristiana se ve claramente por el requisito bíblico de que los superintendentes deben tener “una buena reputación con el público no cristiano.”—Pro. 22:1; Ecl. 7:1; 1 Tim. 3:7, NEB.
Jehová Dios mismo nos ha puesto un ejemplo excelente al interesarse en tener un buen nombre. Ante todo, se ha dado un nombre muy privativo, Jehová o Yahweh, que significa “Él Causa Que Llegue a Ser.” Ese nombre inmediatamente da testimonio de su calidad de Creador y de que él es un Dios de propósito, Uno que lleva a cabo su voluntad y cumple sin falta sus promesas. Él consideró tan importante este nombre que hizo que apareciera en las Escrituras Hebreas 6.961 veces. De hecho, se le identifica por ese nombre más que por todos los otros términos juntos... términos como Señor, Dios, Altísimo, etcétera. Él asocia el nombre Jehová con sus grandes obras y liberaciones, como cuando libró a los israelitas de la esclavitud egipcia.—2 Sam. 7:23.
Quizás la alusión más antigua a la importancia de la reputación o nombre de Dios es la que hizo Abrahán en relación con la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra. Abrahán puso en tela de juicio la justicia de destruir a los justos con los inicuos, preguntando: “¿El Juez de toda la tierra no va a hacer lo que es recto?” La reputación de Dios estaba envuelta, es decir, su nombre como Dios y Juez justo. Jehová Dios convino en perdonar a aquellas ciudades inicuas si solo se encontraban en ellas diez personas justas. Pero no hubo diez, solo la familia de Lot.—Gén. 18:24, 25; 19:15-29.
Jehová perdonó a su pueblo Israel en el desierto cuando merecía morir, a causa de Su nombre. Y así en los siglos siguientes, repetidas veces leemos que los siervos de Jehová le suplicaron que oyera y contestara sus peticiones porque Su nombre estaba envuelto en las cuestiones, porque Su reputación estaba en juego.—Núm. 14:13-19; Jos. 7:7-9; Isa. 37:14-20; Eze. 36:16-23.
ADQUIRIENDO UN BUEN NOMBRE
Puesto que es tan deseable, ¿cómo podemos adquirir un buen nombre? ¿Tratando de agradar a los hombres, tratando de ser populares? No, sino haciendo lo que es correcto, viviendo en el temor de Jehová Dios. En cuanto a esto considere a Job, pues el registro de la Biblia muestra que tuvo un nombre excelente a la vista de Dios. ¿Por qué? Porque era ‘hombre sin culpa y recto, que temía a Dios y estaba resuelto contra el mal.’ Y defendió su buen nombre contra los esfuerzos de sus tres amigos hipócritas por mancharlo. Al fin Job fue vindicado y los tres supuestos amigos de Job recibieron fuerte censura de parte de Jehová Dios.—Job 1:8; 42:7-10.
Los que llevan el nombre de Jehová como testigos suyos tienen más razón para interesarse en que su conducta sea recta, porque no solo su propio nombre, sino también el nombre de la congregación cristiana y el nombre de Jehová mismo están envueltos en la situación. Así sucede que un Testigo de Dahomey, África, que trabajaba en un hotel de primera, halló 1.600 dólares en unos pantalones que recibió para llevarlos a la tintorería. Llevó el dinero al dueño del hotel, quien lo depositó en una caja de caudales. Cuando el huésped descubrió su pérdida se angustió mucho y fue inmediatamente a ver al dueño del hotel lamentando su pérdida, pues no tenía dinero con qué pagar sus cuentas; de hecho, no tenía nada salvo su boleto aéreo de regreso a Francia. El dueño del hotel se alegró de poder devolver el dinero y explicó que uno de sus empleados lo había encontrado. El huésped quiso conocer a este empleado; al hablar con él, le preguntó qué le había hecho devolver el dinero. El empleado contestó que era testigo de Jehová y que como tal vivía en armonía con los principios bíblicos. El huésped, muy impresionado, declaró: ‘Yo sé que los testigos de Jehová son buenas personas y cuando regrese a Francia ciertamente voy a buscarlos, porque quiero saber más acerca de ellos.’
