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¿En qué cifrará usted su confianza?La Atalaya 1975 | 1 de diciembre
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en nobles, ni en el hijo del hombre terrestre”? (Sal. 146:3) Ciertamente debería ser patente que necesitamos guía superior a la que los hombres pueden dar de sí mismos. Pero ¿dónde se puede hallar tal guía?
UNA FUENTE FIDEDIGNA EN LA CUAL CONFIAR
Bueno, considere: ¿No es razonable acudir al Creador, a Aquel que hizo a las criaturas humanas y las puso originalmente en la Tierra? ¿No es Él quien mejor equipado está para resolver los problemas mundiales para nuestro bien? La confianza en Él no está mal colocada, tal como dice la Biblia: “Feliz es [aquel] . . . cuya esperanza está en Jehová su Dios, el Hacedor del cielo y de la tierra, del mar, y de todo lo que en ellos hay, Aquel que observa apego a la verdad hasta tiempo indefinido.”—Sal. 146:5, 6.
Sin embargo, quizás se pregunte usted, si Dios verdaderamente se interesa en nosotros, ¿por qué no ha traído alivio del sufrimiento humano? En su Palabra la Biblia, Dios muestra por qué.
La Biblia revela que cuando la primera pareja humana se rebeló contra Dios surgieron puntos en cuestión importantes, incluso si las criaturas humanas podían, sin depender de Dios, gobernar sus propios asuntos de modo que les resultara en beneficios duraderos. Dios ha permitido una medida plena de tiempo para resolver esta cuestión... unos 6.000 años. Y ¿no se ha hecho evidente la respuesta? ¿No es obvio ahora que las criaturas humanas no pueden gobernarse de manera apropiada sin depender de Dios?
¡Verdaderamente, el hombre necesita dirección divina! Y la Biblia habla de las bendiciones que podemos tener al aceptar la dirección de Dios. Ahora mismo podemos disfrutar de la tranquilidad de ánimo que proviene de entender los propósitos de Dios, y pronto seremos en realidad recipientes del cumplimiento de las promesas de su Reino. Sí, la Biblia predice que bajo el régimen de Su reino la paz reemplazará a la rivalidad y la guerra; la abundancia reemplazará a la pobreza y el hambre; y la seguridad reemplazará a la delincuencia y la violencia. Las causas de la lamentación, el dolor y la muerte serán completamente borradas.—Sal. 37:10, 11; 72:7, 16; Rev. 21:1-5.
En realidad, no hay razón válida para descreer estas promesas de Dios, porque tenemos evidencia concreta de lo confiable que él es. Josué, miembro de la nación de Israel con la cual Dios había estado tratando, le recordó lo siguiente al pueblo: “Ustedes bien saben con todo su corazón y con toda su alma que ni una sola palabra de todas las buenas palabras que Jehová su Dios les ha hablado ha fallado. Todas se han realizado para ustedes.”—Jos. 23:14.
Ciertamente tenemos toda razón para cifrar nuestra confianza en un Dios tan fidedigno. ¿Lo hace usted?
PRUEBA DE QUE CONFÍA
El simplemente decir que usted confía en Dios no es prueba de que en realidad confía. En el primer siglo los judíos y sus sacerdotes alegaban que confiaban en Dios, pero cuando tuvieron oportunidad de demostrar que confiaban en el Rey que Dios había nombrado, Jesucristo, los sacerdotes dijeron: “No tenemos más rey que César.” (Juan 19:13-15) Esa selección resultó desastrosa, pues, como resultado de ella, más de un millón de aquellas personas y sus sacerdotes murieron en la destrucción de Jerusalén en 70 E.C. Pero los cristianos, que cifraron su confianza en Dios y que habían obedecido la advertencia divina de huir de Jerusalén, sobrevivieron.—Luc. 21:20, 21.
¿Qué está haciendo usted hoy para probar que está cifrando su confianza en Dios? El simplemente leer su Palabra la Biblia —aunque eso es excelente— no demuestra que usted lo haga. Porque usted sin duda lee periódicos u otra literatura también, y sin embargo eso en sí no demuestra que usted confíe en lo que éstos dicen, ¿verdad? Pero cuando aplicamos en nuestra vida lo que leemos, entonces mostramos que creemos y confiamos en esa fuente.
