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¿Por qué debería venir una religión a la puerta de usted?La Atalaya 1958 | 15 de febrero
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número de los que emprenden esta actividad. Su propósito es el de ayudarlo a usted. Desean hablar cara a cara con toda persona que esté dispuesta a escuchar doctrina sana. Señalan la diferencia que hay entre lo que se enseña en las iglesias de hoy día y lo que la Biblia realmente dice. Al hacer esto están obedeciendo a Dios. Están siguiendo el mandato de Jesús de que “estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada con el propósito de dar un testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin cabal.”—Mat. 24:14.
Esta es una obra correcta. Es la base misma del cristianismo. Es algo que todo cristiano debería estar haciendo. Y ¿qué debería hacer usted cuando alguien viene a su puerta con verdad bíblica? ¿Escuchará usted? ¿Dejará usted que esta persona le muestre cómo la Biblia realmente aplica a nuestro día y por qué es tan importante que ella se dispone a tomar su propio tiempo para traerle este mensaje a usted? Ya que Dios manda que se haga esta obra, certísimamente sería cosa sabia el que toda persona pusiera atención.
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La salvación del hombre secundaria a la vindicación de DiosLa Atalaya 1958 | 15 de febrero
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La salvación del hombre secundaria a la vindicación de Dios
La Biblia dice mucho acerca de la salvación del hombre, pero ¿dónde dice algo de la vindicación de Dios? ¿Enseña ella que la vindicación es más importante que la salvación?
LOS testigos de Jehová dan énfasis a la vindicación del nombre de Jehová. Otras religiones dan el énfasis a la salvación del hombre: Arrepiéntase y sálvese, confiese sus pecados, bautícese, acepte a Jesús como su Salvador. Éstos son los sentimientos que repiten los despertadores y cruzados evangelistas. La Biblia enseña estas verdades y los testigos de Jehová las abrazan y las predican a otros. Son muy importantes. Nunca debería ser aminorada su importancia. Pero tampoco deberían ser magnificadas tan desproporcionadamente estas cosas que oculten la verdad bíblica más importante que ésas: la vindicación del nombre de Jehová.
El nombre de Dios, Jehová, se dió a conocer de una manera especial cuando él libertó a los israelitas de Egipto como su nación escogida. Él puso su nombre en ese pueblo y le dió su ley: “Y ahora si ustedes obedecen estrictamente mi voz y verdaderamente guardan mi pacto, entonces seguramente llegarán a ser mi propiedad especial de entre todos los demás pueblos, porque toda la tierra me pertenece. Y ustedes mismos llegarán a ser para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.” Los israelitas convinieron en obedecer y ser la propiedad especial de Jehová y llevar su nombre. Se les advirtió: “No debes tomar el nombre de Jehová tu Dios de manera indigna, porque Jehová no dejará impune al que tome su nombre de manera indigna.”—Éxo. 19:5, 6; 20:7.
Cuando este tercero de los Diez Mandamientos dice que no se debe tomar el nombre de Dios en vano o de manera indigna, quiere decir mucho más que el no usar su nombre de manera profana. Quiere decir que los que convienen en ser el pueblo de Dios llevan su nombre y tienen que obedecer los mandatos y leyes y principios que su nombre representa; de otra manera están tomando su nombre de manera indigna y no quedarán impunes. No pueden deshonrar su nombre para siempre. A su debido tiempo Jehová entrará en acción para vindicarlo, aun a costa de vidas humanas, porque su vindicación es más importante.
POR QUÉ JEHOVÁ SALVÓ A ISRAEL
Al salir de Egipto los israelitas se rebelaron junto al mar Rojo, pero Jehová los salvó a pesar de su rebelión. ¿Por qué? ¿Por causa de ellos? No, sino porque el nombre de Dios estaba sobre ellos y a los perseguidores egipcios no se les había de permitir una victoria que pareciera ser un triunfo sobre Jehová. El salmista dice respecto a ese tiempo: “Él empero los salvó por causa de su nombre, para dar a conocer su poder.”—Sal. 106:8, Mod.
En el tercer mes después de salir de Egipto Moisés estaba en el monte de Sinaí recibiendo la ley de Jehová. Más tarde Jehová le dijo a Moisés que el pueblo estaba portándose ruinosamente por medio de adorar la imagen de un becerro. Cuando Jehová dijo que iba a destruir a los israelitas fué Moisés quien lo hizo desistir. ¿A base de qué? ¿La salvación del pueblo, su preservación? No, sino por causa del nombre de Jehová, que estaba sobre este pueblo. Moisés arguyó “¿Por qué debieran decir los egipcios: ‘Con mala intención los sacó para matarlos entre las montañas y para exterminarlos de la superficie del suelo’?” También: “Acuérdate de Abrahán, de Isaac y de Israel tus siervos, a quienes juraste por ti mismo, por cuanto les dijiste: ‘Multiplicaré su simiente como las estrellas de los cielos, y toda esta tierra que he designado se la daré a su simiente, para que de veras se posesionen de ella hasta tiempo indefinido.’” De modo que Jehová se detuvo y no efectuó la destrucción, no a causa de Israel, sino para impedir que los egipcios dijeran que Jehová no podía llevar al pueblo a la Tierra Prometida y en vez de llevarlo lo mató, y para cumplir la promesa hecha en su nombre a Abrahán y a Isaac y a Jacob.—Éxo. 32:12, 13; Deu. 9:24-29.
Más tarde, cuando los espías regresaron de reconocer la tierra de Canaán y los israelitas se rebelaron y rehusaron entrar en la tierra, Jehová los zahirió por su falta de respeto y fe e iba a destruirlos. De nuevo Moisés intervino, diciendo que las naciones “han oído que tú eres Jehová en medio de este pueblo” y “si tú dieras muerte a este pueblo como a un solo hombre, entonces las naciones que han oído de tu fama ciertamente dirían esto: ‘Debido a que Jehová no podía introducir a este pueblo en la tierra acerca de la cual él les hizo juramento él procedió a matarlos en el desierto.’” Así que el pueblo se escapó otra vez, no porque fuera tan importante su salvación, sino porque el no salvarlos se reflejaría desfavorablemente en el nombre de Jehová, que estaba asociado con este pueblo.—Núm. 14:14-16.
Después que los israelitas entraron en la tierra de Canaán y estuvieron bajo el dominio de jueces por siglos, decidieron que querían tener un rey humano, igual que las naciones en su derredor. Esto constituyó un acto de rechazar a Jehová Dios, pero de todos modos se les permitió hacerlo. Sin embargo, Jehová manifestó su desagrado haciendo que tronara y lloviera en el tiempo de la cosecha del trigo—¡de ningún modo la estación para semejante tiempo! La gente se asustó mucho al ver esta exhibición milagrosa, pero después de aconsejarla que siguiera a Jehová el profeta Samuel le aseguró: “Porque Jehová no abandonará a su pueblo a causa de su gran nombre, porque Jehová se ha
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