El dueño del hotel, que anteriormente tenía poco tiempo para los testigos cristianos de Jehová, ha cambiado de parecer. Ahora se complace en tener a un Testigo trabajando para él. Ese acto de honradez no solo le dio un buen nombre al Testigo envuelto, sino que ayudó a engrandecer el nombre de los testigos de Jehová como pueblo. Más importante, sirvió para glorificar el nombre de su Dios, Jehová.
Verdaderamente un buen nombre es algo precioso. Felices son todos los que tienen un buen nombre, porque es mejor que grandes riquezas, más excelente que el aceite fragante.
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¿Usa usted el nombre de Dios en su adoración?La Atalaya 1971 | 15 de noviembre
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¿Usa usted el nombre de Dios en su adoración?
TODAS las personas que están bien familiarizadas con las Santas Escrituras se dan cuenta de que Dios tiene un nombre personal. Es cierto que también se le designa en las Escrituras con títulos descriptivos como “Dios,” “Señor,” “Padre,” “el Todopoderoso,” “el Altísimo” y otros. Pero su personalidad y atributos se resumen y se expresan plenamente solo en su nombre personal, nombre que es singularmente de él. Dios dice: “Yo soy Jehová. Ése es mi nombre; y a ningún otro daré yo mi propia gloria.”—Isa. 42:8; Sal. 83:18.
“Jehová” es la pronunciación española más conocida del nombre de Dios, aunque “Yahweh” es la que favorecen casi todos los doctos hebreos. Los manuscritos hebreos más antiguos presentan el nombre en forma de cuatro consonantes, que comúnmente se llaman el Tetragrámaton (del griego tetra, que significa “cuatro,” y gramma, “letra”). Estas cuatro letras hebreas equivalen a nuestras cuatro letras españolas YHWH (algunos dicen YHVH o JHVH).
Pero si Jehová es el nombre de Dios, quizás pregunte alguien, ¿por qué será que ese nombre se usa tan rara vez en las iglesias, ya sea por predicadores o feligreses? ¿Usa usted, por ejemplo, el nombre de Dios en su adoración? ¿Es importante que usted lo haga?
SUPERSTICIÓN OCULTA EL NOMBRE
Una razón principal por la cual muchas personas no conocen el nombre de Dios es una idea supersticiosa que surgió entre los judíos hace muchos siglos. Esta superstición sostenía que era incorrecto pronunciar el nombre personal de Dios. Exactamente qué hizo que los judíos adoptaran esta idea no se sabe con certeza. Algunos alegan que surgió la enseñanza de que el nombre era demasiado sagrado para que labios imperfectos lo pronunciaran. Otro punto de vista es que se hizo con el propósito de impedir que los pueblos no judíos conocieran el nombre y posiblemente abusaran de él. Y otra alegación es que se hizo con el propósito de proteger el nombre de uso en ritos de magia.
¿Cuándo se arraigó esta superstición respecto a pronunciar el nombre de Dios? Hay incertidumbre acerca de esto. Muchas obras de consulta han sugerido que el nombre se dejó de usar para aproximadamente 300 a. de la E.C. Basan esta conclusión en la supuesta ausencia del nombre de Dios en la Versión de los Setenta griega, la primera traducción de las Escrituras del hebreo al griego, que se comenzó en aproximadamente 280 a. de la E.C. ¿Sucedió así?
Es verdad que las copias manuscritas más completas de la Versión de los Setenta que se conocen ahora siguen consistentemente la práctica de sustituir el nombre Jehová (Yahweh) con las palabras griegas Kyrios (Señor) u ho Theós (Dios). Pero estos manuscritos principales solo datan del cuarto y quinto siglos E.C. Sin embargo, recientemente se han descubierto copias mucho más antiguas, aunque en forma fragmentaria, que demuestran que las copias más antiguas de la Versión de los Setenta sí contenían el nombre divino.