¿Demuestran sus acciones que usted confía en Dios? ¿Amolda usted su vida al consejo de Su Palabra la Biblia? Si lo hace, no estará cifrando su confianza en líderes humanos, esperando que éstos resuelvan los problemas mundiales. Más bien, cifrará su confianza en Jehová Dios y sus promesas seguras de exterminar este injusto sistema de cosas y establecer buenas condiciones en toda la Tierra por medio del gobierno de su Reino.
Con gusto los testigos de Jehová le ayudarán a obtener la información bíblica que se necesita para desarrollar una confianza bien fundada en las promesas de Dios. Comuníquese con ellos en su localidad, o escriba a los publicadores de esta revista, y se enviará a alguien para que lo visite sin costo personal para usted.
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¿Por qué desaparecieron como pueblos?La Atalaya 1975 | 1 de diciembre
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¿Por qué desaparecieron como pueblos?
ES POSIBLE que usted haya conocido a persas, griegos o egipcios... todos de pueblos que tienen una herencia muy antigua. Pero, ¿ha conocido alguna vez a un moabita, un amonita o un filisteo? “No,” dice usted. Eso no es sorprendente, porque desaparecieron por completo como pueblos distintos hace muchos siglos.
Sin embargo, en un tiempo los moabitas, amonitas y filisteos eran vecinos de los antiguos israelitas. A lo largo de la orilla oriental del mar Muerto, el territorio de Moab se extendía desde el Arnón en el norte hasta el valle de torrente de Zered en el sur. Los amonitas ocupaban la región que se extendía hacia el este desde las porciones superiores del sinuoso río Jaboc hacia el desierto. La tierra de la costa mediterránea entre Gaza y un punto cerca de Jope era el hogar de los filisteos. Durante varios períodos de la historia los filisteos, los moabitas y los amonitas causaron mucha dificultad a los israelitas.
Durante la primera parte del reinado del rey Saúl, los filisteos tenían guarniciones en territorio de los israelitas. Eran lo suficientemente fuertes como para impedir que los israelitas tuvieran sus propios herreros, y así mantenían totalmente desarmada a esta nación. (1 Sam. 10:5; 13:1-3, 19-22) Tan grande era la opresión extranjera que muchos israelitas egoístamente se pusieron de parte de los filisteos contra sus propios conciudadanos. (1 Sam. 14:21) Sin embargo, especialmente después que David llegó a ser rey, el poder de los filisteos fue quebrantado, aunque continuaron existiendo como pueblo distinto por muchos siglos después.
En cuanto a los amonitas y los moabitas, a fines del séptimo siglo a. de la E.C. éstos cooperaron con los babilonios en causar la ruina de la tierra de Judá. (2 Rey. 24:2) No mucho después de eso los amonitas y los moabitas mismos fueron privados de su tierra. Según el historiador judío Josefo, el rey Nabucodonosor efectuó una campaña militar contra Amón y Moab en el quinto año después de haber desolado a Jerusalén. La evidencia arqueológica confirma que la zona ocupada por Amón y Moab fue despoblada en gran parte antes de llegada la mitad del siglo sexto a. de la E.C. Para el tercer siglo E.C., los amonitas evidentemente habían desaparecido por completo. Los moabitas, también, desaparecieron de la escena. Ciudades moabitas como Nebo, Hesbón y Aroer son solo ruinas hoy. Muchas otras ciudades ni siquiera se pueden identificar.
La única explicación de la desaparición de los moabitas, amonitas y filisteos se encuentra en un registro histórico antiguo que ha continuado existiendo hasta este día. Ese registro es la Biblia. Como se reconoce en The Encyclopædia Britannica, ninguna explicación además de la que suministran los profetas de la Biblia tiene verdadera validez. Por ejemplo, leemos en cuanto a Moab:
“Israel siguió siendo una gran potencia en la historia religiosa mientras Moab desapareció. Es cierto que Moab era acosada continuamente por hordas del desierto; la
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