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  • Parte 3—“Hágase tu voluntad en la tierra”
    La Atalaya 1959 | 1 de febrero
    • digno de recibir adoración, sumisión y obediencia. Dado que él es el Creador de todas las cosas, él es también nuestro Creador. Nosotros no llegamos a existir de alguna otra manera. No logramos existir sobre esta tierra debido a nuestra propia voluntad. No; fué como los veinticuatro “ancianos” dijeron a Dios sobre su trono: “Debido a tu voluntad existieron y fueron creadas.” Ya que fué debido a su voluntad que fuimos creados y existimos hoy día, entonces fuimos creados para la voluntad de Dios. Existimos únicamente para su voluntad, todos nosotros. Correctamente debemos desear saber y tratar de aprender lo que es su voluntad y luego hacerla. De otro modo pasaremos por alto desastrosamente y no cumpliremos el propósito con que fuimos creados y existimos.

      38. ¿Quién, como el hombre más grande sobre la tierra, apreció ese hecho, y a quiénes envió él a predicar?

      38 El hombre más grande que ha estado sobre la tierra apreció este mismo hecho. Él era un hombre que oraba a Dios. Su nombre fué Jesús. Su padre no fué hebreo, ni israelita ni judío, sino que fué Dios mismo, según manifiestan los hechos que hemos de considerar aquí. Por esa razón él nunca llamó padre a ningún hombre, sino que habló de Dios como su Padre celestial. Porque cuando tenía treinta años de edad Jesús fué ungido y recibió el espíritu de Dios se le llamó Jesucristo. En la Santa Biblia encontramos el “libro de la historia de Jesucristo,” “las buenas nuevas acerca de Jesucristo.” (Mat. 1:1; Mar.1:1) Él fué el maestro más grande que ha estado sobre la tierra. Él tuvo estudiantes o discípulos, y envió discípulos especiales a predicar. A éstos él llamó apóstoles, o enviados.—Mar. 3:7, 9, 13, 14.

      39. ¿De qué manera les dijo que deberían orar, y a quién?

      39 Jesús enseñó a sus discípulos a orar a Dios de una manera aceptable. El modelo más sencillo para la oración, y sin embargo el más grande que él les enseñó se da en su bien conocido Sermón del Monte. Él les dijo que no oraran hipócritamente o de acuerdo con algún formalismo: “Pero cuando oren, no digan las mismas cosas vez tras vez, así como hace la gente de las naciones, porque ellos se imaginan que serán oídos por su uso de muchas palabras. Por eso, no se hagan como ellos, porque Dios su Padre sabe qué cosas están necesitando aun antes de que se las pidan.” (Mat. 6:5-8) De esta manera él les enseñó a reconocer a Dios como su Creador y Dador de vida, y por eso como su Padre, el Proveedor de las cosas que están necesitando. En seguida él añadió:

      LA ORACIÓN MODELO

      40. ¿Cuál es la oración modelo que él les enseñó?

      40 “Por lo tanto, ésta es la manera en que han de orar: ‘Padre nuestro en el cielo, ¡sea venerado tu nombre! ¡Venga tu reino! ¡Hágase tu voluntad en la tierra así como también en el cielo! Danos hoy pan para el día, y perdónanos nuestras deudas, como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores. Y no nos sometas a tentación, sino sálvanos del malo.’”—Mat. 6:9-13, UTA.

      41. ¿Fué a un Dios sin nombre que él les enseñó a orar, y cómo mostró él personalmente la respuesta a esta pregunta?

      41 Cuando Jesús estuvo sobre la tierra el César del Imperio Romano dominaba una gran parte de la tierra habitada, incluyendo al Medio Oriente, donde vivía Jesús. Jesús no enseñó a sus estudiantes, sus discípulos, a orar a una Persona divina innominada, a un Dios sin nombre, a un Dios al cual al mencionar su título “Dios” todos reconocen de la misma manera, sin importar a cuál de los millones de llamados dioses pudiera estar adorando alguna persona. Jesucristo muchas veces habló del nombre personal de Dios su Padre. Antes que comenzara a predicar en un lugar de reunión en su propio pueblo de Nazaret él tomó el libro de Isaías y leyó a los que lo escuchaban los versículos 1 y 2 del capítulo 61, que dicen: “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, por cuanto Jehová me ha ungido para anunciar buenas nuevas.” (Mod; Luc. 4:16-21) De esto se ve que Dios tiene un nombre personal.

      42, 43. ¿Cómo se separa Dios de todos los demás que se llaman “dios,” y con qué declaración hindú está en desacuerdo su Palabra en este asunto?

      42 Dios tiene un nombre que lo separa de toda otra persona o cosa que se llama por el título “dios.” Él honra y respeta su propio nombre y no permitirá que viva para siempre cualquiera que hable mal de su nombre o que vitupere su nombre. Él pone su propio nombre como apoyo para las promesas, las profecías, las declaraciones de propósito que él hace, para que no lo confundan a él con cualquier otro que los hombres adoran como dios. En lo que concierne a su nombre su Palabra escrita, la Biblia, está en desacuerdo con la siguiente declaración reciente:c

      43 “Los nombres de dioses no hacen la religión así como los nombres de hombres y mujeres no hacen su personalidad. Los nombres se dan originalmente y usan sin idea de comparación o contraste con otros nombres. . . . Sea Dios, Jehová, Bhagwan, Ishwar, Alá, Hari, Siva o Rama, es el mismo Ser que es recordado vagamente por todo devoto cuando pronuncia el nombre que por su crianza acostumbra asociar con el misterio del universo y la idea de adoración.”

      44. ¿Qué se conocía acerca del Dios a quien Jesús estaba enseñando a sus discípulos a orar?

      44 Por lo contrario, Jesús enseñó a sus discípulos a orar, no a un llamado Dios Madre-Padre,d o a un dios sin nombre, sino a un Dios cuyo nombre Jesús mismo conocía y que los sumo sacerdotes israelitas conocían. Si el nombre personal de Dios, que es Jehová, no tenía importancia, ¿por qué comenzó Jesús su oración modelo enseñando: “Padre nuestro que estás en los cielos: Santificado sea tu nombre”? Los que escuchaban el Sermón del Monte de Jesús no creían en los dioses de la India u otros países semejantes, sino en el Dios a quien Jesús mismo adoraba. El mismo nombre de Cristo honra el nombre de este Dios y Padre celestial, porque el nombre Jesús significa “Jehová es Salvación.”—Mat. 1:21.

      (Continuará)

  • Siguiendo tras mi propósito en la vida
    La Atalaya 1959 | 1 de febrero
    • Siguiendo tras mi propósito en la vida

      Según lo relató Carlos Eisenhower

      FUE allá en 1933, en una granja en Pensilvania, en los EE. UU. de la América del Norte, que tuve primer conocimiento sobre los testigos de Jehová. Mi padre le pidió prestado el libro Gobierno a mi maestro de escuela dominical. El libro le gustó tanto que, al devolverlo, volvió a casa con otro libro llamado El arpa de Dios. Casi todas sus horas libres mi padre las pasaba con estas publicaciones.

      Un día nos dijo a mi madre y a mí lo que había estado leyendo. “Estos libros,” dijo, “cuentan acerca del reino de Dios. Prueban que la tierra no va a ser consumida por fuego, que no existe semejante lugar como un infierno ardiente, como enseña el clero,” y como se nos enseñaba en la iglesia luterana.

      Lo que mi padre dijo me hizo feliz. Aunque yo era un muchacho de solamente catorce años, no podía entender por qué un Dios de amor quisiera destruir este planeta, ni podía entender por qué quisiera atormentar a personas en fuego

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