Por ejemplo, hay el fragmento de un rollo de papiro, anotado como Inventario Número 266 de los Papiros Fouad. Éste contiene la segunda mitad del libro de Deuteronomio, y en él se presenta con regularidad el Tetragrámaton, escrito en caracteres hebreos. Los doctos opinan que este papiro se remonta hasta el segundo o primer siglo a. de la E.C., cuatro o cinco siglos antes que los manuscritos de la Versión de los Setenta mencionados anteriormente que no contienen el nombre divino.
Comentando sobre otro hallazgo antiguo de papiros, el Dr. Paul E. Kahle dice: “El papiro que contiene fragmentos de Levítico ii-v está escrito con una mano estrechamente afín a la del Papiro Fouad 266, caracterizado como ya se mencionó por el hecho de que el nombre de Dios se presenta en forma del Tetragrámaton en letras hebreas cuadradas (יהוה) no por κύριος [Kyrios] como sucede más tarde en los MSS. cristianos de la Biblia.”—The Cairo Geniza, edición de 1959, págs. 222, 224.
De modo que hay evidencia sólida contra la idea de que el nombre divino, por lo menos en forma escrita, hubiera dejado de usarse en el período de antes de nuestra era común.
CUÁNDO LA SUPERSTICIÓN SE ARRAIGÓ
En el primer siglo E.C., aparece por primera vez alguna evidencia del desarrollo de una actitud supersticiosa para con el nombre de Dios. Por ejemplo, Josefo, un historiador judío del primer siglo, de una familia sacerdotal, después de considerar que Dios declaró su nombre a Moisés, dijo: “No me es lícito decir más.” (Antiquities of the Jews, Libro II, cap. XII, párr. 4) Sin embargo, la declaración de Josefo es indefinida. No revela claramente cuál era la actitud general que prevalecía en el primer siglo en cuanto a pronunciar o usar el nombre divino.
La Mishna judía, una colección de enseñanzas y tradiciones rabínicas, es algo más explícita. Se acredita su compilación al rabino Judá el Patriarca, que vivió en el segundo y tercer siglos E.C. Algo de la materia de la Mishna se relaciona claramente con las circunstancias previas a la destrucción de Jerusalén y su templo en 70 E.C. Sin embargo, hay que reconocer que el valor histórico de las tradiciones de la Mishna es dudoso. Sin embargo, ciertas tradiciones de la Mishna permiten discernir lo que evidentemente eran actitudes judías en cuanto a la pronunciación del nombre divino.
Con relación al Día de Expiación anual, Yoma, 6, 2, declara: “Y cuando los sacerdotes y el pueblo que estaba de pie en el Atrio del Templo oían de la boca del Sumo Sacerdote el Nombre Explícito, solían arrodillarse y postrarse y caer sobre su rostro y decir: ‘¡Bendito sea el nombre de la gloria de su reino por siempre jamás!’”
De las bendiciones sacerdotales cotidianas, Sotah, 7, 6, dice: “En el Templo pronunciaban el Nombre como estaba escrito, pero en las provincias con una palabra sustituidora.”
Sanedrín, 10, 1, al alistar a los “que no tienen parte en el mundo venidero,” declara: “Abba Saúl dice: También el que pronuncia el Nombre con sus letras apropiadas.”
Sin embargo, a pesar de estos dos puntos de vista negativos, también se encuentra en la primera sección de la Mishna el mandamiento positivo de que “un hombre debe saludar a su prójimo con [el uso de] el Nombre [de Dios],” y se cita entonces el ejemplo de Booz (Rut 2:4).—Berakoth, 9, 5.
Considerados por lo que valen, puede que estos puntos de vista tradicionales revelen que hubo una tendencia supersticiosa a evitar el uso del nombre divino algún tiempo antes de la destrucción del templo de Jerusalén en 70 E.C. No hay ninguna evidencia de que tal superstición haya prevalecido antes de la era común. La evidencia disponible muestra que esta superstición comenzó a desarrollarse cuando más temprano para el primero o segundo siglos E.C. Por eso, en el día de Jesús bien puede haber sido la práctica general de muchos judíos el usar el nombre divino.
No obstante, sí llegó el tiempo en que, al leer las Escrituras Hebreas en el idioma original, el lector judío sustituía con ’Adhonay (Señor) o ’Elohím (Dios) en vez de pronunciar el nombre divino representado por el Tetragrámaton. Esto se discierne por el hecho de que cuando llegaron a usarse los puntos vocales en el sexto o séptimo siglo E.C. los copistas judíos insertaban los puntos vocales para ’Adhonay o para ’Elohím cuando escribían el Tetragrámaton, evidentemente para advertir al lector que dijera esas palabras en lugar de pronunciar el nombre divino. Si el lector usaba la traducción Versión de los Setenta griega de las Escrituras Hebreas en copias posteriores, por supuesto, hallaba el Tetragrámaton completamente reemplazado por los títulos griegos Kyrios y ho Theós.
Las traducciones en otros idiomas, como la Vulgata latina, siguieron el ejemplo de estas copias posteriores de la Versión de los Setenta. Las traducciones católicas Scío en español y Douay en inglés, basadas en la Vulgata, por lo tanto no contienen el nombre divino. La Versión Torres Amat, católica, en español, sí usa el nombre “Jehová” unas cuantas veces como en Salmo 82:19; Sal. 99:3; Isaías 42:8. Sin embargo, como en forma explicativa.
Los traductores de la American Standard Version (de 1901) enérgicamente exponen la base incorrecta con la cual se ha ocultado el nombre sagrado de Dios, Jehová, diciendo, en el prólogo de esa traducción, “los revisadores americanos, después de una cuidadosa consideración, llegaron a la convicción unánime de que una superstición judía, que consideraba que el Nombre Divino era demasiado sagrado para que se expresara, ya no debe dominar en las versiones en inglés ni ninguna otra versión del Antiguo Testamento, como afortunadamente no domina en las numerosas versiones hechas por misioneros modernos. Este Nombre Memorial, que se explica en Éxo. iii. 14, 15, y que recibe énfasis como tal, vez tras vez, en el texto original del Antiguo Testamento, designa a Dios como el Dios personal, como el Dios de pacto, el Dios de revelación, el Libertador, el Amigo de su pueblo;... no meramente el abstracto ‘Eterno’ de muchas traducciones francesas, sino el siempre viviente Ayudador de los que se hallan en dificultad. Este nombre personal [Jehová], con su rico caudal de asociaciones sagradas, se restaura ahora al lugar del texto sagrado al cual tiene derecho indiscutible.”
Sí, cuando leemos el propósito mismo de Dios, declarado por él, de hacer que su nombre sea “declarado en toda la tierra,” y que su nombre “será grande entre las naciones,” ¿cómo podemos retraernos de usar ese nombre en nuestra adoración debido a alguna superstición? (Éxo. 9:16; Mal. 1:11) El libro de Malaquías (3:16) describe un “libro de recuerdo” que se comenzó a escribir delante de Dios “para los que estaban en temor de Jehová y para los que pensaban en su nombre.” ¿Está usted incluido en ese “libro de recuerdo”? ¿No solo ‘piensa en ese nombre’ sino que también lo expresa en adoración? Solo al hacer eso puede una persona ser contada entre el ‘pueblo para el nombre de Dios’ del que habló el discípulo cristiano Santiago en Hechos 15:14-18. Significa vida eterna para usted conocer a Dios por su nombre, tratar con respeto ese nombre y vivir en armonía con las cosas que ha hecho que se registren en su Palabra con el uso de ese Nombre Santísimo.
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